Romper los estereotipos sobre la soledad: un problema que no solo afecta a los mayores - Colombia
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Romper los estereotipos sobre la soledad: un problema que no solo afecta a los mayores

Jimena tiene 20 años y vive en una pequeña población rural cercana a Madrid. Cumple el perfil de una joven que no tendría razones para sentirse sola: una familia que la cuida y quiere, estudia en una universidad relativamente cercana a su casa, trabaja cuidando … niños, tiene su propio dinero y hace deporte habitualmente. Nada falla, pero, aun así, se siente sola.
Como consecuencia, sufre dolencias dermatológicas importantes, desarreglos menstruales y ansiedad social.
Según el Barómetro de la Soledad No Deseada en España 2024 de la Fundación ONCE y Fundación AXA, sorprendentemente, son las jóvenes de entre 16 y 22 años de las poblaciones rurales las que se sienten más solas.
Para Laura Coll-Planas, profesora de Medicina BCN de Envejecimiento Saludable y co-coordinadora del Posgrado en Soledad, Relaciones y Vida Plena financiado por «La Fundación La Caixa», es preciso romper muchos estereotipos sobre la soledad: «primero, afecta más a los jóvenes y adolescentes, incluso a los niños, que a las personas mayores. Y, por otro lado, no es una pandemia (es un concepto de origen americano), no se contagia (al contrario, el trato social acaba con ella). Los símiles médicos en el lenguaje, como ‘erradicar’, no son adecuados».

Coll-Planas, que es actualmente una de las voces más importantes en la investigación sobre la soledad, sus efectos y posibles soluciones añade que la soledad no necesariamente debe combatirse ni neutralizarse, «sino comprenderse y abordarse de manera contextual, personalizada y humanizada, evitando su excesiva medicalización y apostando por soluciones sociales y comunitarias».
Habla incluso de medicalizar la soledad. «Desgraciadamente, se está creando incluso medicamentos específicos contra la soledad».
Coll-Planas explica que la soledad no deseada es una experiencia subjetiva que combina diversas emociones negativas, como angustia, rabia, decepción, tristeza, melancolía y nostalgia. Sin embargo, no tiene por qué ser permanente ni definirnos.
«Hablamos -dice- de la soledad muchas veces como si fuera ‘yo frente al espejo’. Esta soledad depende básicamente de mí, pero propongo también girar este espejo y decir que la soledad no es solamente yo, también es un fenómeno social. Es algo que depende de las relaciones con los otros, por lo tanto, debemos tener una mirada doble: no solo psicológica e introspectiva, sino también social, de lo que ocurre fuera de nosotros»
Explica Coll-Planas que la soledad se puede abordar desde distintas perspectivas, y cada una tiene un impacto único en nuestra vida emocional y social.

La soledad, aunque puede ser puntual o transitoria, se convierte en un desafío cuando es crónica

Uno de los tipos más comunes es la soledad emocional, que se refiere a la sensación de vacío que surge cuando, a pesar de tener relaciones con otras personas, estas no son lo suficientemente profundas ni satisfactorias. «La falta de vínculos significativos puede hacernos sentir desconectados, aunque estemos rodeados de gente», explica Coll-Planas.
Por otro lado, añade, está la soledad social, que está vinculada a la falta de pertenencia a un grupo o comunidad. «Incluso cuando estamos rodeados de personas, si no nos sentimos identificados con el grupo o no compartimos valores y experiencias comunes, podemos experimentar una desconexión social. Esta soledad refleja una necesidad humana profunda de sentir que formamos parte de algo más grande, de un colectivo que nos entienda y nos apoye».
Finalmente, dice, «existe la soledad existencial, que es más intrínseca a la naturaleza humana. Esta forma de soledad está relacionada con las grandes preguntas sobre la vida, la muerte y nuestra finitud. Se manifiesta cuando nos enfrentamos a la inmensidad de la naturaleza, a la incertidumbre de nuestra existencia o a los problemas del mundo que parecen desbordarnos como individuos. La soledad existencial es más introspectiva y se conecta con nuestra búsqueda de significado y propósito en la vida».

Impacto en la salud física y mental

La soledad no deseada se ha convertido en una de las principales amenazas para la salud pública, con consecuencias letales en muchos casos. Así, diversos estudios científicos han demostrado que la soledad está vinculada a una mayor tasa de mortalidad, enfermedades físicas y problemas de salud mental. En cuanto al impacto psicológico, cerca del 40% de las personas que sufren soledad no deseada padecen depresión o ansiedad.
Según el informe ‘El coste de la soledad no deseada en España’ del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES), la prevalencia de la soledad crónica o frecuente se estima en un 6,5% para personas de entre 30 y 59 años, un 4,4% para los menores de 30 años y un alarmante 11,5% para los mayores de 60 años. Además, un 7,3% de los afectados por la soledad la experimentan debido a la falta de apoyo familiar, mientras que el 10,5% se sienten solos tras dejar de convivir con otra persona.
La soledad también se manifiesta físicamente en diversas formas. Muchas personas experimentan dolores inexplicables, hinchazones, bultos, fatiga crónica, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza e incluso diabetes tipo 2. La soledad está vinculada a un aumento del riesgo de accidentes cerebrovasculares y muerte prematura.
Aunque se sabe que el aislamiento social es un factor de riesgo importante para las enfermedades cardiovasculares, el vínculo con la insuficiencia cardíaca era hasta ahora poco comprendido. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la revista ‘JACC: Heart’ ha demostrado que tanto el aislamiento social como la soledad se asocian con tasas más altas de insuficiencia cardíaca. Curiosamente, el sentimiento de soledad es más determinante para el riesgo que el hecho de estar físicamente solo.

A nivel cognitivo, la soledad prolongada reduce habilidades esenciales como la concentración, la toma de decisiones, la resolución de problemas e incluso la capacidad para modificar pensamientos negativos, lo que a menudo conduce a trastornos depresivos. Verónica Olmo, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de SEMERGEN, subraya que, a pesar de vivir en una sociedad cada vez más conectada digitalmente, muchas personas se sienten más aisladas que nunca. Esta «hiperconexión digital» puede, irónicamente, aumentar el sentimiento de desconexión emocional, lo que contribuye al aumento de la soledad no deseada, un factor clave en el desarrollo de la depresión.
Concretamente respecto al Alzheimer, la soledad también juega un papel importante. El aislamiento social limita las oportunidades de socialización, estimulación cognitiva y práctica del lenguaje, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas como esta. Expertos del Ace Alzheimer Center Barcelona han señalado que prevenir el aislamiento social es una medida preventiva esencial frente a la demencia y han ofrecido recomendaciones prácticas para evitar la soledad en los pacientes.

¿Qué se puede hacer?

Para Coll-Planas, en una sociedad acelerada y tecnológica, o aislada como la rural, reconocer nuestras emociones no siempre es sencillo. «La soledad, aunque puede ser puntual o transitoria, se convierte en un desafío cuando es crónica. En este sentido, el trabajo académico y las políticas públicas deben enfocarse no solo en los números, sino en las causas profundas que generan esa sensación de aislamiento. La soledad está vinculada a cómo nos vemos en relación con el resto, a las posibilidades que tenemos de conectarnos y a cómo desarrollamos nuestros proyectos vitales», puntualiza.
En su análisis sobre la soledad urbana y rural, Elisa Sala Mozos, consultora e investigadora social en participación y acción comunitaria, explica que «un aspecto crucial es repensar la soledad desde una perspectiva multidisciplinar, que tenga en cuenta tanto las emociones como las estructuras sociales y los entornos urbanos». La experta destaca que las grandes ciudades, a pesar de ser espacios de encuentro, también son escenarios de exclusión extrema, donde la aceleración de la vida moderna impide la conexión emocional entre individuos. «Hoy en día, la gente camina por la ciudad escuchando sus propios audios o mensajes, sin mirar al otro, lo que genera una atmósfera de soledad en medio de la multitud«.

El papel del espacio público, la salud y las soledades

Sin embargo, Sala Mozos señala que las urbes y los pueblos tienen un gran potencial para la inclusión social, ofreciendo espacios de encuentro y actividades culturales que pueden fomentar la creación de vínculos y salud. «Esto depende de la capacidad de las políticas públicas para gestionar y apoyar estos espacios y actividades», asegura. En este sentido, resalta la importancia de redescubrir el simple disfrute de deambular por la ciudad, buscando esos momentos fugaces de conexión.
La experta también menciona que, en lugar de enfocarse solo en la independencia de los individuos, las políticas deben promover la interdependencia y la creación de comunidades cohesionadas e inclusivas que, claramente, beneficiarán la salud.

Publicado: marzo 21, 2025, 10:15 pm

Fuente de la noticia : https://www.abc.es/salud/enfermedades/romper-estereotipos-sobre-soledad-problema-solo-afecta-20250322001500-nt.html

Jimena tiene 20 años y vive en una pequeña población rural cercana a Madrid. Cumple el perfil de una joven que no tendría razones para sentirse sola: una familia que la cuida y quiere, estudia en una universidad relativamente cercana a su casa, trabaja cuidando niños, tiene su propio dinero y hace deporte habitualmente. Nada falla, pero, aun así, se siente sola.

Como consecuencia, sufre dolencias dermatológicas importantes, desarreglos menstruales y ansiedad social.

Según el Barómetro de la Soledad No Deseada en España 2024 de la Fundación ONCE y Fundación AXA, sorprendentemente, son las jóvenes de entre 16 y 22 años de las poblaciones rurales las que se sienten más solas.

Para Laura Coll-Planas, profesora de Medicina BCN de Envejecimiento Saludable y co-coordinadora del Posgrado en Soledad, Relaciones y Vida Plena financiado por «La Fundación La Caixa», es preciso romper muchos estereotipos sobre la soledad: «primero, afecta más a los jóvenes y adolescentes, incluso a los niños, que a las personas mayores. Y, por otro lado, no es una pandemia (es un concepto de origen americano), no se contagia (al contrario, el trato social acaba con ella). Los símiles médicos en el lenguaje, como ‘erradicar’, no son adecuados».

Coll-Planas, que es actualmente una de las voces más importantes en la investigación sobre la soledad, sus efectos y posibles soluciones añade que la soledad no necesariamente debe combatirse ni neutralizarse, «sino comprenderse y abordarse de manera contextual, personalizada y humanizada, evitando su excesiva medicalización y apostando por soluciones sociales y comunitarias».

Habla incluso de medicalizar la soledad. «Desgraciadamente, se está creando incluso medicamentos específicos contra la soledad».

Coll-Planas explica que la soledad no deseada es una experiencia subjetiva que combina diversas emociones negativas, como angustia, rabia, decepción, tristeza, melancolía y nostalgia. Sin embargo, no tiene por qué ser permanente ni definirnos.

«Hablamos -dice- de la soledad muchas veces como si fuera ‘yo frente al espejo’. Esta soledad depende básicamente de mí, pero propongo también girar este espejo y decir que la soledad no es solamente yo, también es un fenómeno social. Es algo que depende de las relaciones con los otros, por lo tanto, debemos tener una mirada doble: no solo psicológica e introspectiva, sino también social, de lo que ocurre fuera de nosotros»

Explica Coll-Planas que la soledad se puede abordar desde distintas perspectivas, y cada una tiene un impacto único en nuestra vida emocional y social.

La soledad, aunque puede ser puntual o transitoria, se convierte en un desafío cuando es crónica

Uno de los tipos más comunes es la soledad emocional, que se refiere a la sensación de vacío que surge cuando, a pesar de tener relaciones con otras personas, estas no son lo suficientemente profundas ni satisfactorias. «La falta de vínculos significativos puede hacernos sentir desconectados, aunque estemos rodeados de gente», explica Coll-Planas.

Por otro lado, añade, está la soledad social, que está vinculada a la falta de pertenencia a un grupo o comunidad. «Incluso cuando estamos rodeados de personas, si no nos sentimos identificados con el grupo o no compartimos valores y experiencias comunes, podemos experimentar una desconexión social. Esta soledad refleja una necesidad humana profunda de sentir que formamos parte de algo más grande, de un colectivo que nos entienda y nos apoye».

Finalmente, dice, «existe la soledad existencial, que es más intrínseca a la naturaleza humana. Esta forma de soledad está relacionada con las grandes preguntas sobre la vida, la muerte y nuestra finitud. Se manifiesta cuando nos enfrentamos a la inmensidad de la naturaleza, a la incertidumbre de nuestra existencia o a los problemas del mundo que parecen desbordarnos como individuos. La soledad existencial es más introspectiva y se conecta con nuestra búsqueda de significado y propósito en la vida».

Impacto en la salud física y mental

La soledad no deseada se ha convertido en una de las principales amenazas para la salud pública, con consecuencias letales en muchos casos. Así, diversos estudios científicos han demostrado que la soledad está vinculada a una mayor tasa de mortalidad, enfermedades físicas y problemas de salud mental. En cuanto al impacto psicológico, cerca del 40% de las personas que sufren soledad no deseada padecen depresión o ansiedad.

Según el informe ‘El coste de la soledad no deseada en España’ del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES), la prevalencia de la soledad crónica o frecuente se estima en un 6,5% para personas de entre 30 y 59 años, un 4,4% para los menores de 30 años y un alarmante 11,5% para los mayores de 60 años. Además, un 7,3% de los afectados por la soledad la experimentan debido a la falta de apoyo familiar, mientras que el 10,5% se sienten solos tras dejar de convivir con otra persona.

La soledad también se manifiesta físicamente en diversas formas. Muchas personas experimentan dolores inexplicables, hinchazones, bultos, fatiga crónica, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza e incluso diabetes tipo 2. La soledad está vinculada a un aumento del riesgo de accidentes cerebrovasculares y muerte prematura.

Aunque se sabe que el aislamiento social es un factor de riesgo importante para las enfermedades cardiovasculares, el vínculo con la insuficiencia cardíaca era hasta ahora poco comprendido. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la revista ‘JACC: Heart’ ha demostrado que tanto el aislamiento social como la soledad se asocian con tasas más altas de insuficiencia cardíaca. Curiosamente, el sentimiento de soledad es más determinante para el riesgo que el hecho de estar físicamente solo.

A nivel cognitivo, la soledad prolongada reduce habilidades esenciales como la concentración, la toma de decisiones, la resolución de problemas e incluso la capacidad para modificar pensamientos negativos, lo que a menudo conduce a trastornos depresivos. Verónica Olmo, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de SEMERGEN, subraya que, a pesar de vivir en una sociedad cada vez más conectada digitalmente, muchas personas se sienten más aisladas que nunca. Esta «hiperconexión digital» puede, irónicamente, aumentar el sentimiento de desconexión emocional, lo que contribuye al aumento de la soledad no deseada, un factor clave en el desarrollo de la depresión.

Concretamente respecto al Alzheimer, la soledad también juega un papel importante. El aislamiento social limita las oportunidades de socialización, estimulación cognitiva y práctica del lenguaje, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas como esta. Expertos del Ace Alzheimer Center Barcelona han señalado que prevenir el aislamiento social es una medida preventiva esencial frente a la demencia y han ofrecido recomendaciones prácticas para evitar la soledad en los pacientes.

¿Qué se puede hacer?

Para Coll-Planas, en una sociedad acelerada y tecnológica, o aislada como la rural, reconocer nuestras emociones no siempre es sencillo. «La soledad, aunque puede ser puntual o transitoria, se convierte en un desafío cuando es crónica. En este sentido, el trabajo académico y las políticas públicas deben enfocarse no solo en los números, sino en las causas profundas que generan esa sensación de aislamiento. La soledad está vinculada a cómo nos vemos en relación con el resto, a las posibilidades que tenemos de conectarnos y a cómo desarrollamos nuestros proyectos vitales», puntualiza.

En su análisis sobre la soledad urbana y rural, Elisa Sala Mozos, consultora e investigadora social en participación y acción comunitaria, explica que «un aspecto crucial es repensar la soledad desde una perspectiva multidisciplinar, que tenga en cuenta tanto las emociones como las estructuras sociales y los entornos urbanos». La experta destaca que las grandes ciudades, a pesar de ser espacios de encuentro, también son escenarios de exclusión extrema, donde la aceleración de la vida moderna impide la conexión emocional entre individuos. «Hoy en día, la gente camina por la ciudad escuchando sus propios audios o mensajes, sin mirar al otro, lo que genera una atmósfera de soledad en medio de la multitud«.

El papel del espacio público, la salud y las soledades

Sin embargo, Sala Mozos señala que las urbes y los pueblos tienen un gran potencial para la inclusión social, ofreciendo espacios de encuentro y actividades culturales que pueden fomentar la creación de vínculos y salud. «Esto depende de la capacidad de las políticas públicas para gestionar y apoyar estos espacios y actividades», asegura. En este sentido, resalta la importancia de redescubrir el simple disfrute de deambular por la ciudad, buscando esos momentos fugaces de conexión.

La experta también menciona que, en lugar de enfocarse solo en la independencia de los individuos, las políticas deben promover la interdependencia y la creación de comunidades cohesionadas e inclusivas que, claramente, beneficiarán la salud.

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