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Trump tiende la mano a Argentina y se la niega a Brasil

Javier Milei vivió la semana pasada un momento de euforia por los halagos que le hizo Donald Trumpdurante su visita a Estados Unidos. Trump recibió al «muy respetado presidente» como «un líder verdaderamente fantástico y poderoso para el gran pueblo de la … Argentina» que está «avanzando en todos los niveles a una velocidad récord». Y le despidió con la promesa de entrega de un crédito de unos 20.000 millones de dólares, que Milei estuvo negociando con el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent.
Esa ayuda, en la forma de intercambio de monedas pero que también puede ir acompañada de la compra de bonos de deuda argentina, la necesita Milei para apuntalar una situación financiera crítica: la buena evolución de la economía de su país muestra riesgos de comenzar a descarrilarse. A Milei le urge convencer a los ciudadanos de que sigue teniendo la habilidad para ir recuperando el poder adquisitivo de todos, porque se juega mucho en las elecciones legislativas del 26 de octubre. El varapalo electoral que sufrió a comienzos de mes en la provincia de Buenos Aires fue un aviso sobre el posible resurgimiento de la oposición peronista.
El premio a Milei contrasta con el castigo que Trump está aplicando a Lula da Silva. Washington ha reservado a Brasil unos aranceles del 50% a sus productos, los más altos tras los aplicados a China y mayores, por su extensión, que los dirigidos a India, y eso que Estados Unidos tiene un largo superávit comercial con la primera economía sudamericana. Sin poder aludir, por tanto, a la conveniencia de superar un déficit que existe en el caso de otros países, Trump ha justificado su decisión como reacción al juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro.

Ciertamente, en su oposición a Lula y en su abrazo a Milei hay una motivación ideológica: Trump preferiría el regreso al poder de la derecha en Brasil en las presidenciales del próximo año (aunque con los impopulares aranceles le está dando alas electorales a Lula, quien se ha crecido y ha anunciado su candidatura a la reelección) y querría el permanente hundimiento del peronismo en Argentina.
Pero en esto hay además una motivación geopolítica. El progresivo acercamiento de Brasil a China y su protagonismo en el seno de los BRICS, esforzándose por convertir esta alianza de países en alternativa a un bloque liderado por Estados Unidos –incluso intentando reducir el papel del dólar en las transacciones mundiales–, sitúa a Brasilia en directa confrontación con Washington, especialmente sensible a toda ganancia estratégica de Pekín. La cuestión es que cuanto más aprieta Trump a Brasil, más lo empuja a tener que apoyarse en China.
Aquí viene un especial interés por Argentina para la Casa Blanca. Históricamente, Estados Unidos ha tenido a Brasil como un aliado en Sudamérica (en ciertos momentos, como su ‘delegado’ en la subregión, como durante la Guerra Fría), pero lo ha visto con desconfianza de fondo (por el carácter continental del país y sus aspiraciones nacionales propias) y cuando ha habido tirantez ha buscado el contrapeso de Argentina. Ese es el valor geopolítico sustancial del país austral para Washington: ser usado para aplacar a Brasil si EE.UU. percibe a este como amenaza. Aunque haya desequilibrio en sus magnitudes, Argentina es el único país vecino, por su tamaño, que puede plantar cara a Brasil, y solo lo puede hacer de modo efectivo con una ayuda exterior como la de Estados Unidos.
De ahí que, ante la mayor sintonía Brasilia-Pekín, Trump esté dispuesto a emplear fondos del Tesoro para rescatar a Milei. Si en las elecciones de octubre de 2026 pierde Lula, el apoyo al libertario ya no será necesario.

Publicado: septiembre 29, 2025, 8:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/trump-tiende-mano-argentina-niega-brasil-20250929020548-nt.html

Javier Milei vivió la semana pasada un momento de euforia por los halagos que le hizo Donald Trumpdurante su visita a Estados Unidos. Trump recibió al «muy respetado presidente» como «un líder verdaderamente fantástico y poderoso para el gran pueblo de la Argentina» que está «avanzando en todos los niveles a una velocidad récord». Y le despidió con la promesa de entrega de un crédito de unos 20.000 millones de dólares, que Milei estuvo negociando con el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent.

Esa ayuda, en la forma de intercambio de monedas pero que también puede ir acompañada de la compra de bonos de deuda argentina, la necesita Milei para apuntalar una situación financiera crítica: la buena evolución de la economía de su país muestra riesgos de comenzar a descarrilarse. A Milei le urge convencer a los ciudadanos de que sigue teniendo la habilidad para ir recuperando el poder adquisitivo de todos, porque se juega mucho en las elecciones legislativas del 26 de octubre. El varapalo electoral que sufrió a comienzos de mes en la provincia de Buenos Aires fue un aviso sobre el posible resurgimiento de la oposición peronista.

El premio a Milei contrasta con el castigo que Trump está aplicando a Lula da Silva. Washington ha reservado a Brasil unos aranceles del 50% a sus productos, los más altos tras los aplicados a China y mayores, por su extensión, que los dirigidos a India, y eso que Estados Unidos tiene un largo superávit comercial con la primera economía sudamericana. Sin poder aludir, por tanto, a la conveniencia de superar un déficit que existe en el caso de otros países, Trump ha justificado su decisión como reacción al juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro.

Ciertamente, en su oposición a Lula y en su abrazo a Milei hay una motivación ideológica: Trump preferiría el regreso al poder de la derecha en Brasil en las presidenciales del próximo año (aunque con los impopulares aranceles le está dando alas electorales a Lula, quien se ha crecido y ha anunciado su candidatura a la reelección) y querría el permanente hundimiento del peronismo en Argentina.

Pero en esto hay además una motivación geopolítica. El progresivo acercamiento de Brasil a China y su protagonismo en el seno de los BRICS, esforzándose por convertir esta alianza de países en alternativa a un bloque liderado por Estados Unidos –incluso intentando reducir el papel del dólar en las transacciones mundiales–, sitúa a Brasilia en directa confrontación con Washington, especialmente sensible a toda ganancia estratégica de Pekín. La cuestión es que cuanto más aprieta Trump a Brasil, más lo empuja a tener que apoyarse en China.

Aquí viene un especial interés por Argentina para la Casa Blanca. Históricamente, Estados Unidos ha tenido a Brasil como un aliado en Sudamérica (en ciertos momentos, como su ‘delegado’ en la subregión, como durante la Guerra Fría), pero lo ha visto con desconfianza de fondo (por el carácter continental del país y sus aspiraciones nacionales propias) y cuando ha habido tirantez ha buscado el contrapeso de Argentina. Ese es el valor geopolítico sustancial del país austral para Washington: ser usado para aplacar a Brasil si EE.UU. percibe a este como amenaza. Aunque haya desequilibrio en sus magnitudes, Argentina es el único país vecino, por su tamaño, que puede plantar cara a Brasil, y solo lo puede hacer de modo efectivo con una ayuda exterior como la de Estados Unidos.

De ahí que, ante la mayor sintonía Brasilia-Pekín, Trump esté dispuesto a emplear fondos del Tesoro para rescatar a Milei. Si en las elecciones de octubre de 2026 pierde Lula, el apoyo al libertario ya no será necesario.

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