Nobel de la Paz a María Corina Machado: espaldarazo a la democracia en Venezuela y contestación al blanqueamiento de Maduro - Colombia
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Nobel de la Paz a María Corina Machado: espaldarazo a la democracia en Venezuela y contestación al blanqueamiento de Maduro

En Madrid son las once de la mañana, en Caracas son las cinco, en Panamá las cuatro, en Londres las diez, en Buenos Aires las seis y en Sídney, Australia, las ocho de la noche. Más de siete millones de venezolanos —inmigrantes, exilados y desplazados … por motivos políticos y repartidos en más de 90 países alrededor del mundo— y todos cuantos hacen vida en Venezuela —una nación gobernada por un régimen autoritario—, todos, reciben a la vez la noticia: María Corina Machado acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz 2025.
La líder opositora venezolana lo celebra en la clandestinidad, el resto de los venezolanos lo hacen prendidos en emoción. Una alegría incendiaria. Una tristeza eufórica. Desde la madre o la hermana curtidas por la cárcel y la tortura de los suyos hasta el padre octogenario ya resignado a morir fuera de su país; desde el joven que pedalea para repartir paquetes, el asilado que al fin consiguió dónde salvar el pellejo o aquel o aquella que intentan conseguir un medicamento en el mercado negro venezolano, todos, incluido el dictador que maltrata y roba a sus ciudadanos, todos reciben la noticia.
En el video oficial publicado por la cuenta del Premio Nobel, se ve a Kristian Berg Harpviken, representante del Instituto Nobel, sentado en su despacho, mientras realiza la llamada que comunica el galardón. Con tono pausado, aunque visiblemente emocionado, Harpviken le dice a María Corina Machado que en unos minutos se anunciará públicamente que ha sido distinguida con el Premio Nobel de la Paz 2025. Se escucha su reacción del otro lado de la línea: una exclamación incrédula —«Oh my God… I have no words» («Dios mío… no tengo palabras»)—, seguida de un silencio. El anuncio oficial ocurrirá unos minutos más tarde.
El premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es una contestación. Sí, una contestación a quienes desdeñan la democracia liberal en Venezuela y en el resto del mundo; una contestación a los propios negociadores internacionales que en innumerables ocasiones han blanqueado la fuerza bruta del régimen y echado por tierra los esfuerzos de la sociedad venezolana por avanzar una solución democrática; una contestación a los sepultureros de la paz ajena e intermediarios de oficio que sacan tajada ideológica y económica para que Nicolás Maduro se mantenga en el poder, así sea abañado de sangre, con tal de poder beneficiarse de ello. Reacciones como el fundador de Podemos, Pablo Iglesias, o el silencio del Ejecutivo español son una muestra elocuente de la inconsistencia moral que domina la discusión política actual.
Liderazgo inédito
Existe, sin embargo, una contestación mucho más profunda y valiosa en el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. La líder de la oposición venezolana contra el régimen de Nicolás Maduro es civil, es valiente y es mujer. Un liderazgo inédito en la historia reciente de Venezuela, una nación lastimada por la desigualdad social, política y de género. En una sociedad con pulsiones autoritarias, militaristas y patriarcales, las mujeres detentan de puertas adentro un poder que no se les reconoce ni política ni económicamente en la calle. Desde hace ya años, ahí donde un guardia reprime, un mercenario abusa y un militar golpea, hay una madre, una hija, una esposa o una hermana poniendo la cara, protestando y haciendo valer lo que bravos y dizque versados políticos no han conseguido. Por mucho que sean ellas quienes sostengan familias enteras, no se les reconoce su centralidad. No están en el relato, aún manteniéndolo vivo y conservando un sentido de la dignidad que sólo puede mostrar una madre al recoger de la morgue a un hijo tiroteado o de cargar con lo poco que quede para cruzar la frontera con su familia a cuestas.
El premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es una contestación al espíritu de los tiempos. Mientras el liderazgo internacional rinde pleitesía a figuras hiperbólicas en su masculinidad como Donald Trump; radicales y circenses o incluso siniestras en su crueldad como las de Vladimir Putin, María Corina Machado, al igual que Yulia Navalnaya, la viuda del disidente ruso asesinado, Aléxei Navalni, simbolizan el coraje ciudadano y civil. Dan sentido a la lucha democrática en su sentido más elemental: defender los derechos a la libertad de conciencia sin necesidad de violar los de otros, ni mucho menos negociarlos en una oscura mesa como las que presidió José Luis Rodríguez Zapatero, en 2017, para llamar negociación a la claudicación y paz a la masacre.

Durante los días más oscuros de abatimiento, María Corina Machado ganó las primarias de la oposición con el 95 por ciento de los votos, dio un paso a un lado tras ser inhabilitada por el régimen e insufló vida a la candidatura a las elecciones presidenciales con Edmundo González Urrutia hasta conseguir la victoria con más del 70 por ciento de los votos. Antes de la investidura fraudulenta de Maduro, el régimen la secuestró y la liberó, sin conseguir hacer grieta en su fuerza. En una nación como Venezuela, un país que vive un clima de terror, persecución y detenciones arbitrarias, un lugar en el que cualquiera puede ser encarcelado sin motivo ni debido respeto a sus derechos, la resistencia de María Corina Machado redime la prisión y torturas a los más de mil presos políticos y diez mil asesinados por las fuerzas del gobierno de Nicolás Maduro.
Desde la represión posterior a las elecciones presidenciales de 2024 hasta hoy, el régimen bolivariano ha intensificado la cacería por motivos políticos, incluyendo a todos aquellos que defienden los derechos humanos y las libertades fundamentales. Justo por todos esos motivos, el premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es un espaldarazo a todos aquellos que viven desguarecidos en un Estado de Derecho desmantelado, a los que sobreviven en los calabozos de una dictadura y, por supuesto, a los que viven desterrados o exilados. Simbólica y moralmente reparadora, es, al fin, una contestación, una mano tendida un pueblo que sólo se tiene a sí mismo. «Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó», comienza la estrofa del himno nacional venezolano. Esta noticia ha devuelto algo de virtud y honor a un país castigado, sembrado de muertos y abogados del diablo.
En el comunicado público de agradecimiento difundido por Machado en redes sociales, habla del Nobel como un reconocimiento a la ciudadanía de su país. «Los venezolanos hemos sufrido 26 años de violencia y humillación a manos de una tiranía obsesionada con someter a los ciudadanos y quebrar el alma de la nación. La maquinaria de la opresión ha sido brutal y sistemática, caracterizada por detenciones, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales que constituyen Crímenes de Lesa Humanidad y terrorismo de Estado», explica. «Sin embargo, la respuesta del pueblo ha sido firme e indoblegable. Hemos forjado un movimiento cívico formidable, superando las barreras que el régimen construyó para dividirnos, y hemos unido a la nación en un anhelo poderoso: Paz en Libertad. Esta larga travesía ha conllevado costos indescriptibles: miles de vidas entregadas y millones forzados a dejar su tierra».

Publicado: octubre 10, 2025, 4:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/nobel-paz-maria-corina-machado-espaldarazo-democracia-20251010202309-nt.html

En Madrid son las once de la mañana, en Caracas son las cinco, en Panamá las cuatro, en Londres las diez, en Buenos Aires las seis y en Sídney, Australia, las ocho de la noche. Más de siete millones de venezolanos —inmigrantes, exilados y desplazados por motivos políticos y repartidos en más de 90 países alrededor del mundo— y todos cuantos hacen vida en Venezuela —una nación gobernada por un régimen autoritario—, todos, reciben a la vez la noticia: María Corina Machado acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz 2025.

La líder opositora venezolana lo celebra en la clandestinidad, el resto de los venezolanos lo hacen prendidos en emoción. Una alegría incendiaria. Una tristeza eufórica. Desde la madre o la hermana curtidas por la cárcel y la tortura de los suyos hasta el padre octogenario ya resignado a morir fuera de su país; desde el joven que pedalea para repartir paquetes, el asilado que al fin consiguió dónde salvar el pellejo o aquel o aquella que intentan conseguir un medicamento en el mercado negro venezolano, todos, incluido el dictador que maltrata y roba a sus ciudadanos, todos reciben la noticia.

En el video oficial publicado por la cuenta del Premio Nobel, se ve a Kristian Berg Harpviken, representante del Instituto Nobel, sentado en su despacho, mientras realiza la llamada que comunica el galardón. Con tono pausado, aunque visiblemente emocionado, Harpviken le dice a María Corina Machado que en unos minutos se anunciará públicamente que ha sido distinguida con el Premio Nobel de la Paz 2025. Se escucha su reacción del otro lado de la línea: una exclamación incrédula —«Oh my God… I have no words» («Dios mío… no tengo palabras»)—, seguida de un silencio. El anuncio oficial ocurrirá unos minutos más tarde.

El premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es una contestación. Sí, una contestación a quienes desdeñan la democracia liberal en Venezuela y en el resto del mundo; una contestación a los propios negociadores internacionales que en innumerables ocasiones han blanqueado la fuerza bruta del régimen y echado por tierra los esfuerzos de la sociedad venezolana por avanzar una solución democrática; una contestación a los sepultureros de la paz ajena e intermediarios de oficio que sacan tajada ideológica y económica para que Nicolás Maduro se mantenga en el poder, así sea abañado de sangre, con tal de poder beneficiarse de ello. Reacciones como el fundador de Podemos, Pablo Iglesias, o el silencio del Ejecutivo español son una muestra elocuente de la inconsistencia moral que domina la discusión política actual.

Liderazgo inédito

Existe, sin embargo, una contestación mucho más profunda y valiosa en el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. La líder de la oposición venezolana contra el régimen de Nicolás Maduro es civil, es valiente y es mujer. Un liderazgo inédito en la historia reciente de Venezuela, una nación lastimada por la desigualdad social, política y de género. En una sociedad con pulsiones autoritarias, militaristas y patriarcales, las mujeres detentan de puertas adentro un poder que no se les reconoce ni política ni económicamente en la calle. Desde hace ya años, ahí donde un guardia reprime, un mercenario abusa y un militar golpea, hay una madre, una hija, una esposa o una hermana poniendo la cara, protestando y haciendo valer lo que bravos y dizque versados políticos no han conseguido. Por mucho que sean ellas quienes sostengan familias enteras, no se les reconoce su centralidad. No están en el relato, aún manteniéndolo vivo y conservando un sentido de la dignidad que sólo puede mostrar una madre al recoger de la morgue a un hijo tiroteado o de cargar con lo poco que quede para cruzar la frontera con su familia a cuestas.

El premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es una contestación al espíritu de los tiempos. Mientras el liderazgo internacional rinde pleitesía a figuras hiperbólicas en su masculinidad como Donald Trump; radicales y circenses o incluso siniestras en su crueldad como las de Vladimir Putin, María Corina Machado, al igual que Yulia Navalnaya, la viuda del disidente ruso asesinado, Aléxei Navalni, simbolizan el coraje ciudadano y civil. Dan sentido a la lucha democrática en su sentido más elemental: defender los derechos a la libertad de conciencia sin necesidad de violar los de otros, ni mucho menos negociarlos en una oscura mesa como las que presidió José Luis Rodríguez Zapatero, en 2017, para llamar negociación a la claudicación y paz a la masacre.

Durante los días más oscuros de abatimiento, María Corina Machado ganó las primarias de la oposición con el 95 por ciento de los votos, dio un paso a un lado tras ser inhabilitada por el régimen e insufló vida a la candidatura a las elecciones presidenciales con Edmundo González Urrutia hasta conseguir la victoria con más del 70 por ciento de los votos. Antes de la investidura fraudulenta de Maduro, el régimen la secuestró y la liberó, sin conseguir hacer grieta en su fuerza. En una nación como Venezuela, un país que vive un clima de terror, persecución y detenciones arbitrarias, un lugar en el que cualquiera puede ser encarcelado sin motivo ni debido respeto a sus derechos, la resistencia de María Corina Machado redime la prisión y torturas a los más de mil presos políticos y diez mil asesinados por las fuerzas del gobierno de Nicolás Maduro.

Desde la represión posterior a las elecciones presidenciales de 2024 hasta hoy, el régimen bolivariano ha intensificado la cacería por motivos políticos, incluyendo a todos aquellos que defienden los derechos humanos y las libertades fundamentales. Justo por todos esos motivos, el premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es un espaldarazo a todos aquellos que viven desguarecidos en un Estado de Derecho desmantelado, a los que sobreviven en los calabozos de una dictadura y, por supuesto, a los que viven desterrados o exilados. Simbólica y moralmente reparadora, es, al fin, una contestación, una mano tendida un pueblo que sólo se tiene a sí mismo. «Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó», comienza la estrofa del himno nacional venezolano. Esta noticia ha devuelto algo de virtud y honor a un país castigado, sembrado de muertos y abogados del diablo.

En el comunicado público de agradecimiento difundido por Machado en redes sociales, habla del Nobel como un reconocimiento a la ciudadanía de su país. «Los venezolanos hemos sufrido 26 años de violencia y humillación a manos de una tiranía obsesionada con someter a los ciudadanos y quebrar el alma de la nación. La maquinaria de la opresión ha sido brutal y sistemática, caracterizada por detenciones, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales que constituyen Crímenes de Lesa Humanidad y terrorismo de Estado», explica. «Sin embargo, la respuesta del pueblo ha sido firme e indoblegable. Hemos forjado un movimiento cívico formidable, superando las barreras que el régimen construyó para dividirnos, y hemos unido a la nación en un anhelo poderoso: Paz en Libertad. Esta larga travesía ha conllevado costos indescriptibles: miles de vidas entregadas y millones forzados a dejar su tierra».

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