Publicado: abril 24, 2025, 6:15 am
Fuente de la noticia : https://www.abc.es/salud/enfermedades/secretos-maria-espanola-convirtio-mujer-longeva-mundo-20250424033146-nt.html
Maria Branyas, la mujer más longeva del mundo, falleció el 9 de agosto de 2024 con 117 años cumplidos, prácticamente libre de enfermedad y lúcida. Superó el siglo de vida con una salud prodigiosa (solo presentaba signos de sordera y problemas de movilidad) … hecho que cautivó a científicos de la talla de Manel Esteller, jefe del Grupo de Epigenética del Cáncer del Instituto Josep Carreras y una de las máximas autoridades mundiales en epigenética, que decidió escrutar en los genes de la supercentenaria de Olot (Gerona) para desentrañar el secreto de su eterna juventud.
ABC adelantó en marzo de 2024 algunas de las claves de su envejecimiento saludable. Desveló, por ejemplo, que su privilegiado genoma le protegió de sufrir un cáncer hematológico cuando sus genes estaban marcados para padecerlo, y que llegó a la vejez sin apenas protección en su cromosoma. Ahora, la publicación definitiva del estudio internacional liderado por Esteller, consultado por este diario, da una visión más completa de las causas biológicas y genéticas que subyacen en el secreto que guardaba Branyas para cumplir años con salud.
El científico catalán buceó en los genes de Maria con la curiosidad humana que suscita ver a una anciana tan longeva sin apenas problemas de salud y sin antecedentes de cáncer, enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas, patologías asociadas a la edad, pero con la mirada de un científico. Su objetivo: escrutar en su peculiar genética para descubrir hasta qué punto sus genes la han blindado del deterioro asociado a la edad y, de paso, avanzar en la búsqueda de fármacos capaces de combatir la senescencia.
Para ello, Manel Esteller y su equipo tomaron muestras biológicas a la ‘supercentenaria’ (células de la saliva, de la sangre y de la orina). En todas ellas se estudió lo mismo: la expresión de los genes (qué proteínas están más expresadas); los cambios epigenéticos, es decir los mecanismos que controlan las modificaciones en estas células, y el genoma propiamente, es decir, la secuencia del ADN.
«¡Estudiadme!», dijo Branyas a los investigadores cuando le propusieron si les dejaba navegar por su interior para dar con las causas de su prodigiosa salud. «Analizando su caso, podremos entender mejor los mecanismos asociados al envejecimiento y las enfermedades vinculadas a la edad», le explicó el científico catalán a la anciana, que asumió el reto con ilusión. La primera gran evidencia de las conclusiones de la investigación, publicadas a finales de febrero, es que los genes de esta abuela centenaria que esquivó la enfermedad incluso durante la etapa de senectud «se sentían mucho más jóvenes», y «se comportaban como tales», según explica Esteller en declaraciones a este diario.
«Tenía una edad biológica muy inferior a la cronológica», asevera el científico. Lo cierto es que Maria Branyas tuvo la suerte de heredar una genética privilegiada que le libró de enfermedades importantes como la leucemia. Estaba marcada genéticamente para sufrirla pero la sorteó pese a que apenas tenía protección en su ADN.
Marcada para padecer leucemia
«Los primeros datos que hemos analizado revelan que Maria presenta dos mutaciones en sus genes que la marcan para sufrir leucemia. En otras personas, estas mutaciones hubieran desencadenado la aparición de la enfermedad pero ella se ha mantenido sorprendentemente libre de ella, esto demuestra su capacidad de modular el riesgo», señalaba a ABC Esteller en marzo al comentar los resultados preliminares de su estudio.
Durante la investigación se analizaron a nivel bioinformático los 6.000 millones de segmentos que tiene el ADN, en concreto en cerca de los 200 genes que tienen relación directa con el envejecimiento. Al margen de que Maria fue capaz de burlar un cáncer y de desafiar las leyes moleculares, lo que apuntaron los primeros resultados del estudio es, según precisó Esteller, «lo que ya intuíamos antes de arrancar el análisis: que la edad de sus células nada tienen que ver con la que marca su DNI». «Los genes nos dicen que Maria tenía una edad biologica 17 años inferior a la cronológica», señala el experto.
Las otras dos razones que explican por qué la anciana iba sumando años sin enfermar son, según afirma, que tenía una microbiota «excepcional», propia de una niña, que la blindaba de enfermedades infecciosas, y unos telómetros -escudos protectores del ADN de nuestras células que se encuentran situados en los extremos de los cromosomas y se acortan con cada división celular- «extremadamente» cortos. Branyas llegó a la vejez sin apenas protección en su ADN. «La longevidad está directamente relacionada con la longitud de los telómeros», afirma el experto en epigenética. «Los cromosomas de Maria, que son relojes moleculares, no tienen puntas y esas puntas marcan el paso del tiempo. Habitualmente las personas se mueren antes de no tener telómeros», añade el investigador.
El estudio desvela que Maria tenía un 40% más de telómeros cortos que el resto de sujetos analizados en el estudio. Eso, unido al «excepcional estado de salud» que presentaba la anciana pese a haber superado los 116 años, llevaba a pensar, según los autores del estudio, a que «el desgaste telomérico se comporta más como un reloj cromosómico del envejecimiento que como un predictor de enfermedades relacionadas con la edad, como la neurodegeneración o la diabetes», reflexionan los firmantes de la investigación.
Otra de las grandes conclusiones del estudio y que explica, en parte, el «milagro» de María es su «joven» microbiota, la población de bacterias que tenía en el intestino, más propia de la de una niña que de la de una anciana de su edad. «Estos microorganismos son cruciales para determinar no solo la composición de metabolitos de nuestro cuerpo, sino también la inflamación, la permeabilidad intestinal, la cognición y la salud ósea y muscular», señalan los investigadores.
En el estudio se comparó la composición de la microbiota fecal de la anciana con la de los 445 individuos (250 mujeres y 195 hombres) de la muestra de control; todos de edades comprendidas entre los 61 y los 91 años y que no recibían ningún tratamiento antibiótico. La comparación sirvió para constatar la «singularidad» de la microbiota de la supercentenaria.
Dieta rica en lácteos
Según los análisis del estudio, la microbiota de la anciana presentaba un alto contenido de ‘bifidobacterium’, un tipo de probiótico (bacteria buena) que habita en los intestinos. ¿Puede ser esa microbiota joven y fuerte que tenía y que la protegía de enfermedades inflamatorias fruto de una buena nutrición? Esteller cree que su dieta rica en lácteos -ella se jactaba de ingerir cerca de tres yogures diarios- lo explica, pero solo en parte. «Curiosamente, nuestra supercentenaria saludable consumía alrededor de tres yogures diarios que contenían ‘streptococcus thermophilus’ y ‘lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus’, conocidos por favorecer el crecimiento de las bacterias descritas en el intestino.
Por lo tanto, éste podría ser un ejemplo de una intervención dietética que, actuando en la microbiota intestinal, se asocia con un envejecimiento saludable y una larga esperanza de vida», reconocen los científicos en su informe final.«El hecho de que tuviera bacterias buenas en el intestino se explica también porque la genética predisponía a Maria a que este tipo de bacterias antiinflamatorias crecieran allí. Gracias a sus genes, estas bacterías se sentían cómodas creciendo en su intestino», dice Esteller. Precisa, en este sentido, que el hecho de tener esas bacterias en el intestino «no solo tiene un efecto positivo local sino que es importante porque en el intestino es el lugar en el que las células inmunes aprenden a ser o no ser inflamatorias».
Los investigadores identificaron también en Maria variantes genéticas raras a través de la secuenciación completa del genoma, y constataron su excepcional perfil lipídico en sangre, con niveles de colesterol bueno (HDL) muy elevados y de colesterol malo (LDL) muy bajos. Branyas no tenía exceso de azúcar en sangre, lo que evitaba el riesgo de diabetes u obesidad, y observaron que sus genes mantenían bajo control las infecciones y la regulación autoinmune, además de presentar bajas concentraciones de glicoproteínas A y B, lo que indica un perfil inflamatorio saludable.
Manel Esteller estrechó lazos con la anciana durante la exhaustiva investigación: «A Maria -explica- le apasionaba andar, no bebía alcohol ni fumaba y estaba acompañada muy a menudo por su familia, con lo cual no se sentía aislada y esto evitaba la demencia». «Sobrevivió a un terremoto en la costa este de EE. UU., a un gran incendio, y a la Guerra Civil española. Es una auténtica superviviente, y eso sin duda es algo a tener en cuenta», precisa el científico.
Se siente satisfecho por el estudio, único de estas características en el mundo. «Nos ha ayudado a entender cómo poder añadir vida a los años y no añadir años a la vida», concluye Esteller. Los resultados de la investigación servirán, según el científico, para elaborar «tipos de patrones prebióticos asociados a la longevidad», además de para avanzar en el hallazgo de «fármacos útiles en la lucha contra el envejecimiento». El estudio refuerza la idea de que el envejecimiento y la enfermedad pueden, bajo determinadas condiciones, desvincularse, es decir, «que la edad no va siempre asociada a la enfermedad».