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Cinco claves para afrontar con éxito los cambios

El cambio se ha convertido en el epicentro de nuestra vida profesional. La mejor manera para prepararnos es entrenando la mentalidad hacia el aprendizaje o el crecimiento.

Foto: Pexels

Publicado: mayo 29, 2019, 3:07 pm

Por Pilar Jericó *

Imagínese trabajando en algo completamente distinto a lo que hace ahora. No porque haya tomado usted la decisión, sino porque las circunstancias le han empujado. ¿Qué necesitaría para que lo contemplara como una oportunidad? Pues bien, no hace falta imaginar mucho. La tecnología está transformando el mundo que vivimos a un ritmo de locos y, de paso, está dando un giro a muchas empresas. Un estudio de la Universidad de Yale indica que las 500 mayores compañías que cotizan en la Bolsa de Nueva York van a sobrevivir una media de 15 años, una cifra relativamente baja en comparación a los 65 que vivían hace un siglo. Si esto ocurre con las grandes sociedades, hagámonos a la idea de lo que puede suceder a las pequeñas y medianas empresas o a los autónomos.

El cambio se ha convertido en el epicentro de nuestra vida profesional. La mejor manera para prepararnos es entrenando la mentalidad hacia el aprendizaje o el crecimiento. Veamos qué significa y cómo conseguirlo.

Hace más de una década, Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, propuso una sencilla clasificación para describir la forma en la que afrontamos los cambios y los desafíos. Dijo que todos podemos tener dos tipos de mentalidades: una orientada al crecimiento y otra fija. Las personas con mentalidad de crecimiento piensan que el éxito depende del esfuerzo, del trabajo o de “sudar la camiseta”. Sin embargo, las personas con mentalidad fija creen que los cambios dependen de habilidades innatas. Tienen urticaria ante cualquier error. “Si no se ha nacido con dichos dones, ¿para qué intentarlo?”, se plantean.

Curiosamente, el hecho de decantarnos por una o por otra no depende de cuestiones genéticas, sino de educación, como demostró Dweck con alumnos de 11 años, después de que hicieran un trabajo difícil. A aquellos a los que se reconoció su éxito como fruto del esfuerzo se atrevían después con otro desafío aún más difícil. “Total, si me equivoco, no importa”, pensaban. Por el contrario, a los niños que se les dijo que lo habían conseguido porque eran muy listos o muy inteligentes, preferían no intentarlo cuando el reto iba en aumento. “¿Para qué probar suerte y equivocarme? Mejor me quedo como estoy y así sigo demostrando que soy inteligente”, era el pensamiento que lo resumía. El resultado es muy desconcertante, ya que esta sensación nos acompaña de adultos y justifica algo que sucede en el día a día de las organizaciones.

Se contratan personas brillantes y se confía que sean capaces de impulsar los cambios o, al menos, saber adaptarse a los mismos. Pero si tienen mentalidad fija nos equivocamos. El éxito profesional del pasado no es garantía del futuro. Y lo que es más importante: las habilidades o los conocimientos, por muy extraordinarios que sean, tampoco son sinónimo de adaptación a las circunstancias. Este es el motivo por el que personas con talento pueden actuar como frenos en las organizaciones. O la razón por la que el miedo se extienda como la pólvora dentro de las empresas cuando suenan las campanas del cambio. La buena noticia es que existe un antídoto: entrenar la mentalidad de aprendizaje o el mindset, como se dice en inglés.

Un primer paso es reconocer que todos nosotros tenemos las dos mentalidades. Quizá una esté más acentuada que otra. Puede que seamos de mentalidad de crecimiento en el plano familiar y de mentalidad fija en el laboral, o viceversa. Por lo tanto, deberíamos tomar conciencia de cómo somos ante los problemas que se nos presentan, si pensamos que las cosas son como son y punto, o si somos más flexibles y creemos en nuestro potencial de adaptación. También es recomendable identificar qué nos dispara la mentalidad fija: las excusas, el victimismo o la defensa de lo nuestro, y aprender a incluir el “todavía” en nuestra forma de pensar. “No sé hablar japonés todavía”. Esta palabra nos abre las puertas de la posibilidad.

En el segundo paso debemos entender que es saludable “vivir en la pregunta”: ser curioso, criticar de un modo constructivo lo que nos rodea y asumir que llevamos colgada la L de aprendiz eterno. Utilicemos nuestra insatisfacción para filtrarla por la creatividad y así aprovechar sus ventajas. Así pues, preguntémonos qué no nos gusta de lo que hacemos y qué podríamos comenzar a hacer de otro modo. Para el tercer paso necesitamos abrirnos a nuevas conversaciones. Si siempre hablamos con los mismos y de lo mismo llegaremos al mismo lugar. Evidente. Por ello, hemos de tejer una red de personas o de instituciones que nos abran los ojos a otras realidades. Conversemos con departamentos diferentes a los habituales o hagamos cosas nuevas que nos reten. No busquemos lo fácil. El cambio es incómodo, ¿no? Pues habrá que entrenarse.

Cuarto: necesitamos practicar el decir “no” de vez en cuando. A las organizaciones (y a las personas) les cuesta transformarse. No siempre por el miedo a lo desconocido, sino por no abandonar el status quo. Si aprendemos a decir “no” a cosas (nuestra forma de abordar los problemas, nuestra manera de ser…), entrenaremos el sano desapego y sabremos quedarnos con lo esencial. Podemos comenzar aplicándolo en nuestros armarios saturados de ropa o en los hábitos poco saludables, hasta llegar a aquello que arrastramos y que más nos cuesta.

Por último, necesitamos experimentar y equivocarnos. Sentados contemplando el mundo no conseguimos nada. Hemos de actuar, tomar la determinación de hacerlo y darnos el permiso de no acertar a la primera. Solo así conseguiremos que el miedo no nos paralice. Si prestamos atención a nuestra mentalidad, vivimos en la pregunta, nos abrimos a nuevas conversaciones, aprendemos el arte de quemar las naves y probamos y nos equivocamos, estaremos entrenando la mentalidad del crecimiento y veremos el cambio como un desafío y como una oportunidad para avanzar profesional y personalmente.

*  Presidenta de BeUp, escritora y conferencista

 

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