Boko Haram, el terror que no cesa en Nigeria: «No hay lugar seguro al que escapar»
Boko Haram repite su técnica una y otra vez. Secuestros a niñas y jóvenes en colegios, internados o en sus aldeas. Aún pervive en la memoria colectiva el recuerdo de las 276 niñas secuestradas en 2014 en una escuela de la localidad de Chibok, … en Nigeria. Más de una década después, el pasado 21 de noviembre fueron secuestrados 300 alumnos en un colegio católico del estado de Níger. Tras la liberación de un centenar de ellos a principios de este mes, las autoridades nigerianas han anunciado esta semana el rescate del resto.
Estos secuestros están enmarcados dentro de la estrategia de miedo del grupo terrorista, que está siendo altamente efectiva. Buena parte de la población nigeriana sobrevive en un clima de terror constante, sin saber si puede ser su último día en libertad. «La gente está muy cansada porque esto ha estado sucediendo desde 2014», explica el director de Amnistía Internacional para Nigeria, Isa Sanusi.
La inseguridad impera en los territorios controlados por Boko Haram, donde la presencia del Estado es prácticamente nula. «Las fuerzas de seguridad solo hacen promesas de que van a tratar el problema, pero, desafortunadamente, no pueden, porque el problema ha continuado», relata Sanusi con resignación. La desprotección por parte de las autoridades hace que muchas familias impidan que sus hijos y, sobre todo, sus hijas vayan a la escuela. Según el responsable de Amnistía Internacional, esta es una de las pocas maneras de evitar que sean secuestrados.
Una colaboradora nigeriana de la ONG Plan Internacional describe el mismo clima de terror. Cuenta que las familias no tienen forma de defenderse si los combatientes entran en sus casas o en las escuelas de sus hijos: «Solo puedes rezar, realmente solo puedes rezar, eso es todo». Su relato define a Boko Haram como una amenaza que llega a todos los rincones del país. «Los hogares se han visto afectados; la educación de los niños, la paz de la gente, el estado mental… todo eso se ha visto afectado».
Esta misma sensación, no poder protegerse de ninguna manera, es la que transmite una joven que fue secuestrada por Boko Haram. «Intentamos huir y escondernos pero, una vez que te encuentran, no hay escapatoria; automáticamente te conviertes en un rehén». La víctima logró escapar después de seis años. Ahora, como beneficiaria de los programas de ayuda de Plan Internacional, cuenta la historia de su secuestro. «En un instante, todo cambió. Hombres armados irrumpieron, destruyendo nuestros hogares y separando familias. La paz que una vez conocimos se desvaneció, reemplazada por el miedo, la violencia y el cautiverio».
El secuestro, una práctica sistemática
El secuestro es una práctica sistemática de Boko Haram. Sus víctimas son principalmente mujeres y niñas, aunque también puede afectar a los varones del país. Román Echaniz Carasusán, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, precisa que estos secuestros no tienen un único objetivo. Sus motivaciones pueden ser convertir a sus cautivas en esclavas sexuales, venderlas para conseguir dinero o llevar a cabo intercambios de prisioneros con las autoridades. Sea cual sea su fin en ese momento, la característica común es que se convierten en «un bien o una propiedad», sentencia.
Echaniz detalla que «las mujeres, como recompensa, generan cohesión entre los combatientes». Por ello, las secuestradas, que en muchas ocasiones no superan la mayoría de edad, son obligadas a contraer matrimonio con otros miembros del grupo y forzadas a satisfacer sus deseos sexuales. «Muchas están casadas con hombres mucho mayores y, una vez casadas, se enfrentan a responsabilidades y dificultades para las que no están preparadas física ni emocionalmente», narra la víctima de Boko Haram.
En el relato de su cautiverio, cuenta que «cada día comienza con miedo, seguido de cocinar, bañar a los niños y buscar leña». Las jóvenes retenidas pasan a ser activos de gran utilidad para el grupo. Se ven inmersas en el entramado social de la organización en contra de su voluntad y no tienen más remedio que acatar sus órdenes.
«Realmente no hay nada que puedan hacer, su vida está en peligro», resume la situación la voluntaria de Plan Internacional. Su conclusión es tajante: «Tienen que hacer lo que puedan por sobrevivir».
Atentados suicidas
Un recurso característico de Boko Haram es la utilización de las mujeres y niñas secuestradas para cometer atentados suicidas. En ocasiones, es una forma de castigo por desobediencia, y otras veces lo hacen bajo amenazas. «Si no lo haces, vamos a ir a tu pueblo y mataremos a tu padre y a tu madre», les amenazan sus captores, según detalla el representante de Amnistía Internacional. En los atentados suicidas, las chicas llevan un explosivo pegado al cuerpo, se sitúan en lugares concurridos y accionan la bomba. A tenor del profesor Echaniz, a veces ni siquiera ellas mismas activan el explosivo, sino que lo hace algún combatiente desde la distancia.
Estas víctimas no tienen ninguna alternativa que no sea acatar las órdenes de sus secuestradores. Si no lo hacen, se enfrentan a castigos violentos y crueles. «Vivimos sin libertad. Cuando les desobedecíamos, nos azotaban con cuarenta golpes de vara», relata la joven secuestrada por los terroristas. «Algunas víctimas son decapitadas, sus cuerpos enterrados, mientras que sus cabezas cercenadas son lapidadas en público como forma de castigo y terror. Estos actos horribles se llevan a cabo abiertamente para infundir miedo y mantener un control absoluto sobre sus víctimas», recuerda el horror de su cautiverio.
Obligadas a convertirse al islam
Las secuestradas deben convertirse al islam, a pesar de que muchas de ellas son católicas. El profesor Echaniz analiza el propósito final de Boko Haram: la construcción de un sistema social y cultural regido por los preceptos del islam interpretados desde el extremismo religioso. Todas las fuentes consultadas coinciden en que los combatientes de Boko Haram «creen que todo lo que hacen es legítimo y tiene una base religiosa». De esta manera, se amparan en la ideología para justificar sus ataques.
Estos castigos ejemplificantes y todos los ataques del grupo son utilizados como herramienta de propaganda. «Intentan usar esto para demostrar que están mejor organizados, más fuertes que las fuerzas de seguridad», concluye Isa Sanusi. De esta manera, pretenden transmitir la imagen de superioridad a las instituciones del Estado y al conjunto de la sociedad nigeriana.
«Algunas víctimas son decapitadas, sus cuerpos enterrados, mientras que sus cabezas cercenadas son lapidadas en público como forma de castigo y terror»
Secuestrada de Boko Haram
Cada ataque terrorista se percibe como un nuevo golpe para los ciudadanos del país, que tan solo pueden observar impotentes como los combatientes entran en sus casas y se llevan a sus familias. Cualquiera puede ser víctima y nadie puede tener una vida segura y de calidad. Tal y como sentencia la joven superviviente: «No hay ningún lugar seguro al que podamos escapar. Vivimos con miedo constante, sabiendo que cualquier momento podría convertirse en caos. La supervivencia depende de la suerte».

