Publicado: noviembre 26, 2025, 7:45 am
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Seis meses después de asumir el cargo, el canciller alemán pasa por su momento más bajo de popularidad. Apenas una quinta parte de los alemanes aprueban su gestión. En las encuestas, su partido conservador (CDU) es superado por la formación de extrema derecha, antieuropea y … prorrusa Alternativa para Alemania (AfD), aunque solamente por medio punto porcentual.
Si bien Friedrich Merz lleva a cabo una intensa política exterior muy visible, de puertas adentro las reformas que prometió tardan en surtir efecto. El PIB alemán ha vuelto a estancarse en el tercer trimestre, después de retroceder un 0,2% en el segundo. Sectores enteros, como el del automóvil, sucumben a los precios de la energía, la burocracia y la falta de inversión.
No es de extrañar, en este contexto, que en la apertura del debate parlamentario sobre los presupuestos generales para 2026, cuya votación tendrá lugar este viernes, Merz haya recibido muy duros golpes dialécticos por parte de AfD, primera fuerza de la oposición en el Bundestag.
La falta de resultados de su «otoño de reformas» por un lado, y el descontento de medidas poco populares, como la reducción de las subvenciones del «dinero ciudadano» o la controvertida reforma de las pensiones, hacen que parezca un canciller desfondado, que calculó mal o pecó de ingenuidad.
Él, sin embargo, insiste en que es necesario seguir apostando por políticas de largo plazo y apela a un «nuevo consenso entre generaciones». Justifica así las reformas emprendidas, que sólo avanzando «paso a paso» darán fruto especialmente para los jóvenes alemanes.
El Gobierno alemán continuará «en el camino de la renovación de nuestro país», ha asegurado Merz, quien ha pedido paciencia. Las «expectativas de reforma» son «en algunos casos mayores de lo que estamos cumpliendo en este momento», ha admitido, no sin añadir que, dada la magnitud de las tareas, su Gobierno no quiere «precipitarse en nada».
«Escucho una y otra vez que la gente dice: ‘este Gobierno sólo tendría que darse un golpe en algún lugar –dos o tres grandes proyectos– y los problemas en nuestro país desaparecerían’». Pero su «respuesta honesta» a tales expectativas es «nuestro país es un país sumamente complejo, y los temas muy complejos requieren respuestas complejas y no frases poco complicadas». En uno de sus proyectos más controvertidos, Merz no ha podido proponer una solución a la disputa de las pensiones. Ha pedido el voto, sin embargo, para lo que ha llamado un «consenso de generaciones».
Merz se escuda en una lista de decisiones del Gobierno anterior que han dejado a Alemania en un estado crítico y ha mencionado todos sus proyectos ya en marcha: reducción de costes energéticos, alivio fiscal para las empresas, reducción de la burocracia, avances en digitalización.
También ha señalado que estamos «sólo al principio de las reformas que nuestro país necesita con tanta urgencia». Pero incluso en materia de política exterior ha debido reconocer que muchos de sus esfuerzos corren el riesgo de terminar en nada.
Esfuerzos diplomáticos
A pesar de su denodado trabajo para lograr que las negociaciones de paz para Ucrania no excluyan ni a Kiev ni a los europeos, la prepotencia de Trump y Putin, así como el escaso valor que ambos líderes globales conceden a la UE, puede tener como consecuencia el resultado contrario. «Europa no es un juguete», ha dicho en referencia a ese ninguneo.
Merz ha reafirmado solidaridad a Ucrania en el proceso de negociación: «No vamos a ceder en nuestro apoyo a Ucrania» y ha reiterado la conveniencia de utilizar los activos rusos congelados en la UE con este fin.
La líder del grupo parlamentario de AfD, Alice Weidel, ha hablado de «espectáculo de tonterías que Alemania ya no puede permitirse» y de «coalición terminal» a la que ha comparado con «el puente del Titanic». Weidel ha presentado un plan propio de doce puntos como «programa inmediato para Alemania», que incluye volver a comprar gas natural y petróleo a Rusia.
