Publicado: diciembre 10, 2025, 11:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/goizeder-azua-preparo-nobel-paz-20251211051411-nt.html
Apretó la servilleta negra que tenía en la mano y se secó los ojos. La vi a unos pasos, en silencio, con un gesto contenido que decía más que cualquier declaración oficial. Me quedé observándola, con ese impulso tan venezolano de abrazar a quien llora … sin decir palabra, preguntándome si sus lágrimas respondían al mismo dolor que ha acompañado a millones de venezolanos durante estos veintiséis años de socialismo tropical transformado en un narcoestado fugitivo.
La curiosidad pudo más. Me acerqué. No hubo necesidad de preguntar: apenas levantó la mirada, lo dijo todo.
—Qué historia tan increíble la de ella —susurró, refiriéndose a María Corina Machado, galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025—. Se merecen ser libres.
Venía de una mujer noruega, del equipo de seguridad del Instituto Nobel. Sus palabras retumbaron. La causa venezolana no sólo es de los venezolanos, es de quienes se atreven a mirar de cerca una lucha real, de un pueblo sin armas que ha sido secuestrado por años, abriendo las celdas de un país sólo para el exilio, que alcanza los nueve millones, una cifra que por poco duplica la población de Noruega.
Nos abrazamos. Ella volvió a su puesto y yo regresé al mío en la zona de prensa, en el balcón del City Hall de Oslo, desde donde se daba un aplauso sostenido de unas seiscientas personas que acababan de escuchar el monumental discurso del presidente del Comité Noruego del Nobel, Jorgen Watne Frydnes.
—Por lo tanto, aquí en esta sala —dijo Frydnes—, con toda la solemnidad que acompaña al Premio Nobel de la Paz y a esta ceremonia anual, diremos aquello que más temen los líderes autoritarios: su poder no es permanente. Su violencia no prevalecerá sobre un pueblo que se levanta y resiste.
Fue una alocución sin concesiones, un golpe directo contra quienes delinquen contra la libertad y un llamado a reorganizar el tablero diplomático mundial, donde la tibieza ha jugado con ventaja durante años.
María Corina Machado estuvo allí, en cada abrazo compartido entre los venezolanos que pudieron ver la ceremonia en directo o a través de las redes
La ceremonia estuvo marcada por la incertidumbre: hasta último momento no se sabía si la líder del movimiento democrático venezolano asistiría. Prometió salir de la clandestinidad —más de un año y medio escondida dentro de su propio país—, pero finalmente canceló su presencia física al evento. No así su presencia simbólica, que lo ocupó todo.
Desde el discurso firme y conmovedor de su hija, Ana Corina Sosa, hasta la enorme fotografía instalada en el recinto, su nombre en letras gigantes y las erguidas aves del paraíso que lideraban el diseño floral: María Corina Machado estuvo allí, en cada abrazo compartido entre los venezolanos que pudieron ver la ceremonia en directo o a través de las redes. A menos de cien metros del solemne acto, cientos de venezolanos seguían la ceremonia en una pantalla gigante. Para muchos no era solo un reencuentro; era la constatación de que algo más grande estaba por suceder. El mundo nos estaba mirando.
La historia reciente de Venezuela se puede narrar de muchas maneras, comienza con un abrazo. El abrazo de despedida que inicia el exilio, o del reencuentro. El de pésame por los que ya no están. El de resistencia y el de esperanza. Nos sostenemos en el abrazo.
Porque la lucha venezolana, dura, larga, desigual, ha logrado lo que pocos movimientos democráticos alcanzan: despertar la conciencia moral del mundo. Lo hizo sin ejércitos, sin fusiles, sin poder económico, sin espacio político. Lo hizo con votos, con denuncias, con resistencia civil, con madres que entierran hijos asesinados por la represión, con cientos de presos políticos que esperan la libertad plena, con familias rotas por el destierro, con un país que dejó de vivir para sobrevivir. Lo hizo con su gente, su mayor riqueza. Lo hizo de la mano de una mujer que promete llegar hasta el final, impulsando una transición que no solo busca pasar de la dictadura a la democracia, sino desmontar las raíces que hicieron posible el chavismo y sustituirlas por una alternativa democrática sólida.
La mujer de la servilleta negra tenía razón.
La historia de María Corina es increíble.
Y sí, Venezuela será libre.
