Venezuela vive una situación de depresión económica, con todos sus síntomas. El PIB ha caído durante tres años consecutivos y 2016 terminó con una contracción que se estima entre 10% y 18%; de hecho, el último número trascendió extraoficialmente desde las catacumbas del BCV.
La escasez de bienes esenciales promedia 75% y en los centros de distribución estatales, la situación es peor, con desabastecimiento que supera 80%. El Gobierno no da respuestas de fondo a estos problemas, sino que intenta resolver con paliativos, como bolsas de comida de entrega directa –cuyo alcance no supera 8% de sus presuntos destinatarios, según datos de la UCAB-, y, como eso no ha funcionado, ahora lanza un “carnet de la patria” que garantiza acceso a misiones, créditos de bancos públicos y subsidios directos en efectivo.
La inflación –independiente si es “hiper” o no- es el gran enemigo. En 2016, el poder adquisitivo del salario cayó en un promedio de 30%, y los precios subieron en un rango que va entre 430% y 850%, según el pronosticador.
Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica –empresa que hace un cálculo propio de la inflación- señala que la inflación subyacente –es decir, los precios de mercado, formal o informal, que tiene que pagar el común de los mortales, sin regulaciones- superó 1.050% al cierre del año pasado.
¿Qué espera, en materia económica, a este país en 2017? Los datos fundamentales, derivados de la consulta de proyecciones nacionales y extranjeras, son los siguientes:
-La inflación AUMENTARÁ a una tasa superior a la de 2016. Las proyecciones se mueven entre 350% y 780%. Hay números para escoger, pero la tendencia es clara.
-La devaluación CONTINUARÁ, porque no se prevé ningún cambio importante de política en el Ejecutivo.
-La escasez SEGUIRÁ SIENDO ELEVADA, pero podría ser mitigada si mejora en algo el flujo de dólares de la economía, pues efectivamente se proyecta que los precios petroleros marquen un promedio superior al del año pasado, pero nada espectacular.
-La política de perseguir –infructuosamente- el crecimiento de la inflación con aumentos del salario mínimo SEGUIRÁ. La estimación de Iván Acosta, presidente de la consultora en gestión humana, PGA Group, es que el ingreso mínimo aumentará 250% este año, lo que significa que habría otros cuatro incrementos en lo que resta de año.
-La destrucción de empleo formal y la precarización del empleo se ACENTUARÁ.
-Las opciones de incremento del gasto público, como factor paliativo de la conflictividad social son MUY ESCASAS.
De acuerdo con los cálculos de Francisco Rodríguez, economista-jefe de Torino Capital LLC, el gasto público total se redujo, en términos reales, 30,8% en 2016 y al cierre de enero de 2017, la baja anualizada alcanza 47,8%. Si eso no es un ajuste. El otro tema está en las ineficiencias; de hecho, la ejecución presupuestaria pasó 92,3% en 2015 a 85,5% en 2016, según la misma fuente.
– El consumo privado mantendrá su TENDENCIA BAJISTA. Quizás, haya una caída más moderada, de entre 3% y 5%, según algunos expertos. Hay escenarios optimistas –o relativamente optimistas, para ser más precisos-.
El economista César Aristimuño, presidente de Aristimuño, Herrera & Asociados, apunta que la economía crecerá 1,1% y la inflación se “moderará” para cerrar en 350%, lo que permitiría que el consumo aumente en 1%.
Aristimuño no es el único, por cierto, que prevé un alivio relativo de las condiciones. A su juicio, hay cuatro argumentos que explican esta suerte de “mejoría”: a. una expansión del gasto público de aproximadamente 150% con una inflación que triplicaría ese gasto; b. un margen limitado para seguir reduciendo las importaciones; c. un crecimiento de la brecha entre ajustes salariales y aumentos de precios; y d. una menor posibilidad de trasladar los costos derivados del dólar paralelo a los costos finales de bienes y servicios.
Paralelo Imbatible
No se esperan grandes cambios en la estrategia cambiaria del Ejecutivo durante 2017. Al parecer, la administración Maduro lo único que hace, en esta materia, es ensayar mecanismos aislados para tratar de acabar con el tipo de cambio paralelo, como la instalación de casas de cambio en la frontera para ofrecer pesos colombianos, los cuales son luego convertidos en divisas estadounidenses.
La hipótesis más contundente –si cabe- de modificación cambiaria es la unificación de las tasas Dipro –que sigue en 10 bolívares por dólar y la Dicom –sobre los 600- en una paridad que, de acuerdo con las estimaciones privadas, puede ubicarse sobre los 750 bolívares por dólar. Sin embargo, el economista Francisco Rodríguez, de Torino Capital, sostiene que si esta decisión se concreta, será en 2018, un año de mucha presión para el chavismo.
Se puede jugar cualquier quiniela sobre las magnitudes de las devaluaciones de los cambios oficiales, o el cierre del paralelo; pero la predicción obvia es que habrá una mayor devaluación del bolívar, porque las condiciones que la explican no van a cambiar, debido a que el control es clave políticamente –ya se sabe- y, además, en el Gobierno parecen estar persuadidos de que ha dado “buenos resultados”.
El punto crítico es la oferta de dólares, ya que cualquier cosa que el Ejecutivo haga en materia cambiaria estará limitada por su capacidad para ofrecer divisas, ya que no hay una corriente alterna siquiera interesante de origen privado ante una demanda que se multiplica hasta el infinito, precisamente como consecuencia del control.
Y es aquí donde entra el juego el factor petróleo, que provee 97% de las divisas que llegan al país. Como es sabido, la facturación por ventas de hidrocarburos ha venido cayendo en picada desde 2012. El economista Luis Oliveros señala que, en 2016, la producción petrolera bajó 254.000 barriles diarios, en comparación con 2015, lo que significó una reducción de ingresos estimada en 3.200 millones de dólares. Ya en 2015, la facturación había caído otros 2.000 millones de dólares, como resultado de una baja de la salida de crudos de 160.000 bd.
Según Oliveros, si se cumple absolutamente el acuerdo de control de producción al que llegaron los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, el país tendrá, en 2017, un déficit de 10.000 millones de dólares. Y este es el mejor escenario.
Si el convenio se cumple a medias -la opción que parece más probable- las necesidades de financiamiento serían de 16.000 millones de dólares, asumiendo que las importaciones deben aumentar a unos 23.000 millones de dólares, que son claramente insuficientes para enfrentar el grave problema de escasez de bienes. Si el control de producción colapsa, evento que tiene una probabilidad importante de ocurrir, la brecha se convierte en un boquete de 19.000 millones de dólares.
Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, cree que mantener el actual régimen cambiario implicará una corrección de las paridades. En su opinión, un escenario factible es que el Dipro pase de 10 a 50 bolívares por dólar y el Simadi o Dicom se deje “deslizar” hasta los 1.200 bolívares. Con estos supuestos, el tipo de cambio paralelo terminaría el año entre 6.500 y 9.000 bolívares por dólar.