Muere Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos con Bush, a los 84 años - Colombia
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Muere Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos con Bush, a los 84 años

El señor oscuro. El poder en la sombra. El presidente al que nadie eligió. El arquitecto de la Guerra contra el Terrorismo. El artífice de las invasiones de Afganistán e Irak. Sobran los epítetos para describir a Dick Cheney, vicepresidente entre 2001 y … 2009. Una figura que, tras ejercer un poder sin precedentes en la Casa Blanca, optó por retirarse en silencio.
Nacido en Lincoln (Nebraska), en 1941, falleció a causa de una neumonía y de enfermedades cardíacas y vasculares, según informó su familia en un comunicado. Añadieron que su esposa, Lynne, sus hijas, Liz y Mary, y otros miembros de la familia lo acompañaban en su lecho de muerte.
Su influencia, según todos los parámetros posibles, había sido ya desmesurada. Y, de forma totalmente inesperada, casi desconcertante, Cheney, un conservador de trayectoria impoluta y férrea ortodoxia republicana, acabó sus días apoyando y votando por una candidata demócrata a la presidencia con uno de los programas más a la izquierda del país.

Durante el apogeo neoconservador del segundo George Bush, el vicepresidente lo fue todo un paso atrás de un presidente tan campechano como ajeno a las intrigas de Washington, una capital repleta de trampas, ambiciones cruzadas y lealtades fingidas. Cheney era un maestro en el arte de conducirse en semejante pantano, pues había pasado por mil y un empleos.
Su rastro dejó huella en el Capitolio, en la Casa Blanca y en el Pentágono. Fue jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford entre 1975 y 1977, cargo en el que consolidó su reputación como operador político eficaz.
En 1979 fue elegido diputado de la Cámara de Representantes por Wyoming, escaño que mantuvo durante una década y que en un futuro heredaría su hija Liz. En ese tiempo presidió el Comité Republicano de Política de la Cámara, dirigió la Conferencia Republicana y llegó a ser número dos del grupo parlamentario como jefe adjunto de la minoría.
Con la llegada de la administración demócrata de Bill Clinton, Cheney abandonó el Gobierno y pasó al sector privado. Se incorporó al ‘think tank’ conservador American Enterprise Institute y formó parte del Council on Foreign Relations entre 1993 y 1995, tras haber sido también miembro de su junta durante su etapa final en el Congreso.

El poder en la sombra
Dick Cheney fue uno de los urdidores de la política estadounidense desde los años 70 hasta bien entrado el siglo XXI
AFP

En octubre de 1995 asumió la presidencia y dirección ejecutiva de Halliburton, una de las mayores empresas de servicios petroleros del mundo, gran motor de influencia con una formidable legión de lobistas en Washington. Bajo su gestión, la compañía creció de forma significativa, pero se enfrentó críticas por falta de transparencia contable tras una fusión con Dresser Industries en 1998. Halliburton fue objeto de demandas colectivas y de una investigación por corrupción en Nigeria, que se resolvió con un acuerdo extrajudicial de 250 millones de dólares.
Su fortuna personal, estimada entre 19 y 86 millones de dólares, proviene en gran medida de su paso por Halliburton. Su salida fue una sorprendente pirueta: en 2000, George W. Bush encargó a Cheney que dirigiera la búsqueda de su futuro vicepresidente, confiando en su criterio y experiencia. Cheney entrevistó a varios candidatos y analizó sus historiales, y se propuso a sí mismo.
Tras el agónico recuento de Florida en 2000, y la llegada del segundo Bush al poder, Cheney mantuvo un perfil bajo, como todos los vicepresidentes, hasta los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Aquel aciago día, con Bush de viaje a Florida, Cheney se encerró en el búnker de la Casa Blanca y por unos momentos tomó las riendas de una crisis sin precedentes, con aviones descontrolados en el cielo, dos de ellos dirigiéndose hacia la capital.

Arquitecto de la guerra

Durante sus dos mandatos se convirtió en el principal estratega de la respuesta de la Casa Blanca a los atentados. Asumió un papel central en el diseño de la llamada Guerra contra el Terrorismo y en las decisiones de desplegar fuerzas militares primero en Afganistán (2001) para atacar a Al Qaida y al régimen talibán que la albergaba. Y después en Irak (2003), donde defendió públicamente la invasión alegando que el régimen de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva.

7.300
soldados estadounidenses muertos
Cheney estuvo detrás de las guerras de Irak y de Afganistán, pese al alto coste en vidas que tuvo también entre los militares de Estados Unidos

Cheney afirmó erróneamente que las tropas estadounidenses serían recibidas como «libertadores» y, años después, describió la insurgencia en Irak como «en sus últimos estertores», mientras las operaciones militares se prolongaban durante años. La guerra en Irak se extendió oficialmente hasta 2011, con casi 5.000 soldados estadounidenses muertos, y el conflicto en Afganistán continuó hasta la retirada final de 2021, con más de 2.300 militares estadounidenses fallecidos.
Coordinó la captura y el traslado de supuestos terroristas, desplazados a cárceles secretas. Apoyó convertir la base naval de Guantánamo, en Cuba, en una suerte de prisión de máxima seguridad para combatientes extranjeros, y creó un problema aún irresuelto, pues quedan allí 15 detenidos a los que aun no se ha juzgado, y a los que no se puede trasladar por un veto del Capitolio.
También intervino en la decisión de negarle a determinados detenidos el amparo de los convenios de Ginebra y someterlos a comisiones militares especiales. Respaldó el uso de «técnicas de interrogatorio reforzadas», entre ellas el ahogamiento fingido, que él calificó de «obvias» o «de sentido común» para salvar vidas, y defendió que esas prácticas contribuyeron a impedir nuevos atentados en territorio estadounidense durante siete años y medio.
En el plano interno, Cheney impulsó una expansión del poder presidencial y la adopción de nuevas herramientas legales y operativas frente al terrorismo. Bajo su dirección se autorizó un programa de vigilancia doméstica sin orden judicial, que sorteaba los cauces habituales de supervisión del Congreso y de la Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera.
Cheney sostuvo de forma reiterada que el 11-S revelaba un nuevo tipo de amenaza, en la que grupos como Al Qaeda podrían emplear armas de destrucción masiva facilitadas por estados hostiles, y que ello requería actuar de forma preventiva y con menos restricciones legales. Con el tiempo, y especialmente en el segundo mandato, parte de esas políticas fue corregida: la Casa Blanca puso fin a esa tortura oficial, cerró las cárceles secretas de la CIA y sometió la vigilancia electrónica a un marco legal aprobado por el Congreso y los tribunales.
Su jefe de gabinete, Scooter Libby, fue condenado en 2007 por perjurio y obstrucción a la justicia en el caso del filtrado de la identidad de la agente de la CIA Valerie Plame. Tras la condena, George W. Bush conmutó la pena de prisión, pero no le concedió el indulto completo. Cheney presionó repetidamente a Bush para que firmara ese perdón total, alegando que se trataba de una «grave injusticia» y que debía repararse.
La negativa de Bush a ir más allá de la conmutación abrió una brecha entre ambos: Cheney salió de la Casa Blanca todavía convencido de que el presidente había errado al no rehabilitar por completo a su colaborador más cercano en ese caso. Fue un divorcio lento del Partido Republicano.

Liz Cheney, hija mayor de Dick, fue la única que siguió sus pasos en en política. También fue una de las voces republicanas que más criticaron a Trump por su actuación en el asalto al Capitolio de enero de 2021

EFE

La hija mayor de Cheney, Liz, fue diputada por Wyoming, en el escaño que ocupo él, entre enero de 2017 y enero de 2023. Durante su escaño, alcanzó puestos de gran liderazgo como presidenta de la Conferencia Republicana de la Cámara entre 2019 y 2021.
Pero ella rompió con Donald Trump tras las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021: Liz Cheney criticó públicamente las falsas denuncias de fraude electoral de Trump y su responsabilidad en los hechos, y votó a favor de su segundo ‘impeachment’. Su padre la apoyó en esa campaña y en el trabajo que ella desempeñó en el comité de investigación del 6 de enero, reforzando su respaldo a la defensa de la Constitución frente al partido.
En las últimas elecciones, él reveló por media de la hija que votaría a Kamala Harris, miembro de una administración que ordenó la salida de Afganistán y trató de enterrar del todo el legado neoconservador de Cheney y su generación.

Publicado: noviembre 4, 2025, 5:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/muere-dick-cheney-exvicepresidente-estados-unidos-anos-20251104123012-nt.html

El señor oscuro. El poder en la sombra. El presidente al que nadie eligió. El arquitecto de la Guerra contra el Terrorismo. El artífice de las invasiones de Afganistán e Irak. Sobran los epítetos para describir a Dick Cheney, vicepresidente entre 2001 y 2009. Una figura que, tras ejercer un poder sin precedentes en la Casa Blanca, optó por retirarse en silencio.

Nacido en Lincoln (Nebraska), en 1941, falleció a causa de una neumonía y de enfermedades cardíacas y vasculares, según informó su familia en un comunicado. Añadieron que su esposa, Lynne, sus hijas, Liz y Mary, y otros miembros de la familia lo acompañaban en su lecho de muerte.

Su influencia, según todos los parámetros posibles, había sido ya desmesurada. Y, de forma totalmente inesperada, casi desconcertante, Cheney, un conservador de trayectoria impoluta y férrea ortodoxia republicana, acabó sus días apoyando y votando por una candidata demócrata a la presidencia con uno de los programas más a la izquierda del país.

Durante el apogeo neoconservador del segundo George Bush, el vicepresidente lo fue todo un paso atrás de un presidente tan campechano como ajeno a las intrigas de Washington, una capital repleta de trampas, ambiciones cruzadas y lealtades fingidas. Cheney era un maestro en el arte de conducirse en semejante pantano, pues había pasado por mil y un empleos.

Su rastro dejó huella en el Capitolio, en la Casa Blanca y en el Pentágono. Fue jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford entre 1975 y 1977, cargo en el que consolidó su reputación como operador político eficaz.

En 1979 fue elegido diputado de la Cámara de Representantes por Wyoming, escaño que mantuvo durante una década y que en un futuro heredaría su hija Liz. En ese tiempo presidió el Comité Republicano de Política de la Cámara, dirigió la Conferencia Republicana y llegó a ser número dos del grupo parlamentario como jefe adjunto de la minoría.

Con la llegada de la administración demócrata de Bill Clinton, Cheney abandonó el Gobierno y pasó al sector privado. Se incorporó al ‘think tank’ conservador American Enterprise Institute y formó parte del Council on Foreign Relations entre 1993 y 1995, tras haber sido también miembro de su junta durante su etapa final en el Congreso.

El poder en la sombra
Dick Cheney fue uno de los urdidores de la política estadounidense desde los años 70 hasta bien entrado el siglo XXI
AFP

En octubre de 1995 asumió la presidencia y dirección ejecutiva de Halliburton, una de las mayores empresas de servicios petroleros del mundo, gran motor de influencia con una formidable legión de lobistas en Washington. Bajo su gestión, la compañía creció de forma significativa, pero se enfrentó críticas por falta de transparencia contable tras una fusión con Dresser Industries en 1998. Halliburton fue objeto de demandas colectivas y de una investigación por corrupción en Nigeria, que se resolvió con un acuerdo extrajudicial de 250 millones de dólares.

Su fortuna personal, estimada entre 19 y 86 millones de dólares, proviene en gran medida de su paso por Halliburton. Su salida fue una sorprendente pirueta: en 2000, George W. Bush encargó a Cheney que dirigiera la búsqueda de su futuro vicepresidente, confiando en su criterio y experiencia. Cheney entrevistó a varios candidatos y analizó sus historiales, y se propuso a sí mismo.

Tras el agónico recuento de Florida en 2000, y la llegada del segundo Bush al poder, Cheney mantuvo un perfil bajo, como todos los vicepresidentes, hasta los ataques del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Aquel aciago día, con Bush de viaje a Florida, Cheney se encerró en el búnker de la Casa Blanca y por unos momentos tomó las riendas de una crisis sin precedentes, con aviones descontrolados en el cielo, dos de ellos dirigiéndose hacia la capital.

Arquitecto de la guerra

Durante sus dos mandatos se convirtió en el principal estratega de la respuesta de la Casa Blanca a los atentados. Asumió un papel central en el diseño de la llamada Guerra contra el Terrorismo y en las decisiones de desplegar fuerzas militares primero en Afganistán (2001) para atacar a Al Qaida y al régimen talibán que la albergaba. Y después en Irak (2003), donde defendió públicamente la invasión alegando que el régimen de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva.

7.300
soldados estadounidenses muertos

Cheney estuvo detrás de las guerras de Irak y de Afganistán, pese al alto coste en vidas que tuvo también entre los militares de Estados Unidos

Cheney afirmó erróneamente que las tropas estadounidenses serían recibidas como «libertadores» y, años después, describió la insurgencia en Irak como «en sus últimos estertores», mientras las operaciones militares se prolongaban durante años. La guerra en Irak se extendió oficialmente hasta 2011, con casi 5.000 soldados estadounidenses muertos, y el conflicto en Afganistán continuó hasta la retirada final de 2021, con más de 2.300 militares estadounidenses fallecidos.

Coordinó la captura y el traslado de supuestos terroristas, desplazados a cárceles secretas. Apoyó convertir la base naval de Guantánamo, en Cuba, en una suerte de prisión de máxima seguridad para combatientes extranjeros, y creó un problema aún irresuelto, pues quedan allí 15 detenidos a los que aun no se ha juzgado, y a los que no se puede trasladar por un veto del Capitolio.

También intervino en la decisión de negarle a determinados detenidos el amparo de los convenios de Ginebra y someterlos a comisiones militares especiales. Respaldó el uso de «técnicas de interrogatorio reforzadas», entre ellas el ahogamiento fingido, que él calificó de «obvias» o «de sentido común» para salvar vidas, y defendió que esas prácticas contribuyeron a impedir nuevos atentados en territorio estadounidense durante siete años y medio.

En el plano interno, Cheney impulsó una expansión del poder presidencial y la adopción de nuevas herramientas legales y operativas frente al terrorismo. Bajo su dirección se autorizó un programa de vigilancia doméstica sin orden judicial, que sorteaba los cauces habituales de supervisión del Congreso y de la Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera.

Cheney sostuvo de forma reiterada que el 11-S revelaba un nuevo tipo de amenaza, en la que grupos como Al Qaeda podrían emplear armas de destrucción masiva facilitadas por estados hostiles, y que ello requería actuar de forma preventiva y con menos restricciones legales. Con el tiempo, y especialmente en el segundo mandato, parte de esas políticas fue corregida: la Casa Blanca puso fin a esa tortura oficial, cerró las cárceles secretas de la CIA y sometió la vigilancia electrónica a un marco legal aprobado por el Congreso y los tribunales.

Su jefe de gabinete, Scooter Libby, fue condenado en 2007 por perjurio y obstrucción a la justicia en el caso del filtrado de la identidad de la agente de la CIA Valerie Plame. Tras la condena, George W. Bush conmutó la pena de prisión, pero no le concedió el indulto completo. Cheney presionó repetidamente a Bush para que firmara ese perdón total, alegando que se trataba de una «grave injusticia» y que debía repararse.

La negativa de Bush a ir más allá de la conmutación abrió una brecha entre ambos: Cheney salió de la Casa Blanca todavía convencido de que el presidente había errado al no rehabilitar por completo a su colaborador más cercano en ese caso. Fue un divorcio lento del Partido Republicano.


Liz Cheney, hija mayor de Dick, fue la única que siguió sus pasos en en política. También fue una de las voces republicanas que más criticaron a Trump por su actuación en el asalto al Capitolio de enero de 2021


EFE

La hija mayor de Cheney, Liz, fue diputada por Wyoming, en el escaño que ocupo él, entre enero de 2017 y enero de 2023. Durante su escaño, alcanzó puestos de gran liderazgo como presidenta de la Conferencia Republicana de la Cámara entre 2019 y 2021.

Pero ella rompió con Donald Trump tras las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021: Liz Cheney criticó públicamente las falsas denuncias de fraude electoral de Trump y su responsabilidad en los hechos, y votó a favor de su segundo ‘impeachment’. Su padre la apoyó en esa campaña y en el trabajo que ella desempeñó en el comité de investigación del 6 de enero, reforzando su respaldo a la defensa de la Constitución frente al partido.

En las últimas elecciones, él reveló por media de la hija que votaría a Kamala Harris, miembro de una administración que ordenó la salida de Afganistán y trató de enterrar del todo el legado neoconservador de Cheney y su generación.

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