Los temas de longevidad en el campo empresarial y organizacional son de mi especial interés. He dedicado los últimos casi veinte años a estudiar y profundizar en las estructuras empresariales familiares longevas, encontrando algunas que han logrado perdurar por más de mil años como también un número inequívoco de más de cincuenta mil empresas, que en su mayoría son de carácter familiar en el Japón, que han logrado trascender la barrera de los 100 años. No es mera casualidad que el concepto de longevidad empresarial este fuertemente ligado al concepto japonés “IKIGAI”: longevidad y bienestar personal.
Pareciera que para que una persona logre vivir el mayor tiempo posible, sano y activo en este mundo debe desarrollar un fuerte sentido de propósito. Con esto en mente, me atrevo a decir que lo mismo ocurre en el mundo empresarial. Para que una compañía familiar logre la perdurabilidad debe incuestionablemente lograr definir, en la medida de lo posible y de manera clara y contundente, un sentido de propósito que no sea simplemente generar bienestar a sus Stockholders—los accionistas— sino también a sus Stakeholder— también a los externos relacionados— como: clientes, proveedores, sistema financiero, gobierno y comunidad en general.
Dan Buettner, uno de los expertos en las llamadas “Zonas Azules”—que se entiende como una zona o territorio donde su población ha logrado conseguir una expectativa de vida en promedio por encima de los 100 años—, describe por qué la isla Okinawa en Japón es por excelencia la “Zona Azul” más destacada en el mundo y en la que más allá de la dieta, las costumbres lugareñas, el entorno y el estilo de vida que impactan en la expectativa de vida se pone sobre la mesa el concepto de “IKIGAI”.
El término “IKIGAI” hace referencia a nuestra razón de vivir, a aquello que da significado a nuestra vida y algo por lo que merece la pena vivir y nos hace estar plenamente satisfechos y felices con la dirección que tomamos en nuestras vidas. Para que logremos nuestro propio “IKIGAI” es recomendable comenzar respondiendo las siguientes cuatro preguntas:
- ¿Qué es lo que nos apasiona hacer en la vida?
- ¿En qué somos buenos haciendo lo que nos apasiona?
- ¿Qué es lo que el mundo necesita y nosotros podemos aportar?
- ¿Qué podemos lograr económicamente o qué está dispuesto el mercado a pagarnos por hacer lo que nos apasiona y somos buenos haciendo?
Lo interesante del modelo “IKIGAI” es la reflexión a la que nos aproxima en el sentido de lo completo que puede ser el sistema, o de lo incompleto que puede ser si nos llegara a faltar alguno de los componentes esenciales descritos para lograr nuestro propio “IKIGAI”. En este sentido:
1- Si no amamos y no hay pasión por lo que hacemos: es aburrido y nos sentiremos desmotivados.
Según varios estudios casi el 80% de las personas que trabajan en lo que trabajan lo hacen más que por una necesidad económica que por una motivación o pasión por lo que hacen. Esto tiene un enorme impacto en la productividad de las organizaciones.
2- Si no somos buenos en lo que hacemos: tendremos de seguro un fracaso.
La gran mayoría de las empresas familiares en el mundo no logran pasar a la segunda generación y mucho menos a la tercera o cuarta generación. Las causas de esto son varias pero uno de los factores claves es la falta de liderazgo positivo a nivel empresarial en las siguientes generaciones, pero más aún, la falta de liderazgo familiar .
Las familias empresarias no son buenas en entender y respetar los sistemas, dinámicas y procesos correctos que se deben tener de manera funcional para lograr la continuidad de sus organizaciones. Muchos son buenos empresarios pero pésimos líderes familiares llevando al final al fracaso.
3- Si no nos pagan por lo que hacemos: seremos felices pero pobres.
Si nos gusta mucho desarrollar una actividad en la que somos buenos, lo hacemos bien y nos apasiona pero no se está dispuesto a remunerar por esto, posiblemente porque esta actividad no genera un valor agregado a nadie o no logramos transmitir esa rentabilidad que es uno de los principales propósitos para lograr la continuidad.
4- Si lo que hacemos no se necesita: al final no se tendrá un propósito concreto que logre impactar y hacer la diferencia en algo o en alguien.
El mundo de hoy se caracteriza por la velocidad enorme de cambios en el entorno y, sobretodo, el impacto del desarrollo cada vez más acelerado de la tecnología que afecta a muchos modelos de negocios dejándolos obsoletos. Lo que antes agregaba valor bajo un modelo específico de negocio hoy en día dejó de agregárselo y muchas veces sin que los empresarios se dieran cuenta o teniendo una muy baja capacidad de reacción por lo cual es importante lograr adaptarnos a los cambios y al entorno.“Si la velocidad de cambio interna es inferior a la velocidad de cambio externa en una organización, pronto estará en problemas”.
Si bien el término “IKIGAI” se refiere a la persona como tal, la empresa familiar no deja de ser un ente viviente en el cual una de sus mayores preocupaciones debe ser la sostenibilidad y la continuidad. Para estos efectos debe adaptarse permanentemente a nuevas realidades pero a la vez debe conservar sus principios rectores los cuales han sido parte de poder establecer ese sentido de propósito que induce el compromiso de las siguientes generaciones por conseguir el “IKIGAI” empresarial, traduciéndose en establecer a la continuidad como la meta y el objetivo esencial.
Por Raúl Serebrenik G
*raul.serebrenik@fcwpc.com
Investigador, autor, conferencista, asesor para familias empresarias y gobierno corporativo