Analía Llorente
BBC News Mundo
Así, lo define Elke Van Hoof, profesora en Psicología de la Salud de la Universidad de Vrije en Bruselas y especialista en estrés y trauma.
Van Hoof habló con BBC Mundo hace casi un año y contó que el mundo estaba experimentando «el mayor experimento psicológico de la historia» por el confinamiento de la pandemia de covid-19.
Ahora, la especialista, quien también asesora al gobierno de Bélgica en temas psicológicos por el confinamiento, analiza los efectos de los encierros en la salud mental de la gente.
Advierte que aún hay resiliencia en la población general, aunque se está reduciendo y que se espera un ausentismo laboral a largo plazo, pero aún hay esperanzas para contenerlo.
Hace casi un año, dijiste que el confinamiento era el mayor experimento psicológico de la historia y pagaríamos el precio. ¿Lo pagamos? ¿Seguimos pagándolo?
Creo que uno de los principales hallazgos es que nosotros, como humanos, tenemos mucha más capacidad de resiliencia de la que anticipamos.
Entonces, lo que vemos en la población en general es que nos mantenemos firmes.
Por supuesto, hay muchas quejas debido al agotamiento porque todos pensamos que la pandemia mundial iba a ser una carrera y ahora parece ser un maratón sin final.
Todos nos estamos agotando lentamente y eso se ve en las encuestas con quejas relacionadas con el estrés, incluso sentimientos de depresión, ansiedad por el miedo que tienen las personas a los problemas a largo plazo relacionados con la covid-19.
Hay altos niveles de languidecimiento. Pero quienes están pagando un precio aún más grande son los que tenían algún tipo de vulnerabilidad antes de esta pandemia, ya sea porque tenían un diagnóstico psiquiátrico u otro problema. Ellos realmente están sufriendo.
¿Cómo respondió la gente a nivel psicológico a un año de pandemia?
La población en general se mantiene firme.
Antes de la pandemia, en 2019 veíamos que 1 de cada 3 personas estaba prosperando y ahora, en marzo de 2021, vemos que solo 1 de cada 5 personas todavía puede prosperar. Esto significa que hay una reducción de la resiliencia.
Pero también nos mantenemos firmes porque aún no aumenta el ausentismo (laboral), lo cual es sorprendente.
En nuestra investigación vemos que hay más factores de riesgo que una persona puede enfrentar al sufrir algún tipo de trastorno relacionado con el estrés y enfermedad a largo plazo.
Los profesionales de la salud realmente están pagando el precio de estar en primera línea durante más de un año, pero no solo porque están allí, sino también porque ya no se sienten apoyados por la población en general, que tiene dificultades para mantener las medidas, que pueden ser bastante estrictas.
Es de esperar que todo el mundo esté empezando a estar harto de esta pandemia global, pero los trabajadores de la salud tienen que seguir trabajando duro y no se sienten tan apoyados. Esa es una carga emocional que se suma a su agotamiento.
Hay otros factores de riesgo: la gente le teme a la covid-19. Hablamos de, por ejemplo, padres solteros y personas que tienen sistemas familiares complejos, además de los que ya tenían algún tipo de diagnóstico psicológico o psiquiátrico previo.
Tendemos a ver también que cuantos más factores de riesgo tiene una persona, mayor es la posibilidad de que sufra trastornos relacionados con el estrés y a tener experiencias traumáticas incluso a largo plazo.
Nuestro consejo es que debemos abordar los factores de riesgo porque son lo que llamamos acumulativos y multiplicativos y eso es importante para detectarlos y manejarlos.
Entonces, si me preguntas, ¿estamos pagando un precio? Sí, lo estamos y hay más por venir porque seguimos dentro de la pandemia.
Lo que expliqué hace un año es que habrá algunos problemas de respuesta tardía que aún no son visibles, pero llegarán.
Aunque hay algunas señales de alerta, todavía son bastante manejables en este momento, pero lo sabemos por experiencias anteriores.
Por ejemplo, una gran crisis económica a principios de la década de 2000 nos mostró que la respuesta tardía es inevitable y eso aún no ha sucedido.
¿Cuáles podrían ser esas respuestas tardías que aún podemos enfrentar?
Creo que uno de los principales problemas que esperamos es un ausentismo laboral a largo plazo.
Las personas finalmente caerán debido al agotamiento y los trastornos relacionados con el estrés, que llamamos languidecimiento o agotamiento por coronavirus (coronavirus burnout) en algunos países.
También las organizaciones lo están sufriendo, se están quedando sin maneras creativas de inspirar a las personas nuevamente y recargando su capacidad de recuperación para enfrentar ese enorme aumento del ausentismo laboral que vimos en el pasado y que sabemos que pasará.
Pero como sabemos que vendrá, hay esperanza. Podemos anticiparnos a ese tsunami de ausentismo.
Mi consejo a las empresas es que se preparen para cuando las personas empiecen a ausentarse a largo plazo.
Asegúrense de que tienen un plan de respaldo para mantener la continuidad del trabajo, pero también de que ya hayan creado un buen plan de retorno al trabajo porque vemos en la investigación que, a nivel social, si hay políticas que incluyen un sólido retorno a trabajo, se produce un menor ausentismo laboral tras una crisis.
Ahora es el momento de invertir en una muy buena política de regreso al trabajo con el fin de estar preparados para esa ausencia a largo plazo que aparecerá en todas partes.
¿Qué aprendimos sobre nuestra salud mental en este momento especial y crítico de nuestras vidas?
Creo que la salud mental todavía se considera un lujo, una commodity para unos pocos.
Si analizo globalmente el manejo de esta pandemia, todavía siento que no abordamos la salud mental como deberíamos.
La gente está sufriendo por mantener las estrictas medidas que todos debemos seguir para poder prevalecer y hacer frente a esta pandemia. Por supuesto, esto reduce la motivación.
Pero esto también se debe al hecho de que no nos estamos ocupando de la salud mental, no estamos invirtiendo en inspirar a las personas para tratar de darles herramientas para mantener su salud mental.
Para mí, la idea más importante de un año en este enorme experimento psicológico, es que pensé que ya estábamos entrando en un modelo biopsicosocial de abordar problemas. Pero ya no lo creo.
Esta pandemia se trata desde una perspectiva médica mucho más que desde una perspectiva de salud mental y eso nos va costar.
¿Qué oportunidades nos deja la pandemia?
La mayor oportunidad es darle importancia a la salud mental y también enfatizar la calidad de vida efectiva.
Lo positivo radica en el hecho de que siempre podemos cambiar la forma en que estamos manejando esta pandemia.
Creo que también podríamos reflexionar sobre cómo queremos que se vea el futuro.
Ahora estamos hartos, pero si podemos mantener esa flexibilidad del trabajo a distancia, existe una gran oportunidad de tener una sociedad mucho más inclusiva.
Existe una oportunidad de una mayor participación de las personas que tienen vulnerabilidades, de incluir a esas personas que están en casa desde hace mucho tiempo.
Veo muchas oportunidades para definir ese gran «Nuevo Mundo» en el que todos queremos vivir, pero también veo señales de que algunos países no se están tomando esto muy en serio.
Todavía están considerando la salud mental como un lujo, como un bien para cuando tienen tiempo de sobra y no creo que esa sea realmente una muy buena manera de avanzar.
¿Hay algo positivo que usted como psicóloga la haya sorprendido este año?
Creo que lo positivo fue durante la primera fase del confinamiento en varios países.
Muchos trabajadores realmente romantizaron el trabajo remoto y pudieron tomar un soplo de aire fresco porque el mundo se ralentizó.
Gente que de repente dijo: «Guau, tengo más tiempo con mis hijos, puedo empezar un nuevo pasatiempo».
Pensé que la gente estaría mucho más estresada y en las primeras fases del confinamiento estaban más relajados que nunca.
Por supuesto, debido a la gran persistencia de esta pandemia, hemos perdido esa ventaja.
Creo que los gobiernos desaprovecharon esa oportunidad. Hemos perdido la motivación, pero también el compromiso de las personas porque no las incluimos, no las escuchamos.
También algo que realmente me sorprendió, y que es negativo, es el miedo a la muerte.
Perdimos tantas vidas debido a la covid-19, que muchos no pudieron despedirse. Solo era posible a través de dispositivos inteligentes por los riesgos de contagio.
Así que mucha gente tuvo que morir sola. Muchas familias que perdieron a alguien no pudieron llorarlos como debían.
Mi consejo a todos los países es que instalen monumentos para recordar a todos los que murieron, donde la gente pueda reflexionar y que las familias sepan que sus seres no se olvidan.
No sabía que temíamos a la muerte así y que en realidad estamos informando sobre las pérdidas, pero no estamos reconociendo el dolor que las acompaña.
Parece que todavía nos queda un largo camino por recorrer en esta pandemia. ¿Algún consejo para nuestra futura salud mental?
Creo que un buen consejo para nuestra salud mental es que cuidemos de nosotros mismos y tener un buen estilo de vida, incluyendo niveles suficientes de ejercicio.
Pero uno de los principales consejos que quiero compartir es que nos ayudemos unos a otros.
Si te cruzas con alguien y dices «hola», realmente tómate el tiempo de preguntar: «¿Cómo estás?» Límpiate las manos y toma la mano de la gente. Sé amable y considerado. Envía tarjetas a alguien. Haz algún trabajo voluntario en tu comunidad.
Si tienes un momento libre, llama a centros de atención para ancianos y pregunta si puedes hablar con alguien que no reciba visitas. Ellos son a los que realmente necesitamos mostrarle que nos estamos cuidando unos a otros.
No solo cuida de ti mismo, sino que invierte en cuidar a otras personas porque eso también nos ayudará en nuestros niveles de bienestar de una manera mucho más sostenible.
Este artículo fue publicado originalmente por BBC Mundo. Lea el original acá.