“Un presidente no hace milagros ni tampoco nosotros vamos a producir milagros de un día para otro”, dijo elocuentemente el presidente electo, Iván Duque, en su discurso de celebración el 17 de mayo, aunque de entrada advirtió que su desafío es lograr que la economía vuelva a crecer a niveles del 4% durante su mandato, es decir, cerca de su potencial.
A favor de ese propósito, juega que la economía colombiana ya tocó fondo en 2017, con un crecimiento del 1.8%, la menor tasa desde 2009; una inflación bajo control que le ha permitido al Banco de la República reducir sus tipos de interés, la recuperación en los precios del petróleo a niveles de US$70, el fin de la incertidumbre política que generaba el proceso electoral (con un candidato de izquierda que alcanzó 8 millones de votos) y la mejora en las expectativas de los consumidores y los empresarios.
De hecho, la elección de un presidente pro-mercado como Iván Duque ya ha llevado a algunos analistas a modificar al alza sus proyecciones de crecimiento para 2019, si bien el consenso del mercado indica que la economía colombiana crecería entre 2,8% y 3,7%.
“Con la victoria de Duque esperamos que los indicadores de confianza sigan recuperándose, lo que llevaría al consumo e inversión privados a ganar fuerza en los próximos trimestres y a un crecimiento del 3,3% en 2019”, explica Daniel Velandia, gerente de investigaciones de la firma Credicorp que, sin embargo, mantuvo inalterada su proyección para 2017 (2,3%).
Y aunque parezca poco ambiciosa, lograr que la economía crezca a tasas del 4% o más plantea todo un reto. Por ejemplo, en el primer período del Álvaro Uribe (2002-2006) el crecimiento promedio fue del 4,1%; en el segundo (2006-2010) del 3,9%; en el primero de Juan Manuel Santos (2010-2014) del 5% y en el segundo (2014-2018) del 2,37%.
Munir Jalil, economista jefe del Citibank, señala que el nuevo gobierno llega con una economía que tiene el viento a su favor, aunque tendrá que aprovecharlo.
“En lo fiscal, el ‘palo no está para cucharas’; el gobierno tendrá que echar lápiz a sus promesas de disminución de impuestos ya que el país tiene el compromiso de respetar el déficit fiscal para mantener la confianza de los inversionistas que, ante una disminución de recursos para los emergentes, se pueden volver más selectivos”, explica el analista que prevé crecimientos de 2,5% y 3,1% para 2018 y 2019.
Tan importante es el reto fiscal, que la calificadora Fitch Ratings señaló que el nuevo gobierno debería mantener una continuidad en la política económica, incluyendo los objetivos de inflación y el régimen de tipo de cambio flexible.
“El impulso del crecimiento y la consolidación fiscal son los desafíos claves para la nueva administración”, explicó Fitch al advertir que “políticas macroeconómicas consistentes y confiables son una fortaleza de calificación para Colombia y la continuación del ajuste fiscal acorde con la regla fiscal será importante para mantener la credibilidad de las políticas”.
Y aunque el presidente electo ha anunciado que será responsable desde el punto de vista fiscal, en su campaña también prometió la disminución de los impuestos a las pequeñas, medianas y grandes empresas que generan empleo formal y que, a juicio suyo, están asfixiadas por un Estado ‘derrochón’ (“no más mermelada!” retiró en campaña) que castiga la iniciativa privada.
“El nombramiento de Alberto Carrasquilla como ministro de Hacienda sugiere que el nuevo Gobierno será fiscalmente conservador. A pesar de esto, destacamos que hay riesgos que surgen de las propuestas sobre la reducción de la carga impositiva que surgió durante la campaña presidencial”, explica Marcelo Carvalho, economista de BNP Paribas para Latinoamérica.
¿Qué tan factible es ese objetivo y cómo piensa lograrlo? Más aún, qué retos enfrenta dado el poco margen de maniobra suelen tener los gobiernos en esta materia?
El desafío fiscal
En su informe final presentado a finales del año pasado, la Comisión del Gasto Público subrayó dos de los pricipales desafíos que enfrentará el gobierno en materia fiscal: el significativo aumento del gasto en los últimos 30 años (al pasar del 8,5% al 18,9% en 2017) y su elevada inflexibilidad, especialmente a nivel del gobierno central, lo cual reduce el margen de maniobra y la discrecionalidad del Ejecutivo.
“El peso de las transferencias a las entidades territoriales, de los aportes para el pago de pensiones, de otras transferencias que recogen los mandatos de ley y los efectos de sentencias judiciales y del pago de intereses, llevan a que el rubro que debe ajustarse es la inversión”, explican los expertos.
Peor aun, a pesar de su reciente recuperación, la caída en los precios del petróleo en 2014 no sólo afectó el crecimiento de la economía sino también (por esa vía) los ingresos del Gobierno que se redujeron 3,3% del PIB, es decir, unos $24 billones, entre 2013 y 2016.
Para compensar dicha caída, el gobierno Santos realizó dos reformas tributarias en 2014 y 2016, la última de las cuales aumentó el IVA del 16% al 19%, lo cual afectó el ingreso disponible de los colombianos y llevó, en parte, a que la economía solo creciera 1,8% en 2017.
Sobre la promesa de campaña de Duque de reducir los impuestos a las empresas, Fitch dijo que el presupuesto de 2019 será una prueba fiscal clave para el nuevo gobierno y que de ser implementada, sin una reducción equivalente del gasto, dificultaría alcanzar el objetivo de déficit fiscal de 2019.
“En la medida en que la nueva administración cumpla con estas políticas podría afectar la trayectoria fiscal. Y un retroceso en la consolidación fiscal podría empezar a pesar sobre la trayectoria de deuda de mediano plazo”, explica la firma que, sin embargo, es optimista y prevé que la deuda del gobierno se estabilizará, lo cual la lleva a mantener el grado de inversión del país (BBB con perspectiva estable).
Según el Comité Consultivo de la Regla Fiscal (un cuerpo de expertos independientes del gobierno), con los recientes ajustes la meta déficit fiscal se estima en 2,4% del PIB (versus el 2,2% anterior) y en los próximos años se acerca de manera gradual al 1% definido por Ley como déficit estructural aceptable.
Sin embargo, para el director de Fedesarrollo, Leonardo Villar, cumplir con las metas requerirá de decisiones importantes del nuevo gobierno en materia de recaudo y de gasto, ya que no hacerlo implicaría seguir subiendo los indicadores de endeudamiento público, con riesgos para la calificación crediticia de Colombia.
De hecho, las proyecciones de ese ‘think tank’ económico sugieren que el faltante del gobierno sería del 0,9% del PIB en 2019 y del 2% del PIB en 2022 y, en ausencia de ajustes, el déficit pasaría del 3,3% en 2019 a 3,5% en 2022.
“La Ley de Regla Fiscal no sólo estableció una meta de déficit ‘estructural’, sino que definió un déficit (o superávit) cíclico. El déficit (o superávit) cíclico es el que se considera aceptable con base en los ciclos en la actividad económica (brecha del producto) y en los precios del petróleo”, explica Villar al subrayar que si se consolidan precios del petróleo como los actuales (superiores a los que se estiman de largo plazo), las metas fiscales deberán ser más estrictas para que se ahorre parte de la bonanza temporal.
Para Daniel Velandia, de Credicorp, la nueva senda fiscal (que prevé un déficit de 3,1% en 2018) es más verosímil y la última revisión no significó una sorpresa, a pesar de que algunos analistas locales y extranjeros han cuestionado su flexibilidad.
Sin embargo, a juicio suyo “medidas creíbles deberán ser tomadas por el nuevo gobierno en la medida en que el panorama fiscal sigue siendo desafiante y no se descarta que el gobierno de Duque se vea obligado a una reducción más lenta en el impuesto de renta corporativo aprobado en la última reforma tributaria (2018: 37%; 2019: 33%).
“En general, un recorte en la calificación soberana por parte de Moody’s, que tiene una perspectiva negativa sobre la calificación de Colombia, luce probable en los próximos meses/trimestres, aunque la pérdida del grado de inversión sigue siendo poco probable, en nuestra opinión’, explica Velandia cuya proyección de déficit para 2019 es de 2,7% del PIB en vez del 2,4% de la regla fiscal.
El reto de acelerar la economía
Además del fin de la incertidumbre del proceso electoral y de la mayor confianza que generan las políticas pro-mercado del presidente electo, su gobierno encontrará un escenario económico más favorable después del ajuste exitoso de los últimos años.
“Un mejor comportamiento del consumo privado, un incremento previsto del gasto público y un aumento de la inversión en 2019 son las razones que jalonarán el mayor dinamismo económico”, explica Juanita Téllez, economista jefe del BBVA Colombia que revisó al alza su proyección de crecimiento para 2018 y 2019: 2,6% en vez de 2% y 3,3% en vez de 3%, respectivamente.
“Nuestras perspectivas son superiores a las que estimamos hace tres meses. A mediano plazo, estimamos que el crecimiento tenderá a ubicarse en 4,0%, por encima del nivel potencial de la economía, y determinará el cierre definitivo de la brecha de crecimientos menos dinámicos hacia los años 2022 y 2023”, agregó.
Para Andrés Pardo, gerente de investigaciones de Corficolombiana, aunque la victoria de Duque contribuirá a acelerar el crecimiento en el segundo semestre del año, las proyecciones se mantienen inalteradas: 2,6% en 2018 y 3,3% en 2019.
“La mayor claridad en el panorama político del país se reflejará en un mejor desempeño de la cartera comercial de los bancos, cuyo crecimiento ya tocó fondo pero está recuperándose a un ritmo extremadamente lento, de manera que esperamos que la variación anual de esta cartera se acelere en los próximos meses”, señala el analista a la vez que explica que el Banco de la República mantendrá inalterada su tasa de intervención en 4,25% en lo que resta de 2018.
Finalmente, Munir Jalil, del Citibank, sostiene que la diversificación de las exportaciones es un desafío para lograr crecimientos de más del 4%. “Colombia necesita vender más al resto del mundo. Llegamos a exportar US$60.000 millones en 2012, en el pico de la bonanza, y el año pasado fueron de US$37.800 millones; es decir, tenemos un faltante de más de US$20.000 millones”, explica el analista.
A juicio suyo, el gobierno entrante debe hacer un gran esfuerzo por consolidar la diversificación de las exportaciones no tradicionales que, a pesar de su recuperación reciente, solo tienen un peso relativo del 32% en las totales.