Tras concluir los actos oficiales de la entrega del premio Nobel de la Paz, el ritmo de todos baja un poco. El vestíbulo del Grand Hotel comienza a vaciarse, y la prensa a desaparecer después de unos días muy intensos, presididos por la incertidumbre sobre … la presencia de María Corina Machado en Oslo. Pero llegó.
Los abrazos fueron «interminables», asegura Corina Parisca, la madre de la galardonada sobre cómo fue el reencuentro tras tanto tiempo. Parisca llevaba desde el pasado mes de mayo sin ver a Machado, y los hijos dos años. «El primer día la vi muy cansada, ya al día siguiente se estaba recuperando. Han sido muchos meses de soledad», declara a ABC, en referencia a los 16 meses en los que Machado estuvo viviendo en la clandestinidad para evitar ser detenida por el régimen de Maduro, cuya Fiscalía ha abierto varias causas contra ella y que la amenazó con declararla «prófuga» si abandonaba Venezuela.
En ese tiempo de aislamiento, la líder opositora ha tenido que acostumbrarse a autogestionarse en todas las facetas de su vida, incluso las más prosaicas: «Mami, aprendiendo a hacer cosas que nunca había hecho, como lavar, planchar, cocinar… No tengo a nadie», le contaba Machado a su madre tras reunirse con ella y el resto de la familia la madrugada del pasado miércoles, cuando logró aterrizar en Oslo, tras un periplo de película para salir de Venezuela. «Pero he aprendido a apreciar la soledad», también le dijo a su madre.
Igual de emocionante fue el encuentro con su hija Ana Corina Sosa, quien recogió el premio en su nombre debido a su ausencia. «La vi con la frente en alto, pero también vi a una mamá que sentía el anhelo de reunirse con su familia, de abrazarla», explica a preguntas de ABC en un encuentro con varios medios.
Sobre su arriesgada salida de Venezuela, Ana Corina Sosa relató que «fue un trayecto muy duro, y espero que el mundo también se dé cuenta de la crueldad de este régimen criminal, que persigue y asesina».
De hecho, Ana Corina Sosa llegó a temer la muerte de su madre en su odisea desde Venezuela hasta Noruega. «Fue un momento de grandes riesgos donde no sabíamos si ella iba a llegar viva, si iba a llegar normal y eso es muy real», recordó. Además, aprovechó para denunciar que «eso lo viven hoy cientos de familias venezolanas. Hoy tenemos 887 presos políticos que están siendo torturados y no se les da atención médica. Eso lo vivió mi mamá también».
Por todas estas penalidades y abusos, la hija de la Nobel de la Paz pidió «al mundo entero que nos escuchen, que no se trata solo de librar a un pueblo, sino que es algo de urgencia porque vivimos una crisis humanitaria y necesitamos apoyo».
Encuentro con los Reyes de Noruega
Mientras su madre y su hija hablan con algunos medios, María Corina Machado no está muy lejos. Tras reunirse por la mañana a puerta cerrada con los Reyes de Noruega, Harald V y Sonia, y con el Príncipe heredero Haakon, en el Palacio Real de Oslo, la podemos ver en el bar del Grand Hotel, hablando con el presidente electo de Venezuela, Edmundo González, y quizá compartiendo planes de trabajo tras muchos meses de tener que trabajar en la distancia. A ellos se les une el expresidente colombiano Iván Duque, un gran defensor de la lucha de Machado y acérrimo crítico del régimen de Maduro. Duque también ha viajado a Oslo para acompañar a la líder opositora a recoger su galardón, ceremonia a la que ella no pudo llegar a tiempo.
Minutos después, la galardonada se reúne con miembros de su equipo en otro lugar del vestíbulo, donde comparten abrazos –que tanto necesitaba Machado– y selfis, que las afortunadas muestran con orgullo como si se tratara de una joya. Machado para muchos ha pasado de ser una líder a un icono.
En el bar del Grand Hotel se ve a Machado y a Edmundo González charlando, a los que se une durante unos minutos el expresidente colombiano Iván Duque
Antes de comer, la galardonada también comparte algo de su tiempo con un reducido grupo de medios extranjeros, ante los que insiste en no revelar ningún dato sobre la operación de extracción que le ha permitido estar en Oslo. Machado, que sí ha confirmado que contó con ayuda de EE.UU. para salir, se muestra categórica sobre este asunto.
Mientras tanto, en el vestíbulo del hotel se escucha el trasiego de clientes que llegan y otros que ya se van, y algo de acento venezolano, el de los más rezagados que todavía no se han ido.
Machado sigue moviéndose por el vestíbulo de abrazo en abrazo, siempre con una sonrisa, de selfi en selfi. Se reúne con su familia y su equipo para comer. Nadie le molesta. La seguridad existe, pero es discreta. En el momento de abandonar el restaurante se escucha un tímido aplauso, que rápidamente es acompañado. Son los comensales de las otras mesas, y los huéspedes del hotel que la reconocen. Y ella, de un extraordinario carisma, sonríe con timidez y agradece el gesto. El fenómeno María Corina Machado es hoy más universal que nunca.