Trump, Xi y Putin: las tres grandes voluntades geopolíticas
El reciente anuncio de Trump de reanudar el envío de armas a Ucrania, tras haber afirmado lo contrario hace una semana, es otro regate de vendedor de bazar tan característico en la visión «estratégica» del presidente norteamericano. Pero nada impide que éste pudiera volver a … cambiar de opinión dentro de poco. Porque, más allá de esos quiebros, Washington necesita enjugar los déficits de medios militares que existen en la propia defensa nacional norteamericana. En todo caso, esa praxis de regateo que impregna la política de Trump le sirve a éste para despachar avisos tanto para Zelenski como para Putin exhortándoles a que sean más permeables al anhelo del primero de dar carpetazo a la guerra en Ucrania.
El escenario ofrece tres voluntades de gran valor geopolítico. Una, de Trump, para desengancharse pronto de un conflicto que considera ajeno a los intereses estadounidenses. Otra es la de Putin, a quien no le urge frenar su «Operación Militar Especial» sin haber alcanzado los objetivos de ésta (entre otros: neutralización de Ucrania y el reconocimiento ‘de iure’ de la nueva realidad territorial). La tercera voluntad es la de Xi Jinping quien, hasta ahora, ha tratado de aparecer neutral pero al que ya le resulta difícil disfrazar el relevante papel de China, como amortiguador de las sanciones occidentales a Moscú, y proveedor de tecnologías de doble uso para reforzar las capacidades militares rusas.
El líder chino se beneficia del alargamiento de la guerra en Ucrania que mantiene a Trump enganchado entorpeciéndole que pueda concentrar su atención sobre el Indo-Pacífico. Asimismo, Xi Jinping gana tiempo para reforzar su músculo militar, mientras erosiona la folclórica tendencia del anterior secretario general de la OTAN, Stoltenberg, de expandir la Alianza Atlántica hacia Asia.
Este lunes, la reunión de Trump y Netanyahu, en Washington, ha refrendado la solidez del ‘link’ norteamericano-israelí tras la precisa operación norteamericana ‘Martillo de medianoche’ contra el programa nuclear militar iraní. La llamada guerra de los doce días entre Israel e Irán ha servido, por otra parte, para destacar la enorme capacidad tecnológica de Israel y, particularmente, de sus Fuerzas de Defensa y de sus servicios de inteligencia. También, el trabajo combinado norteamericano-israelí ha mostrado impúdicamente el valor del empleo controlado de la fuerza como instrumento para alcanzar la paz. Posiblemente, la finalidad superior de la conjunción Trump–Netanyahu sea retomar el objetivo de extender los Acuerdos de Abraham, originados durante la primera legislatura del primero. Intención frenada por la situación en Gaza (restricciones a la entrada de ayuda humanitaria y operaciones de las FDI contra los terroristas de Hamás).
Quizás, las negociaciones en curso, en Doha, entre delegaciones de Israel y Hamás abran el camino hacia el alto el fuego de 60 días propugnado por Trump. Si bien tal tregua actuaría en contra de las intenciones de Jerusalén de acabar con la capacidad operativa de Hamás. En todo caso, conviene no olvidar que todo lo removió la carnicería terrorista de Hamás en los kibutz israelíes, el 7 de octubre de 2023, con 1.200 asesinados y 250 secuestrados. Y que, todavía, Hamás retiene algunos cautivos vivos y muertos.
La insolidaria posición de Sánchez en la Cumbre Atlántica de La Haya, por razón de rácana política partidista, desmarcándose del consenso aliado del gasto de defensa, sigue dando juego. No parece de recibo que autoridades militares españolas, en un curso organizado en El Escorial por el CESEDEN (mangoneado últimamente como tribuna sanchista) tratasen, obsequiosa y públicamente, de dar cobertura a la cifra del 2,1% del PIB expresada por Sánchez. ¿Acaso ignoran tales oficiales generales los importantes déficits que sufren las FAS hasta en, por ejemplo, mantenimiento y personal? Porque –hay que decirlo alto y claro–, la participación en misiones internacionales en el exterior pasa normalmente por canibalizar las unidades que permanecen en territorio nacional. Ejemplos de ello se ven en buques españoles en tales misiones, donde proliferan cintas de lepantos (prendas de cabeza de las tripulaciones) con nombres distintos al del buque en que están operando. Conociendo la improcedencia d e manifestar públicamente una opinión distinta a la de Sánchez ¿acaso no habría sido más prudente, juicioso y reglamentario manifestar que ellos, como militares en activo, se abstenían de juzgar públicamente las decisiones políticas del presidente del Gobierno?