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Perú, ocho presidentes en diez años y sin estabilidad política a la vista

El octavo presidente en diez años, José Jerí, se estrenó como presidente de Perú hace un mes, con el mandato de sostener institucionalmente al país hasta las elecciones de abril del próximo año. Los peruanos tendrán entonces la oportunidad de elegir a su noveno … presidente en una década, pero está por ver que la cuenta acabe ahí: la fragmentación partidista, la insistencia de algunos líderes muy cuestionados en seguir en política y la afloración continua de corrupción vinculada a gestiones pasadas más bien sugiere que Perú aún tardará en entrar en una era de sólida estabilidad. Lo sorprendente es que, a pesar de todo, el país marcha bien económicamente: la sociedad opera a pesar de sus políticos.
A mediados de 2016 comenzó esta década de sobresaltos, cuando el presidente Ollanta Humala entregó la presidencia al economista Pedro Pablo Kuczynski. Por acusaciones de corrupción, este tuvo que ceder el puesto al cabo de casi dos años a su vicepresidente, Martín Vizcarra, y por lo mismo luego este debió ser sustituido por el presidente del Congreso, Manuel Merino, a quien después también reemplazó el nuevo jefe de la Cámara, Francisco Sagasti. En las elecciones de 2021 ganó el maestro rural Pedro Castillo, precisamente por estar alejado de la vida política de Lima, pero ante la dificultad de navegar en tan procelosas aguas quiso suspender el Congreso y ese intento de autogolpe elevó al cargo a quien era su vicepresidenta, Dina Boluarte; ella ha sido ahora reemplazada por quien presidía el Congreso, José Jarí.
Es posible que todo esto se hubiera evitado si en 2016 no se hubiera impuesto el voto «antifujimorista» y de una vez hubiera gobernado Keiko Fujimori, hija del dictador. En esas elecciones, como en las de 2011 y las de 2021, la líder de Fuerza Popular se quedó al borde del 50% de los votos en segunda vuelta: no ganó porque sectores muy dispares votaron al otro candidato para que una Fujimoni no fuera presidenta, pero en el Congreso unicameral ella mantuvo una fortaleza que torpedeó cualquier éxito gubernamental alternativo.

Fuerza Popular ha ido perdiendo espacio y la intención de voto se reparte entre diversos partidos, incluido el de Renovación Popular que lidera Rafael López Aliaga, quien en el pasado apoyaba a Keiko Fujimori y ha sido alcalde de Lima en esta legislatura. Además de presentarse ambos a las presidenciales, también lo hace, como candidato a vicepresidente, Mario Vizcarra, quien promete indultar a su hermano, acusado de corrupción. El expresidente Kuczynski, a sus 87 años, se presenta como senador (la Cámara Alta volverá a instaurarse) con el objetivo de lograr inmunidad, mientras que el líder del partido de Castillo, Vladimir Cerrón, piensa concurrir a las elecciones estando prófugo de la Justicia. Ante tal elenco, es difícil pensar que Perú podrá pasar página de este periodo de inestabilidad política.
Lo llamativo de Perú es que toda esa opereta se desarrolla en un contexto económico nacional de cierta solidez; quizá es que esto segundo permite lo primero: que los políticos se tomen con ligereza su responsabilidad sabiendo que el país no colapsa. La cuestión es que el PIB creció un 3,3% en 2024 y este año lo hará un 2,9%, también por encima de la media de la región; que el déficit y la inflación están controlados y que la deuda es apenas un 32,1% del PIB, una cifra muy reducida en el concierto de las naciones; solo el paro, en un 6,5% de la población activa, está ligeramente alto, pero es un dato incompleto en el contexto de la informalidad latinoamericana.

Perú no está a salvo de cambios de dirección y de sufrir las consecuencias de la fragmentación y la polarización políticas

La apuesta por una economía abierta desde la era de Alberto Fujimori se ha mantenido en este cuarto de siglo, independientemente del gobierno de cada momento, y eso ha garantizado una continuidad de modelo e inversiones. De todos modos, con un creciente populismo en la región experimentando con algunos regresos al estatismo, Perú no está a salvo de cambios de dirección y de sufrir las consecuencias de la fragmentación y la polarización políticas.

Publicado: noviembre 10, 2025, 1:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/peru-ocho-presidentes-diez-anos-estabilidad-politica-20251110192311-nt.html

El octavo presidente en diez años, José Jerí, se estrenó como presidente de Perú hace un mes, con el mandato de sostener institucionalmente al país hasta las elecciones de abril del próximo año. Los peruanos tendrán entonces la oportunidad de elegir a su noveno presidente en una década, pero está por ver que la cuenta acabe ahí: la fragmentación partidista, la insistencia de algunos líderes muy cuestionados en seguir en política y la afloración continua de corrupción vinculada a gestiones pasadas más bien sugiere que Perú aún tardará en entrar en una era de sólida estabilidad. Lo sorprendente es que, a pesar de todo, el país marcha bien económicamente: la sociedad opera a pesar de sus políticos.

A mediados de 2016 comenzó esta década de sobresaltos, cuando el presidente Ollanta Humala entregó la presidencia al economista Pedro Pablo Kuczynski. Por acusaciones de corrupción, este tuvo que ceder el puesto al cabo de casi dos años a su vicepresidente, Martín Vizcarra, y por lo mismo luego este debió ser sustituido por el presidente del Congreso, Manuel Merino, a quien después también reemplazó el nuevo jefe de la Cámara, Francisco Sagasti. En las elecciones de 2021 ganó el maestro rural Pedro Castillo, precisamente por estar alejado de la vida política de Lima, pero ante la dificultad de navegar en tan procelosas aguas quiso suspender el Congreso y ese intento de autogolpe elevó al cargo a quien era su vicepresidenta, Dina Boluarte; ella ha sido ahora reemplazada por quien presidía el Congreso, José Jarí.

Es posible que todo esto se hubiera evitado si en 2016 no se hubiera impuesto el voto «antifujimorista» y de una vez hubiera gobernado Keiko Fujimori, hija del dictador. En esas elecciones, como en las de 2011 y las de 2021, la líder de Fuerza Popular se quedó al borde del 50% de los votos en segunda vuelta: no ganó porque sectores muy dispares votaron al otro candidato para que una Fujimoni no fuera presidenta, pero en el Congreso unicameral ella mantuvo una fortaleza que torpedeó cualquier éxito gubernamental alternativo.

Fuerza Popular ha ido perdiendo espacio y la intención de voto se reparte entre diversos partidos, incluido el de Renovación Popular que lidera Rafael López Aliaga, quien en el pasado apoyaba a Keiko Fujimori y ha sido alcalde de Lima en esta legislatura. Además de presentarse ambos a las presidenciales, también lo hace, como candidato a vicepresidente, Mario Vizcarra, quien promete indultar a su hermano, acusado de corrupción. El expresidente Kuczynski, a sus 87 años, se presenta como senador (la Cámara Alta volverá a instaurarse) con el objetivo de lograr inmunidad, mientras que el líder del partido de Castillo, Vladimir Cerrón, piensa concurrir a las elecciones estando prófugo de la Justicia. Ante tal elenco, es difícil pensar que Perú podrá pasar página de este periodo de inestabilidad política.

Lo llamativo de Perú es que toda esa opereta se desarrolla en un contexto económico nacional de cierta solidez; quizá es que esto segundo permite lo primero: que los políticos se tomen con ligereza su responsabilidad sabiendo que el país no colapsa. La cuestión es que el PIB creció un 3,3% en 2024 y este año lo hará un 2,9%, también por encima de la media de la región; que el déficit y la inflación están controlados y que la deuda es apenas un 32,1% del PIB, una cifra muy reducida en el concierto de las naciones; solo el paro, en un 6,5% de la población activa, está ligeramente alto, pero es un dato incompleto en el contexto de la informalidad latinoamericana.

Perú no está a salvo de cambios de dirección y de sufrir las consecuencias de la fragmentación y la polarización políticas

La apuesta por una economía abierta desde la era de Alberto Fujimori se ha mantenido en este cuarto de siglo, independientemente del gobierno de cada momento, y eso ha garantizado una continuidad de modelo e inversiones. De todos modos, con un creciente populismo en la región experimentando con algunos regresos al estatismo, Perú no está a salvo de cambios de dirección y de sufrir las consecuencias de la fragmentación y la polarización políticas.

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