Publicado: abril 12, 2025, 10:45 pm
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La gran pregunta pendiente de la política internacional de Donald Trump sigue siendo el futuro de la relación con China. Hasta su regreso a la Casa Blanca, existía un consenso entre republicanos y demócratas para impedir que la potencia asiática lograse la hegemonía global. … En los primeros compases de la nueva administración, nadie sabía lo que podía ocurrir con este asunto central. Los partidarios del aislacionismo como J. D. Vance y otros portavoces del mundo MAGA, le aconsejaban al presidente el repliegue, compatible con aumentar la influencia sobre Panamá y Groenlandia, y reconocer al régimen de Pekín su esfera de influencia. Los halcones buscaban lo contrario. Les preocupaba el precedente de una salida de Ucrania aceptando las tesis del expansionismo ruso y ceder terreno ante una proyección exterior cada vez más agresiva de China.
Esta semana las decisiones caprichosas y contradictorias del presidente han provocado un caos arancelario y el deslizamiento hacia una crisis financiera. El resultado ha sido una pérdida de confianza en las letras del tesoro estadounidense y en el dólar, hasta ahora moneda reserva mundial. En poco tiempo, Estados Unidos puede pasar de una situación económica positiva, con baja inflación y desempleo, y la ventaja de liderar desde sus empresas la revolución tecnológica, a una situación de precios altos, recesión e incertidumbre regulatoria.
Parecería que China, objeto de un arancel del 145%, sería considerada en adelante como la gran rival, como querían los halcones. Pero con tal de alimentar su propaganda, Trump puede cambiar de opinión en unos minutos y llegar a un acuerdo con Pekín «extraordinario y maravilloso» sin contenido real. En menos de cien días ha dañado seriamente el poder blando de su país, es decir, la admiración hacia sus valores, políticas y cultura, sin el cual ningún imperio sobrevive. Es una autolesión que recuerda a la del Brexit, al entender las interdependencias económicas como vulnerabilidades. En vez de gestionarlas, rompe amarras con sus mercados y castiga a socios y aliados. Sin estos apoyos, Trump no conseguirá sus objetivos internacionales, si es que en algún momento los define con alguna claridad.