Con 58 años, José Antonio GarcÃa recibió el palo más gordo de su vida: supo que sus leves olvidos, su dificultad para encontrar algunas palabras y sus pequeñas desorientaciones se debÃan a que padece la enfermedad de alzhéimer. En aquel momento, tenÃa tres hijos en la treintena, la hipoteca aún por terminar de pagar y una madre de 85 años, con demencia senil, de la que era tutor judicial y cuidador. Pero, de la noche a la mañana, se quedó sin trabajo y perdió la mitad de sus ingresos.