Aerolíneas de bajo costo, tiendas de ‘descuento duro’, cadenas de alimentos que están poniendo ‘patas arriba’ al sector y obligando a los competidores tradicionales a replantear sus estrategias; promociones en cines para enganchar a los espectadores, gimnasios, hoteles, cosméticos y ONGs (algunas una extensión de la banca tradicional) que otorgan créditos a personas no bancarizadas…
El vocablo “low cost” dejó de ser un fenómeno nuevo para volverse cotidiano y llegó para quedarse en el país. Tan cierto es eso que, según un estudio de la firma Raddar, los colombianos hicieron el 86% de sus compras en 2018 ($657 billones de pesos en total) aprovechando alguna promoción, una suma muy superior a la de 2010 cuando no la cifra no superaba el 30%.
Y aunque en el caso del vestuario la cifra fue inferior en 7 puntos porcentuales, la tendencia es similar a la general: se impuso la compra de ropa barata que cada vez pesa menos en el bolsillo (el gasto total de este rubro ascendió a unos $20 billones, según Raddar), lo que arroja un consumo per cápita de $46.000.
Camilo Herrera, presidente de Raddar, admite que, aunque esta situación plantea un reto para las empresas y los expertos en marketing, los colombianos aprendieron a consumir y hoy cuidan más el bolsillo.
“8 de cada 10 consumidores están por encima del nivel de analfabetismo en materia de moda”, explicó Herrera durante una conferencia en Colombiatex, al señalar que el colombiano se ha vuelto un mercado de compradores eficaces, es decir, de conocedores y buscadores de promociones.
Según una investigación realizada por Inexmoda en las cuatro ciudades principales del país (Medellín, Cali, Bogotá y Barranquilla), se detectaron cuatro grandes sensibilidades que caracterizan al consumidor colombiano: los tradicionales tienen una presencia de un 53% aproximadamente, seguidos por los urbanos con un 29%, los sexis con un 10% y por último, los conscientes con un 9.5%.
“Las cifras demuestran la importancia de entender el empoderamiento del consumidor, que cada vez está más informado para escoger la opción que considere más valiosa, dejando de ser un agente pasivo que espera que le ofrezcan productos, sino que por el contrario es un agente activo con el poder suficiente para lograr cambios en las ofertas y hasta en las mismas empresas, para que se ajusten a sus requerimientos y necesidades”.