Los hijos de Núremberg como Niklas Frank: «No me extrañaría que en los próximos años volvamos a tener un gobierno autoritario y criminal en Alemania» - Colombia
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Los hijos de Núremberg como Niklas Frank: «No me extrañaría que en los próximos años volvamos a tener un gobierno autoritario y criminal en Alemania»

Alemania volverá esta semana a la sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg, donde hace 80 años dieron inicio los procesos contra los dirigentes nazis que supondrían, de facto, el evento fundacional del derecho penal internacional. Fue un juicio sin precedentes, que … duró 218 días y en el que el tribunal tuvo acceso a más de 300.000 declaraciones juradas y escuchó a 240 testigos, que compusieron en conjunto un relato de crueldad y deshumanización sin límites. El Tribunal Militar Internacional dictó veredictos que incluyeron la pena de muerte para doce de los acusados.

Hoy, instituciones académicas, juristas y organismos internacionales se reúnen con motivo del aniversario para reflexionar sobre el legado de aquellos juicios, que permitieron a los alemanes partir de cero, dirimir al menos parcialmente responsabilidades y comenzar a desescombrar la ruina moral para iniciar la construcción de una nueva sociedad. Pero para algunos de ellos, el proceso de Núremberg nunca terminó del todo. Los hijos de los nazis juzgados en aquella sala fueron indirectamente condenados de por vida a una pena de sombras y contradicciones. Nacieron bajo el peso de un apellido marcado por la infamia y de sentencias que acreditaban su descendencia del mal absoluto. Las preguntas sobre cómo reconciliar el papel filial con la repulsión hacia los crímenes siguen resonando en el corazón de los hijos de Núremberg. Y algunos de ellos han dedicado buena parte de su vida a redimir su herencia a base de verdad y responsabilidad.
Niklas Frank nació el 9 de marzo de 1939 en Múnich, en el seno de una familia nazi de alto rango. Su padre, Hans Frank, fue asesor jurídico de Adolf Hitler y nombrado en 1939 gobernador general de los territorios polacos ocupados, donde se ganó por su crueldad el apodo de ‘el carnicero de Polonia’. Fue el responsable de los campos de trabajo y exterminio de Auschwitz, Sobibor, Majdanek, de los guetos de Varsovia y Cracovia. Bajo su mando, se implementaron las políticas de la ‘solución final’ y millones de judíos polacos fueron asesinados. Ordenó ejecuciones sumarias, deportaciones y castigos colectivos contra civiles.

Arriba, imagen del juicio de Núremberg que fundó el Derecho Penal Internacional. Abajo, imagen familiar del ‘carnicero de Polonia’, Hans Frank con el benjamín, Niklas. Al lado, el ‘carnicero de Polonia’
ARCHIVO ABC / CEDIDA

«Aquí comenzamos con 3,5 millones de judíos, de los cuales solo quedan unas pocas compañías de trabajo. Todo ha emigrado, digamos», bromeó con aire triunfal en una recepción, el 2 de agosto de 1943, en el castillo de Wawel, residencia de reyes polacos ocupada por los nazis. En su diario –más de 11.000 páginas– documentó los crímenes por los que fue condenado a la horca en los juicios de Núremberg, en 1946. En ningún momento mostró arrepentimiento.
Su hijo Niklas tenía 7 años cuando ‘el carnicero de Polonia’ fue ejecutado. «Recuerdo ver los informes por la tele, en el Wochenschau. Todas las semanas había un reporte de los juicios, y yo, que no entendía lo que estaba pasando, estaba orgulloso cuando la cámara enfocaba a mi padre», rememora para ABC. «Recuerdo haberlo visitado después una vez en prisión, en septiembre del 46. Yo me sentaba en el regazo de mi madre y mi padre estaba al otro lado del cristal. Y a derecha e izquierda dos guardias armados».

«¿Por qué me miente mi padre?»

Ese verano, el abogado había visitado a su madre para adelantarle que no había mucho que hacer. Las pruebas contra su padre eran contundentes. «Sabíamos que teníamos diez minutos para hablar con él y que sería la última vez. Pero él sonreía y me decía que pronto volveríamos a celebrar la Navidad juntos. Y por primera vez sentí una profunda decepción como hijo. No dejaba de pensar: ‘¿por qué me miente, si sabe que lo van a colgar?’».
Durante años, Niklas estuvo muy ocupado tratando de sobrevivir. Después de haber jugado en estancias en cuyas paredes colgaba ‘la Dama de Armiño’ de Leonardo da Vinci y varios Rembrandt, su familia tuvo que mendigar. Sólo con los años fue cobrando conciencia de los crímenes juzgados en Núremberg y de su alcance, lo que le producía un enorme dolor. «En mi casa no se hablaba de eso, del Holocausto, ni sobre lo que había hecho mi padre. Todos querían entonces en Alemania trazar una línea y olvidar los tiempos nazis. Estudié, trabajé, me casé y tuve una hija», dice, pero la paternidad acrecentó su necesidad de exorcismo y, finalmente, rompió el silencio en el libro ‘El padre. Un ajuste de cuentas’, publicado en 1987. Transformó su dolor en compromiso con la lucha contra el olvido y la hipocresía. «Fue ese año cuando se publicó, pero yo había decidido escribirlo mucho antes. Estaba muy enfadado con Alemania, veía por todos lados silencio sobre el Holocausto, evasivas y antisemitismo soterrado. Y decidí afrontar la verdad. Resultaba que yo era hijo de ese asesino en masa y debía escribir muy claro sobre mi padre», resume su motivación. También subraya que «el libro fue muy leído, pero en ese momento fue un escándalo: la revista ‘Stern’ publicó seis capítulos seguidos y hubo cientos de críticas contra mí. Ni una positiva. Toqué un nervio que hoy sigue vivo en los descendientes, porque sus padres y abuelos se callaron. Yo dije las cosas abiertamente. Y eso afecta a la gente».
Ahora que se cumplen 80 años del proceso de Núremberg, Niklas Frank vive el aniversario desde la preocupación y el escepticismo. «Deberíamos haber entendido el significado de los juicios de Núremberg, pero no lo creo. Los alemanes parecen hartos de la democracia, como si quisieran otra vez un Führer o una líder que decida sin debate parlamentario y que les diga hacia dónde deben ir».

El ascenso de AfD

En un país inmerso en un intenso proceso de rearme, la primera fuerza de la oposición en el Bundestag es Alternativa para Alemania (AfD), una formación de corte populista, autoritario y nacionalista, clasificado de extrema derecha y abiertamente prorruso. Su posición está muy consolidada en buena parte del territorio oriental y, según varias encuestas, podría ganar unas elecciones a escala federal. «No me extrañaría que en los próximos años volvamos a tener un gobierno autoritario y criminal», augura Frank, que lamenta que «los juicios de Núremberg no tienen ya ningún papel en las clases de Historia: lo mencionan, pero no profundizan». «Las actas del juicio están impresas. Se puede leer lo cobardes que fueron los dirigentes nazis ante el tribunal, cómo se intentaban quitar de en medio, culpaban a otros y se escondían, decían que sólo habían cumplido órdenes. Eso no interesa hoy a nadie. Sólo el 20 de noviembre, después volverá a olvidarse», se entristece.

«Las actas del juicio muestran lo cobardes que fueron los dirigentes nazis en el tribunal»

Niklas Frank
Hijo del ‘carnicero de Polonia’

No todos los hijos de los condenados en Núremberg tomaron distancia moral de sus padres. El arquitecto Wolf Rüdiger Hess, hijo de Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler condenado a cadena perpetua y que murió en la prisión de Spandau en 1987, defendió la inocencia de su padre hasta su propia muerte, en 2001. Pero la exposición pública del proceso pesó en muchos de ellos a favor del distanciamiento. Los descendientes de Albert Speer, ministro de armamento de Hitler, son otro ejemplo. Aunque tres de los ocho jueces, dos soviéticos y el estadounidense Francis Biddl, abogaron por condenarlo a muerte, el resto se resistió y la sentencia se alcanzó tras dos días de debate. Speer fue condenado a 20 años. Su caso presentaba dudas, pero su hija, Hilde Schramm, se convirtió en activista de proyectos de memoria y justicia.
Los descendientes de los jerarcas nazis que lograron evadir el banquillo, sin embargo, han tolerado mejor el silencio. Gudrun Burwitz, hija de Heinrich Himmler, el cerebro del Holocausto, siguió manteniendo simpatías nazis hasta su muerte en 2018. Henrik Lenkheit, que se enteró hace un año de que su abuela fue amante de Himmler, confiesa a ABC: «No lo he superado, sigo inmerso en un proceso de luto, ira, reordenación de la identidad…». Lenkheit es pastor evangélico en Málaga y busca editor para su libro. Quiere seguir el ejemplo de Frank. Durante muchos años, Niklas llevó la foto del cadáver del ‘carnicero de Polonia’para asegurarse de que había muerto. Hoy, a sus 86 años, en el bolsillo lleva, además, la foto de su mujer fallecido, la de su hija y tres nietos. «Ahora lo miro y pienso que he conseguido escapar a esa ideología».

Publicado: noviembre 15, 2025, 7:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/hijos-nuremberg-niklas-frank-extranaria-proximos-anos-20251116020338-nt.html

Alemania volverá esta semana a la sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg, donde hace 80 años dieron inicio los procesos contra los dirigentes nazis que supondrían, de facto, el evento fundacional del derecho penal internacional. Fue un juicio sin precedentes, que duró 218 días y en el que el tribunal tuvo acceso a más de 300.000 declaraciones juradas y escuchó a 240 testigos, que compusieron en conjunto un relato de crueldad y deshumanización sin límites. El Tribunal Militar Internacional dictó veredictos que incluyeron la pena de muerte para doce de los acusados.

Hoy, instituciones académicas, juristas y organismos internacionales se reúnen con motivo del aniversario para reflexionar sobre el legado de aquellos juicios, que permitieron a los alemanes partir de cero, dirimir al menos parcialmente responsabilidades y comenzar a desescombrar la ruina moral para iniciar la construcción de una nueva sociedad. Pero para algunos de ellos, el proceso de Núremberg nunca terminó del todo. Los hijos de los nazis juzgados en aquella sala fueron indirectamente condenados de por vida a una pena de sombras y contradicciones. Nacieron bajo el peso de un apellido marcado por la infamia y de sentencias que acreditaban su descendencia del mal absoluto. Las preguntas sobre cómo reconciliar el papel filial con la repulsión hacia los crímenes siguen resonando en el corazón de los hijos de Núremberg. Y algunos de ellos han dedicado buena parte de su vida a redimir su herencia a base de verdad y responsabilidad.

Niklas Frank nació el 9 de marzo de 1939 en Múnich, en el seno de una familia nazi de alto rango. Su padre, Hans Frank, fue asesor jurídico de Adolf Hitler y nombrado en 1939 gobernador general de los territorios polacos ocupados, donde se ganó por su crueldad el apodo de ‘el carnicero de Polonia’. Fue el responsable de los campos de trabajo y exterminio de Auschwitz, Sobibor, Majdanek, de los guetos de Varsovia y Cracovia. Bajo su mando, se implementaron las políticas de la ‘solución final’ y millones de judíos polacos fueron asesinados. Ordenó ejecuciones sumarias, deportaciones y castigos colectivos contra civiles.

Arriba, imagen del juicio de Núremberg que fundó el Derecho Penal Internacional. Abajo, imagen familiar del ‘carnicero de Polonia’, Hans Frank con el benjamín, Niklas. Al lado, el ‘carnicero de Polonia’
ARCHIVO ABC / CEDIDA

«Aquí comenzamos con 3,5 millones de judíos, de los cuales solo quedan unas pocas compañías de trabajo. Todo ha emigrado, digamos», bromeó con aire triunfal en una recepción, el 2 de agosto de 1943, en el castillo de Wawel, residencia de reyes polacos ocupada por los nazis. En su diario –más de 11.000 páginas– documentó los crímenes por los que fue condenado a la horca en los juicios de Núremberg, en 1946. En ningún momento mostró arrepentimiento.

Su hijo Niklas tenía 7 años cuando ‘el carnicero de Polonia’ fue ejecutado. «Recuerdo ver los informes por la tele, en el Wochenschau. Todas las semanas había un reporte de los juicios, y yo, que no entendía lo que estaba pasando, estaba orgulloso cuando la cámara enfocaba a mi padre», rememora para ABC. «Recuerdo haberlo visitado después una vez en prisión, en septiembre del 46. Yo me sentaba en el regazo de mi madre y mi padre estaba al otro lado del cristal. Y a derecha e izquierda dos guardias armados».

«¿Por qué me miente mi padre?»

Ese verano, el abogado había visitado a su madre para adelantarle que no había mucho que hacer. Las pruebas contra su padre eran contundentes. «Sabíamos que teníamos diez minutos para hablar con él y que sería la última vez. Pero él sonreía y me decía que pronto volveríamos a celebrar la Navidad juntos. Y por primera vez sentí una profunda decepción como hijo. No dejaba de pensar: ‘¿por qué me miente, si sabe que lo van a colgar?’».

Durante años, Niklas estuvo muy ocupado tratando de sobrevivir. Después de haber jugado en estancias en cuyas paredes colgaba ‘la Dama de Armiño’ de Leonardo da Vinci y varios Rembrandt, su familia tuvo que mendigar. Sólo con los años fue cobrando conciencia de los crímenes juzgados en Núremberg y de su alcance, lo que le producía un enorme dolor. «En mi casa no se hablaba de eso, del Holocausto, ni sobre lo que había hecho mi padre. Todos querían entonces en Alemania trazar una línea y olvidar los tiempos nazis. Estudié, trabajé, me casé y tuve una hija», dice, pero la paternidad acrecentó su necesidad de exorcismo y, finalmente, rompió el silencio en el libro ‘El padre. Un ajuste de cuentas’, publicado en 1987. Transformó su dolor en compromiso con la lucha contra el olvido y la hipocresía. «Fue ese año cuando se publicó, pero yo había decidido escribirlo mucho antes. Estaba muy enfadado con Alemania, veía por todos lados silencio sobre el Holocausto, evasivas y antisemitismo soterrado. Y decidí afrontar la verdad. Resultaba que yo era hijo de ese asesino en masa y debía escribir muy claro sobre mi padre», resume su motivación. También subraya que «el libro fue muy leído, pero en ese momento fue un escándalo: la revista ‘Stern’ publicó seis capítulos seguidos y hubo cientos de críticas contra mí. Ni una positiva. Toqué un nervio que hoy sigue vivo en los descendientes, porque sus padres y abuelos se callaron. Yo dije las cosas abiertamente. Y eso afecta a la gente».

Ahora que se cumplen 80 años del proceso de Núremberg, Niklas Frank vive el aniversario desde la preocupación y el escepticismo. «Deberíamos haber entendido el significado de los juicios de Núremberg, pero no lo creo. Los alemanes parecen hartos de la democracia, como si quisieran otra vez un Führer o una líder que decida sin debate parlamentario y que les diga hacia dónde deben ir».

El ascenso de AfD

En un país inmerso en un intenso proceso de rearme, la primera fuerza de la oposición en el Bundestag es Alternativa para Alemania (AfD), una formación de corte populista, autoritario y nacionalista, clasificado de extrema derecha y abiertamente prorruso. Su posición está muy consolidada en buena parte del territorio oriental y, según varias encuestas, podría ganar unas elecciones a escala federal. «No me extrañaría que en los próximos años volvamos a tener un gobierno autoritario y criminal», augura Frank, que lamenta que «los juicios de Núremberg no tienen ya ningún papel en las clases de Historia: lo mencionan, pero no profundizan». «Las actas del juicio están impresas. Se puede leer lo cobardes que fueron los dirigentes nazis ante el tribunal, cómo se intentaban quitar de en medio, culpaban a otros y se escondían, decían que sólo habían cumplido órdenes. Eso no interesa hoy a nadie. Sólo el 20 de noviembre, después volverá a olvidarse», se entristece.

«Las actas del juicio muestran lo cobardes que fueron los dirigentes nazis en el tribunal»

Niklas Frank

Hijo del ‘carnicero de Polonia’

No todos los hijos de los condenados en Núremberg tomaron distancia moral de sus padres. El arquitecto Wolf Rüdiger Hess, hijo de Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler condenado a cadena perpetua y que murió en la prisión de Spandau en 1987, defendió la inocencia de su padre hasta su propia muerte, en 2001. Pero la exposición pública del proceso pesó en muchos de ellos a favor del distanciamiento. Los descendientes de Albert Speer, ministro de armamento de Hitler, son otro ejemplo. Aunque tres de los ocho jueces, dos soviéticos y el estadounidense Francis Biddl, abogaron por condenarlo a muerte, el resto se resistió y la sentencia se alcanzó tras dos días de debate. Speer fue condenado a 20 años. Su caso presentaba dudas, pero su hija, Hilde Schramm, se convirtió en activista de proyectos de memoria y justicia.

Los descendientes de los jerarcas nazis que lograron evadir el banquillo, sin embargo, han tolerado mejor el silencio. Gudrun Burwitz, hija de Heinrich Himmler, el cerebro del Holocausto, siguió manteniendo simpatías nazis hasta su muerte en 2018. Henrik Lenkheit, que se enteró hace un año de que su abuela fue amante de Himmler, confiesa a ABC: «No lo he superado, sigo inmerso en un proceso de luto, ira, reordenación de la identidad…». Lenkheit es pastor evangélico en Málaga y busca editor para su libro. Quiere seguir el ejemplo de Frank. Durante muchos años, Niklas llevó la foto del cadáver del ‘carnicero de Polonia’para asegurarse de que había muerto. Hoy, a sus 86 años, en el bolsillo lleva, además, la foto de su mujer fallecido, la de su hija y tres nietos. «Ahora lo miro y pienso que he conseguido escapar a esa ideología».

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