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Trump revela que está hablando con las petroleras para cuando caiga Maduro

Estados Unidos anunció que se queda con el crudo venezolano incautado en las recientes operaciones marítimas. Donald Trump detalló que ya se habían confiscado 1,9 millones de barriles y que ese petróleo no sería devuelto. Podría venderse en el mercado o incorporarse … a la Reserva Estratégica, pero permanecería bajo control estadounidense, al igual que los buques interceptados.
Desde su retiro navideño en Florida, aseguró además que había hablado con las grandes petroleras estadounidenses a las que el régimen de Nicolás Maduro había expropiado activos y dio a entender que su Administración trabajaba con ellas en un escenario de «post-Maduro». El objetivo, según explicó, era facilitar el regreso de estas compañías y la reactivación de sus operaciones en Venezuela cuando se produjera un cambio político.
Estas decisiones se inscriben en una ofensiva más amplia contra el chavismo y el narcotráfico. Trump acusó a gobiernos anteriores de haber permitido el saqueo de Venezuela, la entrada masiva de drogas en EE.UU. y la exportación de delincuentes, y presentó la presión naval, las incautaciones de petróleo y el refuerzo militar como parte de una estrategia que su equipo definía como «paz mediante la fuerza».

Trump lanzó también una advertencia directa a Maduro y subrayó que EE.UU. tenía capacidad militar suficiente para responder si el dictador venezolano decidía «hacerse el duro». Evitó concretar un desenlace o un objetivo preciso, pero dejó claro que, en su planteamiento, cualquier desafío tendría consecuencias inmediatas y definitivas. Insistió en que la presencia militar estadounidense en Sudamérica era la mayor hasta ese momento y que eso debía bastar como elemento disuasorio.

Venezuela y la inseguridad en EE.UU.

En paralelo, volvió a vincular a Venezuela con la inseguridad interna en EE.UU. y cargó contra la política migratoria de Joe Biden. Acusó al chavismo de haber aprovechado las fronteras abiertas para enviar a Estados Unidos presos, delincuentes violentos y personas procedentes de cárceles y centros psiquiátricos. Aseguró que durante la Administración Biden habían entrado millones de personas, entre ellas miles de asesinos y narcotraficantes, y presentó ese episodio como un daño irreparable que su gobierno trataba de revertir.
Trump puso como ejemplo el caso de la banda Tren de Aragua y su expansión en lugares como Colorado, donde, según su relato, llegaron a ocupar edificios enteros ante la pasividad de las autoridades locales. Afirmó que su equipo de seguridad y control migratorio estaba actuando con rapidez para expulsar a estos grupos y sostuvo que Venezuela había sido uno de los países que más se había beneficiado del descontrol fronterizo. El conjunto del mensaje reforzó la idea de que la presión sobre Maduro no era solo exterior, sino que estaba directamente ligada, en su discurso, a la seguridad interior de Estados Unidos.
En paralelo, Estados Unidos intensificó el cerco sobre la llamada flota fantasma venezolana con la persecución e incautación de varios petroleros utilizados para exportar crudo al margen de las sanciones. La Guardia Costera perseguía este lunes aún un tercer buque, el Bella 1, sancionado por su implicación en el transporte de petróleo que, según Washington, beneficiaba a Irán y a sus estructuras militares. Esta operación se sumaba a la incautación previa del Skipper, cargado con casi dos millones de barriles, y al abordaje del Centuries, dentro de una estrategia coordinada con países como Panamá para intervenir buques bajo su bandera.
La Administración Trump buscaba así romper el sistema logístico que conectaba el crudo venezolano con Irán y China mediante cambios de bandera, sociedades pantalla y transbordos en alta mar. En las semanas previas, Washington había sancionado a 29 petroleros y a operadores implicados en esta triangulación, con el objetivo declarado de cortar la financiación que sostenía tanto al régimen de Maduro como al aparato militar iraní. El cerco respondía a una política de «denegación de liquidez» destinada a encarecer y hacer inviables los envíos clandestinos.

Caracas reaccionó denunciando las incautaciones como ilegales y ordenó escoltas navales para algunos buques con destino a Asia, lo que elevó el riesgo de incidentes en alta mar. El pulso ya tuvo efectos disuasorios, con varios petroleros cambiando de rumbo tras las primeras intervenciones estadounidenses. Al mismo tiempo, EE.UU. mantuvo una campaña más amplia contra el narcotráfico venezolano, que combinó sanciones, vigilancia e interdicciones marítimas en un contexto de creciente tensión regional.
Este giro en la política hacia Venezuela coincidió con el anuncio de una nueva estrategia naval estadounidense. Trump presentó la denominada Flota Dorada, un ambicioso plan de construcción militar cuyo eje serían los nuevos acorazados de la Clase Trump. El buque emblemático sería el USS Defiant, concebido como un acorazado de ataque con gran potencia de fuego convencional y capacidad nuclear, al incorporar misiles de crucero con armamento nuclear lanzados desde el mar, algo que no se veía desde hacía décadas en la disuasión estadounidense.

Estos acorazados no solo estarían diseñados para el combate directo, sino también para actuar como buques insignia desde los que comandar operaciones navales a gran distancia. Tendrían capacidad para coordinar portaaviones, fragatas, buques anfibios, drones y sistemas no tripulados, recuperando el modelo histórico de mando naval desde acorazados, adaptado a la guerra moderna y a los nuevos escenarios tecnológicos.
El plan incluía además la construcción de nuevas fragatas, un refuerzo de la capacidad anfibia de los Marines, una apuesta decidida por buques no tripulados y una inversión estructural en barcos logísticos. La Casa Blanca presentó el programa como una reindustrialización del sector naval estadounidense, con impacto directo en astilleros y fabricantes de todo el país, y lo enmarcó en la doctrina de «paz mediante la fuerza», destinada a reforzar la superioridad marítima de EE.UU. frente a cualquier adversario.

Los yihadistas de Australia planearon durante meses la masacre antisemita para causar el mayor número de víctimas

Prácticas de tiro durante meses, entrenamiento en técnicas de combate, reconocimiento del terreno y montaje de artefactos explosivos. Los dos yihadistas que provocaron el domingo 14 de diciembre la masacre antisemita de la playa de Bondi, la más popular y concurrida de Sídney, … se prepararon a conciencia para causar el mayor número de víctimas posible. Finalmente fueron 15 los judíos asesinados durante la celebración de Janucá, pero su objetivo es que fueran muchos más y, para ello, se armaron hasta los dientes y llevaron hasta bombas caseras.
Así lo ha averiguado la Policía australiana, que está investigando los teléfonos móviles de los dos terroristas: Sajid Akram, abatido en el tiroteo con los agentes, y su hijo Naveed, de 24 años y acusado de 59 delitos, entre ellos 15 cargos por asesinato y uno por terrorismo.
A tenor de las imágenes grabadas en sus móviles, padre e hijo ya empezaron a entrenarse con armas de fuego en octubre, cuando probaron su puntería al aire libre. En los vídeos aparecen «disparando sus escopetas y moviéndose de forma táctica», según informó este lunes la Policía australiana y recogió la BBC.

Ese mismo mes, padre e hijo se grabaron también ante una bandera del grupo terrorista Daesh (Estado Islámico), lanzando proclamas contra los «actos de los sionistas», como denominan los islamistas radicales a los judíos. En dicho vídeo, Naveed Akram recita en árabe pasajes del Corán.

Reconocimiento del lugar

De igual modo, ambos inspeccionaron el lugar del atentado dos días antes de la celebración de Janucá. El 12 de diciembre, Sajid y su hijo fueron captados por cámaras de seguridad llegando a la playa de Bondi y subiendo a un paso elevado. Dos días después, desde allí abrieron fuego contra el millar de judíos que empezaba una de las celebraciones más simbólicas de su religión, la Fiesta de las Luces, para, precisamente, reivindicar su derecho a profesar su fe. Tal y como recogen los documentos policiales, «esto es una prueba del reconocimiento y planificación de un acto terrorista».
El día del ataque, padre e hijo no salieron de su hogar, sino de una casa que habían alquilado en Campsie, un suburbio de Sídney. De allí también fueron grabados por cámaras de seguridad saliendo con «bultos alargados y pesados liados en mantas», que guardaron en su coche. Sin duda, eran las seis escopetas con las que dispararon a los judíos y se enfrentaron a la Policía, que mató a Sajid e hirió a su hijo. Aunque Naveed había sido investigado como sospechoso de extremismo, su padre pudo obtener su licencia legal de armas, con las que ambos llevaron a cabo la matanza.
Además, portaban varias bombas caseras que arrojaron contra la multitud, pero no llegaron a explotar. En su coche, en el que había dejado dos banderas del Daesh, también había un artefacto explosivo que no llegó a detonar, seguramente como una trampa para los policías que registraran el vehículo.
A todas estas pruebas se suma el viaje que hicieron poco antes del atentado a Filipinas, donde al parecer visitaron la isla de Mindanao, refugio de grupos yihadistas que han sembrado el terror en el sureste asiático durante los últimos años.
Todos estos fallos de seguridad han aflorado con la masacre en Sídney, que ha supuesto el fin de la inocencia para la sociedad australiana. A pesar de los crecientes episodios de antisemitismo, que se han multiplicado como reacción a la guerra de Gaza, el Gobierno ha preferido hacer la vista gorda y seguir con su apoyo al Estado palestino. Su laxitud en este aspecto ha desatado una tormenta política cuyos efectos se comprobarán en los próximos meses, una vez pasado el trauma de la matanza en la playa de Bondi.

El primer ministro de Australia se disculpa ante la comunidad judía tras la masacre en Bondi

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, ha expresado este lunes sus disculpas por el sufrimiento de los australianos judíos y de la sociedad en general, tras el reciente tiroteo masivo en la playa de Bondi.Este gesto se produce en un momento en que … el Partido Laborista ha manifestado su intención de implementar planes para combatir la radicalización sin precedentes que se observa actualmente entre los jóvenes del país.

Durante su intervención, el mandatario ha defendido su postura de no convocar una comisión real a nivel nacional para investigar la masacre ocurrida la semana pasada. En su lugar, ha presentado nuevos detalles sobre las leyes contra el discurso de odio que su Gobierno planea someter a un proceso de consulta próximamente.

Albanese también se ha referido a los incidentes ocurridos durante la vigilia del domingo, donde fue recibido con abucheos y gritos por parte de los asistentes. Ha afirmado comprender que la multitud estaba atravesando un profundo dolor y una gran indignación, admitiendo que «parte de ese enfado se dirigió hacia él» y aseguró que «como líder del país, asume la responsabilidad» por las atrocidades ocurridas durante su gestión.

Qué es el «Corolario Tump» de la Doctrina Monroe

22/12/2025 a las 09:58h.

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, difundida hace pocos días, bautiza como «Corolario Trump» la particular actualización que el presidente estadounidense está haciendo de la Doctrina Monroe.
Esta doctrina, formulada en 1823 bajo el presidente James Monroe, exigía … a las potencias europeas que no protagonizaran nuevos episodios coloniales en un continente que en su mayor parte se acababa de independizar en múltiples repúblicas. En realidad, Estados Unidos no tenía entonces especial fuerza para hacer cumplir esa demanda, así que la doctrina no fue efectiva hasta que casi un siglo después la nación norteamericana comenzó a emerger como potencia. De una formulación defensiva, en la que el lema «América para los americanos» reclamaba poner el destino del hemisferio occidental en manos de quienes vivían en los territorios emancipados, se pasó a una ofensiva, donde EE.UU. se apropiaba de su entorno, traduciendo «americanos» por estadounidenses.

Ese giro fue cristalizado por el presidente Theodore Roosevelt y su «corolario» de 1904. El «Corolario Roosevelt» venía a establecer a EE.UU. como el gendarme de la región, con derecho a la injerencia ante la evidencia del mal gobierno que lastraba a las repúblicas americanas. Lo proclamó a raíz de un episodio en el que justamente Venezuela estuvo en el foco internacional (países europeos habían enviado sus cañoneros para cobrar la deuda), tal como ahora ese mismo país caribeño se encuentra en el epicentro del «Corolario Trump».

El regreso a la Doctrina Monroe, que prematuramente la Administración Obama dio de modo oficial por enterrada, había llevado estos meses de presidencia de Donald Trump a que algunos hablaran de Doctrina Monroe 2.0 o incluso, en un juego de palabras, de «Doctrina Don-roe». No obstante, dado el precedente rooseveliano, lo de corolario puede ser más adecuado. Así es, en cualquier caso, como lo designa la propia Administración.
El diccionario de la RAE define ese término como «proposición que no necesita prueba particular y se deduce con facilidad de lo demostrado previamente»; como sinónimos presenta los siguientes vocablos: conclusión, consecuencia, inferencia, deducción. El núcleo de la Doctrina Monroe es vincular la seguridad de Estados Unidos al comportamiento de sus vecinos americanos. Primero se concretó en el temor a que la debilidad constitucional de estos atrajera de regreso a las potencias europeas, quienes, con un pie de nuevo en el hemisferio occidental, podrían amenazar directamente a Washington. Un siglo después, se formuló una inferencia del mismo principio para hacer frente a la debilidad gubernamental de los países latinoamericanos; estos, por su mala gestión financiera, estaban atrayendo a los cañoneros europeos, los cuales, si bien ya no eran una amenaza para un Estados Unidos consolidado y crecido, venían a pasearse por un escenario que Washington consideraba su exclusivo patio trasero.
Nuevas circunstancias hacen que un siglo más tarde surja otra deducción del principio original, ahora concretada en tres aspectos: por un lado, la amenaza de injerencia extrahemisférica ya no es europea sino fundamentalmente de China; por otro, la amenaza directa para Estados Unidos viene de la presión migratoria, el narcotráfico y el resto de actividad de los grupos de crimen organizado que tienen su origen en Latinoamérica; finalmente, está el deseo de Washington de acceder a recursos y cadenas de suministros en su entorno geográfico inmediato que le ayuden a mantener el pulso estratégico en el nuevo orden mundial que se configura.

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La 'era dorada' de Trump no acaba de brillar

‘Affordability’ es la palabra de moda en la política de Estados Unidos. ‘Asequibilidad’ es la traducción directa del palabro. No tiene el componente polémico de los asuntos que asaltan a cada paso el segundo mandato de Donald Trump: los papeles de Jeffrey Epstein … , la operación para rematar supervivientes de una narcolancha, el despliegue del Ejército en ciudades demócratas… Pero la ‘asequibilidad’ tiene mucho más peso político que todas esas controversias. En otras palabras, es el coste de la vida, disparado en EE.UU., que afecta con fuerza a los grupos de votantes más amplios, a las clases medias y trabajadoras. Es el precio de la cesta de la compra, de la vivienda, de la cobertura médica, que hace la vida cada vez más difícil a los estadounidenses. Es la versión contemporánea del ‘It’s the economy, stupid’ (Es la economía, estúpido). Nada como el bolsillo para mover el voto.
Trump lo sabe mejor que nadie. Su desembarco en política en 2016 estuvo basado en el mensaje económico. Su lema ‘Make America Great Again’ (MAGA, ‘Hacer a EE.UU. grande otra vez’) es sobre todo una apelación a un país deteriorado por la globalización. Y su regreso al poder el año pasado tuvo el combustible principal del descontento social con la marcha de la economía, después de una inflación disparada con Joe Biden.
Han pasado once meses desde que Trump entró de nuevo en la Casa Blanca, y la economía se ha vuelto en su contra. En campaña prometió el otoño pasado que tumbaría la inflación, que ya estaba entonces en retroceso. En su investidura, anunció que arrancaba la nueva «era dorada» de EE.UU. Hoy insiste en que su país vive un «milagro económico», que es el país «más caliente del mundo». Los estadounidenses –en las encuestas y en las urnas– opinan diferente y el coste de vida se ha convertido en un problema para Trump y los republicanos.

Trump presume de una economía que va viento en popa. Recita los miles de millones de dólares en inversiones extranjeras que ha conseguido, los miles de millones de dólares que se embolsan las arcas estatales con sus aranceles. Defiende, con imposibilidad matemática, que los precios de ciertos medicamentos han caído «un 1.500%». Recuerda la caída del precio de la gasolina y de los huevos, dos emblemas de la inflación. Celebra los récords en bolsa, pese a algún desplome, como el del mes pasado.
Pero hay otra realidad, la que viven la mayoría de los votantes de Trump, que ganó con claridad el año pasado entre la clase trabajadora. La inflación, que tanto castigó a Biden, sigue alta. Está en torno al 3% y muchos analistas consideran que los aranceles de Trump no ayudan. Se nota en el súper, en las facturas, en los gastos comunes. La vivienda está disparada en muchos mercados. El índice de confianza de los consumidores cayó el mes pasado a su nivel más bajo desde que la inflación se desbocó en 2022. Los subsidios a las coberturas médicas van a expirar a final de año por la oposición a prorrogarlos de parte de los republicanos y los estadounidenses se enfrentan a pólizas inasumibles.

Consecuencias políticas

Junto a esa realidad, sus consecuencias políticas. El coste de la vida ha sido el gran protagonista de las elecciones de este otoño, el primer termómetro electoral del segundo mandato de Trump. En Nueva York, territorio demócrata, el socialista Zohran Mamdani protagonizó el campanazo político del año con un mensaje centrado en abaratar la vida. La economía fue también la protagonista de dos victorias demócratas mucho más decisivas: las de las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey.
Hace unas semanas, una candidata demócrata peleó una elección especial para un escaño de la Cámara de Representantes de Tennessee. Era algo impensable hace un año, cuando Trump ganó allí por goleada. Y Miami acaba de elegir a su primer alcalde demócrata en tres décadas. De nuevo, con la economía como preocupación central.
Trump siempre quita importancia a estos resultados y defiende que no es un castigo a su gestión, que él no está en las papeletas. Pero, a nivel nacional, las encuestas muestran la frustración de los votantes: en la última encuesta de Associated Press/NORC, solo el 31% aprueba su gestión económica, el peor dato en este capítulo para Trump en cualquier momento de sus dos mandatos. Un sondeo de ‘Politico’ apunta a que el 37% de quienes votaron a Trump el año pasado consideran que el coste de la vida es el peor que recuerdan.

‘Asequibilidad’ es la palabra de moda política en EE.UU., ya que la subida de los precios afecta sobre todo a las clases medias y trabajadoras

La situación ha desatado las alarmas entre los republicanos, que se juegan sus mayorías en el Congreso el próximo otoño y ven cómo los demócratas están capitalizando el mensaje del coste de vida. Las grietas de parte del sector más trumpista, como la ruptura con la diputada Marjorie Taylor Greene, tienen que ver con esa desconexión con las necesidades económicas de las clases medias y trabajadoras.
Mientras tanto, Trump da tumbos para encontrar un mensaje con el que apaciguar el descontento. «No quiero oír hablar sobre el coste de vida», dijo el mes pasado. Poco después, escribió en sus redes sociales que él es el «presidente de la asequibilidad». En la última reunión del año de su Gabinete, defendió que eso de la asequibilidad es un «engaño», una «patraña demócrata». Pero varios de sus secretarios tuvieron que referirse a sus esfuerzos para rebajar el coste de vida. Y su vicepresidente, J. D. Vance, echaba la culpa a la economía que les han dejado los demócratas y reconocía de forma intrínseca que las cosas no van muy bien: «Yo creo que 2026 va a ser el año en el que despegará la economía».
En su negación del problema, Trump recuerda a Biden. Con la inflación disparada, el anterior presidente decía que era «transitoria», y eso solo empeoró las cosas. Después alardeaba de sus recetas económicas, su ‘Bidenomics’, y no le sirvió para nada.

«No quiero oír hablar sobre el coste de la vida», estalló el mes pasado Trump, quien afirma que la asequibilidad es una «patraña demócrata»

Trump nunca da un paso atrás y sigue prometiendo la gloria. Pronostica que la gasolina bajará a los dos dólares por galón (3,7 litros) y promete eliminar el impuesto a la renta «en un futuro no muy distante». Para tratar de recuperar el mensaje, ha iniciado una gira por estados clave para vender sus logros económicos. Empezó con un mitin en el noreste de Pensilvania, una de esas regiones industriales deterioradas, antes dominadas por los demócratas, que se echaron a sus brazos. Allí, entre carteles con la leyenda ‘Precios más bajos, salarios más altos’, insistió en que todo es culpa de los demócratas.
La gira le llevó hace unos días a otro territorio político clave, Carolina del Norte. Y antes completó estos esfuerzos con un discurso a la nación. Algunos alertaron de que lo utilizaría para anunciar la guerra contra Venezuela. Pero Trump lo dedicó a la guerra que preocupa de verdad a los estadounidenses: la de la economía. Sus palabras llegaban a la vez que el dato de desempleo mostraba su nivel más alto desde 2021, un 4,6%. «Hace once meses, heredé un desastre y lo estoy arreglando. Vamos camino de un ‘boom’ económico como el mundo nunca ha visto», dijo a los estadounidenses. Pero muchos no quieren más discursos: quieren ya la «era dorada» prometida.