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Trump empuja a Irán a la mesa de negociación nuclear bajo la amenaza de una acción militar

Dos enemigos irreconciliables se encuentran este sábado en Omán. EE.UU. e Irán arrancan en el país de Oriente Próximo unas negociaciones de gran calado en un momento de alta volatilidad, con el fondo del avance del programa nuclear de la República Islámica y … la amenaza de Donald Trump de atacar al país enemigo para evitar que desarrolle armas nucleares.
Las ambiciones de cada lado son simples. Washington exige que Irán ponga fin a su programa, al que acusa de tener el objetivo de conseguir armas nucleares. Teherán busca lo contrario: mantener sus instalaciones de enriquecimiento de uranio, que asegura que utiliza solo con objetivos pacíficos, como la producción de energía y la investigación. Las posiciones están tan alejadas que ni siquiera están de acuerdo en cómo definir el primer contacto. La Administración Trump lo ha calificado de «conversaciones directas». El régimen del ayatolá Alí Jamenei las tilda de «indirectas», con las dos delegaciones en salas separadas y con emisarios de Omán yendo de una a otra enviando los mensajes.
En la víspera, la portavoz de Trump, Karoline Leavitt, insistió en que «el objetivo final es garantizar que Irán nunca tendrá un arma nuclear. El presidente cree en la diplomacia, en las conversaciones directas en la misma sala, para conseguir ese objetivo. Pero también ha dejado muy claro que tanto a los iraníes como a su propio equipo de seguridad nacional que todas las opciones están encima de la mesa y que Irán debe tomar una decisión. Puede aceptar las demandas del presidente Trump o lo pagará con el infierno».

Irán siempre ha mantenido una reticencia obstinada a negociar de forma directa con EE.UU., bajo un régimen que todavía promueve los lemas de ‘Muerte a América’ y a favor de la destrucción de Israel, el gran aliado regional de Washington.
El contexto, sin embargo, ha cambiado en los últimos meses y ha colocado a Irán en una situación de mayor debilidad que le ha llevado a la mesa de negociación. Las sanciones económicas de EE.UU. y de otros países occidentales tienen al país asfixiado, entre la devaluación de su moneda, los cortes de electricidad y de agua y la creciente tensión o problemas de abastecimiento. La escalada bélica con Israel del año pasado, en medio de las turbulencias por la guerra en Gaza y en Líbano, acabó en fracaso para Teherán. Sus grupos afiliados en toda la región -Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, entre otros- viven un momento de debilidad. Teherán también ha perdido un aliado en la región, con la caída del régimen de Basha al Asad hace unos meses.

Puertas abiertas

A esta situación se suma la nueva irrupción de Trump y su intención de apretar a Irán a fondo para meter en cintura su programa nuclear. Fue él quien, por sorpresa, dio el primer paso de abrir el proceso de negociación: envió una carta al Gobierno de Teherán en la que urgían a que empezaran las conversaciones. Todavía para mayor sorpresa, la respuesta desde Irán fue positiva. «La República Islámica no ha cerrado todas las puertas y está dispuesta a empezar negociaciones indirectas con EE.UU.», dijo Kamal Kharazi, el principal asesor en polĺitica exterior del ayatolá Jamenei.
Los movimientos de Trump con Rusia y China también han tenido efectos en la decisión iraní. El presidente de EE.UU. ha entablado una relación transaccional alrededor del final de la guerra en Ucrania que amenaza con trastocar la relación de Irán con un socio prioritario. Y la Administración Trump ha impuesto sanciones a las importaciones del petróleo de Irán, lo que ahoga todavía más a Teherán.
Otros dos elementos están acelerando el escenario. Por un lado, la conclusión establecida por las agencias de inteligencia occidentales de que Irán está desarrollando armas nucleares, con suficiente uranio enriquecido como para fabricar seis bombas. Si es necesario, podría tener uranio de una pureza para un programa nuclear militar en semanas y podría desarrollar una bomba en meses o un año. Al mismo tiempo, el sistema de control del programa y de alivio de sanciones desarrollado por la ONU expira el 18 de octubre.
Trump quiere que la posibilidad de un acuerdo se dilucide pronto. «No estoy pidiendo mucho, simplemente no pueden disponer de armas nucleares», dijo esta semana desde la Casa Blanca y amenazó que «sin duda» aprobaría un ataque a Irán «si fuera necesario». La amenaza que para el régimen iraní supondría un doble frente -escalada militar con EE.UU. y, previsiblemente, Israel y descontento interno por la asfixia económica- es algo que ha podido engrasar la negociación.

Delimitar los contornos de la negociación

Las conversaciones en Omán podrían abrir un nuevo capítulo en la relación de Irán con Occidente, su mayor cambio desde la adopción en 2015 del acuerdo nuclear que Teherán negoció con el EE.UU. de Barack Obama, el resto de potencia nucleares -Rusia, China, Francia, Reino Unido- y Alemania. En él, Irán se comprometía a limitar su programa nuclear y a someterlo a supervisión internacional a cambio del alivio en las sanciones económicas. Muchos en EE.UU. y en Israel siempre defendieron que Irán incumplía el acuerdo y trabajaba para conseguir la ansiada arma nuclear.
Tras llegar a la Casa Blanca en 2017, Trump sacó a EE.UU. del acuerdo y devolvió las sanciones a Irán. En un episodio que todavía enfurece a Teherán, Trump ordenó la operación militar que acabó con la vida de Qasem Soleimani, uno de los líderes de la Guardia Revolucionaria y considerado el segundo hombre más poderoso del país, después del ayatolá.
Las posibilidades del acuerdo son inciertas. Por parte de EE.UU., acude Steve Witkoff, el negociador que Trump empleó para conseguir la tregua en Gaza, para la liberación de prisioneros en EE.UU. y para las conversaciones de paz con Rusia y Ucrania. Del lado iraní, Abbas Araghchi, su ministro de Exteriores. Desde Irán se desliza que están dispuestos a conversar sobre reducción de niveles de enriquecimiento y supervisión, pero cualquier eliminación del programa nuclear en su totalidad es inaceptable. De momento, los objetivos para este fin de semana son mucho más modestos: delimitar los contornos de la negociación.

Publicado: abril 11, 2025, 10:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/trump-empuja-iran-mesa-negociacion-nuclear-bajo-20250412205816-nt.html

Dos enemigos irreconciliables se encuentran este sábado en Omán. EE.UU. e Irán arrancan en el país de Oriente Próximo unas negociaciones de gran calado en un momento de alta volatilidad, con el fondo del avance del programa nuclear de la República Islámica y la amenaza de Donald Trump de atacar al país enemigo para evitar que desarrolle armas nucleares.

Las ambiciones de cada lado son simples. Washington exige que Irán ponga fin a su programa, al que acusa de tener el objetivo de conseguir armas nucleares. Teherán busca lo contrario: mantener sus instalaciones de enriquecimiento de uranio, que asegura que utiliza solo con objetivos pacíficos, como la producción de energía y la investigación. Las posiciones están tan alejadas que ni siquiera están de acuerdo en cómo definir el primer contacto. La Administración Trump lo ha calificado de «conversaciones directas». El régimen del ayatolá Alí Jamenei las tilda de «indirectas», con las dos delegaciones en salas separadas y con emisarios de Omán yendo de una a otra enviando los mensajes.

En la víspera, la portavoz de Trump, Karoline Leavitt, insistió en que «el objetivo final es garantizar que Irán nunca tendrá un arma nuclear. El presidente cree en la diplomacia, en las conversaciones directas en la misma sala, para conseguir ese objetivo. Pero también ha dejado muy claro que tanto a los iraníes como a su propio equipo de seguridad nacional que todas las opciones están encima de la mesa y que Irán debe tomar una decisión. Puede aceptar las demandas del presidente Trump o lo pagará con el infierno».

Irán siempre ha mantenido una reticencia obstinada a negociar de forma directa con EE.UU., bajo un régimen que todavía promueve los lemas de ‘Muerte a América’ y a favor de la destrucción de Israel, el gran aliado regional de Washington.

El contexto, sin embargo, ha cambiado en los últimos meses y ha colocado a Irán en una situación de mayor debilidad que le ha llevado a la mesa de negociación. Las sanciones económicas de EE.UU. y de otros países occidentales tienen al país asfixiado, entre la devaluación de su moneda, los cortes de electricidad y de agua y la creciente tensión o problemas de abastecimiento. La escalada bélica con Israel del año pasado, en medio de las turbulencias por la guerra en Gaza y en Líbano, acabó en fracaso para Teherán. Sus grupos afiliados en toda la región -Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, entre otros- viven un momento de debilidad. Teherán también ha perdido un aliado en la región, con la caída del régimen de Basha al Asad hace unos meses.

Puertas abiertas

A esta situación se suma la nueva irrupción de Trump y su intención de apretar a Irán a fondo para meter en cintura su programa nuclear. Fue él quien, por sorpresa, dio el primer paso de abrir el proceso de negociación: envió una carta al Gobierno de Teherán en la que urgían a que empezaran las conversaciones. Todavía para mayor sorpresa, la respuesta desde Irán fue positiva. «La República Islámica no ha cerrado todas las puertas y está dispuesta a empezar negociaciones indirectas con EE.UU.», dijo Kamal Kharazi, el principal asesor en polĺitica exterior del ayatolá Jamenei.

Los movimientos de Trump con Rusia y China también han tenido efectos en la decisión iraní. El presidente de EE.UU. ha entablado una relación transaccional alrededor del final de la guerra en Ucrania que amenaza con trastocar la relación de Irán con un socio prioritario. Y la Administración Trump ha impuesto sanciones a las importaciones del petróleo de Irán, lo que ahoga todavía más a Teherán.

Otros dos elementos están acelerando el escenario. Por un lado, la conclusión establecida por las agencias de inteligencia occidentales de que Irán está desarrollando armas nucleares, con suficiente uranio enriquecido como para fabricar seis bombas. Si es necesario, podría tener uranio de una pureza para un programa nuclear militar en semanas y podría desarrollar una bomba en meses o un año. Al mismo tiempo, el sistema de control del programa y de alivio de sanciones desarrollado por la ONU expira el 18 de octubre.

Trump quiere que la posibilidad de un acuerdo se dilucide pronto. «No estoy pidiendo mucho, simplemente no pueden disponer de armas nucleares», dijo esta semana desde la Casa Blanca y amenazó que «sin duda» aprobaría un ataque a Irán «si fuera necesario». La amenaza que para el régimen iraní supondría un doble frente -escalada militar con EE.UU. y, previsiblemente, Israel y descontento interno por la asfixia económica- es algo que ha podido engrasar la negociación.

Delimitar los contornos de la negociación

Las conversaciones en Omán podrían abrir un nuevo capítulo en la relación de Irán con Occidente, su mayor cambio desde la adopción en 2015 del acuerdo nuclear que Teherán negoció con el EE.UU. de Barack Obama, el resto de potencia nucleares -Rusia, China, Francia, Reino Unido- y Alemania. En él, Irán se comprometía a limitar su programa nuclear y a someterlo a supervisión internacional a cambio del alivio en las sanciones económicas. Muchos en EE.UU. y en Israel siempre defendieron que Irán incumplía el acuerdo y trabajaba para conseguir la ansiada arma nuclear.

Tras llegar a la Casa Blanca en 2017, Trump sacó a EE.UU. del acuerdo y devolvió las sanciones a Irán. En un episodio que todavía enfurece a Teherán, Trump ordenó la operación militar que acabó con la vida de Qasem Soleimani, uno de los líderes de la Guardia Revolucionaria y considerado el segundo hombre más poderoso del país, después del ayatolá.

Las posibilidades del acuerdo son inciertas. Por parte de EE.UU., acude Steve Witkoff, el negociador que Trump empleó para conseguir la tregua en Gaza, para la liberación de prisioneros en EE.UU. y para las conversaciones de paz con Rusia y Ucrania. Del lado iraní, Abbas Araghchi, su ministro de Exteriores. Desde Irán se desliza que están dispuestos a conversar sobre reducción de niveles de enriquecimiento y supervisión, pero cualquier eliminación del programa nuclear en su totalidad es inaceptable. De momento, los objetivos para este fin de semana son mucho más modestos: delimitar los contornos de la negociación.

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