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China y Japón: una cumbre para una rivalidad histórica reavivada

Con Donald Trump de regreso a Estados Unidos tras completar su gira asiática, la sesión de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico inaugurada este viernes en la ciudad surcoreana de Gyeongju ha tenido como protagonista indiscutible a Xi Jinping. «Cambios sin … precedentes en un siglo se están acelerando en todo el mundo», ha proclamado el líder chino durante la apertura de la cumbre, según declaraciones recogidas por su ministerio de Exteriores. «Cuanto más bravas sean las aguas, más debemos mantenernos unidos». En ausencia del presidente, la representación de Estados Unidos ha recaído en el secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Xi ya recurrió a la metáfora náutica en su esperado encuentro de este jueves con Trump en la vecina urbe de Busan. La perspectiva de un gran acuerdo comercial quedó reducida a un apaño circunstancial que, eso sí, alivia meses de enfrentamientos. EE.UU. reducirá del 20 al 10% los aranceles derivados del tráfico de fentanilo –lo que deja el tipo general para las importaciones chinas en torno al 47%–, mientras que China incrementará las adquisiciones de soja estadounidense.

Así, con el compromiso principal solventado, el líder chino volcará su atención en otros participantes. A lo largo de la jornada de hoy está previsto que se reúna con la primera ministra nipona, Sanae Takaichi. Se tratará del primer saludo entre ambos, pues apenas ha transcurrido una semana desde la investidura de Takaichi como jefa de Gobierno, la primera mujer en ostentar tal cargo.
La historia también condicionará esta conversación, dada la brutal ocupación japonesa de China durante la II Guerra Mundial, un recuerdo que todavía enturbia las relaciones entre los países vecinos, de especial prominencia este año en el que se cumple el 80º aniversario de la rendición del Japón imperial que puso fin al conflicto. A principios de septiembre el régimen chino conmemoró esta fecha con un fastuoso desfile militar, comandado por Xi, con el ruso Vladímir Putin y el norcoreano Kim Jong-un como invitados de honor.

Cuestión personal

La dinámica personal, en principio, tampoco contribuirá. Takaichi procede del ala más conservadora del Partido Liberal Democrático (PLD) y mantiene un discurso de marcado tono nacionalista, como demuestran sus recurrentes visitas al templo de Yasukuni, donde se honra la memoria, entre muchos otros soldados japoneses, de varios criminales de guerra.
Una de sus primeras instrucciones tras acceder al cargo ha consistido en acelerar el gasto en defensa para mejorar las capacidades militares del país. El desafecto está pues servido, como demuestra el hecho de que, a diferencia de sus predecesores, la diplomacia china tardara una semana en emitir una felicitación oficial.
Esta conversación, además, llega en un momento en el que Japón también acaba de afianzar sus lazos con EE.UU. A su paso por el país asiático, su principal socio en la región, Trump no escatimó elogios personales hacia Takaichi, al tiempo que proclamaban «una nueva era dorada en su alianza».
Está previsto que Takaichi saque a colación la seguridad regional, la hostilidad hacia ciudadanos nipones residentes en China y las restricciones a la exportación de tierras raras, materiales críticos para la industria global cuya producción China controla en un 90% y que se han convertido en su principal arma contra EE.UU. y, de paso, contra el resto del mundo.
La sesión de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) por contexto, que precisamente tiene como lema «Hacia una región resiliente mejor conectada y más allá». La oficina presidencial surcoreana ha adelantado que el principal objetivo de la cumbre aspira a mejorar la «apertura, dinamismo y resiliencia» de Asia-Pacífico, una pretensión para la que la integridad de las cadenas de suministros resulta esencial.
La agenda de ambos mandatarios se presenta cargada, con una maraña de encuentros bilaterales cruzados. Ambos han departido ya con el anfitrión, el presidente surcoreano Lee Jae-myung. A lo largo de la jornada Xi se reunirá también con el primer ministro canadiense, Mark Carney, y el tailandés, Anutin Charnvirakul.

Una treintena de abogados denuncian al ministro de Justicia francés tras visitar a Sarkozy en prisión

Un colectivo de una treintena de abogados ha demandado este jueves al ministro de Justicia francés, Gérald Darmanin, al que acusan de tomar partido en la causa contra el expresidente Nicolas Sarkozy, un día después de visitarlo en prisión, donde permanece desde el pasado 21 … de octubre por la condena derivada del dinero que recibió su campaña electoral de 2007 de manos del régimen libio de Muamar Gadafi.
El grupo de 29 letrados ha presentado una denuncia contra Darmanin ante el Tribunal de Justicia de la República al considerar que éste, tras anunciar su intención de visitar a Sarkzy y efectuar dicho encuentro, «ha tomado partido en un asunto sobre el que tiene poder administrativo o de supervisión como superior jerárquico de la Fiscalía», según recoge el escrito de diez páginas al que ha tenido acceso la cadena BFM TV.

«Gérald Darmanin, aunque no tenga poder de decisión sobre la posición de la Fiscalía en el caso, tiene un poder implícito debido a su condición de superior jerárquico. Por lo tanto, sin duda tiene un poder de supervisión o administración inherente a su cargo de Ministro de Justicia», han agregado los abogados en una demanda en la que cuestionan el verdadero propósito de la visita del ministro al exmandatario conservador.

Así, el grupo de letrados sostiene que «la declaración de Gérald Darmanin no puede separarse del resto de sus comentarios ni del apoyo que ha brindado a Nicolas Sarkozy, su antiguo colega y amigo» recordando que ambos «se conocen desde hace mucho tiempo» y entendiendo que esta relación constituye «un interés moral y, más concretamente, personal».

Pacifistas y ecologistas de Cerdeña frenan el plan europeo para producir municiones

La carrera europea por fabricar más munición ha encontrado una cuesta arriba en la isla de Cerdeña, en medio de la batalla de pacifistas y ecologistas. El Gobierno regional de Cerdeña, que preside Alessandra Todde, del Movimiento 5 Estrellas, ha congelado la … ampliación de la fábrica de RWM Italia -filial del gigante alemán Rheinmetall- en Domusnovas (Sulcis), un polo que trabaja a pleno rendimiento desde que la guerra de Ucrania disparó la demanda. El proyecto, que prevé activar nuevas líneas y un pequeño campo de pruebas de explosivos, cuenta con un dictamen técnico favorable en materia ambiental, pero el Gobierno regional ha pedido informes adicionales a diez departamentos y ha frenado la ratificación política.
«Lo que debemos preguntarnos es si queremos vivir en una economía de guerra», ha resumido la presidenta Alessandra Todde, sacando a relucir tanto preocupaciones medioambientales como profundas objeciones ideológicas. Todde se hacía así eco de la posición de su partido, cuyo líder, Giuseppe Conte, critica abiertamente el rearme europeo porque, según él, genera beneficios desmesurados para empresas como Rheinmetall a expensas del gasto social.
La presidenta regional Todde coloca el expediente en tres planos: el ambiental, el laboral (evitar la precariedad y blindar empleos estables) y el ético. La posición de Todde ha encontrado apoyo firme en la tradición pacifista sarda y en el activismo de asociaciones que piden la reconversión civil de la planta. «No necesitamos que una multinacional venga aquí a producir bombas», sostiene Arnaldo Scarpa, profesor y portavoz de un comité local.

Mientras el debate político se encona, el expediente técnico sigue atascado desde hace años. La respuesta del centroderecha ha sido inmediata. La diputada sarda de Hermanos de Italia Antonella Zedda acusa al Movimiento 5 Estrellas de «falso pacifismo»: «Pensar que si no fabricamos armas aquí se acaba la guerra es una ilusión». Para el Gobierno de Giorgia Meloni, que impulsa el uso de fondos europeos para reforzar la base industrial de defensa, el caso sardo lanza una señal disuasoria a los inversores justo cuando la UE reclama autonomía estratégica y más capacidad de producción.
La batalla, en realidad, lleva años librándose en despachos y tribunales. Rheinmetall compró en 2010 una antigua planta de explosivos y en 2018 obtuvo permisos para duplicar las instalaciones y crear un área de pruebas, con la promesa de contratar 250 empleados adicionales. Las obras quedaron atrapadas en una maraña de litigios: los ecologistas denunciaron una «fragmentación» del proyecto para eludir evaluaciones completas. A mediados de octubre, el Tribunal Administrativo Regional (TAR) obligó al Gobierno regional a cerrar el procedimiento en un máximo de 60 días, bajo apercibimiento de nombrar un comisario si persiste la inacción.
Sobre el terreno, los números pesan. La empresa sostiene que la ampliación permitiría estabilizar unos 350 empleos y abrir otros 250, un impacto relevante en el deprimido Sulcis, región en el extremo suroeste de la isla. Este territorio se enfrenta actualmente a un difícil proceso de transición económica y social tras el declive de su industria minera, lo que ha provocado desempleo y emigración.
La patronal Confindustria apoya el plan de la empresa. Alessandra Todde replica con el recuerdo de una fecha: en 2021, al perder un gran pedido de munición de Arabia Saudí por la guerra de Yemen, la compañía «mandó a casa a la mitad de la plantilla». «No se puede obligar a elegir entre trabajo y seguridad», insiste la presidenta, que reclama garantías ambientales «sólidas» y condiciones laborales menos frágiles.

Protestas pacifistas

El expediente también se ha cargado de geopolítica y sensibilidad social. RWM Italia produce munición y otros artefactos para varios países europeos y aliados. La compañía había anunciado además en los últimos meses capacidades vinculadas a drones que explotan al alcanzar el objetivo, en colaboración con la firma israelí UVision Air Ltd., especializada en drones kamikaze, extremo que ha encendido la protesta de colectivos pacifistas y ha alimentado preguntas sobre destinos finales y autorizaciones de exportación. La empresa defiende que la expansión no responde a «afán de beneficio» sino a la necesidad de acortar tiempos y costes en el suministro a fuerzas armadas europeas y aliadas.
El caso sardo ilustra una tensión más amplia en Italia: cómo compatibilizar la hoja de ruta industrial de la defensa con una cultura ambiental y pacifista arraigada en el país transalpino, cuya burocracia, uno de los males crónicos italianos, concede amplio margen de maniobra a las autonomías. «La oposición de base, unida a la burocracia, dificulta aumentar la producción», sintetiza Alessandro Marrone, analista del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma.
En el corto plazo, tendrá que producirse una decisión política: o el Gobierno regional aprueba la Evaluación de Impacto Ambiental (VIA, por sus siglas en italiano) y asume el coste de avalar explícitamente la fabricación de armamento en la isla, o mantiene el freno y deja la resolución en manos de un comisario tras el plazo judicial. En cualquier escenario, la batalla legal y simbólica continuará: para unos, se trata de no hipotecar la salud y el paisaje de Cerdeña; para otros, de no perder un tren estratégico -el de la reindustrialización ligada a la defensa- en plena guerra en Europa.

Gira asiática de Trump: tregua comercial, inversiones millonarias y «una nueva era dorada»

Tras su mediación en la guerra de Ucrania y en la crisis de Gaza, atascada una y pomposa la otra, Donald Trump ha vuelto su atención hacia el más estratégico de sus frentes geopolíticos. El presidente estadounidense vuela ya de vuelta a Washington tras haber … completado esta semana una frenética gira asiática en la que ha logrado rebajar la tensión con China y afianzar la alianza con sus socios en la región.
«POTUS [presidente de EE.UU.] embarca en el Air Force One y se prepara para el largo viaje de regreso a casa después de un notable viaje por Asia. Esta semana, POTUS logró miles de millones de dólares en nuevas inversiones, puso fin a una guerra, firmó varios acuerdos sobre comercio y minerales, se reunió con el presidente Xi, y más», ha resumido una laudatoria publicación en redes sociales de la Casa Blanca, junto a un vídeo de Trump despidiéndose desde lo alto de la escalerilla.
Su agenda, sin duda, ha resultado intensa. El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) que estos días alberga la ciudad surcoreana de Gyeongju suponía la motivación original del desplazamiento. Sin embargo, Trump ha acabado por dar media vuelta tras realizar solo una aparición testimonial en la cena de bienvenida de este miércoles, antes de que el evento en sí comenzara, pero habiendo cumplido con su propósito principal: una conversación personal con el líder chino Xi Jinping.

Tras meses de expectación, en la mañana de este jueves ambos mandatarios han mantenido un encuentro en la vecina urbe de Busan, el primero desde que Trump regresara a la Casa Blanca. La perspectiva de un gran acuerdo estructural ha quedado reducida a un apaño circunstancial que, eso sí, alivia meses de enfrentamientos.
El bagaje tangible se resume en que Estados Unidos reducirá del 20 al 10% los aranceles derivados del tráfico de fentanilo –lo que deja el tipo general para las importaciones chinas alrededor en torno al 47%–, mientras que China incrementará las adquisiciones de soja estadounidense.
Estas medidas menores en modo alguno ofrecen una solución a la confrontación estructural entre ambas superpotencias, tal y como demuestra la orden de Trump de retomar los ensayos nucleares justo antes de estrechar la mano de Xi. De hecho, ni siquiera recuperan el statu quo anterior a los aranceles universales, comienzo de una segunda guerra comercial que elevó los sobrecostes mutuos por encima del 100%, en un embargo oficioso entre las dos primeras economías del mundo.
No obstante, sí rectifican la dinámica vigente y sientan las bases de una nueva interacción, continuada con el intercambio de visitas de Estado previstas para el año que viene. A esta tregua se añade, además, una reafirmación de sus lazos con Japón y Corea del Sur.

Serviles amigos

Trump ha realizado sendas visitas al presidente surcoreano, Lee Jae-myung, y la recién elegida primera ministra nipona, Sanae Takaichi. Una y otra coincidían en su epítome: «una nueva era dorada en nuestra alianza». Ambos no solo han dispensado al estadounidense las mayores cortesías, sino que además han corroborado, complacidos incluso, los nuevos acuerdos comerciales que nacieron de esos mismos aranceles universales ante los que China contragolpeó.
Poco importan sus marcadas condiciones asimétricas. Estados Unidos mantendrá sobrecostes del 15% –y gracias–, y a cambio Japón y Corea del Sur se comprometen a realizar inversiones en proyectos estadounidenses por valor de 550.000 y 350.000 millones de dólares (475.000 y 302.000 millones de euros) respectivamente. Semejantes regalías evidencian que, en el mundo que propugna Trump, menos basado en el multilateralismo que en la fuerza, cada vez son más los países que tragan.
«En su primer mandato presidencial, Trump iba al G7 o al G20 y muchos de estos líderes se reían de él a su espalda o en su cara. Ahora, en cambio, tiene un número considerable de amigos en el escenario internacional. Y muchos otros no son sus amigos pero bajo ningún concepto quieren enfadarle», comentaba Ian Bremmer, fundador y presidente de Eurasia, en una entrevista reciente con ABC. «Este tipo de acuerdos asimétricos serán beneficiosos a corto plazo, pero a largo plazo harán mucho daño».
Pacificador y comerciante
Este acatamiento también ha posibilitado que el estadounidense reclute apoyos para contrarrestar el principal arma comercial de China: las tierras raras, materiales críticos para la industria global cuya producción controla en más de un 90%. El trato alcanzado hoy establece que el régimen se compromete a pausar sus restricciones a la exportación a nivel global durante un año.

Socios asiáticos ceden

Pero, por si acaso, Trump ha pasado por Asia firmando a diestro y siniestro acuerdos de colaboración en este sector con hasta cinco países –Japón, Malasia, Tailandia, Vietnam y Camboya– como ya hiciera con Australia y Ucrania; evidencia de que la rivalidad entre la potencia establecida y la emergente por más que ambos hayan dejado, por ahora, de intercambiar golpes.
Trump ha tenido tiempo hasta de interpretar su papel de hombre de paz, protagonizando la firma de una tregua entre Tailandia y Camboya. Poco importa que ambos países hubieran oficializado ya el pasado mes de julio un alto el fuego «incondicional». Este conflicto supone, de acuerdo a su propio recuento, el octavo conflicto que el presidente supuestamente ha frenado con su intermediación personal, a modo de méritos para el Premio Nobel de la Paz que tan explícitamente ansía.
Solo un vacío desluce su gira: la negativa de Kim Jong-un a reeditar una aparición sorpresa en la frontera, como ya hiciera en 2019, expresada mediante el disparo de un misil de crucero a su aterrizaje en la península coreana. «Fue una cuestión de tiempos», se ha excusado Trump mientras el Air Force One sobrevolaba ya el Pacífico. «No hemos sido capaces de hablar porque… Mira, he estado muy ocupado».

Trump aprieta el botón del fantasma nuclear

Solo los mayores recuerdan en Estados Unidos aquello del ‘duck and cover’, ‘agacharse y cubrirse’, los ejercicios que se hacían en la escuela para protegerse –meterte debajo del pupitre y cubrirte la cabeza– en caso de un ataque nuclear. Eran las décadas de 1950 y … 1960, las más tensas de la Guerra Fría, cuando el mundo vivía bajo la sombra de la bomba atómica. Y con el recuerdo cercano de la devastación de Hiroshima y Nagasaki, las dos ciudades japonesas arrasadas en los últimos instantes de la Segunda Guerra Mundial, la única vez en la que se usó el arsenal atómico.
Donald Trump tiene la edad (79 años) de acordarse de esos simulacros y del desafío de aquella Unión Soviética. Ahora, dueño del botón rojo, agita ese fantasma de su infancia y adolescencia, que nunca ha desaparecido, pero que en las últimas décadas parecía estar bajo control. Este viernes, desde Corea del Sur, anunció a través de un mensaje en su red social que ordenaba al Departamento de Defensa volver a realizar pruebas nucleares. Es algo que EE.UU. no ha hecho en más de treinta años y a lo que también se han abstenido en un periodo similar las otras grandes potencias atómicas: Rusia, que tiene un arsenal nuclear descomunal; y China, que está camino de tenerlo.
«Debido a los programas de otros países, he ordenado al Departamento de Guerra (el nombre que la Administración Trump ha recuperado para el Departamento de Defensa) que comiencen los test de nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones. Ese proceso comenzará de inmediato».

El anuncio era, a partes iguales, grave y confuso. La reactivación de las pruebas nucleares daría un vuelco a la política de EE.UU. sobre su arsenal atómico, instalada en una moratoria que, en principio, también han respetado Rusia y China durante las últimas tres décadas. Pero tampoco quedó claro si se refería a pruebas de detonaciones nucleares –lo que se conoce como test nucleares– o a ensayos con armamento con capacidad de transportar cabezas nucleares.
Por un lado, la mención a «en igualdad de condiciones» y el contexto de pruebas recientes de armamento por parte de Rusia –un misil con propulsión nuclear, un torpedo con la misma operativa capaz de transportar cabezas nucleares desde el este de Rusia al oeste de EE.UU.– parece indicar que el presidente Trump se podría referir a ese tipo de pruebas. Pero, al mismo tiempo, EE.UU. no ha dejado de desarrollar y probar armamento con capacidad de transportar cabezas nucleares.
Otro asunto que añade incertidumbre: los ensayos de detonaciones nucleares han sido hasta ahora ejecutados por el Departamento de Energía de EE.UU. El Departamento de Defensa sí realiza pruebas con armamento con capacidades nucleares.

Tensión con China

El contexto en el que compartió el anuncio tuvo relevancia: pocos minutos antes de celebrar una cumbre con el líder del gran rival geoestratégico de EE.UU. y creciente potencia nuclear, Xi Jinping, el presidente de China.
La cumbre estaba centrada en mantener la tregua en la guerra comercial entre ambas potencias, pero las alusiones nucleares dejaron una sombra de tensión en la relación con el gigante asiático. China se ha embarcado en un programa ambicioso de depósitos de cabezas nucleares, con el que busca colocarse cerca de Rusia y EE.UU. Un portavoz del Ministerio de Exteriores chino aseguró ayer, tras el anuncio de Trump, que espera que EE.UU. respete los compromisos de no proliferación y «tome acciones que contribuyan a la paz regional, no a lo contrario».
Pero el movimiento de Trump puede tener que ver más con el rival nuclear tradicional, Rusia. Ocurre pocos días después de que Vladímir Putin haya comunicado esos ensayos de armamentos con capacidades nucleares. Y en un contexto en el que Putin ha agitado también el fantasma nuclear con amenazas durante la guerra de Ucrania.
Trump puso rumbo a EE.UU. en su avión presidencial, el Air Force One, nada más acabar la cumbre con Xi y no hizo mucho por aclarar sus planes, lo que enturbia más la situación. A preguntas de los periodistas, el presidente de EE.UU. se limitó a decir que ensayos atómicos «se anunciarán» en un futuro próximo y que su decisión de recuperarlos «tiene que ver con otros, parece que todos están haciendo tests nucleares».
«Nosotros dejamos de hacer test hace muchos años. Pero, si otros los están haciendo, creo que es apropiado que nosotros también», añadió sin dar más detalles. Dijo también que se anunciaría más adelante cuáles serán esos ensayos y que él, en cualquier caso, está a favor de la «desnuclearización».

«Nosotros dejamos de hacer test hace muchos años. Pero, si otros los están haciendo, creo que es apropiado que nosotros también»

Donald Trump
Presidente de EE.UU.

Las pruebas nucleares parecían ya algo del pasado en EE.UU. porque realmente lo son. El último fue en septiembre de 1992, una prueba subterránea en una instalación en el desierto de Nevada, a unos cien kilómetros de Las Vegas. Rusia no lo hace desde 1990, y China desde 1996.
EE.UU. forma parte del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares de 1996. Como otros países –incluidos Rusia y China– lo firmó, pero no lo ha ratificado. Pero todos los presidentes desde entonces han respetado una moratoria autoimpuesta. La realidad es que en aquellos momentos, en la transición de las décadas de 1980 a 1990, además de las ambiciones de no proliferación de armas nucleares, las pruebas parecían menos necesarias: la superioridad de EE.UU. frente a una URSS en descomposición, con una tecnología bien establecida y con modelos informáticos capaces de sustituir a los test, las detonaciones dejaron de ser una necesidad.
Solo un puñado de países los han realizado desde entonces: China y Pakistán –la última potencia nuclear oficial–, con pruebas a finales de la década de 1990. Y Corea del Norte, que ejecutó su sexta y última detonación en 2017. Otros países que tienen arsenal nuclear son Francia, Reino Unido y se da por seguro que también Israel. Tras el anuncio intempestivo, la preocupación en EE.UU. es que la reanudación de ensayos nucleares abra una caja de Pandora en los programas nucleares de todo el mundo.