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Mikel Ayestaran : «La impunidad de Israel es absoluta. No nos dejan entrar en Gaza porque no quieren testigos»

09/04/2025

Actualizado a las 08:14h.

Mikel Ayestaran, periodista y corresponsal de esta casa, publica este miércoles su nuevo libro ‘Historias de Gaza: la vida entre guerras’ (Península), en la que describe la Franja desde el punto de vista de los palestinos sitiados allí, bajo la idea de que la equidistancia entre ambos bandos del conflicto «conduciría a la injusticia» porque, afirma, «la situación sobre el terreno es profundamente desequilibrada».
Ayestaran atiende a ABC desde su despacho en Estambul (Turquía) donde cubre cada vaivén en Oriente Próximo. Vistiendo una camisa oscura, aparece sereno, con una mirada profunda, de alguien que ha visto auténticos horrores de los que solo el ser humano es capaz.

—¿Por qué no hay un lugar parecido a Gaza?
—Por la circunstancia física de lo que supone un bloqueo. Llevo 20 años dedicado a los conflictos, he cubierto todo lo que ha pasado en Oriente Próximo. Incluso la guerra en Georgia o la invasión rusa de Ucrania, pero en ningún sitio he visto un bloqueo tan prolongado. La situación es especial por esa sensación de asfixia, porque tienes una población local que está desconectada del mundo.

Publicado: abril 9, 2025, 2:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/mikel-ayestaran-20250407140546-nt.html

José Ignacio de la Torre

09/04/2025


Actualizado a las 08:14h.

Mikel Ayestaran, periodista y corresponsal de esta casa, publica este miércoles su nuevo libro ‘Historias de Gaza: la vida entre guerras’ (Península), en la que describe la Franja desde el punto de vista de los palestinos sitiados allí, bajo la idea de que la equidistancia entre ambos bandos del conflicto «conduciría a la injusticia» porque, afirma, «la situación sobre el terreno es profundamente desequilibrada».

Ayestaran atiende a ABC desde su despacho en Estambul (Turquía) donde cubre cada vaivén en Oriente Próximo. Vistiendo una camisa oscura, aparece sereno, con una mirada profunda, de alguien que ha visto auténticos horrores de los que solo el ser humano es capaz.

—¿Por qué no hay un lugar parecido a Gaza?

—Por la circunstancia física de lo que supone un bloqueo. Llevo 20 años dedicado a los conflictos, he cubierto todo lo que ha pasado en Oriente Próximo. Incluso la guerra en Georgia o la invasión rusa de Ucrania, pero en ningún sitio he visto un bloqueo tan prolongado. La situación es especial por esa sensación de asfixia, porque tienes una población local que está desconectada del mundo.

Ya era muy difícil entrar en Gaza, ahora ni nos dejan. Además es una absoluta dependencia de Israel y de Egipto: todo lo que entra o sale es por ellos. En otras guerras siempre he podido ayudar a amigos mediante dinero o intentando sacar a alguien. Aquí no puedes hacer nada.

—¿Cómo se cubre una guerra como la de Gaza?

—Como profesional… —pausa reflexiva—, está siendo especialmente complicado: se está aplicando el máximo grado de censura. No nos dejan trabajar y están asesinando a nuestros colegas y no pasa nada. Está siendo muy frustrante cubrirlo desde la distancia, sometidos a una brutal propaganda por parte de Israel y por parte de los medios más cercanos al aparato propagandístico de Hamás.

La única forma de poder trabajar está siendo mediante el contacto directo con los gazatíes. Intentas recurrir a las fuentes directas que te dan una visión limitada de lo que es cada familia, pero a la vez desde esos casos tan particulares y tan pequeños puedes sacar una idea de lo que es la fotografía general.

—En su libro habla mucho de Kayed…

—Tengo una relación personal con Kayed Hammad desde hace 20 años —sonríe—. Es un gazatí del campo de refugiados de Jabalia, de unos 54 años, con familia en Málaga y un perfecto español. Es una amistad que se ha fortalecido mucho en los ocho años que he vivido en Jerusalén, porque he viajado mucho a Gaza y he visto crecer a sus hijos, le he visto formar una familia allí y he cubierto con él las tres más grandes ofensivas israelíes: en 2008, 2012, 2014.

Para trabajar en Gaza, desde que está Hamás en el poder (2007), necesitas algo que se llama la coordinación de seguridad: como un ‘sponsor’, alguien que permita tu entrada. Kayed ha sido el ‘sponsor’ y también ‘fixer’ (traductor y guía) de todos los periodistas españoles que hemos pasado por ahí.

Ahora, desde el inicio de esta guerra del 7 de octubre, hablo con él todos los días. Él está siendo mi fuente principal de información y mi hilo directo con la situación en Gaza. Hemos puesto en marcha varios proyectos, sobre todo en redes sociales, para mantener el pulso informativo cada día.

Imagen principal - El periodista Mikel Ayestaran ha cubierto diferentes zonas de conflicto como Gaza, Ucrania o Marruecos
Imagen secundaria 1 - El periodista Mikel Ayestaran ha cubierto diferentes zonas de conflicto como Gaza, Ucrania o Marruecos
Imagen secundaria 2 - El periodista Mikel Ayestaran ha cubierto diferentes zonas de conflicto como Gaza, Ucrania o Marruecos
El periodista Mikel Ayestaran ha cubierto diferentes zonas de conflicto como Gaza, Ucrania o Marruecos
MIKEL AYESTARAN

—Entre esos proyectos: ¿qué es ‘Menú de Gaza’?

—’Menú de Gaza’ es una serie que nació para morir y denuncia que en el siglo XXI se usa el hambre como arma de guerra y es muy poderosa.

Consta de una serie de fotografías diarias que le pido a Kayed de lo que prepara Amal, su mujer. Sobre todo cuando Israel decidió endurecer el bloqueo de forma muy severa.

Empezamos en febrero de 2024, cinco meses después del 7 de octubre y terminó el día del alto el fuego, el 19 de enero de 2025. Por desgracia, ha tenido que retomar el proyecto por una ruptura unilateral de la tregua por parte de Israel con la vuelta de los bombardeos.

—Aparte del hambre, otra arma es el desplazamiento forzoso… ¿Cómo lo vivió la familia de Kayed?

—Ellos siempre se mantuvieron fieles en que se iban a quedar en el norte y no se fueron cuando, en las primeras semanas de guerra, Israel ordenó el desplazamiento masivo a la provincia del sur. En los primeros y muy duros 15 meses, cambiaron 15 o 17 veces de casa. Ahora están en otra. Será la número 19, en otro campo de refugiados en Ciudad de Gaza.

El desplazamiento forzoso está siendo una constante con el añadido de que no hay un lugar seguro, porque no existe un lugar con las condiciones mínimas higiénicas y de alimentación.

—¿Ha fracasado el derecho internacional en Gaza?

—Ha fracasado absolutamente. Hemos visto cómo [el primer ministro Benjamin] Netanyahu ha estado en Hungría y no ha habido ningún problema, ignorando el derecho internacional. El único actor internacional que puede poner final a esto es EE.UU., pero sabemos quién gobierna el país y que no habrá ningún cambio. Veo más cercana la creación de un resort, la ‘Riviera’ en Gaza. He perdido toda la esperanza en el derecho internacional y en la UE. La impunidad es absoluta y, precisamente, por eso no podemos entrar, porque no quieren testigos.

—¿Hemos normalizado la anormalidad?

—Totalmente. Es el gran éxito de Netanyahu. Creía que la operación israelí del 2014, lo más duro que había hecho -2.500 muertos en 50 días-, iba a ser un punto de inflexión. Ahora mueren 2.500 personas en una semana sin ningún problema.

—En su libro afirma que la operación israelí en Gaza de 2014 fue un punto de inflexión personal. ¿Por qué?

—Durante la cobertura, estábamos todos los días con un pulso informativo muy alto. Era superestresante por el volumen de muertos, concretamente de civiles. No dejabas de ver niños entrando en el hospital. Era una sangría. Imagínate ahora, que son 50.000 muertos…

—¿Debemos creernos las cifras de víctimas que comparte el Ministerio de Salud gazatí, controlado por Hamás?

—Nunca sabremos cuántos son exactamente porque no nos dejan entrar para realizar una investigación independiente, que sería lo ideal. Si afirman que el organismo miente, que nos dejen entrar. Pero, si no, será porque posiblemente no están mintiendo. Además de que UNICEF o agencias de la ONU también manejan esas cifras. Es que no estamos ante una guerra, sino ante una venganza. Una que lanza Israel después del incalificable 7 de octubre. En lugar de elegir un método mucho más selectivo, como el que utilizaron con Hizbolá en el Líbano para acabar con la cúpula, en Gaza se trata de arrasar para dar una lección.

Es que no estamos ante una guerra, sino ante una venganza. Una que lanza Israel después del incalificable 7 de octubre

—Sobre el 7 de octubre de 2023: ¿cómo lo recuerda?

—Que esa fecha no monopolizara el libro era una obsesión, aunque sí ha sido un punto de inflexión. Lo viví y lo sigo viviendo con una sorpresa que no me explico. Por eso me fastidia tanto que Netanyahu no permita esa investigación.

—¿Cómo de extraño es para Israel recibir este tipo de ataques?

—El grado de confianza en el sistema de seguridad es tal que incluso habían montado un festival de música tecno en las puertas de Gaza. ¿Cómo pudo colapsar toda la seguridad a la vez? Además de que todo el perímetro está militarizado, tanto por tierra como por mar y aire.

Por otro lado, sus cuartos de seguridad son refugios para cohetes, pero no están preparados para operaciones terrestres. La gente de Hamás esperaba un alto nivel de resistencia, creían que iban a morir, pero se encontraron con esta situación. Hay una auténtica matanza por parte de los milicianos que se encontraron que al otro lado del muro no había nada.

—¿Considera que Israel está cometiendo un genocidio en respuesta?

—Hay gente más preparada que lo está afirmando. Hay una investigación en marcha de la que espero que tengamos un resultado pronto. Hay diferentes formas de exterminar una población: algunos recurren a las cámaras de gas y otros a los machetes. Otros lo hacen matando de hambre y con desplazamientos forzosos. Pero hay que esperar a lo que diga la investigación.

En todo conflicto, lo primero son las víctimas de ambos lados. Mientras no haya un reconocimiento a estas, estamos muy lejos de una solución.

—Uno de los pilares más importantes que muestra en el libro es su familia. ¿Cómo viven ellos su trabajo en zonas de conflicto?

—Vivimos en equipo, de un sitio a otro, con intensidad. Han normalizado que vayamos de vacaciones con los micrófonos, los trípodes, el ordenador. Vivimos con el periodismo y la redacción en casa.

He estado diez años viajando solo, dando vueltas, con dos vidas paralelas, pero ahora he ganado una familia. Estoy más tranquilo, incluso he podido escribir cuatro libros, algo impensable porque no tenía el tiempo.


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