Publicado: junio 24, 2025, 2:45 am
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Trump se concedió dos semanas de reflexión para intervenir contra Irán y dio la orden de atacar mucho antes de cumplir su propio plazo. El presidente norteamericano también dijo que limitaría la misión militar norteamericana a la destrucción de la capacidad nuclear del régimen … de Teherán, pero al mismo tiempo ha abierto la puerta a forzar un cambio político en Irán, tras 45 años de dictadura del estamento clerical musulmán.
¿Es posible que una derrota militar iraní haga caer a los ayatolás? En primer lugar ¿es deseable? La izquierda occidental ya ha dado su veredicto: «es indeseable». El presidente francés, Emmanuel Macron, que cojea más bien de sentimiento antinorteamericano, califica por su parte esa posibilidad de «inmenso error». «Forzar por medios militares un cambio de régimen en Irán conduciría al caos», dijo hace pocos días en la cumbre del G7 en Canadá. ««¿Alguien piensa que lo que se hizo en Irak en 2003 fue una buena idea? ¿O que fue bueno lo que se hizo poco antes en Libia? ¡No!», añadió Macron.
Comparar lugares y circunstancias tan dispares puede tener un efecto retórico en primera instancia. Pero poco más. He aquí algunas de las razones por las que la caída del régimen integrista de Irán no es comparable con el de las dictaduras laicas de Libia e Irak:
1. Los países que fueron atacados por una coalición liderada por Estados Unidos hace más de dos décadas eran árabes. Irán es persa. Cuenta con una lengua, unas costumbres y una cultura milenaria, muy distintas de las de las naciones que surgieron en Oriente Próximo habitadas por tribus beduinas. Irán fue un imperio, encumbrado con Ciro el Grande en el siglo VI antes de Cristo, hasta la dinastía de los Pahlavi, que concluyó en enero de 1979. Su cultura ha estado en lo político marcada por la tolerancia. Irán siempre contó con una importante minoría judía, desde que los persas liberaron al pueblo hebreo cautivo en Babilonia para que reconstruyera Jerusalén.
2. La población de Irán, 90 millones, convierte a este país en una fuerza notable en toda la región, a lo que se suman sus recursos naturales y sobre todo su alto nivel de alfabetización. Según la Unesco, esta alcanza el 93 por ciento en el caso de los varones y el 84,87 por ciento en el de las mujeres.
3. Si cayera el régimen integrista fundado en 1979 por el ayatolá Jomeini no es previsible una situación de caos y lucha armada interna por la sencilla razón de que el país es homogéneo -no existen etnias, tribus o religiones que puedan competir entre sí-, y no existen disidencias armadas. Todo está atado y bien atado por el régimen religioso chií. No fue, como es bien conocido, el caso de Irak ni el de Libia.
4. En las ciudades, en particular en Teherán, prendió en la era del sah el laicismo imperante en Europa, frente al espíritu religioso del Irán rural. No obstante, el chiísmo iraní se diferencia de la mayoría suní del islam por ser una interpretación del Corán más interior y menos formalista. La devoción a los santos chiíes en mausoleos, y las peregrinaciones a las tumbas de sus once primeros líderes (imanes) les convierte en herejes a los ojos de los suníes. Como contrapeso, los chiíes piadosos son mucho más clericales que los suníes: buscan siempre un líder espiritual y un clérigo de confianza, y se someten a su criterio en todos los terrenos.
5. Irán se mira en Europa desde hace mucho tiempo, algo que no ocurre con el mundo árabe. Cualquier viajero se encuentra en muchos barrios de Teherán -la macrourbe persa- como en una ciudad del Viejo Continente. Es más plausible una transición a la española, una vez que caiga la dictadura de los ayatolás, que una situación de caos como la vivida en Libia, Irak o Siria.
6. La experiencia negativa de las intervenciones militares norteamericanas en Irak y en Afganistán es demasiado reciente para que no pese en el ánimo, y en la convicción de «lección aprendida», por parte de la Administración Trump y del Pentágono.