Publicado: noviembre 20, 2025, 3:45 pm
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Algunas de las figuras de mayor peso de la política de EE.UU. se juntaron este jueves en el funeral de uno de los suyos, el vicepresidente Dick Cheney, fallecido a comienzos de mes. Pero nadie tiene más peso político en EE.UU. que Donald Trump, … que no estuvo invitado al memorial, al igual que su vicepresidente, JD Vance. Cheney, como su hija Liz, diputada durante muchos años, han sido uno de los pocos republicanos en enfrentarse al actual presidente de EE.UU.
La ausencia de Trump marcó un acto en la Catedral Nacional de Washington en el que participaron aliados y enemigos acérrimos de Cheney, desde su compañero en la Casa Blanca, el expresidente George W. Bush a la periodista Rachel Maddow, que le criticó con denuedo durante décadas.
Una ceremonia repleta de altos cargos
También estuvieron allí un expresidente demócrata -Joe Biden-, antecesores en el cargo -los demócratas Kamala Harris y Al Gore, el republicano Mike Pence-, y pesos pesados republicanos del Congreso, como el líder de su mayoría, John Thune.
«Fue un presidente totalmente entregado a la protección de EE.UU. y de sus intereses», dijo Bush sobre el que fuera su segundo, arquitecto de la guerra global contra el terrorismo tras los ataques del 11-S y de la controvertida invasión de Irak, condenado por los demócratas y desde hace años también por los republicanos contrarios a las guerras interminables por todo el mundo. «No había intenciones más allá de eso. No se podía conocer a Dick Cheney hasta que comprendieras que sus grandes preocupaciones y ambiciones tenían que ver con este país», añadió el expresidente, que calificó a Cheney como alguien que «pensaba y escuchaba» y poseedor de una «mente muy disciplinada».
No hubo ninguna referencia directa al presidente estadounidense
No hubo ninguna referencia directa a Trump en los discursos, pese a que su oposición al actual líder republicano le apartó de su partido de siempre, en el que lo fue casi todo: jefe de Gabinete de Gerard Ford con solo 34 años; líder republicano en la Cámara de Representantes; y secretario de Defensa con George W.H. Bush. Y con su hijo fue uno de los vicepresidentes con más poder que se recuerdan.
Cheney hizo lo que se esperaba que hiciera la mayoría de los republicanos, algo que luego no ocurrió: distanciarse de Trump tras el asalto al Capitolio por parte de una turba de sus seguidores.
«En los 248 años de historia de nuestra nación, nunca ha habido una persona que suponga una mayor amenaza a la república que Donald Trump», defendió Cheney en un comunicado el pasado otoño, cuando anunció que votaría a la candidata demócrata, Kamala Harris. Acusó a Trump de utilizar «mentiras y violencia» para quedarse en el poder.
«Tenemos la obligación de poner al país por encima del partidismo para defender nuestra constitución», añadió. «Por eso voy a votar a la vicepresidenta Kamala Harris».
Trump atacó entonces a Cheney, retirado hacía ya muchos años de la política. Pero con quien se cebó de verdad fue con su hija, Liz, entonces diputada republicana. Ella formó parte del comité de investigación de la Cámara Baja sobre el asalto al Capitolio y se enfrentó a Trump. El multimillonario neoyorquino consiguió marginarla y expulsarla del partido.
En el funeral, Liz Cheney no mencionó a Trump, pero habló de él al recordar la figura de su padre. «Él sabía que los lazos con el partido deben ceder siempre con el único lazo que nos une como estadounidenses», dijo. «Para él, la elección entre la defensa de la constitución y la defensa de su partido político no era una elección».
