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El conservador Montenegro sale indemne de la crisis y parte con ventaja en Portugal

Las elecciones legislativas de este domingo en Portugal son las terceras en poco más de tres años. El país acudirá a las urnas para decidir la composición de la Asamblea de la República y, con ello, el futuro Gobierno.Este sufragio anticipado fue convocado tras … la caída del Ejecutivo liderado por Luís Montenegro, de la Alianza Democrática (AD), la coalición PSD-CDS, tras perder una moción de confianza en el Parlamento motivada por un escándalo sobre los vínculos de la familia del primer ministro con grupos empresariales privados con negocios con el Estado y entidades públicas.
La crisis política se desató en Portugal al hacerse público que una empresa del primer ministro, Luís Montenegro, llamada ‘Spinumviva’, recibía una mensualidad de cerca de 4.500 euros del Grupo Solverde, uno de los mayores imperios económicos del juego y la hostelería en Portugal.

Según Montenegro, Solverde pagaba a Spinumviva por una asesoría en proyectos relacionados con el área de protección de datos, en la que él posee un posgrado. La empresa fue transferida a nombre de los hijos y de la esposa del primer ministro, pero la polémica ya estaba servida.
La situación provocó una nueva crisis de gobernabilidad y ha llevado nuevamente a los portugueses a las urnas, con los dos principales partidos del arco gubernamental, el PSD y el PS, culpándose mutuamente de la crisis.
Desde el centro-derecha, la Alianza Democrática (coalición entre PSD, CDS-PP y PPM) intenta mantener al electorado moderado y atraer a parte de los votantes de la ultraderechista Chega y del partido Iniciativa Liberal. Con este fin, defiende propuestas para afrontar la crisis de la vivienda, como incentivos a la construcción, reducción de la carga fiscal sobre inmuebles y mayor liberalización del mercado de alquiler. Además, el Gobierno de la AD implementó una serie de políticas reguladoras de la inmigración en Portugal.
Ahora, la AD se enfrenta al dilema de no poder alcanzar por sí sola una mayoría absoluta en el Parlamento que le permita gobernar con estabilidad. Pero, al mismo tiempo, rechaza alianzas con Chega, lo que puede limitar seriamente su capacidad de formar gobierno. Si bien es la coalición favorita en las encuestas, algunos estiman que podría formar gobierno con el apoyo de Iniciativa Liberal.
Luís Montenegro, pese a presentarse como una figura de estabilidad, vio su imagen afectada por el huracán ‘Spinumviva’. Sin embargo, la gestión de la crisis ha sido muy eficiente y le ha permitido recuperar la dignidad política del actual primer ministro antes de las elecciones.
El Partido Socialista (PS), ahora liderado por Pedro Nuno Santos, cuya carrera política se había basado en la construcción de un proyecto político unificador de la izquierda, se ha visto obligado a moderarse para atraer al electorado del centro. Ahí es donde se ganan las elecciones.
Decidido a diferenciarse de António Costa, el líder socialista ha encontrado en la crisis política el momento oportuno para derribar al Gobierno de la Alianza Democrática sin asumir la responsabilidad por la inestabilidad en Portugal.
El PS defiende el refuerzo del Estado social y reformas estructurales para garantizar el acceso a la vivienda, especialmente para los jóvenes. No obstante, el desgaste heredado del gobierno de António Costa y la falta de tirón de los socialistas hacen que la tarea de recuperar la mayoría sea bastante difícil. Casi ninguna encuesta les da ventaja en estas elecciones.
Cabe recordar que la diferencia entre la Alianza Democrática y el Partido Socialista fue de apenas el 1% de los votantes.

Los desmayos de André Ventura

Dos partidos que se juegan la supervivencia política en estas elecciones son Chega, de extrema derecha, y el Bloco de Esquerda. Aunque Chega parte de una posición más favorable – el partido de André Ventura obtuvo cerca del 18% de los votos en las legislativas de hace un año y 50 diputados en el parlamento –, corre el riesgo de que sus votantes sucumban a la presión del voto útil a favor de la Alianza Democrática.
La caravana de André Ventura ha sido perseguida, en cada nuevo mitin o acto de campaña, por manifestantes de etnia gitana, ya que el partido los ha criticado reiteradamente.
Otro episodio que marcó la agenda noticiosa fue el malestar de André Ventura la noche del martes durante una cena-mitin en Tavira, en el Algarve. Fue trasladado en ambulancia al hospital de Faro, donde permaneció internado en observación. El episodio ocurrió en directo frente a las cámaras. Más tarde se hizo pública la información de que el líder de Chega sufrió un «espasmo esofágico» asociado a una «alteración de la tensión arterial».
Al igual que Chega, que busca resistir en estas elecciones para no perder escaños debido al voto útil hacia la Alianza Democrática, el Bloco de Esquerda también necesita un resultado firme. El partido decidió reincorporar a miembros fundadores en las listas, quienes llevaban tiempo apartados de la vida política activa, como Fernando Rosas, Francisco Louçã o Luís Fazenda, con el objetivo de alcanzar un resultado favorable e invertir la continua pérdida de votantes que ha llevado al Bloco a algunos de sus peores resultados políticos.

Livre y los comunistas

Livre es el partido a la izquierda de los socialistas que más ha logrado crecer, liderado por Rui Tavares. Por su parte, los comunistas mantienen los resultados de las anteriores legislativas.
La última encuesta de la Universidad Católica para la RTP, Antena 1 y el periódico Público da una victoria a la Alianza Democrática con una ventaja del 8% sobre el Partido Socialista (PS). Y revela que Portugal ha girado definitivamente a la derecha.
El sondeo, efectuado entre el 6 y el 13 de mayo y cuyos datos fueron publicados el jueves, indica que la AD ganaría con el 34% de los votos y el PS obtendría el 26%. La encuesta señala que Chega se mantendría como la tercera fuerza política, con un 19% de los votos. Iniciativa Liberal tendría un 7% y Livre un 5%.La CDU obtendría un 3%, el Bloco de Esquerda un 2% y el PAN un 1%.

De patrulla por la frontera del 'sheriff' Trump con México

«Es un coyote». Claudio Herrera mira a lo alto de una colina de roca, desnuda de vegetación. Estamos sobre un camino de tierra que marca la frontera entre Estados Unidos y México. Allí arriba, ya en el lado mexicano, hay una figura humana … que hace aspavientos. Apenas se distingue su cabeza tapada por una capucha. Herrera lleva el uniforme verde de la Patrulla de Aduanas y Fronteras (CPB, en sus siglas en inglés), la primera línea de seguridad de EE.UU. El agente le devuelve gestos. Y sonríe con tranquilidad. La sonrisa de Herrera retrata la satisfacción del Gobierno: la frontera está en calma, bajo control. ‘Quiet’, callada, como dicen los pocos anglos que viven por aquí.
Los gritos del ‘coyote’ –un miembro de los grupos criminales dedicados a introducir inmigrantes indocumentados– casi animan la labor tediosa de Herrera y de otros compañeros de la patrulla fronteriza. ABC les acompaña en una de sus jornadas de vigilancia del llamado sector de El Paso. Lleva el nombre de la ciudad fronteriza de Texas, pero se extiende por más de 400 kilómetros de frontera tanto de ese estado como de Nuevo México.
«A veces se ponen agresivos», relata Herrera sobre los ‘coyotes’. «Hemos tenido incidentes de ataques contra los agentes, les lanzan piedras. Por eso hemos puesto estas protecciones», dice apuntando a una de las vallas que aparecen en la frontera cada varios cientos de metros.

Nada de eso ocurre hoy. Solo el viento que corre entre las colinas escarpadas rompe el silencio en este punto del valle del río Grande, el río Bravo para los anglos.
La jornada ha comenzado todavía de noche en El Paso, la hermana estadounidense de esa metrópoli fronteriza que en su lado mexicano es Ciudad Juárez. Por estos pedregales pasaron las expediciones legendarias de Francisco Vázquez de Coronado y de don Juan de Oñate, este fue territorio de la Nueva España y del joven México. Y se partió con la guerra entre México y EE.UU. de mediados del siglo XIX: lo que quedó al norte del río Grande sería estadounidense. Y lo sigue siendo hoy, pero inseparable de la cultura hispana: el 80% de la población es hispana.

Símbolo de caos migratorio

En los últimos años, El Paso se ha convertido en uno de los símbolos del caos migratorio que ha vivido EE.UU. En el lado mexicano, en Juárez, una presencia fuerte de los cárteles, que son el impulso de la entrada de drogas, pero también de inmigrantes indocumentados, a los que extorsionan. En el lado tejano, una ciudad desbordada por la entrada masiva de inmigrantes indocumentados desde todos los puntos de vista: policial, legal y humanitario.
«Vamos a Sunland Park, en Nuevo México», anuncia Herrera, al volante, nada más arrancar su patrullera. Es, en realidad, un suburbio de El Paso. Al otro lado de la frontera está Anapra, una barriada de Juárez controlada por los narcos y que ha servido de lugar de espera para el cruce de cientos de miles de inmigrantes.
Este lugar ha sido uno de los puntos calientes de lo que Donald Trump y sus aliados han calificado como «invasión» en los últimos años. «Esta es una de las áreas con más detenciones de todo el sector», cuenta el agente Herrera mientras las primeras luces del día se reflejan en los barrotes metálicos de la valla que separa a EE.UU. de su vecino del sur. Es el famoso muro de Trump, la promesa emblemática de la primera campaña de Trump. El que iba a pagar México, algo que, por supuesto, nunca ocurrió. Que sería el «Rolls-Royce» de los muros e «imposible de escalar», según el multimillonario neoyorquino. Pero claro que se pueden escalar. «Los coyotes traen escaleras caseras para que los inmigrantes suban hasta lo alto del muro. Luego resbalan en el otro lado por los barrotes», cuenta Herrera. No es algo fácil. Muchos se abrasan en la maniobra. Se caen. Los accidentes y las heridas, también mortales, son habituales. En 2024, 176 personas perdieron la vida en el sector de El Paso tratando de cruzar la frontera.

La pobreza al otro lado

Los barrotes dejan ver lo que está al otro lado. Apenas han pasado las seis de la mañana y, en la barriada de Anapra, una mezcla de casitas humildes y chabolas todavía más pobres, no se han despertado ni los gallos. Al contrario que en el lado estadounidense, donde solo hay desierto, en el mexicano las construcciones llegan casi hasta la base del muro. Entre otras, un pequeño santuario a la Santa Muerte, con velas encendidas, un culto que los agentes fronterizos relacionan con la presencia del narco en la zona.

El muro es la última barrera para quienes buscan una nueva vida en EE.UU.
JAVIER ANSORENA

La patrulla se encamina hacia una ‘zona cero’ de la inmigración en esta región. La orografía se complica, el terreno se eleva y desaparecen los barrotes metálicos. Al principio solo hay una valla baja cubierta de alambre con pinchos. Después, nada. No hay separación en la frontera.
«Uno de los problemas que hemos tenido en este sector es la falta de infraestructuras, es una oportunidad abierta para cruzar», explica Herrera en una parada. De hecho, el camino en el que está detenido el todoterreno es la frontera. Si este reportero se despista y rebasa el margen derecho del camino, estará en México. Técnicamente, una entrada ilegal en México.
Este lugar ha sido un hervidero de entradas ilegales, pero en el otro sentido. «Durante el año con más entradas, en 2023, en este sector tuvimos un promedio diario de unas 2.700 detenciones», cuenta Herrera. «Ahora estamos en unas 60-70 al día».
El dato para este sector es un reflejo del desplome en la entrada de inmigrantes indocumentados en los últimos meses. Arrancó en la última etapa del Gobierno de Joe Biden, cuando el expresidente trató a última hora de meter en cintura el caos migratorio, convertido en uno de sus grandes problemas electorales, con restricciones a las peticiones de asilo. Por ejemplo, en diciembre del año pasado, todavía con Biden en la Casa Blanca, se registraron algo más de 96.000 arrestos en la frontera sur de EE.UU., tres veces menos que en el mismo mes de 2023, cuando fueron casi 302.000.
Con Trump en el poder, los cruces ilegales se han hundido: 11.708 en febrero, 11.019 en marzo y 12.035 en abril. Son caídas de cerca del 95% frente a los mismos meses del año pasado.
El crujido de la radio del todoterreno del agente Herrera rompe el silencio. Una patrulla a caballo ha detenido a un inmigrante indocumentado, cerca de allí en la zona que llaman de Cristo Rey. Otros dos inmigrantes han sido localizados por cámaras de seguridad, pero al parecer han regresado a territorio mexicano. «Ahora es como jugar al gato y al ratón», dice el agente sobre lo que antes era un flujo incontrolable.

De la riada al goteo

Ese cambio de la riada al goteo tiene que ver con la política de mano dura de Trump. Y sus diferentes vertientes: el refuerzo de los cuerpos de seguridad fronterizos; la militarización de partes importantes de la frontera, con la creación de ‘zonas nacionales de defensa’ y el despliegue de militares. Y, sobre todo, los cambios regulatorios que han ahogado la posibilidad de cruzar la frontera, pedir asilo y quedarse en EE.UU. hasta tener una cita con el juez migratorio, a la que muchos optaban por no acudir, Pero, también, el miedo provocado entre la comunidad migrante por las amenazas de deportaciones masivas -todavía no ejecutadas- o por maniobras abusivas como las expulsiones expeditas -y peleadas en tribunales- a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador.
«La presencia reforzada de oficiales y soldados en el terreno junto con el mensaje contundente de que no toleramos ninguna entrada ilegal y aplicamos medidas severas ha sido la clave del éxito», defiende Orlando Marrero, otro agente de la patrulla fronteriza. Además, asegura que ahora las expulsiones de los inmigrantes indocumentados que ellos detienen pueden ocurrir «en un plazo de 24 horas», después de que los afectados hayan pasado por viajes costosos, extenuantes y peligrosos de 40 o 50 días para llegar hasta la frontera.
Esta frontera silenciosa, tomada por las fuerzas de seguridad, es el día y la noche comparado con lo que ha ocurrido en los últimos años, en los que arrestaban a más de dos millones de inmigrantes indocumentados al año desde México. «Llevo 16 años en la patrulla fronteriza», apunta. «Lo que estamos viendo ahora es una vuelta a la normalidad».

Narcotráfico 2.0: a la vanguardia del crimen organizado

El narcotráfico ya no es lo que era. Se ha sofisticado. Hoy el negocio, como cualquier industria legal, invierte en optimizar su producción, en lograr eficiencias en la cadena de distribución e innovar para satisfacer la demanda de los consumidores y atraer nuevos clientes. … Un negocio redondo, con ganancias de vértigo que cada vez son más difíciles de trazar, escapando así a todo tipo de autoridades, ya sean las de seguridad o las financieras.

Basta recorrer los eslabones de la cadena de producción y distribución para comprender mejor este ‘narcos 2.0’ y sus implicaciones globales. Para empezar, hay que desterrar del imaginario popular a esos capos de series de televisión, ochenteros, forrados en oro y mal gusto, amos del negocio y de la violencia derivada. La evolución, como señala Andrés Preciado, director de Conflicto y Seguridad de la Fundación Ideas para la Paz, «es generacional: en los años 80 y 90, los capos colombianos controlaban el negocio, es decir, las grandes plazas de vicio en Nueva York o Los Ángeles. Eso significaba el dominio del último eslabón, el de mayor acumulación de capital, como es la distribución al detalle. Luego viene una generación con mayor protagonismo, la de los mexicanos, en donde inicialmente los capos colombianos eran socios, cosa desdibujada ya, dejándolos como proveedores de materia prima». Y en ese primer eslabón de la cadena también se han dado cambios importantes.

Aumenta la superficie

De acuerdo con la Undoc (la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), en 2023 Colombia contaba con 253.000 hectáreas de coca (10% más que en la revisión anterior) y la producción de cocaína pura fue de 2.664 toneladas métricas, un aumento del 53% en comparación con 2022. ¿Qué cambió para que se diera semejante florecimiento en la producción?

La 'batida' de Trump en las universidades: casi 5.000 estudiantes extranjeros quedan en riesgo de expulsión

La mano dura del Gobierno de Donald Trump en política migratoria está teniendo un efecto decisivo en la comunidad de estudiantes internacionales en EE.UU.. Son casi un millón de extranjeros que han visto cómo en estos tres meses de Administración Trump se ha … redoblado la presión a la comunidad universitaria y, en especial, a sus estudiantes universitarios, más vulnerables a las acciones del Ejecutivo: revocaciones de visados, peinado de redes sociales para detectar posiciones antisemitas, detenciones de líderes de protestas propalestinas y antiisraelíes, amenazas a alguna universidad -Harvard, a quien Trump ha declarado la guerra- de no permitir la admisión de estudiantes extranjeros y, de forma intempestiva, la pérdida de estatus para miles de alumnos.
Esta última es la menos conocida, pero la que afecta a más estudiantes. En las últimas semanas, las universidades han empezado a detectar cómo algunos de sus estudiantes aparecían con su estatus como estudiante extranjero (el llamado SEVIS) dado de baja. Esto ocurre, por ejemplo, cuando los estudiantes no cumplen con sus horas mínimas lectivas o con las condiciones para sus periodos de prácticas. O si incurren en problemas con la Justicia.
En pocos días, en un periodo de dos semanas desde finales de marzo y principios de abril, se ha producido una oleada de esas pérdidas de estatus, que supone que el afectado no puede continuar con sus estudios, debe abandonar el país, puede ser investigado y se le puede iniciar un proceso de expulsión.

Un comunicado reciente de la Asociación Nacional de Asesores de Estudiantes Extranjeros (NAFSA, en sus siglas en inglés) aseguraba que las universidades integradas en ella habían reportado al menos 1.400 casos de baja de estatus.
El número, sin embargo, es mucho mayor. Según ha podido saber este periódico, la propia NAFSA explicó en una sesión informativa interna que el número de bajas de estatus que las autoridades han comunicado al Congreso es de 4,736. Por ahora, en los casos conocidos por esta asociación, se trata de estudiantes con ofensas criminales, aunque sean muy leves.
Eso explica algunos casos de revocación de estatus que han sorprendido a algunos estudiantes y a sus universidades recientemente: es el caso de Suguru Onda, un estudiante japonés de la universidad Brigham Young, en Utah, que tenía en su historial una citación relacionada con permisos de pesca y multas de tráfico. Otros han perdido su estatus por haber conducido bajo los efectos del alcohol.

Cruce de bases de datos

La competencia sobre el estatus de los estudiantes depende del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en sus siglas en inglés) y todo apunta a que han cruzado datos con bases de estudiantes y de registros criminales locales y estatales y han aplicado la baja, con independencia de la gravedad de la ofensa. Los estudiantes han empezado a contestar esa pérdida de estatus en tribunales, y en algunos casos los jueces les han dado la razón y lo han recuperado de forma cautelar. Por ejemplo, una juez de Atlanta que la semana pasada bloqueó esa pérdida de estatus a 133 estudiantes internacionales.
Esto es algo diferente a las revocaciones de visados anunciadas y ejecutadas por el Departamento de Estado (el visado es lo que permite ‘llamar a la puerta de un país’, el estatus es lo que permite estar en el país de forma legal). En esos casos, se fue a por estudiantes que se consideran que han dado muestras de apoyo a organizaciones terroristas o han compartido posiciones antisemitas. Según anunció el propio secretario de Estado, Marco Rubio, afectó a unos trescientos estudiantes.
Rubio también anunció que habría una revisión de la actividad en redes sociales de los solicitantes y tenedores de visados, en busca de esos contenidos y ha pedido a las embajadas y consulados en todo el mundo que profundicen esos esfuerzos. Y es algo a lo que ahora se ha sumado el DHS: hace unos días anunció que el Departamento empezará a «considerar la actividad antisemita de extranjeros en redes sociales y el acos físico a personas judías como razón para denegar beneficios migratorios», como el acceso a la residencia permanente o a permiso de trabajo.
Además de estas acciones, las autoridades estadounidenses han realizado detenciones y han abierto procesos de deportación contra estudiantes que han liderado protestas pro-palestinas y anti-israelíes. Afecta también a estudiantes con residencia permanente, como es el caso de Mahmoud Khalil, uno de los líderes de las protestas en la Universidad de Columbia; o incluso a aquellos a punto de conseguir la nacionalidad, como es el caso de Mohsen Madawi, residente permanente y detenido cuando se disponía a realizar la entrevista para su naturalización.

¿Por qué la permanente semana santa en EE.UU. es tan contraria a su democracia?

En el elenco del mito fundacional americano, los puritanos han tenido un papel de protagonista. Desde su desembarco el 11 de noviembre de 1620 en Cape Cod, son la prueba de que EE.UU. nació del fervor religioso y su colonización fue alimentada por la … Reforma Protestante en Europa. Aquellos talibanes calvinistas aspiraban a purificar la Iglesia de Inglaterra, a la que consideraban contaminada por Roma. Y al forzar una indeseable revolución, aquellos originales hombres de negro se convirtieron en una minoría religiosa perseguida.
Los puritanos terminaron por peregrinar hacia el Nuevo Mundo para profesar su fe y vivir como los primeros cristianos. Al principio, incluso llegaron a organizarse sin propiedad privada de la tierra. Su legado, más allá del rechazo moralista al placer, terminó por incluir fuertes instituciones cívicas, sentido de misión nacional, impulso reformista y la libertad religiosa como esencia de la democracia americana.
Esa idea quedó plasmada en la Primera Enmienda de su Constitución que establece una inequívoca separación Iglesia-Estado. En esa historia –que también incluye a la libertad de expresión– los presidentes han podido decir «Dios bendiga América» e invocar a la divina providencia, pero sin llegar a colgar crucifijos en la Casa Blanca. Sin embargo, ese es el único muro que parece no gustarle al renacido Donald Trump.

A lo largo de estos últimos diez años, sin la creciente espiral de politización religiosa no se puede entender el trumpismo. Primero, los evangélicos que idolatran a un Trump moralmente imperfecto pero inmejorable a la hora de revertir medio siglo de jurisprudencia sobre el aborto. Después los nacionalistas cristianos, que insisten en redefinir la identidad nacional de EE.UU. a partir del cristianismo. Y finalmente, los católicos ultras haciendo cosas muy pocas cristianas. En esta semana santa permanente tan contraria a la democracia americana, desde el asalto al Capitolio a un sospechado asalto al Vaticano, a Trump le encanta abrazarse a la cruz. Aunque en realidad se abraza a sí mismo porque en su narcisismo patológico, está convencido de que la cruz es su inicial.

Las dos grandes apuestas de Trump que se han estrellado en 100 días

A casi 100 días de su segundo mandato, dos de las grandes apuestas personales de Donald Trump para sacudir a la clase dominante desde dentro de su gabinete han acabado en retirada o al borde del colapso. Lo que el presidente presentó como una fórmula … disruptiva para romper inercias y dinamitar burocracias se ha transformado en una fuente sostenida de crisis, tensión interna y desgaste institucional.
El milmillonario Elon Musk, a quien Trump otorgó acceso sin precedentes a la Casa Blanca como arquitecto de su reforma administrativa, ha anunciado su salida parcial tras el hundimiento bursátil de Tesla y el boicot global contra la marca. En paralelo, Pete Hegseth, ex presentador de Fox News reconvertido en secretario de Defensa, se enfrenta a una tormenta política de primer orden por filtraciones operativas que han colocado al Pentágono en una crisis insólita.
Ambos llegaron con promesas de eficiencia, ruptura y acción directa. Hoy, están bajo presión y en entredicho. Trump, fiel a su estilo, niega cualquier crisis, culpa a los periodistas de distorsionar la realidad y asegura que todo avanza bien sin contratiempos. Pero incluso dentro del Partido Republicano cunde la inquietud. Legisladores relevantes en el Capitolio han comenzado a expresar, en privado y en público, su preocupación por el caos en Defensa y el daño reputacional que está generando el estilo irreverente de Musk.

El Pentágono, bajo el mando de Hegseth, ha devenido en escenario de filtraciones de alto riesgo, uso imprudente de canales de mensajería móvil y una cadena de destituciones que ha puesto en riesgo su operatividad. El detonante fue una serie de mensajes compartidos por Hegseth en la app Signal, en los que detallaba el momento exacto de bombardeos contra los hutíes en Yemen. Uno de esos mensajes filtrado por error a un periodista decía literalmente: «Aquí caerán las primeras bombas».
Desde entonces, la situación ha degenerado en una purga interna. El 18 de abril, tres de sus principales colaboradores fueron despedidos: Dan Caldwell (asesor), Darin Selnick (jefe adjunto de gabinete) y un tercer alto cargo cuyo nombre no se ha revelado. Los tres habían sido suspendidos previamente de empleo, en el marco de una investigación interna del Pentágono sobre posibles violaciones de seguridad. Ninguno ha sido formalmente acusado de nada, pero la forma en que fueron apartados ha desatado una oleada de reproches dentro y fuera del Departamento.
La crisis se agravó cuando los tres destituidos publicaron una carta conjunta en la que denuncian haber sido víctimas de una «campaña de desprestigio» orquestada por altos funcionarios del Pentágono. Alegan que no se les informó de los cargos ni del contenido de la investigación. A su denuncia se sumó John Ullyot, exjefe de prensa del Departamento y amigo personal de Hegseth, quien presentó su dimisión y escribió una tribuna en Politico en la que calificó la gestión del secretario como «un colapso absoluto» y cuestionó su idoneidad para dirigir el complejo militar más poderoso del mundo.
Mientras tanto, Elon Musk ha sido, durante tres meses, la figura más disruptiva y divisiva del nuevo gobierno de Trump. Su implicación directa en la Casa Blanca, sin salario y con acceso privilegiado al Despacho Oval, se presentó como un experimento de eficiencia y tecnocracia. Pero el resultado ha sido un terremoto, financiero y político. Tesla, la joya de su imperio, ha perdido un 45% de su valor bursátil desde noviembre, y las ventas han caído de forma abrupta en sus mercados tradicionales, como California y Nueva York. El propio Musk ha reconocido que se centrará de nuevo en sus empresas y reducirá su presencia en Washington a «uno o dos días por semana».
El punto de quiebre ha sido múltiple: su defensa pública de medidas impopulares como la eliminación de programas de diversidad, sus ataques a empleados públicos desde su red social X, y su asociación incondicional con Trump, a quien ha elogiado repetidamente con frases como «tenía razón en todo». Musk no ha disimulado su desprecio por los protocolos institucionales. Ha entrado en reuniones vestido con camisetas provocadoras, acompañado por su hijo pequeño, y con una gorra roja bordada con lemas partidistas. Su estilo no ha sido interpretado como audaz, sino como profundamente divisivo.
El desgaste ha sido tangible. Fondos de inversión han empezado a retirar participaciones en Tesla, citando motivos éticos y de gobernanza. Clientes tradicionales, especialmente en ciudades progresistas, han dejado de comprar sus vehículos. En redes sociales, campañas como #BoycottTesla y #DivestFromMusk han ganado fuerza. Algunos concesionarios han sufrido actos vandálicos. Incluso el propio Trump intentó apuntalar la marca comprando un modelo en directo desde la Casa Blanca, en un gesto calculado de respaldo político.
En sus intervenciones públicas, Musk ha culpado a «las fuerzas del despilfarro y el fraude» por su caída de popularidad. Pero incluso en su círculo cercano se reconoce que su presencia diaria en el Ala Oeste, su tono directo y áspero, y su tendencia a insultar desde su propia plataforma han terminado aislándolo. (A un asesor comercial de Trump lo llamó «más tonto que un saco de ladrillos»).
Lo que debía ser influencia se ha vuelto un problema. La Casa Blanca ha empezado a dejarlo de lado de las decisiones más importantes, y su margen de maniobra se ha reducido. Lo que queda ahora es una retirada táctica, disfrazada de cambio de prioridades.