Petro: una «adicción» entorpecedora inhabilita como presidente - Colombia
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Petro: una «adicción» entorpecedora inhabilita como presidente

Gustavo Petro, presidente de Colombia, lo ha hecho, repetidas veces: desapariciones en algunas franjas horarias o durante un par de días, anulando la agenda oficial; retraso de horas en acudir a algunos encuentros públicos, manteniendo a todos los presentes en obligada espera; largas antesalas, … para poder hablar con el presidente, a la que caprichosamente son sometidos algunos ministros y colaboradores… Todo esto habla de un comportamiento impropio del presidente de un país democrático, de su falta de seriedad institucional y de un comportamiento abusivo tanto hacia las personas como hacia el pueblo que estas constituyen. Petro ha demostrado no estar a la altura de un cargo público de la envergadura de la presidencia de un país de 50 millones de habitantes y de un PIB de 437.000 millones de dólares.
Ciertamente puede haber un problema de adicción a algún tipo de droga, como se venía rumoreando y como quiso confirmar, en una carta abierta divulgada a finales de abril, Álvaro Leyva, ministro de Exteriores de Petro hasta hace un año. La acusación es creíble y vendría además a explicar el grado de dependencia que Petro ha mostrado hacia el hoy ministro de Interior, Armando Benedetti, y la actual canciller, Laura Sarabia. Ambos fueron los dos principales agentes de la campaña presidencial de 2022 y luego han ido pasando por varios cargos oficiales, salvándose en todas las remodelaciones gubernamentales a pesar de graves actuaciones que en otras situaciones habrían provocado su despido.
Muchos observadores atribuyen esa permanencia y supuesto control sobre Petro a la información confidencial que tienen del presidente, quien de esta manera pagaría su silencio. El propio Benedetti ha reconocido su problema con las drogas y, a pesar de proclamar lo contrario, no está claro que lo haya superado. El 1 de mayo el ministro dio muestras de estar bajo los efectos de alguna sustancia mientras escuchaba, detrás de Petro, el discurso que este pronunciaba. También Petro, en varias ocasiones, ha dado la sensación de estar «ido», con problemas en la dicción y dificultad para fijar la atención en eventos públicos.

Pero tanto si se trata de esa adicción, de difícil constatación oficial si Petro no la confiesa, como la de cualquier otra —«adicción» a la pereza, a la impuntualidad, al desprecio del tiempo de los demás, como si todo girara entorno a la propia persona, en un narcisismo más que evidente– estamos ante algo que inhabilita para ejercer la presidencia. De no ser una drogodependencia que se manifieste en una enfermedad y por tanto permitiera explorar los resortes institucionales para expulsar al presidente de su puesto, por incapacidad física o mental, quedaría entonces hablar de inhabilitación moral, no jurídica.
Si bien esta, en realidad, es de casi imposible implementación, no por ello debiera dejar de invocarse en el debate político. Aun siendo un asunto ciertamente personal, no es algo que puede quedar encerrado en el ámbito privado: no en el caso de un presidente, cuyas altas responsabilidades deben ir acompañadas de una alta exigencia de trabajo y de dedicación (no necesariamente de virtud, pero sí de educación y de respeto hacia lo que supone su cargo.)
Llamar «HP» al presidente del Congreso, queriendo decir lo que significan esas siglas; tildar de «víbora» a su excanciller, o prestarse a grabar una entrevista en la sede presidencial con un humorista con el que se bromea fácilmente sobre cosas muy serias (como comentar la orientación sexual de algunas personas o jugar con una bolsita de polvo blanco simulando cocaína), indican que a Petro le viene grande el sillón.
Puede objetarse que presidentes de otros países han actuado con la misma laxitud. Sin ir geográficamente muy lejos, podemos recordar muchos episodios comparables protagonizados por Hugo Chávez. Pero es que Colombia se ve a sí misma a años luz, institucionalmente, de Venezuela… al final resultará que tampoco tanto.

Publicado: mayo 5, 2025, 4:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/petro-adiccion-entorpecedora-inhabilita-presidente-20250505104739-nt.html

Gustavo Petro, presidente de Colombia, lo ha hecho, repetidas veces: desapariciones en algunas franjas horarias o durante un par de días, anulando la agenda oficial; retraso de horas en acudir a algunos encuentros públicos, manteniendo a todos los presentes en obligada espera; largas antesalas, para poder hablar con el presidente, a la que caprichosamente son sometidos algunos ministros y colaboradores… Todo esto habla de un comportamiento impropio del presidente de un país democrático, de su falta de seriedad institucional y de un comportamiento abusivo tanto hacia las personas como hacia el pueblo que estas constituyen. Petro ha demostrado no estar a la altura de un cargo público de la envergadura de la presidencia de un país de 50 millones de habitantes y de un PIB de 437.000 millones de dólares.

Ciertamente puede haber un problema de adicción a algún tipo de droga, como se venía rumoreando y como quiso confirmar, en una carta abierta divulgada a finales de abril, Álvaro Leyva, ministro de Exteriores de Petro hasta hace un año. La acusación es creíble y vendría además a explicar el grado de dependencia que Petro ha mostrado hacia el hoy ministro de Interior, Armando Benedetti, y la actual canciller, Laura Sarabia. Ambos fueron los dos principales agentes de la campaña presidencial de 2022 y luego han ido pasando por varios cargos oficiales, salvándose en todas las remodelaciones gubernamentales a pesar de graves actuaciones que en otras situaciones habrían provocado su despido.

Muchos observadores atribuyen esa permanencia y supuesto control sobre Petro a la información confidencial que tienen del presidente, quien de esta manera pagaría su silencio. El propio Benedetti ha reconocido su problema con las drogas y, a pesar de proclamar lo contrario, no está claro que lo haya superado. El 1 de mayo el ministro dio muestras de estar bajo los efectos de alguna sustancia mientras escuchaba, detrás de Petro, el discurso que este pronunciaba. También Petro, en varias ocasiones, ha dado la sensación de estar «ido», con problemas en la dicción y dificultad para fijar la atención en eventos públicos.

Pero tanto si se trata de esa adicción, de difícil constatación oficial si Petro no la confiesa, como la de cualquier otra —«adicción» a la pereza, a la impuntualidad, al desprecio del tiempo de los demás, como si todo girara entorno a la propia persona, en un narcisismo más que evidente– estamos ante algo que inhabilita para ejercer la presidencia. De no ser una drogodependencia que se manifieste en una enfermedad y por tanto permitiera explorar los resortes institucionales para expulsar al presidente de su puesto, por incapacidad física o mental, quedaría entonces hablar de inhabilitación moral, no jurídica.

Si bien esta, en realidad, es de casi imposible implementación, no por ello debiera dejar de invocarse en el debate político. Aun siendo un asunto ciertamente personal, no es algo que puede quedar encerrado en el ámbito privado: no en el caso de un presidente, cuyas altas responsabilidades deben ir acompañadas de una alta exigencia de trabajo y de dedicación (no necesariamente de virtud, pero sí de educación y de respeto hacia lo que supone su cargo.)

Llamar «HP» al presidente del Congreso, queriendo decir lo que significan esas siglas; tildar de «víbora» a su excanciller, o prestarse a grabar una entrevista en la sede presidencial con un humorista con el que se bromea fácilmente sobre cosas muy serias (como comentar la orientación sexual de algunas personas o jugar con una bolsita de polvo blanco simulando cocaína), indican que a Petro le viene grande el sillón.

Puede objetarse que presidentes de otros países han actuado con la misma laxitud. Sin ir geográficamente muy lejos, podemos recordar muchos episodios comparables protagonizados por Hugo Chávez. Pero es que Colombia se ve a sí misma a años luz, institucionalmente, de Venezuela… al final resultará que tampoco tanto.

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