¿Qué tienen en común los recientes disturbios y ola de protestas en Santiago de Chile, Quito, La Paz o en Bogotá y Cali?
“La desigualdad en un contexto de crecimiento económico, como lo hubo, generó aspiraciones que no han sido satisfechas”, explicó Luis López-Calva, director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo para América Latina y el Caribe, PNUD, al presentar el último informe de ese organismo sobre Desarrollo Humano 2019.
Según el reporte, aunque Latinoamérica ha registrado una importante reducción de la pobreza en las dos últimas décadas, también ha generado una nueva clase de desigualdad, ya no tan marcada por el nivel de ingresos, sino más bien por la falta de equidad, de desarrollo ambiental, de transformación tecnológica y de educación.
“Se hacen más evidente estas otras manifestaciones de la desigualdad, como la segregación, la falta de movilidad social, la falta de voz en la política. Los países son más ricos, pero igualmente desiguales”, explicó.
Latinoamérica es la segunda región más desigual del mundo después del África subsahariana, dijo López-Calva, a pesar de que desde el 1990 al 2015 la pobreza en la región se redujo a la mitad.
El informe titulado “Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI”, explica que los países no pueden enfocarse en crecer económicamente a cualquier coste, sino que deben concentrarse en ser más inclusivos.
Pese a ello y a las protestas recientes, López-Calva destacó que “Colombia es un caso de éxito en términos de desarrollo humano, sí vemos su avance en los últimos 15 años”.
“Me refiero, concretamente, al Índice de Desarrollo Humano, que considera tres dimensiones: primero, la dimensión de ingreso, que obviamente se relaciona con el crecimiento económico; segundo, una dimensión de salud, que incluye la esperanza de vida y un indicador también de mortalidad infantil; y tercero es el indicador de educación, que ha sido modificado a través del tiempo y ahora trata de medir no solamente la cobertura, sino también el valor de educación que un niño o niña tendría en un país específico”, agregó.