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Greta Thunberg abandona la dirección de la flotilla Global Sumud por desacuerdos internos

18/09/2025

Actualizado a las 16:46h.

La activista Greta Thunberg ha abandonado la dirección de la flotilla Global Sumud, informa ‘La Repubblica’. Lo ha hecho por diferencias en la comunicación, según el citado medio. Además, permanecerá formando parte del comité organizador y continuará a bordo de los barcos.
Fuentes con las que ha hablado el periódico portugués aseguran que la joven sueca está distrayendo la atención de lo que ocurre en Gaza, al centrarse tanto en la flotilla. Otros achacan la decisión a la situación actual en el barco y a los asuntos de seguridad, donde son conscientes de que puede haber ataques y de la urgencia con la que habría que actuar.

Tras varios retrasos, la flotilla internacional para Gaza que transporta ayuda humanitaria partió este lunes de Túnez rumbo al enclave palestino, con el objetivo de «romper el bloqueo israelí».

En la flotilla viajan también otras personalidades, como la actriz francesa Adèle Haenel, y tiene como objetivo «abrir un corredor humanitario y poner fin al genocidio en curso del pueblo palestino» en el contexto de la guerra entre Israel y el movimiento islamista Hamás, según sus organizadores.

Trump, «defraudado», cree que Putin «parará la guerra» si Europa deja de comprar petróleo ruso

Donald Trump reconoció en la rueda de prensa celebrada esta tarde en la residencia de Chequers junto al primer ministro británico, Keir Starmer, que la guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto mucho más difícil de resolver de lo que él … mismo había previsto y que el presidente ruso, Vladímir Putin, le ha «defraudado profundamente». El mandatario estadounidense aseguró que, al inicio de la invasión, pensó que su relación personal con el líder del Kremlin permitiría una salida rápida, pero que la realidad ha demostrado lo contrario. «Era el conflicto que pensé que sería el más sencillo de resolver, por mi relación con el presidente Putin, pero me ha decepcionado, realmente me ha decepcionado», declaró.
Trump insistió en que la invasión nunca se habría producido si él hubiese estado en la Casa Blanca y afirmó que, en sus conversaciones previas con Putin, Ucrania era «la niña de sus ojos». «Él nunca habría hecho lo que hizo si hubiese respetado el liderazgo de Estados Unidos», añadió. Recalcó también que las bajas rusas superan actualmente a las ucranianas y que «muchos soldados rusos están muriendo a un ritmo más alto que los ucranianos», algo que consideró prueba de la magnitud del desgaste que sufre Moscú.
Trump ha reconocido también que se siente «decepcionado con otros países por comprar petróleo ruso» y ha enfatizado que «si el precio del petróleo ruso desciende, Putin no tendrá más opción que acabar la guerra».

El presidente recordó además que, según su propia versión, durante su mandato logró resolver «siete conflictos» que se consideraban «irresolubles», y afirmó sentirse obligado a encontrar una salida para Ucrania. «Es una guerra que podría haber derivado en una Tercera Guerra Mundial. Ya no vamos hacia eso, pero estaba encaminada en esa dirección. Espero que pronto podamos darles buenas noticias», dijo.
Por su parte, Starmer subrayó que la única forma de avanzar hacia un acuerdo de paz pasa por incrementar la presión sobre el Kremlin. «Tenemos que poner más presión sobre Putin, y solo cuando el presidente lo ha hecho hemos visto algún indicio de que estuviera dispuesto a moverse», explicó. El primer ministro advirtió que el líder ruso se muestra «envalentonado o temerario» y que esa actitud obliga a los aliados a redoblar la acción coordinada. Puso como ejemplo la reciente ola de ataques en Ucrania, en los que incluso se produjeron daños en la sede del British Council en Kiev, un objetivo que hasta hace poco se consideraba fuera del alcance.
Ambos dirigentes coincidieron en la necesidad de evitar una escalada que arrastre a Occidente a un enfrentamiento directo, aunque sus enfoques reflejaron matices. Mientras Trump puso el acento en la decepción personal con Putin y en su convicción de que la guerra no habría ocurrido bajo su liderazgo, Starmer prefirió enfatizar la urgencia de mantener el apoyo a Ucrania y de reforzar la capacidad defensiva de Europa con respaldo estadounidense.
Trump, que durante la campaña presidencial llegó a prometer que podría poner fin a la guerra «en 24 horas», reconoció ahora que se enfrenta a un escenario mucho más complejo e incierto.

Disturbios en Francia en una jornada de huelga y protestas

En su primer balance del medio día de la gran jornada de protestas y manifestaciones nacionales, convocadas por todos los sindicatos de Francia, Bruno Retailleau, ministro del interior saliente, y líder de Los Republicanos (LR, derecha tradicional), ha declarado: «Las acciones han … sido menos intensas de lo previsto. El despliegue de las fuerzas del orden ha sido disuasivo».
A última hora de la mañana, el ministerio del interior había contabilizado 230 acciones, 95 bloqueos y un centenar escaso de detenciones. En muchos casos, se ha tratado de tensiones violentas, con numerosos incendios pronto sofocados por bomberos y fuerzas del orden.
Según Retailleau, en París e Isla de Francia (región parisina, la más importante de la Nación), el metro, los autobuses y los trenes de cercanías han sufrido «trastornos» menos graves de lo previsto. En el corazón de París, entre la iglesia de Saint-Germain-des-Prés y los antiguos mercados, Les Halles, el funcionamiento de los transportes públicos era bastante «normal», con retrasos y fallos imprevisibles. Entre los 2.500 institutos de Francia, solo 22 habían sufrido bloqueos más o menos importantes.

En París, varias decenas de ferroviarios «tomaron» los alrededores del ministerio de Economía y la entrada de la Estación del Norte, una de las más grandes y con más tráfico de Europa.
En Marsella, la primera de las 200 o 300 manifestaciones previstas, desfilaron unas 15.000 personas. En Lyon se produjeron algunos enfrentamientos entre algunos de los 20.000 manifestantes y las fuerzas del orden. En Toulouse, Brest, Saint-Denis, Bayona, entre muchas otras ciudades de talla media, se han sucedido manifestaciones con mucho aparato y modesta participación.
En el sector de la enseñanza, los primeros balances, a última hora de la mañana, los llamamientos a la huelga, solo fueron seguidos por minorías relativas del personal: 17,48% en las escuelas, 19,90% en los institutos de enseñanza media, 13,72% en los institutos de formación profesional.
En los hospitales, los llamamientos a la huelga han sido poco seguidos.

La jornada de protestas y huelga por toda Francia en imágenes
REUTERS y AFP

La irregularidad en el funcionamiento de la red ferroviaria nacional ha causado muchos retrasos, pero sin «bloquear» Francia, ni mucho menos. En las carreteras han sido contabilizados atascos relativamente importante en algunas grandes ciudades de provincias, sin complicaciones catastróficas.

Manifestaciones para por la tarde

La modestia relativa de las primeras movilizaciones, huelgas, tensiones y enfrentamientos, en la periferia de París y muchas ciudades de provincias, no prejuzga ni mucho menos el resultado final de las convocatorias.
En París, por ejemplo, en la gran avenida nacional de los Campos Elíseos, una mayoría de comercios han decidido cerrar sus escaparates, y los han blindado con maderas, hierro y acero. Las unidades móviles de la Gendarmería y los antidisturbios han tomado posiciones, en previsión de posibles disturbios, a la caída de la tarde.
Las grandes manifestaciones de París iniciarán sus marchas a primera hora de la tarde. El ministerio del Interior teme que minorías violentas puedan infiltrarse en los cortejos sindicales, esperando provocar tensiones. Se temen riesgos de vandalismo e incendios.
En el terreno político, solo La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda) hace un balance llamativo de la marcha de la jornada. Su líder, Jean-Luc Mélenchon, ha declarado que «estamos viviendo un acontecimiento inmenso. Macron es culpable del caos». Por su parte, los sindicatos no ocultan su objetivo último: «Nuestro objetivo es acabar con el gobierno de Sébastien Lecornu«, ha declarado un portavoz de la Intersindical, agregando: »De entrada la jornada está siendo un éxito y es una advertencia para Macron y su primer ministro«.

Los deslices protocolarios de Trump: un yanqui en la corte de Carlos III

El regreso de Donald Trump al Reino Unido como invitado de Estado del rey Carlos III dejó en su primer día, el miércoles, imágenes que rápidamente se difundieron en todo el mundo. El paseo por los jardines de Windsor, los saludos a los príncipes … de Gales, los piropos dirigidos a la princesa Catalina y la solemnidad del banquete en St. George’s Hall fueron diseccionados al detalle por la prensa británica e internacional. Sin embargo, a diferencia de visitas anteriores, el presidente estadounidense pareció, en opinión de muchos, desenvolverse con mayor contención, sin rupturas evidentes del ceremonial y con un discurso durante la cena más sobrio y ajustado al guión de lo que se esperaba, aunque con algunos deslices que también llamaron la atención.
La escena que más debate provocó fue la inspección de la guardia de honor. Trump avanzó unos pasos por delante de Carlos III mientras observaban las filas de soldados en Windsor, lo que llevó a numerosos comentaristas en redes sociales y a tabloides como el ‘Daily Mirror’ a hablar de un nuevo desliz protocolario. No obstante, una fuente de Buckingham citada por ‘Newsweek’ aclaró que «es protocolo para el jefe de Estado visitante ir primero» en ese recorrido, y las propias imágenes mostraron al monarca gesticulando para que Trump se colocara al frente. Duncan Larcombe, analista real consultado por ‘Metro’, admitió que podría considerarse «un faux pas» desde la óptica más estricta, aunque matizó que «no es una ruptura grave, sino un detalle de estilo».
El saludo inicial con los príncipes de Gales añadió también un matiz más personal, aunque no precisamente inesperado, viniendo de Donald Trump. Tras estrechar la mano del príncipe y heredero Guillermo, Trump se volvió hacia Catalina y, con una sonrisa, le dijo: «You’re beautiful, so beautiful» (Qué guapa eres, muy guapa). El gesto no vulnera ninguna norma escrita, ya que el protocolo oficial indica que no existen códigos obligatorios de conducta más allá del saludo de cortesía. Sin embargo, historiadores y expertos en la familia real como Justin Vovk, citado por CBC, consideraron que ese comentario, aunque no rompe el protocolo, sí podría «transgredir las reglas no escritas de la diplomacia personal», ya que se trata de un elogio «demasiado íntimo» para un encuentro oficial.

Más tarde, en el banquete de Estado, Trump retomó esa misma idea en un contexto formal, con Catalina sentada a su derecha. «Melania y yo estamos encantados de volver a visitar al príncipe Guillermo y de ver a Su Alteza Real la princesa Catalina tan radiante, tan saludable y tan hermosa». En este caso, la frase tuvo una doble lectura: para algunos fue un reconocimiento oportuno a la recuperación de la princesa tras anunciar meses atrás su remisión de cáncer, mientras que para otros supuso una muestra de exceso de espontaneidad en un entorno donde la sobriedad es la norma.
Pese a los piropos, el discurso de Trump sorprendió por su tono contenido. ‘The Times’ subrayó que se trató de una intervención «inusualmente sobria», cuidadosamente leída de las notas preparadas y sin las improvisaciones que caracterizan a su estilo habitual. Destacó la metáfora en la que describió a Estados Unidos y Reino Unido como «dos notas de un mismo acorde», frase que buscaba subrayar la profundidad de la relación bilateral en un tono poético muy distinto al de otras intervenciones. Así, el presidente «se ajustó al guión británico con disciplina poco común en él».
El banquete en St. George’s Hall tuvo además un elemento inesperado en torno a Melania Trump. La primera dama apareció con un vestido amarillo de Carolina Herrera, escotado y con los hombros al descubierto, acompañado por un cinturón lila, zapatos deManolo Blahniky joyas de esmeraldas y diamantes. Según analistas de medios británicos y estadounidenses, su atuendo estuvo en el límite de lo permitido por la etiqueta, ya que tradicionalmente se ha considerado inapropiado mostrar los hombros en actos reales de máxima formalidad, aunque esas normas se han relajado en los últimos años, sobre todo en eventos nocturnos.
El recibimiento que le dispensaron a Trump y su esposa las autoridades británicas no escatimó en recursos, con un coste aún no publicado oficialmente pero que, según estimaciones de la prensa británica ser una cifra muy superior a los 3,9 millones de libras de la visita de 2019. Esta vez, el propio Trump describió su segunda visita «como uno de los mayores honores de su vida», y los royals se encargaron, todo indica que con éxito, de hacerlo sentir casi un royal más. La jornada incluyó guardias de honor formadas por regimientos históricos, desfiles de caballería, carrozas y una cena de gala con la presencia de figuras políticas y empresariales de alto nivel. ‘The Telegraph’ interpretó la magnitud del ceremonial como una señal clara de que la relación especial entre Londres y Washington se encuentra en uno de sus mejores momentos.
La cuestión del protocolo se proyecta, en buena medida, sobre los gestos más que sobre las normas escritas. El portal oficial de la Casa Real recuerda que no existen códigos obligatorios de conducta al saludar a los miembros de la familia real, aunque quienes así lo deseen pueden ajustarse a las normas tradicionales, como una leve inclinación de cabeza en los hombres o una pequeña reverencia en las mujeres. El apretón de manos, sin embargo, es plenamente aceptado. Y esta vez, también llamó la atención que Trump, a diferencia de episodios anteriores con otras personalidades públicas, no sostuvo apretones de mano prolongados ni gestos considerados invasivos. Tampoco se registraron interrupciones o desplantes de agenda, salvo un pequeño retraso a la llegada que para Duncan Larcombe, experto real, si bien «ser impuntual en una cita con los Windsor es un incumplimiento del protocolo, en el caso del presidente de Estados Unidos se entiende que es absurdo quejarse por unos minutos de espera». Así que, en resumen, el discurso se mantuvo sobrio, los saludos fueron formales y la agenda se cumplió según lo previsto, según los analistas.

Aun así, la percepción pública sigue dividida. ‘The Guardian’ habló de la tensión entre la espontaneidad del presidente y la sobriedad del ceremonial británico, mientras que «The Telegraph» insistió en que la visita reforzó los vínculos bilaterales y demostró una cercanía entre el presidente y el monarca que podría traducirse en mayor cooperación. La dualidad en la cobertura refleja una constante en torno a Trump: cada uno de sus gestos es susceptible de interpretaciones contrapuestas.
La visita, al menos en su primer día, dedicado a los Windsor, dejó la imagen de un Trump menos imprevisible que en ocasiones anteriores. Aunque no renunció a su estilo de cercanía espontánea, como mostraron los elogios a Catalina, tampoco se apartó de las normas básicas del protocolo real. Mok O’Keeffe, historiador real, explicó que hay una relación histórica cálida y amistosa entre Estados Unidos y el Reino Unido: «Al juntar estas dos cosas se da una situación en la que Donald Trump toca afectuosamente al rey de Inglaterra», añadió, y concluyó que no es motivo de alarma porque «cualquier demostración de afecto genuino entre estos dos individuos solo puede ser positiva para nuestro país». Recordó, además, que «Michelle Obama puso el brazo alrededor de la difunta reina, señal de que tanto republicanos como demócratas pueden ser expresivos con la Familia Real».

Conductores del Elevador da Glória denuncian que los frenos no funcionaban

Dos conductores del funicular da Glória, que el pasado 3 de septiembre descarriló causando 16 muertos, denuncian que los frenos no funcionaban, lo que contradice la tesis del informe preliminar, en el que se afirmaba que, aunque el conductor activó los frenos, no pudo … hacer nada para evitar la tragedia.
«El freno neumático estaba siempre desajustado y el manual llevaba años desactivado», denunció a la televisión lusa TVI un conductor de Carris, la empresa municipal responsable de los funiculares de la capital. El hombre, que no quiso dar su identidad para evitar posibles represalias, declaró ante las cámaras que «sabían que trabajaban con una bomba de relojería que en cualquier momento podía estallar». Lo único que no podían prever era cuándo ni la magnitud del accidente.
Ese día, el primer conductor entró en el turno de las siete de la mañana y realizó un total de 37 viajes. A las dos y media lo sustituyó André Marques, de 40 años, para quien aquel 3 de septiembre debía haber sido una jornada más. Sin embargo, a las seis y cuatro de la tarde, cuando apenas llevaba 19 viajes, el vagón se soltó del cable y él no pudo evitar que descarrilara en la única curva del trayecto.

Su compañero recuerda ahora que aquel día André, al entrar a trabajar, volvió a comentar el «pésimo» estado del funicular. «El raíl parece un cuchillo», fueron sus palabras, refiriéndose a la situación de las vías. Tras el accidente, los compañeros que han decidido denunciar los hechos confiesan sentir una mezcla de «rabia y ansiedad», porque podía haber sido cualquiera de ellos.
«Sabíamos que algo iba a suceder, porque el funicular ya descarriló en 2018», explica el trabajador de Carris. «Los raíles estaban tan finos que parecían cuchillos». Entonces, el vagón se salió del carril, pero el cable aguantó y evitó la tragedia. Esta vez, el cable no resistió y se soltó de la fijación, según el informe preliminar de la investigación en curso. «Nunca pensé que el cable pudiera romperse, porque en las formaciones siempre nos decían que tenía capacidad para soportar los dos vagones», cuenta el conductor.
En esas formaciones, algunos compañeros, que sabían que los frenos manuales llevaban años desactivados, preguntaron qué ocurriría si fallaba el cable. «Respondían que era una pregunta tonta, porque eso nunca iba a suceder».
Tras el accidente, Main, la empresa responsable del mantenimiento divulgó un documento en el que afirmaba que ese mismo día se había realizado una inspección de treinta minutos en la que se comprobaron nueve parámetros, entre ellos el estado del cable. Sin embargo, un antiguo trabajador –que abandonó la empresa en febrero, cansado de advertir que no se estaban haciendo bien las cosas– denuncia ahora que la mayoría de las veces las inspecciones eran «de boca». «Preguntaban si todo estaba en orden y lo firmaban en el papel; lo importante era que los funiculares siguieran en funcionamiento», asegura.
Desde la empresa se emitió otro documento en el que se afirma que el 1 de septiembre, dos días antes del accidente, se llevó a cabo una inspección en el foso. La TVI denuncia que esa revisión no pudo realizarse porque los funiculares estuvieron siempre en funcionamiento y porque el técnico que firma el documento tiene problemas de salud que le impiden bajar al foso.
Este miércoles, la Policía Judicial portuguesa se desplazó a la Calçada da Glória para retirar el cable, custodiado desde el accidente y que forma parte de la investigación para determinar las causas reales. El Elevador da Glória era una de las atracciones turísticas más emblemáticas de Lisboa: con 140 años de historia, transportaba más de tres millones de pasajeros al año, la mayoría turistas.
Desde Carris, el mismo día del siniestro, su presidente, Pedro de Bogas Brito, aseguró que los procesos de seguridad siempre se habían «cumplido escrupulosamente». En un comunicado se subrayaba que «nunca se habían presentado quejas relativas a los elevadores, ni existía denuncia alguna por falta o deficiente mantenimiento de los equipos por parte de los trabajadores».
Por su parte, el alcalde de Lisboa, Carlos Moedas, defendió que en los últimos años se había incrementado el presupuesto destinado a Carris para reforzar la seguridad. En agosto de este año, el concurso para el mantenimiento quedó desierto porque todas las empresas presentaron propuestas superiores al valor base de Carris. Finalmente, la empresa municipal firmó un contrato de ajuste directo con la misma compañía que se encarga del mantenimiento de los funiculares desde 2022.
No es la primera vez que los conductores de Carris se quejan del deterioro de los equipos. «Nuestro asiento está flojo y cuando se funden las bombillas, no las cambian. Si fallan en lo básico, ¿qué pasará con lo importante, como el cable?», lamenta el conductor que denunciar.
Todos los funiculares de Lisboa, así como el de Nazaré, permanecen cerrados. «El Elevador do Lavra funciona igual que el da Glória, así que yo no pongo ahí los pies por nada», concluye el conductor. En la Calçada da Glória, que conecta la plaza de los Restauradores con el Bairro Alto, donde antes se alzaba un vagón, ahora solo quedan flores en memoria de las dieciséis personas que perdieron la vida en el accidente.

¿Se pueden calificar las operaciones de Israel en Gaza de genocidio?

Calificar las operaciones militares de Israel en Gaza de ‘genocidio’ se ha convertido en una de las cuestiones más envenenadas en la opinión pública occidental, a raíz de las protestas internacionales y de la indefinición del Gobierno de Netanyahu sobre cuándo terminará la guerra. … La izquierda –la europea, porque la norteamericana está condicionada por la minoría judía, que vota demócrata– ha dictado sentencia. Israel está llevando a cabo un «genocidio sin paliativos» de la población palestina en la Franja, y cualquiera que se oponga a ese juicio debe ser calificado de ‘fascista’.
Su causa se vio esta semana alentada por las conclusiones de la Comisión Independiente de Investigación de la ONU. El informe se apoya en la definición de genocidio adoptada por la Convención de Naciones Unidas de 1948, donde aparecen tres factores clave: la matanza parcial o total de un grupo étnico, nacional o religioso; la imposición de condiciones extremas que lleven a ese fin, como la hambruna y el control de la natalidad; o el traslado forzoso de una población con el fin de dispersarla y ocupar su territorio.
En el caso de la operación de Israel contra la franja de Gaza, que va a cumplir dos años, el diagnóstico de ‘genocidio’ de la Comisión no está tan claro cuando el propio secretario general de la ONU, António Guterres, evita pronunciarse y se remite a una eventual decisión del Tribunal Penal Internacional (TPI), con sede en La Haya. Un pase de balón que tiene trampa, porque el TPI no ha juzgado hasta ahora Estados sino individuos; y porque varias potencias mundiales no reconocen su jurisdicción, entre otras Estados Unidos, Israel, Rusia y China.

A diferencia de los grandes genocidios del siglo XX reconocidos por el consenso de los historiadores, como el armenio, el de los tutsi en Ruanda y sobre todo el de los judíos a manos de los nazis, la matanza de civiles que se está llevando a cabo en Gaza admite matices y debate.

Venganza desproporcionada

A favor del calificativo de ‘genocidio’ se imponen las cifras. Israel no aporta datos, pero –con todas las prevenciones del caso– los que dan las fuentes de Hamás y reproducen los medios afines, como la cadena ‘Al Yazira’, son estremecedores. Un exjefe del Ejército israelí declaró esta semana a la ‘CNN’ que el número de víctimas, entre muertos y heridos, alcanza al 10% de la población de la franja de Gaza, calculada en poco más de dos millones de palestinos. La última cifra de ‘Al Yazira’ informa de 65.000 muertos (de ellos muchos miles de militantes de Hamás, el resto civiles) y 165.000 heridos.
Se trata, sin duda, de una venganza desproporcionada dictada por el Gobierno ultranacionalista de Benjamin Netanyahu. El 7 de Octubre de 2023, Hamás asesinó en una jornada a alrededor de 1.200 israelíes, y capturó a más de dos centenares de rehenes, que se llevó consigo a la Franja. La orden de represalia tenía y sigue teniendo un solo hilo conductor: matar y destruir todo vestigio de Hamás en Gaza, un territorio más pequeño que el municipio de Madrid. El objetivo, indeterminado y utópico para ciertos sectores del propio Ejército hebreo, podría alentar un propósito político genocida por parte de los más duros del Gobierno: limpiar Gaza de palestinos y repoblarla con colonos judíos.

Acabar con Hamás

En contra de los argumentos de ‘genocidio’ se alzan otros que limitan las operaciones a la categoría de ‘matanza’. Además de que su origen fue netamente racista –los yihadistas palestinos querían matar en poco tiempo al mayor número posible de judíos– no hay que perder de vista que el objetivo de la operación es acabar con un movimiento terrorista, que además utiliza como escudos humanos a los civiles y por eso estos años no dudó en esconderse en escuelas y hospitales.
En segundo lugar, las cifras de víctimas civiles son muy elevadas, pero el Ejército israelí no ha dejado de minimizarlas con sus movimientos constantes de refugiados antes de cada gran operación. En tercer lugar, la hambruna que se ha generado estos últimos meses tras la prohibición de operar a las oenegés internacionales apunta también a una realidad previa: antes, los operativos de Hamás secuestraban la ayuda para redistribuirla y mantener el control político de la Franja.
En el debate occidental sobre el carácter genocida o no de la guerra en Gaza también suele omitirse el que lleva a cabo la propia sociedad civil israelí. Y no solo los familiares de los rehenes, que son los más activos en la petición de un acuerdo con entrega de los últimos aún con vida y de los cuerpos de los que han muerto.
No es fácil establecer estadísticas, pero aproximadamente la mitad de los electores israelíes se oponen a la guerra y son anti-Netanyahu. No son en cambio antisionistas –habrían emigrado– y mucho menos antisemitas. Las campañas y protestas de la izquierda occidental caen, en cambio, fácilmente en los eslóganes antisionistas y antisemitas, en una mezcolanza disparatada de conceptos. Los gritos a favor de la ‘destrucción del Estado de Israel’, o de la ‘globalización de la intifada’, son buen botón de muestra.