Los críticos a Starmer ya le buscan sustituto en su mayor crisis interna - Colombia
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Los críticos a Starmer ya le buscan sustituto en su mayor crisis interna

El primer ministro británico, Keir Starmer, atraviesa uno de los momentos más delicados desde que llegó al poder el año pasado, una victoria electoral que muchos calificaron entonces de histórica. Hoy, esas mismas filas se encuentran sumidas en el desconcierto y la división, … con un liderazgo cada vez más cuestionado y una caída de popularidad sin precedentes para un jefe de Gobierno en el Reino Unido.
Según el último sondeo de Ipsos, sólo un 13% de la población se declara satisfecha con su gestión, frente a un 79% que expresa descontento, lo que arroja un saldo neto de -66 puntos, el más bajo en toda la serie histórica de la consultora. Como subrayó su analista Keiran Pedley, «ningún primer ministro ha registrado un nivel de insatisfacción tan alto desde que existen nuestros registros».
Esa erosión sostenida se explica en parte por la distancia entre las promesas del proyecto laborista y la realidad económica del país. Tras el entusiasmo inicial de su llegada a Downing Street, las dificultades para impulsar reformas tangibles en vivienda, sanidad o transporte, unidas al deterioro del sistema público de salud y a una inflación persistente, han debilitado el discurso de cambio con el que Starmer conquistó a amplios sectores del electorado. En las últimas semanas, por poner solo un ejemplo, los vaivenes de su equipo económico, que primero reconoció y luego descartó una subida del impuesto sobre la renta, ha acentuado la percepción de improvisación y ha abierto grietas en el Gabinete.

El episodio que desató la última tormenta política hace sólo unos días fue una serie de filtraciones del entorno del primer ministro en las que se insinuaba que Starmer estaba dispuesto «a resistir cualquier intento de sustituirlo», según reveló la BBC, una prueba de que entre las filas ya se habla de su salida.
Entre los nombres citados como posibles rivales internos figura el del ministro de Sanidad, Wes Streeting, quien respondió denunciando una «cultura tóxica» en Downing Street y reclamó la destitución de altos cargos. Aunque el propio Streeting insistió en que «no ha habido, ni habrá, ningún complot» contra el ‘premier’, sus declaraciones alimentaron la sensación de que la disciplina interna se ha resquebrajado. Otro ministro calificó, de forma anónima a la prensa local, la operación de comunicación de los aliados del primer ministro como «patética», mientras otro la describió como «una locura», y otros confirmaron que Streeting conserva apoyos importantes en el Gabinete.

Un diputado pide que dimita

Las consecuencias de ese intercambio público fueron inmediatas. Por primera vez, un diputado laborista, Clive Lewis, pidió abiertamente la dimisión de Starmer y propuso el regreso al Parlamento del alcalde de Mánchester, Andy Burnham, para que «asuma el liderazgo y se convierta en el próximo primer ministro». Lewis justificó su postura en la necesidad de «poner el país por delante del partido».
Burnham, que goza de una creciente popularidad, encarna para muchos la alternativa más sólida: un dirigente con experiencia, proyección mediática y un perfil de centroizquierda capaz de recomponer la unidad interna sin romper con el electorado moderado que llevó al partido a la victoria en 2024.
Pero no es el único nombre que circula. La ministra del Interior, Shabana Mahmood, considerada una gestora rigurosa y con buena acogida entre los diputados moderados, ha ganado peso político en los últimos meses. Según ‘The Guardian’, algunos parlamentarios creen que «podría presentar una candidatura si el vacío de poder se agrava», y sus colaboradores más próximos apuntan que «mantiene un perfil discreto, pero está en condiciones de aglutinar apoyo en varios sectores del partido».

Posibles relevos
El alcalde de Mánchester (drch.), la ministra de Interior (arriba) o la izquierdista Rayner (izq.), entre los posibles relevos

En el ala izquierda, el eventual regreso de Angela Rayner, que renunció como vice primera ministra tras una investigación fiscal, también ha cobrado fuerza. Según ‘The Telegraph’, Rayner estaría «preparando el terreno» para desafiar el liderazgo de Starmer, ofreciendo posibles puestos en el Gabinete a diputados a cambio de su apoyo. Fuentes cercanas a la ex número dos aseguran que está «maniobrando» y «alineando a sus aliados» con el respaldo de varios sindicatos.
Rayner se ha sumado además a Tribune, el grupo parlamentario de la izquierda suave del laborismo, que cuenta ya con unos 70 miembros y aspira a superar el centenar, lo que podría convertirse en una plataforma de poder interno en una eventual batalla por el liderazgo. Sus aliados creen que está lista para un regreso político y, de hecho, algunos consideran que una contienda temprana favorecería a candidatas como ella y perjudicaría a figuras como Burn-ham, que al no ser diputado no podría optar de inmediato al liderazgo. Aun así, fuentes de su entorno han tildado estas informaciones como «disparates» y aseguran que Rayner «está centrada en su circunscripción y en las prioridades que defendió en el Gobierno».
El telón de fondo de esta crisis es un deterioro pronunciado de la posición del laborismo en las encuestas. Reform UK, el partido liderado por Nigel Farage, se sitúa hoy, según Ipsos, en torno al 34% de la intención de voto, seguida de lejos por los laboristas con un 22%, los liberaldemócratas con un 12% y finalmente los conservadores, hundidos en mínimos históricos del 14%.

Huida de voto joven y urbano

La pérdida de apoyo entre los votantes jóvenes y de zonas urbanas, antiguos bastiones laboristas, preocupa especialmente en la dirección del partido, donde algunos diputados admiten que la falta de resultados tangibles en un día que cada vez se hace más duro para una mayoría de la población, ha dejado a sus bases «sin relato ni entusiasmo». Un parlamentario resumió el malestar de la bancada diciendo que no se trata solo de perder puntos en las encuestas, sino de perder el sentido «de para qué estamos gobernando».

El telón de fondo es la preocupación de los laboristas por su caída en las encuestas frente al auge del partido de Nigel Farage

A ello se suma un clima de creciente desconfianza dentro del Gabinete. Según la prensa local, varios ministros se quejan de un círculo de asesores en Downing Street «excesivamente cerrado» y de una gestión «errática y reactiva», lo que estaría provocando fugas de información y un deterioro en la coordinación interna.
Finalmente, una prueba de fuego llegará la próxima semana con la presentación, el día 26, del Autumn Budget 2025, la actualización anual en la que el Gobierno fija su plan fiscal, revisa previsiones económicas y detalla la hoja de ruta que guiará los próximos meses. La ministra de Economía, Rachel Reeves, ya ha declarado que este presupuesto debe «cumplir con las prioridades del pueblo británico: reducir las listas de espera del NHS, rebajar la deuda nacional y abaratar el coste de la vida», pero, al mismo tiempo, se estima que existe un «agujero fiscal» de «decenas de miles de millones de libras», lo que obligaría al Gobierno a considerar tanto recortes del gasto como posibles incrementos de impuestos.
En este contexto, con el apoyo al Gobierno en mínimos, la popularidad del primer ministro en caída libre y la urgencia de mostrar resultados, el presupuesto adquiere la forma de un examen visceral al liderazgo de Starmer: más que un trámite técnico, es un momento para demostrar si puede recuperar la credibilidad del público y reconstruir la cohesión de su equipo.

Publicado: noviembre 22, 2025, 9:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/criticos-starmer-buscan-sustituto-mayor-crisis-interna-20251123152157-nt.html

El primer ministro británico, Keir Starmer, atraviesa uno de los momentos más delicados desde que llegó al poder el año pasado, una victoria electoral que muchos calificaron entonces de histórica. Hoy, esas mismas filas se encuentran sumidas en el desconcierto y la división, con un liderazgo cada vez más cuestionado y una caída de popularidad sin precedentes para un jefe de Gobierno en el Reino Unido.

Según el último sondeo de Ipsos, sólo un 13% de la población se declara satisfecha con su gestión, frente a un 79% que expresa descontento, lo que arroja un saldo neto de -66 puntos, el más bajo en toda la serie histórica de la consultora. Como subrayó su analista Keiran Pedley, «ningún primer ministro ha registrado un nivel de insatisfacción tan alto desde que existen nuestros registros».

Esa erosión sostenida se explica en parte por la distancia entre las promesas del proyecto laborista y la realidad económica del país. Tras el entusiasmo inicial de su llegada a Downing Street, las dificultades para impulsar reformas tangibles en vivienda, sanidad o transporte, unidas al deterioro del sistema público de salud y a una inflación persistente, han debilitado el discurso de cambio con el que Starmer conquistó a amplios sectores del electorado. En las últimas semanas, por poner solo un ejemplo, los vaivenes de su equipo económico, que primero reconoció y luego descartó una subida del impuesto sobre la renta, ha acentuado la percepción de improvisación y ha abierto grietas en el Gabinete.

El episodio que desató la última tormenta política hace sólo unos días fue una serie de filtraciones del entorno del primer ministro en las que se insinuaba que Starmer estaba dispuesto «a resistir cualquier intento de sustituirlo», según reveló la BBC, una prueba de que entre las filas ya se habla de su salida.

Entre los nombres citados como posibles rivales internos figura el del ministro de Sanidad, Wes Streeting, quien respondió denunciando una «cultura tóxica» en Downing Street y reclamó la destitución de altos cargos. Aunque el propio Streeting insistió en que «no ha habido, ni habrá, ningún complot» contra el ‘premier’, sus declaraciones alimentaron la sensación de que la disciplina interna se ha resquebrajado. Otro ministro calificó, de forma anónima a la prensa local, la operación de comunicación de los aliados del primer ministro como «patética», mientras otro la describió como «una locura», y otros confirmaron que Streeting conserva apoyos importantes en el Gabinete.

Un diputado pide que dimita

Las consecuencias de ese intercambio público fueron inmediatas. Por primera vez, un diputado laborista, Clive Lewis, pidió abiertamente la dimisión de Starmer y propuso el regreso al Parlamento del alcalde de Mánchester, Andy Burnham, para que «asuma el liderazgo y se convierta en el próximo primer ministro». Lewis justificó su postura en la necesidad de «poner el país por delante del partido».

Burnham, que goza de una creciente popularidad, encarna para muchos la alternativa más sólida: un dirigente con experiencia, proyección mediática y un perfil de centroizquierda capaz de recomponer la unidad interna sin romper con el electorado moderado que llevó al partido a la victoria en 2024.

Pero no es el único nombre que circula. La ministra del Interior, Shabana Mahmood, considerada una gestora rigurosa y con buena acogida entre los diputados moderados, ha ganado peso político en los últimos meses. Según ‘The Guardian’, algunos parlamentarios creen que «podría presentar una candidatura si el vacío de poder se agrava», y sus colaboradores más próximos apuntan que «mantiene un perfil discreto, pero está en condiciones de aglutinar apoyo en varios sectores del partido».

Posibles relevos
El alcalde de Mánchester (drch.), la ministra de Interior (arriba) o la izquierdista Rayner (izq.), entre los posibles relevos

En el ala izquierda, el eventual regreso de Angela Rayner, que renunció como vice primera ministra tras una investigación fiscal, también ha cobrado fuerza. Según ‘The Telegraph’, Rayner estaría «preparando el terreno» para desafiar el liderazgo de Starmer, ofreciendo posibles puestos en el Gabinete a diputados a cambio de su apoyo. Fuentes cercanas a la ex número dos aseguran que está «maniobrando» y «alineando a sus aliados» con el respaldo de varios sindicatos.

Rayner se ha sumado además a Tribune, el grupo parlamentario de la izquierda suave del laborismo, que cuenta ya con unos 70 miembros y aspira a superar el centenar, lo que podría convertirse en una plataforma de poder interno en una eventual batalla por el liderazgo. Sus aliados creen que está lista para un regreso político y, de hecho, algunos consideran que una contienda temprana favorecería a candidatas como ella y perjudicaría a figuras como Burn-ham, que al no ser diputado no podría optar de inmediato al liderazgo. Aun así, fuentes de su entorno han tildado estas informaciones como «disparates» y aseguran que Rayner «está centrada en su circunscripción y en las prioridades que defendió en el Gobierno».

El telón de fondo de esta crisis es un deterioro pronunciado de la posición del laborismo en las encuestas. Reform UK, el partido liderado por Nigel Farage, se sitúa hoy, según Ipsos, en torno al 34% de la intención de voto, seguida de lejos por los laboristas con un 22%, los liberaldemócratas con un 12% y finalmente los conservadores, hundidos en mínimos históricos del 14%.

Huida de voto joven y urbano

La pérdida de apoyo entre los votantes jóvenes y de zonas urbanas, antiguos bastiones laboristas, preocupa especialmente en la dirección del partido, donde algunos diputados admiten que la falta de resultados tangibles en un día que cada vez se hace más duro para una mayoría de la población, ha dejado a sus bases «sin relato ni entusiasmo». Un parlamentario resumió el malestar de la bancada diciendo que no se trata solo de perder puntos en las encuestas, sino de perder el sentido «de para qué estamos gobernando».

El telón de fondo es la preocupación de los laboristas por su caída en las encuestas frente al auge del partido de Nigel Farage

A ello se suma un clima de creciente desconfianza dentro del Gabinete. Según la prensa local, varios ministros se quejan de un círculo de asesores en Downing Street «excesivamente cerrado» y de una gestión «errática y reactiva», lo que estaría provocando fugas de información y un deterioro en la coordinación interna.

Finalmente, una prueba de fuego llegará la próxima semana con la presentación, el día 26, del Autumn Budget 2025, la actualización anual en la que el Gobierno fija su plan fiscal, revisa previsiones económicas y detalla la hoja de ruta que guiará los próximos meses. La ministra de Economía, Rachel Reeves, ya ha declarado que este presupuesto debe «cumplir con las prioridades del pueblo británico: reducir las listas de espera del NHS, rebajar la deuda nacional y abaratar el coste de la vida», pero, al mismo tiempo, se estima que existe un «agujero fiscal» de «decenas de miles de millones de libras», lo que obligaría al Gobierno a considerar tanto recortes del gasto como posibles incrementos de impuestos.

En este contexto, con el apoyo al Gobierno en mínimos, la popularidad del primer ministro en caída libre y la urgencia de mostrar resultados, el presupuesto adquiere la forma de un examen visceral al liderazgo de Starmer: más que un trámite técnico, es un momento para demostrar si puede recuperar la credibilidad del público y reconstruir la cohesión de su equipo.

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