Este martes parecía el día en el que se iba a despejar la gran incógnita, la llegada o no de María Corina Machado a Oslo para recoger el premio Nobel de la Paz. Pero no fue así. Si el lunes nos ibamos a … dormir con la posibilidad de que hubiera aterrizado en un vuelo privado en la capital noruega, horas después no había rastro de la líder opositora por ninguna parte.
Desde primera horas, la misión era clara: esperar para verla entrar al Grand Hotel, el histórico establecimiento donde se aloja la familia de Machado, y que será escenario la noche de este miércoles de la tradicional cena ofrecida al galardonado con presencia de los Príncipes herederos, miembros del Gobierno y diplomáticos. Pero anoche no se conocía el paradero de Machado.
Durante todo el día la versión ofrecida por familiares y por el equipo de la galardonada fue el mismo: «No sabemos nada. Pero llegará». Decepción pero esperanza al mismo tiempo.
El jarro de agua fría cayó cuando llegó a los móviles de los periodistas un comunicado de la organización del Nobel de la Paz anunciando que posponía la rueda de prensa de Machado, prevista para las 13.00 del martes. Pero la esperanza seguía. Avisarían de la nueva cita con dos horas de antelación. Todo parecía posible.
Pero lo cierto es que el pasado de Machado está pensando mucho en este momento histórico. Su lucha por la libertad y democracia, ahora premiada en Oslo, la obligó a llevar una vida de acoso y asedio del régimen chavista, primero por Hugo Chávez –famosa es un frase «Aguila no caza moscas» para despreciar su papel en la política–; después por Nicolás Maduro, cuya fiscalía imputó por varios delitos a la líder opositora, prohibiéndola salir del país y presentarse a cargos públicos. Había que acallar la pequeña mosca.
Pero Machado siguió y logró presentar un proyecto ilusionante que volvió a aglutinar a la oposición y a los venezolanos. Y obtuvo el apoyo necesario –en las primarias– para presentarse como candidata a liderar Venezuela. Y de nuevo el régimen sacó el rodillo de la Justicia –en un país donde no existe la división de poderes– y la intentó volver a aplastar. Y no lo logró. Consiguió cómplices que la ayudaran en su lucha por la libertad. Se echó a un lado, pero siguió animando y abriendo camino a quien podía dar una victoria electoral a Venezuela, Edmundo González. Pero tampoco pudo ser. Y ella no se dio por vencida.
Desde su guarida, que ni siquiera conocen sus hijos donde está, María Corina Machado sigue manteniendo su proyecto, a pesar del duro golpe que supuso el fraude electoral del 28 de julio de 2024. A pesar también de la imposibilidad de Edmundo González para juramentarse como nuevo presidente, tres días después de que su yerno, Rafael Tudares, fuera secuestrado por cargos falsos. Delitos por los que ha sido condenado a 30 años de cárcel.
Machado, pese a estar inhabilitada, tener a su equipo lejos y a su familia también, sigue siendo desde la clandestinidad el enemigo a abatir por Maduro. Así lo demuestra que su viaje a Oslo se haya convertido casi en una misión imposible. Pero quiza no del todo. Presidentes como el de Panamá, el de Paraguay, el de Ecuador y el de Argentina han cruzado el Atlántico para acompañarla este miércoles. Para estar juntos a ella.
Milei, que llegó este martes al Grand Hotel a las seis de la tarde y no hizo declaraciones, es quizá la confirmación más fehaciente de que Machado sí estará en la ceremonia de entrega del galardón. El presidente argentino aseguró que solo viajaría a Oslo si la opositora iba a recogerlo.
El presidente Mulino, de Panamá, da la una ‘primicia’: «Tengo en mi habitación el traje que llevará mañana María Corina»
Otra pista que aumenta el optimismo es la ‘primicia’ que el presidente Mulino, de Panamá, ofreció a la prensa hambrienta y cansada de horas de espera. «Tengo en mi habitación el traje que llevará María Corina mañana. Lo he traído desde Panamá». Era otra manera alentar la esperanza después de que la organización cancelara la conferencia de prensa con Machado.
La prenda se la entregará su esposa a la premio Nobel. Mulino, por su parte, espera devolverle «muy pronto» las actas electorales del 28 de julio de 2024, que logró reunir la oposición –y que demuestran su victoria– y poner a buen recaudo. El regreso de esas actas significará que algo habrá cambiando en Venezuela.
Si bien la espera era tensa, especialmente para los informadores, no parecía suceder lo mismo entre las decenas de venezolanos, vinculados muchos de ellos con la oposición. Por el Grand Hotel, muy temprano, se pudo ver al editor de ‘El Nacional’, Miguel Henrique Otero, cuyo medio fue confiscado por el régimen de Maduro después de hacerse eco de una noticia publicada por ABC sobre los vínculos del número dos del régimen, Diosdado Cabello, con el narcotráfico y con el hoy ya muy famoso cártel de los Soles.
Otero tampoco sabía nada de Machado, pero la esperaba. Como la esperaba Tamara Suju, fundadora del Instituto Casla, organismo que se encarga de denunciar las torturas y la represión de los agentes de seguridad del Gobierno de Maduro.
Entre los que este martes se encontraban en el Grand Hotel también se pudo ver al exalcalde de Caracas Antonio Ledezma, condenado por el régimen chavista por traición y que logró huir del país, exiliándose en Madrid. En 2023, el Gobierno de Maduro emitió una orden busca y captura contra él. Hoy ejerce como coordinador internacional del equipo de Machado.
Ledezma no era el único perseguido por el chavismo que quiso viajar hasta Oslo para arropar a María Corina Machado. Hasta allí se trasladaron algunos de los miembros de su equipo de Vente Venezuela que tuvieron que refugiarse en la Embajada de Argentina en Caracas para no ser detenidos. Argentina y Brasil velaron por su integridad, y casi un año después fueron liberados por EE.UU. gracias a la operación Guacamaya.
Entre los refugiados en la legación argentina estaba Magalli Meda, que este martes rechazó tajamente la posibilidad de que la líder opositora –a la que la fiscalía chavista ha amenazado con declarar ‘prófuga’ si sale del país– no pudiera regresar a Venezuela. «La fuerza de María Corina emana de un país que se la entregó en un proceso electoral –en las primarias–. Y cuando le trancaron la vía para construir un proyecto político lo hizo a través de un hombre serio (Edmundo González, que sí llegó ayer a Oslo, pero no se dejo ver) para que Venezuela pudiera votar. ¿Cree alguien que una madre va a dejar de querer a sus hijos? Eso no existe».