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Milei se rearma tras perder su primer gran pulso contra el peronismo

Tras el triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires, la Casa Rosada ha movido sus fichas para evitar que el revés se convierta en parálisis. Javier Milei ha reabierto el Ministerio del Interior –que había degradado el año pasado–, ascendido a … Lisandro Catalán como nuevo titular y activado una Mesa Federal con mandatarios provinciales afines. El objetivo inmediato no es otro que ampliar su base política de aquí a las legislativas del 26 de octubre y ordenar, al mismo tiempo, la conversación con el territorio sobre una agenda que el Gobierno no quiere desmontar: ajuste fiscal, desregulación y promesa de inversión privada.
La jugada admite varias lecturas. La primera, de manual instituciona. En Argentina, cada provincia y la Ciudad de Buenos Aires eligen tres senadores –dos para la lista más votada y uno para la primera minoría–, lo que otorga a los gobernadores una voz determinante en la Cámara Alta. Sin una masa crítica de apoyos provinciales, el oficialismo seguirá expuesto a derrotas en el Senado y a un Congreso que ya ha demostrado capacidad para condicionarle la agenda. La reapertura de Interior intenta, así, recomponer los puentes que la propia Casa Rosada había dinamitado en nombre de la «antipolítica».

Presupuesto 2026

El segundo movimiento es un gesto. El Ejecutivo presentará el Presupuesto 2026 en cadena nacional este lunes a las 21:00, hora local (2:00 de la madrugada del martes, hora pensinsular española), dentro del plazo legal. Será el primer presupuesto propio de la era libertaria, tras meses de gobernar con prórrogas. El portavoz Manuel Adorni lo explicó en X, y medios afines y críticos coincidieron en leerlo como un gesto de «institucionalidad» en medio del ruido poselectoral. El presupuesto funcionará no solo como hoja de ruta fiscal, sino como documento político con el que la Casa Rosada intentará sentar a sus interlocutores en la Mesa Federal.

El Gobierno llega a este punto con su principal bandera en alto: la bajada de la inflación. El índice de precios registró un 1,9% en julio y repitió 1,9% en agosto, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). La secuencia le permite a Milei mantener la consigna de que el plan económico «no se mueve un milímetro» y sostener, frente a los mercados, la promesa de disciplina. Pero la política es el arte de las coaliciones, y la desinflación por sí sola no garantiza votos en el Senado ni en la Cámara de Diputados; menos aún tras una derrota simbólica en el mayor distrito del país.
De hecho, el tercio más áspero del tablero se juega en el plano social. El Ejecutivo ha vetado la ley de emergencia pediátrica –que impacta directamente en hospitales de referencia como el Garrahan– y ha negado financiación adicional para las universidades públicas, con el argumento de blindar el equilibrio fiscal. Antes, había vetado también iniciativas vinculadas a personas con discapacidad y a las pensiones de los jubilados. El Senado, incluso, llegó a derogar el veto en discapacidad con mayoría agravada. Estas decisiones han elevado el coste político de la ortodoxia justo cuando la Casa Rosada intenta recuperar apoyos provinciales.
La reacción financiera al resultado bonaerense reforzó la urgencia del giro. El lunes posterior a la elección, la Bolsa porteña se tiñó de rojo y los activos argentinos sufrieron un castigo en Wall Street, un recordatorio de que la consolidación macro no compensa, por sí sola, una percepción de debilidad parlamentaria. Entre inversores y analistas, la pregunta ya no es si el programa fiscal tiene lógica, sino si el Gobierno cuenta con los votos para sostenerlo sin sobresaltos en los próximos meses.

Entre inversores y analistas, la pregunta ya no es si el programa fiscal tiene lógica, sino si el Gobierno cuenta con los votos para sostenerlo

En lo territorial, el terreno no está despejado. Gobernadores que habían mostrado predisposición al diálogo reclamaron previsibilidad en obras, transferencias y reglas de juego. El salteño Gustavo Sáenz, por ejemplo, cuestionó públicamente la convocatoria y habló de promesas incumplidas, mientras la Liga de Provincias Unidas prepara una escenificación de fuerza en Córdoba para fijar posición común. La Casa Rosada, por su parte, insiste en acotar la Mesa a los afines, un encuadre que limita el ancho de banda para construir una mayoría estable y deja fuera a figuras peronistas con fuerte peso electoral, como Axel Kicillof.

Nuevo equipo político

La entrada de Lisandro Catalán en Interior supone, además, un reordenamiento táctico del equipo político. Catalán ya venía trabajando codo con codo con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y se le reconoce paciencia negociadora. Su ascenso ofrece un canal más profesionalizado para las conversaciones con los gobernadores, mientras el núcleo duro mantiene el control del relato y de la agenda económica. La apuesta oficial es clara: sumar votos caso por caso, distrito por distrito, sin renunciar al ancla fiscal que Milei considera irrenunciable.
El Presupuesto 2026 será la piedra de toque de esa estrategia. La letra pequeña dirá si el Gobierno está dispuesto a conceder partidas en áreas sensibles para las provincias –obras paralizadas, transferencias automáticas, fondos específicos– sin perforar sus metas de déficit. En paralelo, Buenos Aires seguirá siendo el espejo: tras la paliza peronista, cualquier gesto que huela a recentralización de recursos o a desdén hacia los reclamos territoriales alimentará la resistencia de mandatarios que, además, compiten en sus propias ligas locales con candidatos libertarios.
En ese clima, la foto de la Mesa Federal será menos estética que contable: lo que importará no es quién posa, sino cuántos votos aporta en el Congreso y a cambio de qué.
El Gobierno se juega, en semanas, su capacidad de convertir orden macro en músculo político. Si consigue aprobar el presupuesto «en tiempo y forma», estabilizar expectativas y tejer una mayoría operativa con aliados territoriales, habrá encontrado una salida para llegar a octubre con oxígeno parlamentario. Si, en cambio, los vetos sociales nublan la conversación y los gobernadores ‘dialoguistas’ prefieren una foto en Córdoba a una silla en la Casa Rosada, Interior quedará como un gesto tardío y la cadena nacional del presupuesto como un trámite insuficiente.

Publicado: septiembre 15, 2025, 2:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/milei-rearma-tras-perder-primer-gran-pulso-20250914043543-nt.html

Tras el triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires, la Casa Rosada ha movido sus fichas para evitar que el revés se convierta en parálisis. Javier Milei ha reabierto el Ministerio del Interior –que había degradado el año pasado–, ascendido a Lisandro Catalán como nuevo titular y activado una Mesa Federal con mandatarios provinciales afines. El objetivo inmediato no es otro que ampliar su base política de aquí a las legislativas del 26 de octubre y ordenar, al mismo tiempo, la conversación con el territorio sobre una agenda que el Gobierno no quiere desmontar: ajuste fiscal, desregulación y promesa de inversión privada.

La jugada admite varias lecturas. La primera, de manual instituciona. En Argentina, cada provincia y la Ciudad de Buenos Aires eligen tres senadores –dos para la lista más votada y uno para la primera minoría–, lo que otorga a los gobernadores una voz determinante en la Cámara Alta. Sin una masa crítica de apoyos provinciales, el oficialismo seguirá expuesto a derrotas en el Senado y a un Congreso que ya ha demostrado capacidad para condicionarle la agenda. La reapertura de Interior intenta, así, recomponer los puentes que la propia Casa Rosada había dinamitado en nombre de la «antipolítica».

Presupuesto 2026

El segundo movimiento es un gesto. El Ejecutivo presentará el Presupuesto 2026 en cadena nacional este lunes a las 21:00, hora local (2:00 de la madrugada del martes, hora pensinsular española), dentro del plazo legal. Será el primer presupuesto propio de la era libertaria, tras meses de gobernar con prórrogas. El portavoz Manuel Adorni lo explicó en X, y medios afines y críticos coincidieron en leerlo como un gesto de «institucionalidad» en medio del ruido poselectoral. El presupuesto funcionará no solo como hoja de ruta fiscal, sino como documento político con el que la Casa Rosada intentará sentar a sus interlocutores en la Mesa Federal.

El Gobierno llega a este punto con su principal bandera en alto: la bajada de la inflación. El índice de precios registró un 1,9% en julio y repitió 1,9% en agosto, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). La secuencia le permite a Milei mantener la consigna de que el plan económico «no se mueve un milímetro» y sostener, frente a los mercados, la promesa de disciplina. Pero la política es el arte de las coaliciones, y la desinflación por sí sola no garantiza votos en el Senado ni en la Cámara de Diputados; menos aún tras una derrota simbólica en el mayor distrito del país.

De hecho, el tercio más áspero del tablero se juega en el plano social. El Ejecutivo ha vetado la ley de emergencia pediátrica –que impacta directamente en hospitales de referencia como el Garrahan– y ha negado financiación adicional para las universidades públicas, con el argumento de blindar el equilibrio fiscal. Antes, había vetado también iniciativas vinculadas a personas con discapacidad y a las pensiones de los jubilados. El Senado, incluso, llegó a derogar el veto en discapacidad con mayoría agravada. Estas decisiones han elevado el coste político de la ortodoxia justo cuando la Casa Rosada intenta recuperar apoyos provinciales.

La reacción financiera al resultado bonaerense reforzó la urgencia del giro. El lunes posterior a la elección, la Bolsa porteña se tiñó de rojo y los activos argentinos sufrieron un castigo en Wall Street, un recordatorio de que la consolidación macro no compensa, por sí sola, una percepción de debilidad parlamentaria. Entre inversores y analistas, la pregunta ya no es si el programa fiscal tiene lógica, sino si el Gobierno cuenta con los votos para sostenerlo sin sobresaltos en los próximos meses.

Entre inversores y analistas, la pregunta ya no es si el programa fiscal tiene lógica, sino si el Gobierno cuenta con los votos para sostenerlo

En lo territorial, el terreno no está despejado. Gobernadores que habían mostrado predisposición al diálogo reclamaron previsibilidad en obras, transferencias y reglas de juego. El salteño Gustavo Sáenz, por ejemplo, cuestionó públicamente la convocatoria y habló de promesas incumplidas, mientras la Liga de Provincias Unidas prepara una escenificación de fuerza en Córdoba para fijar posición común. La Casa Rosada, por su parte, insiste en acotar la Mesa a los afines, un encuadre que limita el ancho de banda para construir una mayoría estable y deja fuera a figuras peronistas con fuerte peso electoral, como Axel Kicillof.

Nuevo equipo político

La entrada de Lisandro Catalán en Interior supone, además, un reordenamiento táctico del equipo político. Catalán ya venía trabajando codo con codo con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y se le reconoce paciencia negociadora. Su ascenso ofrece un canal más profesionalizado para las conversaciones con los gobernadores, mientras el núcleo duro mantiene el control del relato y de la agenda económica. La apuesta oficial es clara: sumar votos caso por caso, distrito por distrito, sin renunciar al ancla fiscal que Milei considera irrenunciable.

El Presupuesto 2026 será la piedra de toque de esa estrategia. La letra pequeña dirá si el Gobierno está dispuesto a conceder partidas en áreas sensibles para las provincias –obras paralizadas, transferencias automáticas, fondos específicos– sin perforar sus metas de déficit. En paralelo, Buenos Aires seguirá siendo el espejo: tras la paliza peronista, cualquier gesto que huela a recentralización de recursos o a desdén hacia los reclamos territoriales alimentará la resistencia de mandatarios que, además, compiten en sus propias ligas locales con candidatos libertarios.

En ese clima, la foto de la Mesa Federal será menos estética que contable: lo que importará no es quién posa, sino cuántos votos aporta en el Congreso y a cambio de qué.

El Gobierno se juega, en semanas, su capacidad de convertir orden macro en músculo político. Si consigue aprobar el presupuesto «en tiempo y forma», estabilizar expectativas y tejer una mayoría operativa con aliados territoriales, habrá encontrado una salida para llegar a octubre con oxígeno parlamentario. Si, en cambio, los vetos sociales nublan la conversación y los gobernadores ‘dialoguistas’ prefieren una foto en Córdoba a una silla en la Casa Rosada, Interior quedará como un gesto tardío y la cadena nacional del presupuesto como un trámite insuficiente.

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