Por: Juan David Gómez
La inteligencia emocional es un concepto muy frecuente dentro de diferentes contextos, sin embargo, tal parece que las organizaciones se interesan no solo por contratar personal que sea inteligente emocionalmente si no también en promover estrategias que lleven a sus empleados a saber gestionar sus propias emociones y las de otros; pues éstas son fundamentales en el desarrollo de otras habilidades relacionadas con el trabajo.
Seguramente muchos responsables en gestión de personas han pasado por situaciones como esta: contratan por competencias técnicas y terminan despidiéndolas por motivos comportamentales. Conocer a las personas asertivamente, de un modo rápido y práctico, al menos en sus elementos más estructurales, es fundamental para evitar errores y pérdidas de tiempo y dinero.
La historia de la estandarización del talento humano es tan antigua como la humanidad. Sin embargo, en el siglo XX gobiernos, empresas y organizaciones de todo tipo, han dedicado grandes esfuerzos para encontrar la manera de parametrizar esa personalidad, no tanto con intenciones reduccionistas, como si las personas fueran “sólo” números, sino simplemente con la intención de encontrar herramientas prácticas que ayuden a seleccionar a los mejores candidatos.
Así fue como en 1912 el psicólogo alemán William Stern inventó el concepto de coeficiente intelectual (IQ en sus siglas en inglés). El coeficiente establece una relación entre la edad mental de una persona y su edad fisiológica, multiplicado por 100. Eso quiere decir que, si un niño de 10 años tiene la edad mental de una persona de 10 años, tendría un IQ de 100.
El concepto tuvo mucho éxito y se extendieron rápidamente múltiples test para medir el IQ de las personas. La llegada de las guerras mundiales y la necesidad de encontrar a las personas más dotadas para los cargos de liderazgo en el ejército, popularizó el uso de este tipo de herramientas y a la vez que ayudó a perfeccionarlas y profundizarlas.
Con el pasar del tiempo el concepto comenzó a quedar superado por la realidad. Cada vez se encontraban en los colegios y universidades más casos de personas con altos niveles de inteligencia (alto IQ) que, sin embargo, no triunfaban en la vida o no eran capaces de desarrollar satisfactoriamente las responsabilidades encomendadas. Por el contrario, no eran raros los casos de jóvenes que, sin llegar a destacarse particularmente en sus estudios, incluso a veces ni terminaban la universidad, tenían gran éxito en los negocios o en diferentes profesiones.
Una investigación realizada con más de 120 organizaciones de varios sectores del país y liderada por la THT-The Talent System, experta en metodologías prácticas para la selección y alineación del personal, determinó que el 97% de las compañías en Colombia considera que la inteligencia emocional puede afectar de manera notable el desempeño de las personas en la organización. Otra de las conclusiones que llaman la atención es el hecho de que las organizaciones participantes afirman que el 82% de los conflictos que se presentan entre los colaboradores se debe a la falta de manejo emocional. Los hallazgos obtenidos por THT The Talent System, llevan a pensar en qué personas son las adecuadas en las organizaciones y la importancia de gestionar las emociones en el mundo laboral.
Las empresas ya no quieren sólo personas inteligentes. Quieren también que sean personas con altos niveles de inteligencia emocional para saber liderar, gestionar relaciones interpersonales, niveles altos de estrés, adaptación a los clientes, saber representar su papel ante la opinión pública, etc. Es el boom de la inteligencia emocional en el mundo corporativo.
CEO THT The Talent System.