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«¡Para nosotros, Siria, se acabó!»: el calvario de los cristianos tras el ataque a una iglesia de Damasco

Un mes después del atentado en la iglesia ortodoxa griega de san Elías en Damasco, esta masacre ha caído en el olvido, eclipsada por otras tragedias, como los recientes enfrentamientos en Sueida. Sin embargo, el ataque del pasado 22 de junio sienta … un grave precedente porque, por primera vez desde la caída del régimen de Bashar al Assad el 8 de diciembre, la comunidad cristiana ha sido atacada deliberadamente.
El saldo fue alto: 25 muertos y más de 60 heridos. El símbolo lo es aún más, ya que amenaza la presencia de los cristianos. Buena prueba de ello es que los fieles fueron atacados en plena ceremonia religiosa. Antes, los cristianos ya habían estado en el punto de mira de los islamistas, especialmente durante la ola de masacres contra los alauíes, que dejaron 1.600 muertos. En las últimas semanas, también perecieron cristianos durante los choques entre beduinos y drusos en Sueida, que se cobraron 1.200 vidas. Pero no habían sido atacados tan abiertamente como en junio en Damasco. Herida en el atentado, Sara ilustra la crueldad de dicho acto. Esta niña de doce años, ahora ciega, fue testigo de toda la escena. Se lo contó a su madre antes de encerrarse en el silencio. Su rostro y su cuerpo, que llevan los estigmas de ese día funesto, hablan por ella. Hanane, la madre de Sara, se expresa por ella. A su lado, Sara parece ausente, pero sigue la conversación, a la que ha dado su consentimiento.
Con voz suave, con la mano apoyada en el brazo dañado de su hija, Hanane lo relata así: «Estaba asistiendo a misa con mis cinco hijos (Hélène, de 14 años; Sara, de 12; Brahim, de ocho; y las gemelas Takla y Christine, de cinco), mi madre, Elías; mi marido, y su familia. De repente, oímos disparos fuera, luego el ruido se hizo más fuerte».

Takla se hallaba con Hanane, en las primeras filas, mientras los otros niños estaban dispersos entre sus tíos y la tía. «El hombre disparaba a cualquiera. Nos dijeron que nos refugiáramos bajo los bancos. Quise subir al altar para buscar a mi hijo Brahim, que llevaba la vela, pero el tío Géryès me impidió moverme».

«El terrorista disparaba a cualquiera», recuerda la madre de Sara el atentado del 22 de junio, que dejó 25 muertos y 60 heridos

Unos minutos después, el terrorista activó la bomba que llevaba pegada a su cuerpo. Justo antes, Sara vio al hombre con su bolso gris y un cinturón explosivo sin entender qué era. Vio a sus tíos cargando a unos heridos o muertos. La explosión le sorprendió con los ojos muy abiertos. Todo lo que vio a su alrededor fue una carnicería: tres miembros de su familia yacían en el suelo. Sus tíos, Géryès y Boutros, habían desaparecido. Lo explica Hanane: «No los encontramos enseguida, así que teníamos esperanzas». Según recuerda, la esposa de Géryès estaba convencida de que estaba muerto y gritaba: «¡Mi marido ha muerto, pero salvó a todos en la iglesia!». En medio del caos, Hanane buscaba a sus hijos: Brahim salió ileso, a pesar de su túnica blanca manchada de polvo. Encontró a Hélène escondida debajo de una escalera. Hanane pasó junto a Sara sin reconocerla, porque su pelo estaba tan hirsuto y su cara tan hinchada que no parecía ella. Finalmente, Hanane la identificó por su blusa y sus zapatos.
Trasladaron a Sara, Takla y Elías al hospital francés Saint-Louis. Sor Rita, una hija de la Caridad de San Vicente de Paul, se hizo cargo de ellos. «Le informé a Hanane de que Takla se encontraba bien, que estaban operando a su marido porque había sido herido en la pierna y la arteria había quedado dañada. En cuanto a Sara, necesitaba ser atendida en un centro de oftalmología, cuenta la monja.

Un trauma para toda la vida

Antes de continuar su relato, sor Rita le pregunta a Sara si quiere que interrumpamos la discusión. La niña, con los brazos cruzados y la cabeza agachada, suelta un tímido «no», el único sonido que emitirá en todo el rato. La monja sigue: «Fue una noche terrible para Hanane: fue de hospital en hospital porque ninguno aceptaba operar a Sara, ya sea por falta de un servicio adecuado o porque exigían el pago por adelantado, incluso para realizar el escaneo. Finalmente, Hanane decidió dar su alianza porque no tenía dinero. Conmovido, un hombre pagó en su lugar».
Sor Rita explica: «Vincent Gelot, el responsable de los proyectos de L’Œuvre d’Orient en Líbano y Siria, acudió inmediatamente a la cabecera de las víctimas. Nos aseguró que la asociación iba a hacerse cargo de los heridos. Decidimos intentar algo por Sara en el Líbano».
El médico de Beirut se muestra confiado después de la primera intervención. Sin embargo, se necesitarán otras. Y queda el trauma, difícil de tratar. Comenta la religiosa: «Con L’Œuvre d’Orient intentamos crear un proyecto con psicólogos, pero es muy difícil encontrarlos en Siria».
El atentado del 22 de junio podría quebrar la determinación de los cristianos que habían resistido hasta ahora. Es el caso de la familia de Sara, que perdió a siete de sus miembros. Las lágrimas corren por las mejillas de Hanane: «¡Para nosotros, Siria, se acabó! Queremos que nuestros hijos estén a salvo. Donde sea».
El futuro de la comunidad cristiana, que se estima que ya se ha reducido en un 70 % en 14 años de guerra, es más incierto que nunca en la Siria del nuevo régimen islamista de Al Sharaa, un antiguo terrorista que intenta rehabilitarse ante Occidente.

Publicado: agosto 2, 2025, 10:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/siria-acabo-calvario-cristianos-tras-ataque-iglesia-20250802202558-nt.html

Un mes después del atentado en la iglesia ortodoxa griega de san Elías en Damasco, esta masacre ha caído en el olvido, eclipsada por otras tragedias, como los recientes enfrentamientos en Sueida. Sin embargo, el ataque del pasado 22 de junio sienta un grave precedente porque, por primera vez desde la caída del régimen de Bashar al Assad el 8 de diciembre, la comunidad cristiana ha sido atacada deliberadamente.

El saldo fue alto: 25 muertos y más de 60 heridos. El símbolo lo es aún más, ya que amenaza la presencia de los cristianos. Buena prueba de ello es que los fieles fueron atacados en plena ceremonia religiosa. Antes, los cristianos ya habían estado en el punto de mira de los islamistas, especialmente durante la ola de masacres contra los alauíes, que dejaron 1.600 muertos. En las últimas semanas, también perecieron cristianos durante los choques entre beduinos y drusos en Sueida, que se cobraron 1.200 vidas. Pero no habían sido atacados tan abiertamente como en junio en Damasco. Herida en el atentado, Sara ilustra la crueldad de dicho acto. Esta niña de doce años, ahora ciega, fue testigo de toda la escena. Se lo contó a su madre antes de encerrarse en el silencio. Su rostro y su cuerpo, que llevan los estigmas de ese día funesto, hablan por ella. Hanane, la madre de Sara, se expresa por ella. A su lado, Sara parece ausente, pero sigue la conversación, a la que ha dado su consentimiento.

Con voz suave, con la mano apoyada en el brazo dañado de su hija, Hanane lo relata así: «Estaba asistiendo a misa con mis cinco hijos (Hélène, de 14 años; Sara, de 12; Brahim, de ocho; y las gemelas Takla y Christine, de cinco), mi madre, Elías; mi marido, y su familia. De repente, oímos disparos fuera, luego el ruido se hizo más fuerte».

Takla se hallaba con Hanane, en las primeras filas, mientras los otros niños estaban dispersos entre sus tíos y la tía. «El hombre disparaba a cualquiera. Nos dijeron que nos refugiáramos bajo los bancos. Quise subir al altar para buscar a mi hijo Brahim, que llevaba la vela, pero el tío Géryès me impidió moverme».

«El terrorista disparaba a cualquiera», recuerda la madre de Sara el atentado del 22 de junio, que dejó 25 muertos y 60 heridos

Unos minutos después, el terrorista activó la bomba que llevaba pegada a su cuerpo. Justo antes, Sara vio al hombre con su bolso gris y un cinturón explosivo sin entender qué era. Vio a sus tíos cargando a unos heridos o muertos. La explosión le sorprendió con los ojos muy abiertos. Todo lo que vio a su alrededor fue una carnicería: tres miembros de su familia yacían en el suelo. Sus tíos, Géryès y Boutros, habían desaparecido. Lo explica Hanane: «No los encontramos enseguida, así que teníamos esperanzas». Según recuerda, la esposa de Géryès estaba convencida de que estaba muerto y gritaba: «¡Mi marido ha muerto, pero salvó a todos en la iglesia!». En medio del caos, Hanane buscaba a sus hijos: Brahim salió ileso, a pesar de su túnica blanca manchada de polvo. Encontró a Hélène escondida debajo de una escalera. Hanane pasó junto a Sara sin reconocerla, porque su pelo estaba tan hirsuto y su cara tan hinchada que no parecía ella. Finalmente, Hanane la identificó por su blusa y sus zapatos.

Trasladaron a Sara, Takla y Elías al hospital francés Saint-Louis. Sor Rita, una hija de la Caridad de San Vicente de Paul, se hizo cargo de ellos. «Le informé a Hanane de que Takla se encontraba bien, que estaban operando a su marido porque había sido herido en la pierna y la arteria había quedado dañada. En cuanto a Sara, necesitaba ser atendida en un centro de oftalmología, cuenta la monja.

Un trauma para toda la vida

Antes de continuar su relato, sor Rita le pregunta a Sara si quiere que interrumpamos la discusión. La niña, con los brazos cruzados y la cabeza agachada, suelta un tímido «no», el único sonido que emitirá en todo el rato. La monja sigue: «Fue una noche terrible para Hanane: fue de hospital en hospital porque ninguno aceptaba operar a Sara, ya sea por falta de un servicio adecuado o porque exigían el pago por adelantado, incluso para realizar el escaneo. Finalmente, Hanane decidió dar su alianza porque no tenía dinero. Conmovido, un hombre pagó en su lugar».

Sor Rita explica: «Vincent Gelot, el responsable de los proyectos de L’Œuvre d’Orient en Líbano y Siria, acudió inmediatamente a la cabecera de las víctimas. Nos aseguró que la asociación iba a hacerse cargo de los heridos. Decidimos intentar algo por Sara en el Líbano».

El médico de Beirut se muestra confiado después de la primera intervención. Sin embargo, se necesitarán otras. Y queda el trauma, difícil de tratar. Comenta la religiosa: «Con L’Œuvre d’Orient intentamos crear un proyecto con psicólogos, pero es muy difícil encontrarlos en Siria».

El atentado del 22 de junio podría quebrar la determinación de los cristianos que habían resistido hasta ahora. Es el caso de la familia de Sara, que perdió a siete de sus miembros. Las lágrimas corren por las mejillas de Hanane: «¡Para nosotros, Siria, se acabó! Queremos que nuestros hijos estén a salvo. Donde sea».

El futuro de la comunidad cristiana, que se estima que ya se ha reducido en un 70 % en 14 años de guerra, es más incierto que nunca en la Siria del nuevo régimen islamista de Al Sharaa, un antiguo terrorista que intenta rehabilitarse ante Occidente.

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