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BERKELEY. La pandemia del Covid-19 planteó un desafío a corto y mediano plazo para la política económica estadounidense. El desafío inmediato era mantener los ingresos de los consumidores frente a los confinamientos generalizados, las interrupciones de la cadena de suministro y los cambios en la oferta agregada. Esto implicaba lograr un equilibrio entre evitar una depresión y no impulsar la economía con tanta liquidez que impulsara la inflación.
El desafío a mediano plazo se refería a un cambio estructural más amplio inducido por la crisis, que nos alejaba de la compra de servicios (especialmente los servicios presenciales) y nos llevaba a la compra de bienes duraderos. En el punto álgido de la pandemia, acumulamos en tan sólo dos años un par de décadas de aprendizaje social sobre cómo aprovechar el comercio electrónico e internet. Una de las conclusiones que sacamos fue que consumir más en casa era más cómodo y, sencillamente, tenía más sentido. Hoy, el gasto en bienes duraderos en términos reales es un 38% mayor que a fines de marzo de 2018, mientras que el gasto en servicios es sólo un 15% mayor, una brecha de 23 puntos porcentuales en el crecimiento relativo.
El desafío a mediano plazo, entonces, era crear los incentivos de mercado para inducir a los trabajadores y las empresas a responder a este gran cambio estructural en la demanda. Como ni los salarios nominales ni los precios iban a volver a sus niveles anteriores (son “rígidos”, en la jerga económica), recortar sustancialmente los salarios y los precios en las industrias del sector servicios en contracción era imposible. En cambio, crear más oferta en las áreas donde había una demanda creciente requería inflación de salarios y precios en los sectores de nueva expansión.
Por lo tanto, gestionar la economía del Covid-19 requería una cantidad enormemente grande –pero no demasiado grande– de apoyo al ingreso, así como un salto en el nivel de precios que fuera suficiente para ayudar a la economía a asentarse en una nueva configuración ocupacional y sectorial. En otras palabras, Estados Unidos necesitaba algo de inflación, pero no tanta como para crear expectativas de que el estallido inflacionario sería persistente.
¿Dónde estamos hoy? El 4 de octubre supimos que el empleo asalariado estimado (ajustado estacionalmente) en septiembre fue de 254,000 más que en agosto. Además, la cifra de agosto se revisó al alza en 72,000, lo que significa que hay 326,000 trabajadores empleados más que en el informe de empleo anterior. Después de aumentar del 3.8% hace un año al 4.3% en julio, la tasa de desempleo ha vuelto a bajar al 4.1 por ciento.
Sí, este es sólo un dato, pero es notable. Además, también supimos recientemente, tras las revisiones de los datos, que el crecimiento de los ingresos tras la pandemia fue sustancialmente mayor de lo estimado anteriormente. Los ingresos reales (ajustados a la inflación) al segundo trimestre de 2024 se han revisado al alza en un 3.6%, y el nivel estimado de producción real (que por definición debería ser igual al ingreso real, salvo por una molesta “discrepancia estadística”) se revisó al alza en un 1.3 por ciento. Esto significa que el crecimiento estimado de la productividad desde principios de 2020 se revisará al alza en alrededor de 0.3 puntos porcentuales por año, mientras que los costos laborales reales se revisarán a la baja en una cantidad similar.
Después de que la Reserva Federal de Estados Unidos comenzara su rápido ciclo de ajuste en la primavera de 2022, me preocupó constantemente que fuera demasiado lejos y enviara a la economía estadounidense a una recesión innecesaria y evitable. Después de todo, los indicadores de mercado de las expectativas de inflación sugerían firmemente que la inflación pospandémica era “transitoria”. Pero no ha habido recesión, y ahora tengo que pensar mucho en por qué estaba equivocado.
¿La economía estadounidense se ha mantenido tan notablemente fuerte porque el efecto de la política fiscal expansiva fue más poderoso de lo que pensaba? ¿O es porque la tasa de interés “neutral” ha aumentado sustancialmente durante la última media década, lo que implica que la política monetaria de la Fed ha sido sustancialmente menos restrictiva y contractiva de lo que pensaba?
La economía pospandémica no ha tenido escasez de aspectos positivos. La pregunta es si hay nubes oscuras que se ciernen en el horizonte. Un riesgo evidente es que el auge actual de la IA resulte ser una burbuja. Si bien existen muchos casos de uso prometedores para las tecnologías de IA, aún no está claro cómo se traducirán en mayores ganancias comerciales.
Las previsiones macroeconómicas suelen recompensar a los pesimistas. Incluso en ausencia de un desastre, casi siempre surgen nuevos desafíos donde menos los esperamos. Sin embargo, por ahora, todos deberíamos disfrutar del aterrizaje suave que ha tenido la economía. La recuperación de la pandemia ha sido extraordinaria.
El autor
J. Bradford DeLong, exsubsecretario adjunto del Tesoro de EU, es profesor de Economía en la Universidad de California, Berkeley, y autor de Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century (Basic Books, 2022).
Copyright: Project Syndicate, 2024
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