La pandemia que nos azota ha interrumpido el normal funcionamiento de los centros educativos y ha hecho que más de 900 millones de alumnos se hayan visto afectados por el cierre de las aulas desde el mes de marzo hasta ahora, cuando la vuelta a las clases es paulatina pero irregular.
Un largo lapso de tiempo en que los centros, cerrados de improviso, y sus docentes han tenido que organizar su enseñanza de manera remota, mediante el acceso a plataformas telemáticas y, en el caso de América Latina, por ejemplo, también a través de la radio y la televisión.
A pesar del esfuerzo y de la indudable y férrea voluntad de los docentes de que el proceso educativo de sus alumnos no se viera interrumpido, lo cierto es que esta situación de emergencia, no solo sanitaria, sino también educativa, ha hecho que emerjan problemas a los que el sistema educativo deber hacer frente, incluso algunos que parecía que tenía relativamente controlados.
Por un lado, las necesarias dotaciones de conexión y de dispositivos de los que muchas familias no pueden aún disponer. Nada que la Administración no pueda resolver con voluntad. Por otro, se ha puesto de manifiesto que los niveles de competencia digital de los docentes en la mayor parte del mundo no son todavía los necesarios en este tipo de situaciones, y que a la competencia digital ciudadana le queda todavía mucho camino por recorrer.
Los alumnos no estaban habituados a ese uso intensivo de la tecnología para aprender y se han tenido que adaptar como han podido y sin tiempo; y las familias a menudo han dudado de cuál debía ser su papel y de si los docentes estaban cumpliendo con el suyo, fundamentalmente a causa de su poca experiencia en la denominada educación online o, en una situación de normalidad aún lejana, los modelos educativos híbridos.
Hay quien en este proceso ha descubierto que la educación no presencial no significa solo entrar en casa de los alumnos mediante una videoconferencia. Otros se han dado cuenta de que eso tan vilipendiado como la docencia online era algo más complejo y que exigía mayor preparación y dedicación para poderla ejercer bien.
Estos problemas no pueden resolverse de forma inmediata, pero quizás pueden paliarse con algunas recomendaciones. Los confinamientos parciales de alumnos se sucederán en nuestras escuelas a lo largo de todo este año académico, pero eso no significa que deban interrumpir su formación, ni que dejen de relacionarse con sus compañeros.
Recomendaciones para docentes y familias
El grupo de investigación Edul@b, formado por docentes expertos en el uso de las tecnologías en educación, ha facilitado unas recomendaciones que pueden ser de utilidad, tanto a los docentes para su aplicación, como a las familias para la comprensión del hecho que estamos viviendo, ayudando así al objetivo común que es continuar con la educación de los niños y niñas.
Estas son las diez recomendaciones que pueden ayudar a transitar de manera más fluida a la educación online de mayor calidad:
- Selección del sistema y las herramientas de trabajo más adecuadas. Apropiadas a las edades del alumnado y utilizables en los dispositivos que ya usan habitualmente. Es buena idea facilitar tutoriales para que a todos, familias incluidas, les resulte fácil su aplicación.
- Organización del alumnado. Ayudar a los alumnos a autoorganizarse con consejos sobre el espacio de trabajo en casa, a imponerse una rutina que los ayude o a establecer mecanismos para que identifiquen el inicio y el final de cada una de las actividades. Las familias pueden ayudar a hacer crecer la autonomía personal de sus hijos e hijas, de forma proporcional a sus edades.
- Rediseñar el curso. Generar secuencias de trabajo claras que tengan una duración específica a lo largo de varios días, y en las que los estudiantes perciban el acompañamiento docente. Por ejemplo, con un vídeo de inicio, una videoconferencia corta al final y un par de mensajes durante la semana.Los espacios de comunicación permanente (Telegram, Whatsapp, foro en el espacio digital) también son de ayuda, asegurándose de dar siempre respuesta a cada alumno y de hacerlo por su nombre. Es importante destacar que no en todas las actividades deben coincidir maestros y alumnos al mismo tiempo, sino que la flexibilidad de la asincronía debe aprovecharse.
- Elaborar un conjunto de actividades con recursos didácticos que ayuden a los estudiantes a resolverlas. Usar, en lo posible, imágenes, esquemas o mapas para captar su atención y sorprenderlos. Dividirlas en subactividades cortas (de entre 10 y 15 minutos) y animarlos a participar. Las actividades deben hacerlas los alumnos, y para ello pueden contactar, hablar, escribirse, interaccionar con otros compañeros. Esto no es perder el tiempo, es construir el aprendizaje de forma conjunta.
- Asociar un conjunto de recursos a las actividades. Hay contenidos abiertos que están disponibles en los diferentes repositorios a disposición de los docentes. También pueden elaborar recursos para sus alumnos, de forma individual o con otros compañeros/as, y difundirlos para que otros colegas los puedan reutilizar.
- Crear dinámicas de interacción activa en el entorno virtual para mantener a los estudiantes conectados y motivados. Ofrecer herramientas que faciliten el trabajo colaborativo (Google Meet, Microsoft Teams, etc.). También es buena idea diseñar algunas situaciones síncronas, las imprescindibles, si son cortas y con objetivos muy claros. Es importante destacar que las sesiones de videoconferencia no deberían durar más de 25-30 minutos como máximo, sin centrarse en “dar la lección”, sino más bien en resolver dudas y aclarar conceptos.
- Explicar el modelo y los criterios de evaluación. La evaluación continua facilita el seguimiento de los estudiantes y da información valiosa. Debe ser lo más diversificada posible: distintos tipos de actividades evaluativas, con distintos actores. Además del docente, los alumnos pueden evaluarse unos a otros y autoevaluarse. Lo importante es que dispongan de más información sobre lo que ya saben hacer y, sobre todo, lo que aún no saben hacer bien. La evaluación debe tener utilidad formativa, y no ser una finalidad en sí misma.
- Generar presencia social. Para que el alumnado no se sienta solo, hay que hacerle sentir que forma parte de una comunidad. Se pueden crear espacios de intercambio de mensajes entre los propios alumnos e incluso entre las familias, y de esa forma, implicarlas más.
- Desarrollar el espíritu crítico de los estudiantes respecto a la tecnología. Es importante que se den cuenta de los beneficios del uso de las tecnologías, pero también de sus riesgos. Analizar fake news, por ejemplo, puede ayudarles en ese sentido.
- Aprovechar para trabajar de forma colaborativa con los docentes más cercanos. Intercambiar las prácticas docentes en línea, los recursos o crear un espacio compartido al que todo el mundo tenga acceso ayudará a que la enseñanza en línea sea más efectiva.
Estas recomendaciones han sido publicadas en un libro de acceso abierto y gratuito, Decálogo para la mejora de la docencia online. Propuestas para educar en contextos presenciales discontinuos.
Es de esperar que pueda apoyar el ingente trabajo de maestros y maestras que están dando lo mejor de sí para hacer que la escuela supere esta situación.
Albert Sangra Morer, Catedrático de Educación – Especializado en Educación Digital, UOC – Universitat Oberta de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.