Publicado: octubre 13, 2025, 8:45 am
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Donald Trump proclamó ante la Knéset este lunes que «Israel ha ganado» y que, tras años de conflicto, «el amanecer de un nuevo Oriente Próximo» se encuentra al alcance de la mano. Su discurso en el legislativo israelí en Jerusalén fue un acto político … y simbólico: la declaración del fin de la guerra de Gaza y el anuncio de lo que él entiende como una nueva etapa diplomática liderada con él al frente de Estados Unidos.
Claramente confía el presidente Trump en que con sus métodos heterodoxos puede alcanzar ese objetivo hasta ahora imposible: paz en Oriente Próximo.
Afirmó que «hoy termina una era de sangre, destrucción y ruina» y que «las fuerzas del terror han sido derrotadas». Insistió en que los pueblos de Oriente Próximo «deben ser socios, no enemigos». Su intención, proclamó, es atraerse a nuevas naciones árabes a que reconozcan diplomáticamente al Estado judío.
Saltándose el guion, durante su intervención, se dirigió directamente al presidente israelí, Isaac Herzog, para pedirle que conceda un indulto a Benjamin Netanyahu, investigado por corrupción. Lo hizo tras elogiar al primer ministro por «haber guiado a Israel en su hora más difícil» y por tener «el coraje de detener la guerra cuando todos querían seguir combatiendo». Herzog miraba con incomodidad mientras los socios del primer ministro aplaudían.
«Puros y champán, ¿a quién le importa?», dijo Trump. Se refería a testimonios de que Netanyahu y su mujer, Sara, recibieron esos regalos como parte de la trama corrupta.
Trump habló ante un hemiciclo expectante, que le interrumpía con vítores y aplausos. Netanyahu, sentado en primera fila, asintió constantemente mientras el presidente estadounidense lo describía como «un patriota valiente, un hombre difícil, pero con la grandeza necesaria para decir: hemos ganado».
Fue un gesto calculado por la Casa Blanca: el reconocimiento público de la victoria israelí en boca del aliado más poderoso del país. Dijo que «hace falta mucho valor para detener la guerra cuando se puede seguir ganando», lo que provocó una ovación incluso entre la oposición.
En ese lugar, cuando los rehenes israelíes estaban recién liberados por Hamás, Trump felicitó a Netanyahu por haber aceptado el alto el fuego. Aseguró que «le hizo falta mucho coraje» y relató parte de la conversación que mantuvo con él. «Le dije: ‘Bibi, vas a ser recordado por esto mucho más que si hubieras seguido, seguido, seguido, matar, matar, matar’», contó, provocando murmullos en la sala y aplausos desde las bancadas del Likud.
El presidente vinculó la paz en Gaza con las decisiones militares que tomó en junio, cuando ordenó la destrucción de las tres principales instalaciones nucleares iraníes. Aseguró que «si no hubiéramos hecho eso, este acuerdo nunca habría sido posible» y que ningún país árabe «habría presionado a Hamás sin saber que Irán estaba debilitado».
Describió aquella operación como «una nube que se disipó sobre el Oriente Próximo» y rechazó las predicciones de que Teherán reanude su programa nuclear. En sus palabras, «lo último que quieren hacer es volver a excavar túneles en montañas que acaban de volar por los aires».
Y así, en una parte crucial del discurso, Trump planteó la posibilidad de un acuerdo de paz con Irán. Dijo: «¿Saben lo que sería estupendo? Si pudiéramos firmar la paz con ellos. ¿Les gustaría eso? Creo que quieren hacerlo. Creo que están cansados». La idea, lanzada en tono casi improvisado, causó sorpresa entre los diputados, que reaccionaron con cautela.
Trump también se refirió al acuerdo nuclear de 2015 firmado por Barack Obama, al que calificó como «un pacto desastroso». Según dijo, aquel tratado permitió al régimen iraní enriquecerse y ampliar su influencia regional. «Fue el peor trato en la historia de Estados Unidos», aseguró. «Les dimos dinero, legitimidad y tiempo. Y ellos respondieron con terrorismo, misiles y amenazas».
Elogió a Netanyahu por haberse opuesto entonces al acuerdo y recordó su intervención en el Congreso estadounidense: «Bibi estaba como si le hablara a una pared». Para Trump, «ese acuerdo debía morir, y murió», y declaró que «esos años de debilidad quedaron atrás».
En tono desafiante, defendió que su administración «restauró la credibilidad» de Estados Unidos en Oriente Próximo. Añadió que «si no hubiéramos destruido las instalaciones nucleares iraníes, nada de esto habría sido posible» y que ningún líder árabe «se habría atrevido a presionar a Hamás sabiendo que Irán seguía operando en la sombra».
En su estilo habitual, se apartó de nuevo del guion. Alabó a su enviado especial, Steve Witkoff, al que describió como «un Henry Kissinger que no filtra», y habló de Jared Kushner, «el arquitecto de los Acuerdos de Abraham», e Ivanka Trump, «que ama profundamente a Israel». Elogió al secretario de Estado, Marco Rubio, de quien dijo que pasará a la historia como «el mejor en la historia de Estados Unidos», y al secretario de Defensa, Pete Hegseth, explicando entre risas por qué decidió cambiar su título a «secretario de Guerra»: «Suena mejor, más fuerte».
El discurso fue interrumpido cuando dos diputados árabes-israelíes mostraron pancartas con el mensaje «Reconozcan Palestina». Los guardias los retiraron del recinto. Trump observó en silencio y, tras unos segundos, comentó: «Eso fue muy eficiente». La frase desató una mezcla de aplausos y risas. Uno de los expulsados, Ayman Odeh, escribió después que las palabras de Trump no absolverán a Netanyahu «de los crímenes contra la humanidad cometidos en Gaza» y añadió que «hay dos pueblos aquí, y ninguno de ellos se irá».
Trump retomó su mensaje en tono solemne. Prometió que Gaza será desmilitarizada y administrada bajo supervisión internacional. Anunció que su Gobierno trabaja para que nuevos países árabes reconozcan a Israel «en las próximas semanas», como parte de una ampliación de los Acuerdos de Abraham. Dijo que Washington mantendrá la tutela del proceso, porque «queremos un Oriente Próximo estable, con cooperación económica y respeto mutuo. Ya no es tiempo de destruir, sino de construir».
El presidente insistió en que la paz debe basarse en la fuerza y en la determinación. Aseguró que «hemos devuelto la seguridad a Israel, y eso cambia todo el equilibrio». Cerró con una declaración de tono casi bíblico: «Después de tantos años de guerra y sufrimiento, la aurora de un nuevo Oriente Próximo está ante nosotros».
El discurso, de más de una hora, dejó clara su intención de consolidarse como artífice de la paz y garante de la seguridad israelí, implicado en el conflicto y su resolución en los años venideros. Fue también una demostración política de fuerza, pronunciada poco antes de su viaje a Egipto, donde lo esperaban los líderes mundiales convocados para la firma del plan de paz.