Vivir con TDAH es como nadar contracorriente. Si te lo diagnostican, sobre todo en la infancia, puede ser llevadero. Pero ser adulto y no tener ni idea de que se padece un trastorno del neurodesarrollo que provoca déficit de atención, impulsividad e hiperactividad es decir, ser neurodivergente, en una sociedad neurotípica puede provocar choques continuos, según explica Marta Iriarte, una barcelonesa con 59 años que no supo que tenía TDAH hasta hace dos años.