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Tomar betabloqueantes tras un infarto ya no es obligatorio: ¿Debo dejar de tomarlos?

Las afirmaciones rotundas en cuestiones de salud las carga el diablo. Cada paciente es un mundo y los matices importan. Por eso, hace dos meses el anuncio de un ensayo clínico que concluía que los betabloqueantes, uno de los medicamentos más prescritos tras un infarto, … no servían e incluso podían ser peligrosos en mujeres, desencadenó una polémica que implicó al Consejo Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), a los médicos generalistas y al propio Ministerio de Sanidad.
La investigación original se presentó en Madrid el pasado mes de agosto durante el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología y supuso «un bombazo», en palabras de uno de los investigadores principales y director científico del CNIC, Borja Ibáñez. Por primera vez, se demostraba que una medicación que llevaba recetándose desde hace cuarenta años no aportaba beneficio alguno si el infarto no era complicado y el paciente conservaba intacta la función contráctil del corazón. Es decir, su corazón no estaba débil.

Los betabloqueantes son medicamentos seguros, pero pueden provocar efectos secundarios que empeoran la calidad de vida como cansancio, frecuencia cardiaca baja o disfunción sexual, se explicaba entonces. Además, se llamaba la atención que en las mujeres, más allá de estos efectos, podrían ser dañinos.
Mientras los autores hablaban de un «cambio de paradigma» en la práctica clínica de la cardiología, los médicos generalistas y el secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla, pedían calma porque solo se trataba de una investigación. «Un único estudio, aunque sea amplio y de calidad, no invalida años de experiencia clínica y debe contrastarse con otros ensayos, con la evidencia acumulada a lo largo de los años y con la seguridad de cada paciente», publicaba Semergen en un comunicado.
Ahora, apenas dos meses después, llega la confirmación de ese único estudio del CNIC. Un megaestudio que compila trabajos de otras instituciones internacionales con casi 18.000 pacientes corrobora la principal conclusión: los betabloqueantes no aportan beneficio alguno en estos pacientes, que son la mayoría de los que superan un infarto hoy. Ni reducen el riesgo de muerte, ni la insuficiencia cardiaca, ni las posibilidades de que se repita el infarto. La mortalidad fue la misma tanto en los que recibieron el tratamiento como en los que no los tomaron, según este último análisis. Los resultados fueron similares en todos los grupos de pacientes, sin importar la edad o el tipo de betabloqueante que usaban.
Aunque sí hay una diferencia importante respecto al primer estudio: los otros trabajos internacionales no han detectado un mayor riesgo de mortalidad en las mujeres que tomaban esta medicación. Aunque ellas sí tuvieron más eventos adversos que ellos, no fueron tan relevantes como para que fuera estadísticamente significativo. «Esto lejos de preocuparnos, nos da cierta tranquilidad por las pacientes», comenta Borja Ibáñez. Todo estos resultados se publican este domingo en la revista ‘New England Journal of Medicine’ y en el Congreso de la Sociedad Americana del Corazón. «Es la prueba irrefutable que confirma las conclusiones de nuestro ensayo», insiste el director científico del CNIC.
Con la tranquilidad de los datos, Borja Ibáñez disculpa la polémica inicial: «Es normal cuando se produce un cambio de paradigma tan bestia. Entiendo que se tenga cierta resistencia al cambio. Nosotros nunca nos sentimos atacados porque sabíamos el rigor con el que habíamos hecho nuestra investigación. Ahora ya nadie tendrá dudas». Más allá de la eliminación de efectos secundarios, suprimir esta medicación podría suponer un ahorro para las arcas de la sanidad pública. Son fármacos baratos que tienen genérico, pero son tantas las personas que los toman que podría suponer un ahorro de unos 40 millones de euros al año, calcula el CNIC.
Otro beneficio añadido es que los cardiólogos podrán recomendar a sus pacientes tratamientos para bajar la presión arterial, más eficaces y con una mayor protección vascular, que no interactúen con los betabloqueantes que también hacen descender la tensión.
¿Y a partir de ahora qué? ¿Es urgente revisar la medicación de los pacientes? ¿Los betabloqueantes ya no sirven para nada? ¿Por qué han tardado tanto en darse cuenta? He aquí unas claves para no perderse:

Si tomo betabloqueantes, ¿debo dejar la medicación?

No, «que no cunda el pánico», pide Borja Ibáñez. «Si una persona ha sufrido un infarto y está tomando esta medicación no tiene que acudir con urgencia al médico. Puede esperar a la próxima revisión y comentarlo con su cardiólogo. Solo si el médico comprueba que su función cardiaca es normal y no lo toma para otra cualquier indicación, podrá retirarlo. Cada especialista debe valorar caso por caso». Los betabloqueantes son tratamientos seguros, insiste.

¿Para qué sirven?

El beneficio de los betabloqueantes es que actúan como un escudo protector para el corazón porque reducen el consumo de oxígeno y hacen que el corazón trabaje con menos fuerza. Bajan la tensión arterial y reducen las arritmias. Aunque no son eficaces cuando el paciente conserva su función cardiaca siguen siendo esenciales en pacientes con insuficiencia cardiaca, angina, fibrilación auricular, infarto de miocardio con complicaciones y situaciones de hipertensión arterial con frecuencia cardiaca elevada.

¿Por qué ahora se ponen en duda?

Porque hasta ahora no había evidencia científica suficiente y se han introducido otras mejoras en el tratamiento de los infartos. La más importante es la colocación de ‘stents’, una intervención mínimamente invasiva que consiste en abrir la arteria coronaria para eliminar la obstrucción que ha provocado el infarto e impedir que se vuelva a ocluir con una malla metálica (‘stent’). Esta intervención que lleva años salvando vidas es lo que ha permitido simplificar el tratamiento ahora. Solo los pacientes que llegan tarde se quedan con una función cardiaca muy reducida y en ellos, sí siguen siendo beneficiosos los betabloqueantes. No significa que se haya estado tratando mal a los enfermos.

¿Los médicos dejarán de recetarlos de forma inmediata?

Depende de cada especialista. Lo habitual es esperar a que se actualicen las recomendaciones de las guías clínicas internacionales para orientar a los médicos, algo que aún no ha ocurrido, «pero probablemente sucederá porque se gradúan en base a la evidencia científica disponible y esta ahora es muy sólida», defiende Julián Pérez Villacastín, jefe de Servicio de Cardiología del Clínico San Carlos de Madrid y recoge SMC. El catedrático José Luis Zamorano, responsable de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal, opina que no afectará a muchos pacientes. «La investigación es de interés, pero no son muchos los enfermos que con función ventricular normal reciben betabloqueantes en la fase crónica tras un infarto de miocardio».

Y después de los betabloqueantes, ¿la aspirina?

La mayoría de los pacientes que han sufrido un infarto sale del hospital con una pastilla para mantener la tensión arterial a raya, otra para regular el colesterol, un betabloqueante y un antiagregante para evitar que la sangre esté espesa y obstruya las arterias. El CNIC quiere comprobar cuál es el mejor antiagregante. Si es mejor la aspirina o otro. O si no es necesario mantener el tratamiento de por vida, «quizá solo basten dos años desde el infarto», apunta Ibáñez. Este ensayo clínico empezará el próximo año.

«La democracia es imperfecta por naturaleza, pero necesaria»: el reto de Occidente ante las dictatocracias

No hace falta cerrar el Parlamento ni prohibir elecciones. Tampoco encarcelar opositores ni declarar un estado de excepción. Las democracias ya no mueren así. Lo hacen de otra manera: por dentro, sin ruido, con leyes perfectamente legales y líderes elegidos por las urnas que, … una vez en el poder, socavan los pilares liberales del sistema. Sin dejar de llamarse democracias, pero cada vez más lejos de serlo. Esto es lo que explica a ABC Javier Martín Merchán, politólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, cuando se habla de dictatocracias.

¿Qué es la dictatocracia?

Cuando Donald Trump dijo en una entrevista en 2023 que no quería ser un dictador, pero añadió entre líneas que «quizás a la gente le gustaría un dictador», no solo jugaba con el lenguaje.

Según una encuesta de la Universidad de Massachusetts Amherst, un 74% de los votantes republicanos aprueba que Trump sea «dictador por un día». Lo que antes parecía sarcasmo o retórica provocadora, hoy revela un cambio profundo: la normalización de una idea que antes se encontraba en los márgenes del discurso democrático. Y no es un dato aislado. Encuestas de CBS News-YouGov, Axios/PRRI y Pew Research muestran una tendencia similar: entre tres y cuatro de cada diez republicanos respaldan formas de poder con menos controles. «Veremos qué sucede si Trump sigue fertilizando esa semilla», apunta la CNN.
Un chascarillo que abre la puerta a la banalización de la democracia, y que gana terreno en varios países, se trata de una forma de poder híbrida que combina elementos formales de la democracia con prácticas autoritarias. Entre los expertos, el fenómeno se ha bautizado como dictatocracia.

Sahara Occidental: del purgatorio español al infierno marroquí

El otoño de 1975 fue caliente en España. Tras los fusilamientos de septiembre y las protestas internacionales, la enfermedad de Franco. Y un referéndum en el Sahara. Hassan II iba a sacar rédito de tanta descomposición… El 15 de octubre el dictamen del Tribunal … de La Haya y el informe de la comisión de la ONU tras su visita al Sahara Occidental ratificaban que el pueblo saharaui era el único actor de su futuro. Tres días después, el monarca alauí anunció su propósito: invadir el Sahara de forma «pacífica», todo un oxímoron. «La famosa Marcha Verde cogió desprevenido al Gobierno español, y no digamos al del Sahara cuyos servicios de espionaje nunca llegaron a intuir lo que en Marruecos era un secreto a voces». Lo cuenta Pablo Ignacio de Dalmases en ‘Sahara occidental. La colonia que España nunca descolonizó’ (Almuzara).

El periodista dirigía entonces la emisora Radio Sahara y el diario ‘La Realidad’. La consigna del coronel Luis Rodríguez de Viguri, segunda autoridad después del gobernador, el general Federico Gómez de Sálazar, era preparar la independencia de la provincia 53 de España. Dicho de otro modo, «saharauizar» la programación. El colonialismo español oscilaba entre «el paternalismo, la represión y el perdón de los pecados», ironiza Dalmases. «Inglaterra paga, Francia pega y España ni paga ni pega», rezaba el dicho.
En El Aaiún residía la oficialidad castrense, un reducido núcleo de funcionarios, empleados de banca, trabajadores provenientes de Canarias y el personal del yacimiento de fosfatos de Bu Craa. La población saharaui se distribuía en tribus y facciones nómadas o sedentarias. El censo de 1967 sirvió de base al del 30 de noviembre de 1974, realizado por España para el referendo.

La llamada ‘provincia 53’ de España
El colonialismo español oscilaba entre «el paternalismo, la represión y el perdón de los pecados». El dicho era: «España ni paga ni pega»

El 17 de octubre un Franco monitorizado presidió en el Pardo su último Consejo de Ministros. El dictador conocía las últimas noticias de Rabat y estaba preocupado por la Marcha Verde. «En Marruecos se habían preparado medios de transporte, cabinas de télex, teléfonos, aprovisionamiento, todo lo que podía pensarse para llegar –aunque fuera de rodillas, decían los periódicos marroquíes– hasta el Aaiún», constató su médico, Vicente Pozuelo.

Arriba, mujeres parten hacia Tarfaya, que será el punto de inicio de la Marcha Verde en 1975. Abajo, varios miembros de la marcha se sorprenden por el ensordecedor ruido de un helicóptero español que sobrevuela el recorrido de la marcha. Al lado, imagen de la Marcha
FOTOS: ARCHIVO ABC

Franco tomó la palabra: «Declararemos la guerra a Marruecos, aunque dure diez años». Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, hizo oídos sordos al casi inaudible Caudillo. El día 21 envió a negociar a José Solís en lugar del ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri. La ‘sonrisa del Régimen’, como lo llamaban, pretendía salvar la cara de un Régimen acosado: aunque hubiera referéndum, el Sahara sería para Marruecos y Mauritania.
Dos días después, la Marcha Verde iniciaba su andadura. Un télex de la agencia EFE asoma por el teletipo del diario ‘La Realidad’. El hermano de Hassan II, Muley Abdallah, rechaza la autodeterminación saharaui y califica al Frente Polisario de «agente de Argelia». Marruecos promete a España el sesenta por ciento de la explotación de Bu Craa.

Arrestado

La noticia provoca la destitución y la detención de Dalmases y la suspensión de ‘La Realidad’. Toque de queda en El Aaiún: «Quedaron prohibidas las reuniones de más de tres personas. Los saharauis eran tratados como sospechosos, aunque ninguno sabía por qué, ni de qué», recuerda el periodista. El gobierno franquista traicionaba a Franco, al compromiso con la ONU (referéndum) y al pueblo saharaui: «A nadie se le ocultaba que un Sahara independiente e hispanófono era la mejor garantía de futuro para las aguas compartidas y la vecindad canaria… Una hipótesis muy preferible a la de un Marruecos siempre esquivo, cuando no manifiestamente hostil», advierte Dalmases.

Arriba, el representante de España ante la ONU, Jaime de Piniés, interviene en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, convocado a petición de España, para considerar la situación creada por la Marcha Verde. Abajo izquierda, el Frente Polisario se manifiesta pidiendo un Sahara independiente. A su derecha, una imagen de Tarfaya, donde se espera la llegada de miles de marroquíes para empezar la Marcha
ARCHIVO ABC

La Marcha Verde avanza con el beneplácito de Estados Unidos y Francia: 350.000 civiles. ¿Quién disparará contra mujeres y niños? España desactiva las minas defensivas. Tras la sumisión de Solís, la de Antonio Carro Martínez, ministro de Presidencia. Una carta del 8 de noviembre que Dalmases califica de «vergonzosa». En ella pide a Hassan II paralizar la Marcha Verde y negociaciones entre España, Marruecos y Mauritania: los saharauis quedan al margen del apaño. Mientras Carro claudica, el representante español en la ONU, Jaime de Piniés, consigue una resolución que desautoriza la Marcha Verde. Pero Arias ignora al diplomático: «También fue desatendido el llamado Plan Waldheim que hubiera liberado a España de la responsabilidad de capitular vergonzantemente ante el chantaje marroquí», lamenta Dalmases. Dicho plan contemplaba la retirada española del Sahara para dar paso a una administración de Naciones Unidas y un gobierno provisional que celebraría la consulta popular.

Arias claudica

El 14 de noviembre Arias capitula en Madrid: un «acuerdo» con el marroquí Ahmed Osmar y el mauritano Hamdi ul Muknass. Jurídicamente inexistente. «Nunca apareció publicado en el BOE e inválido a la luz del Derecho internacional», señala Dalmases. La suerte estaba echada. Del purgatorio español al infierno marroquí. De la libertad a los campos de refugiados.
El 22 de diciembre fue una noche triste: «Se acabó. Sahara mogrebía. España se lava las manos. En el Zoco Viejo, donde nuestros soldados fueron siempre los mejores clientes, las tiendas están vacías. En los barrios musulmanes, los nativos pegan la oreja al receptor para escuchar Radio Sahara libre. En los muros de la capital del Sahara, el sol y las recientes lluvias comienzan a borrar inscripciones de ‘Fuera Marruecos’ y ‘Viva el Frente Polisario’ que llenan la ciudad. Colgadas de hilos eléctricos, las banderas saharauis ya son solo jirones sucios y descoloridos. El Aaiún es una ciudad silenciosamente estrangulada», escribe Arturo Pérez Reverte en su crónica de ‘Pueblo’. A requerimiento de Rodríguez de Viguri, Dalmases retorna a El Aaiún aquel fin de año. El 12 de enero de 1976, el general Gómez de Salazar anuncia el abandono de las tropas españolas. El 28 de febrero se arría la última bandera.

La Nueva York por las nubes que ha encumbrado a Zohran Mamdani

Como cada sábado por la mañana, se forma cola en el punto de distribución de alimentos de la iglesia metodista Newman, en Bed-Stuy, un barrio negro –cada vez menos– del distrito neoyorquino de Brooklyn. «El alquiler y la carne», responde con timidez Mariana, que … sale con una bolsa de la que sobresalen las patatas, cuando se le pregunta qué es lo que cada vez le cuesta más permitirse.
La cesta de la compra se ha convertido en un lujo para gente como esta inmigrante de Ecuador, que sobrevive como puede a una Nueva York en la que el coste de vida se ha disparado. «Junto botellas y cuando puedo hago limpieza», dice sobre sus ingresos.
Pero ella y el resto de ‘parias de Nueva York’ que hacen cola aquí –entra una mujer de mediana edad con su bolsa y se mete en un Mercedes negro imponente– no son la mayor razón por la que la ciudad en la que viven tendrá a partir de enero un alcalde socialista. O, para sus críticos, «comunista» Zohran Mamdani, el joven musulmán de 34 años que ganó la elección el pasado martes con un programa izquierdista, ha ascendido al poder porque Nueva York se ha convertido en un lugar difícil de costear para casi todo el mundo.

ALTO COSTE DE VIDA EN NUEVA YORK
Precios por los aires en los supermercados y en los alquileres de la gran manzana. La libra de tomates cuestan 3,69 dólares, lo que equivale a unos 7,5 euros el kilo de tomates. Un alquiler en una buena zona de la ciudad está a 12.000 dólares el mes y un café con leche supera los cuatro dólares.
J.ANSORENA

El triunfo sorprendente de Mamdani tiene muchas razones: una reacción a la presidencia de Donald Trump; una respuesta al ‘establishment’ demócrata que apoyó a un candidato desgastado como el exgobernador Andrew Cuomo; y un hambre de cambio, de relevo generacional. Pero, ante todo, Mamdani ganó por un mensaje económico centrado en la ‘crisis de coste de la vida’ que vive Nueva York. Y solo hace falta un paseo por sus calles y hablar con sus vecinos para entenderlo.
Es una mañana deliciosa de otoño y en los alrededores de la iglesia que distribuye comida, la gente pasea en calles alfombradas por las hojas caídas, con sus cafés en vaso de plástico en la mano. Una chica acaba de pagar siete dólares, impuestos y propina incluidos, por un ‘latte’ en Stone Fruit, una cafetería de la avenida Bedford. No es especialmente caro, es el precio en cualquier otra cafetería de la zona. Si le sumas un croissant o un ‘scone’, el desayuno se queda en 15 dólares. Fuera, una decena de clientes los disfrutan al sol y son un retrato de este Nueva York que debería ser pudiente y no lo es: profesionales de mediana edad, con formación universitaria, con sueldos en muchos casos de más de 100.000 dólares… y que viven con estrecheces. Sumado a la ideología ‘progre’ de buena parte de Nueva York, esa frustración económica ha labrado el camino de Mamdani que ha ofrecido la congelación de muchos alquileres, autobuses gratis, subidas de impuestos a las rentas más altas o guarderías gratis hasta los 5 años.
La vivienda es el gran problema. Llegamos a Williamsburg, un barrio que en su día fue popular –polaco, puertorriqueño e industrial–, después refugio de artistas y creativos y ahora un reducto de exclusividad. Rolex ha anunciado que pronto abrirá aquí una tienda. Una turista se queda boquiabierta mirando el escaparate de una inmobiliaria: se vende un apartamento de dos habitaciones por 2,1 millones de dólares; se alquila otro en Greenpoint –el barrio vecino– por 12.000 dólares al mes.
Son ejemplos de la locura inmobiliaria de Nueva York, donde el alquiler medio de un estudio está en 3.300 dólares al mes y el de un apartamento de dos habitaciones se acerca a los 4.000.
«Tengo 32 años y vivo con mi madre. Pero me conviene más que vivir con dos extraños y no poder pagar nada», dice Sarah, que trabaja de cajera y vive en Ridgewood, un barrio alejado que era asequible. Ya tampoco lo es. En su supermercado el kilo de tomates está a entre seis y ocho dólares.

Un hombre hace la compra en un supermercado de Brooklyn

AFP

Se estima que los neoyorquinos dedican un 31% de sus ingresos al alquiler, con un sueldo mediano de 70.000 dólares. Pero la realidad es que la desigualdad ha crecido con fuerza en los últimos años. De las diez mayores ciudades de EE.UU., Nueva York es la única en la que sus ingresos medianos han caído desde 2019. Sin embargo, los que más ganan –aquellos con ingresos de más de 312.000 dólares al año– han visto cómo sus salarios se han incrementado en un 35% en el mismo periodo.

El coste de la vida sube

«Lo peor es para las familias», dice John, padre de dos hijos, Comparte una cerveza con un amigo en Skinny Dennis, una especie de ‘dive bar’, lo que debería ser un bar barato (dos cervezas, 19 dólares). «Cualquier clase extraescolar cuesta 80 dólares la hora. El fútbol de mi hijo cuesta 350 dólares al mes. La cuidadora, por seis horas al día, son 3.000 al mes», recuenta. Él y su pareja son profesionales que en casi cualquier lugar del mundo tendrían una vida acomodada. Ahora apenas pueden salir por la noche. «Ir a cenar supone 350 dólares, entre la ‘babysitter’, su taxi y la cena. Si es cena y concierto o teatro, 500. Es inasumible», dice.
El ahogo financiero de las familias explica la popularidad de la propuesta de Mamdani de costear las guarderías. Su precio medio en la ciudad –incluyendo los barrios más pobres– es de 23.000 dólares al año. Hay estimaciones de que una familia necesita 100.000 dólares para cubrir las necesidades básicas y 334.000 dólares para vivir con comodidad si se tienen hijos. Es decir, la mayoría de los neoyorquinos viven con incomodidad.
«Vivir aquí ha dejado de tener sentido», asegura John, que no cambia de ciudad o de país por el trabajo de su pareja. Otros muchos tampoco se pueden ir y otros, como Campbell, no entienden la vida fuera de Nueva York, «aunque me gaste 200 dólares al mes en el seguro del coche o 4 dólares en un ramito de perejil».
La mayoría de los neoyorquinos con los que ha hablado este periódico son optimistas con Mamdani y su agenda izquierdista. Incluso quienes creen que algunas de sus propuestas son equivocadas. Es el caso de Calum, un treintañero que reconoce ser un privilegiado, sin costes familiares y con un buen sueldo en el sector financiero. Pero el coste de vida también le ha afectado: «Antes salía mucho a cenar, ahora es que cuesta 250 dólares si voy con mi pareja. Y ya no voy a cenar chuletón, algo que me encantaba», dice. Pero cree que una de las piezas centrales del programa de Mamdani es un error: la congelación de los alquileres en los apartamentos con precios controlados. «A mí me viene muy bien porque vivo en uno de ellos», reconoce. «Pero es mala idea, es cortoplacista, desincentivará la construcción a largo plazo. Y lo que necesita esta ciudad es construir, construir, construir». A partir de enero, cuando jure su cargo, Mamdani tendrá la enorme tarea de cumplir con sus propias promesas.

Japón emite una alerta de tsunami tras un terremoto de 6,7 de magnitud

Japón emitió el domingo un aviso de tsunami tras un sismo de magnitud 6,7 en el mar, frente a las costas del noreste del país.El sismo se produjo alrededor de las 17.00 hora local en aguas situadas frente a la prefectura de Iwate … y podría provocar olas de hasta un metro de altura, informó la agencia meteorológica de Japón (JMA).

El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) anunció por su parte una magnitud de 6,8.

La cadena nacional NHK informó de que se observaron olas de tsunami frente a la costa y pidió a los residentes que no se acerquen.

Preguntas tras la ola azul

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/jose-m-de-areilza-preguntas-tras-ola-azul-20251109105726-nt.html MONNET & CO. ¿Cambiará Trump su política? ¿Aprovecharán los demócratas el momento? El nuevo alcalde demócrata de …

La ruta 'exprés' del Istanbul Bridge: 20 días para unir China y Europa

Cuando los últimos trece hombres de Magallanes avistaron la costa gaditana, en septiembre de 1522, tras circunnavegar por primera vez el globo terráqueo, Asia y Europa quedaron conectadas por una nueva ruta naval que transformó el comercio transoceánico por el Océano Pacífico, consolidó el … poder marítimo de España y transformó las relaciones económicas a escala global. También tuvieron consecuencias universales la construcción del Canal de Suez, en 1869, que redujo el trayecto entre Londres y Bombay en más de 7.000 kilómetros, reconfiguró el comercio colonial y convirtió a Egipto en un enclave estratégico para las potencias europeas; y la construcción del Canal de Panamá en 1914, que impulsó el comercio interamericano y consolidó la influencia de Estados Unidos en el hemisferio occidental. Ahora, una nueva ruta se abre para consolidar a una nueva potencia global.

El carguero chino Istanbul Bridge ha unido por primera vez a Europa y a China a través del Paso del Noreste en sólo 20 días. Ha cubierto 7.500 millas náuticas, unos 13.900 kilómetros, cuando el viaje habitual para lograr el mismo objetivo, a través del Canal de Suez, suele durar entre 40 y 50 días y cubre 11.000 millas náuticas, unos 20.400 kilómetros. Su travesía carece seguramente de la épica de la Nao Victoria, fruto más del deshielo que de una hazaña de navegantes, pero sin duda acarreará cambios mucho más extensos y profundos que todos empezaremos a experimentar en muy pocos años.

La travesía por el Paseo del Noreste

El Istanbul Bridge zarpó el 22 de septiembre de 2025 desde el puerto de Ningbo-Zhoushan, en Zhejiang, la costa oriental de China, cargado con 4.000 contenedores y una vasta ambición. El coloso de acero de clase Panamax construido en 2012 por el astillero Koyo Dockyard Co., Ltd. de Japón, con una eslora de 294 metros y bandera de Hong Kong, está diseñado para operar en rutas de largo alcance.