La vida de Trigón, la mayor brecha de Rusia en la Guerra Fría: una historia entre Moscú y una hija española - Colombia
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La vida de Trigón, la mayor brecha de Rusia en la Guerra Fría: una historia entre Moscú y una hija española

Mientras observaba cómo se le congelaban las manos, Aleksandr Ogoródnik no sabía que los dolores de pecho, el insomnio y la caída del pelo eran la mejor prueba de su éxito como espía. Paseaba de noche por las frías calles de Moscú, dejando como … único rastro el vaho de su respiración tras de sí. Estaba ocupado buscando un ‘buzón muerto’ donde ocultar información crucial que llegaría al escritorio del mismísimo Henry Kissinger y al Despacho Oval de la Casa Blanca. Una vergüenza para Moscú que aún duele y sigue viva con un nombre, el de su hija. En realidad, esta es una historia a dos voces, la de un agente del KGB que en realidad trabajaba para la CIA, de nombre en clave Trigón. Y la de Alejandra Suárez que descubrió tarde quién era su padre, el mayor espía de su época. Toda su vida su madre le había dicho que el retrato que permanecía sobre la cómoda era el de su padre, un matemático alemán muerto en un accidente.

Imagen de Aleksandr Ogoródnik, nombre en clave Trigón

cortesía de alejandra suárez

Un diario escrito por su puño y letra, cartas y el relato de Alejandra da acceso directo a la red de intrigas que rodearon a este erudito convertido, por casualidad, en un agente de primer orden. La historia de Trigon tiene decepciones, amor, un juegos de intrigas, a la primera mujer de la CIA en trabajar en Moscú, Martha Peterson, y a un personaje real que resuena en la película ‘El puente de los espías’ de Steven Spielberg. Y es que el aviso de Putin sobre el trato que se da a los desleales a Rusia siempre es un buen recuerdo: «Los traidores siempre acaban mal».

Los vigilantes del vigilante

Trigon nació en 1939 en Sebastopol, Crimea. Por ironías de la vida una de las mayores cicatrices de la inteligencia rusa nació en lo que es hoy tierra ucraniana ocupada por Rusia. La ausencia de una cerca es lo que salvó a sus abuelos de que los campesinos los lincharan en la Revolución de 1917. Por entonces, cualquiera que tuviera sus bienes protegidos por una valla era capitalista. «Mi familia fue calificada como proletaria, por poco, y por el ancho de un pelo. Mi abuelo había sido un herrero próspero. Así que era trabajador, pero había ahorrado lo suficiente para llegar a ser dueño de su casa», cuenta Ogoródnik en su diario.

Publicado: octubre 11, 2025, 10:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/vida-trigon-mayor-brecha-rusia-guerra-fria-20250928122937-nt.html

Mientras observaba cómo se le congelaban las manos, Aleksandr Ogoródnik no sabía que los dolores de pecho, el insomnio y la caída del pelo eran la mejor prueba de su éxito como espía. Paseaba de noche por las frías calles de Moscú, dejando como único rastro el vaho de su respiración tras de sí. Estaba ocupado buscando un ‘buzón muerto’ donde ocultar información crucial que llegaría al escritorio del mismísimo Henry Kissinger y al Despacho Oval de la Casa Blanca. Una vergüenza para Moscú que aún duele y sigue viva con un nombre, el de su hija. En realidad, esta es una historia a dos voces, la de un agente del KGB que en realidad trabajaba para la CIA, de nombre en clave Trigón. Y la de Alejandra Suárez que descubrió tarde quién era su padre, el mayor espía de su época. Toda su vida su madre le había dicho que el retrato que permanecía sobre la cómoda era el de su padre, un matemático alemán muerto en un accidente.


Imagen de Aleksandr Ogoródnik, nombre en clave Trigón


cortesía de alejandra suárez

Un diario escrito por su puño y letra, cartas y el relato de Alejandra da acceso directo a la red de intrigas que rodearon a este erudito convertido, por casualidad, en un agente de primer orden. La historia de Trigon tiene decepciones, amor, un juegos de intrigas, a la primera mujer de la CIA en trabajar en Moscú, Martha Peterson, y a un personaje real que resuena en la película ‘El puente de los espías’ de Steven Spielberg. Y es que el aviso de Putin sobre el trato que se da a los desleales a Rusia siempre es un buen recuerdo: «Los traidores siempre acaban mal».

Los vigilantes del vigilante

Trigon nació en 1939 en Sebastopol, Crimea. Por ironías de la vida una de las mayores cicatrices de la inteligencia rusa nació en lo que es hoy tierra ucraniana ocupada por Rusia. La ausencia de una cerca es lo que salvó a sus abuelos de que los campesinos los lincharan en la Revolución de 1917. Por entonces, cualquiera que tuviera sus bienes protegidos por una valla era capitalista. «Mi familia fue calificada como proletaria, por poco, y por el ancho de un pelo. Mi abuelo había sido un herrero próspero. Así que era trabajador, pero había ahorrado lo suficiente para llegar a ser dueño de su casa», cuenta Ogoródnik en su diario.

A partir de ese momento tendrían ‘pase directo’ como familia proletaria para seguir el sendero de baldosas rojas del comunismo. La Unión Soviética les daría forma y cuerpo a sus ideas a golpe del manual del buen ruso. Ogoródnik se convirtió así en el gran estudiante y mejor deportista: el retrato de un joven con un expediente impecable en estudios en diplomacia con especialidad en Latinoamérica. Su perfil era lo que estaba buscando la KGB. A cambio de ser uno de sus agentes, el joven estudiante podría descubrir lo que había más allá de la Unión Soviética.

Pero ese mundo, visto en primera fila, era diferente al que esperaba. «Creo que la revelación que más nos molestó fue el relato de los casos específicos de confesiones forzadas y de delitos «fabricados», que resultaron en la ejecución de víctimas inocentes de la malicia de Stalin. Pero también nos chocó que Stalin, a quien se le calificaba de genio militar, …en realidad había sido un testarudo y solitario, cuyas purgas liquidaron a los comandantes más hábiles, y cuya dirección vacilante e incompetente durante la guerra casi nos hizo perder la patria», relata Ogoródnik.

Sus notas dan fe de toda la decepción de la que fue testigo en Cuba, Nicaragua, Bolivia o Guatemala, donde juventudes comunistas sedientas de poder vendían acusaciones o se las inventaban para ascender. Se convertían en el mejor amigo de un Kremlin paranoico, demasiado ocupado en tapar sus defectos. Vigilantes del vigilante. La incompetencia leal era más valorada que el saber hacer. Y en medio estaba Ogoródnik que para encajar, le encontraron una esposa a la medida de su puesto. Casado por conveniencia y desencantado aterrizaba en Colombia en septiembre de 1971.

Una fuente inédita

Sin embargo, un encuentro cambiaría su vida. En un evento privado conoció a Pilar Suárez, una modelo madrileña reconvertida en relaciones públicas para eventos culturales en Colombia. La atracción fue mutua y se enamoraron. Lo que los amantes ignoraban era que los vigilaban de lejos los agentes de la CIA. La agencia vio en Ogoródnik un filón que explotar, su inconformismo e inteligencia, lo harían la gallina de los huevos de oro. El primer paso era concertar una cita. «Martha Peterson cuenta que mi padre fue reclutado por la agencia en Bogotá y tenía asignado el nombre en clave de Trigon. De su existencia y de su romance con mi madre, la CIA se enteró gracias a las intervenciones de las líneas telefónicas de la embajada soviética en Bogotá», cuenta Alejandra.

Un baño turco del hotel Hilton fue el lugar de reunión escogido. Las gotas de sudor y dos hombres vestidos únicamente con una toalla enmarcaban la reunión. El diplomático ruso y un reclutador de la CIA sellaron el acuerdo tras tres horas. Ogoródnik convertido en Trigon aceptaba traicionar a la maquinaria soviética a cambio de un futuro junto a Pilar en Occidente. El Kremlin estaba expuesto. Se había abierto un acceso premium a la inteligencia rusa.

El siguiente paso fue entrenarlo a conciencia: cámaras en miniatura, escritura secreta o hallar buzones muertos entre rendijas de piedra. Un avezado lector de novelas de espionaje vería como la ficción se hacía realidad. Con aspecto de un funcionario anodino, corbata ajustada y lentillas azules que usaba por vanidad, salía cada día a la hora señalada.


Imagen de microfils escondidos


cortesía de alejandra suárez

Durante el almuerzo llevaba documentos oficiales a una casa alquilada por la CIA para fotocopiarlos. Eran los planes del Ministerio de Asuntos Exteriores enviados a embajadas de todo el mundo. Este maná informativo era inédito. El valor de Trigon fue en aumento hasta que en 1974 le ordenaron volver a Rusia. Una cambio de planes que le daría acceso a documentos aún más importantes. Sin embargo, Pilar, en ese momento, ya estaba embarazada de Alejandra. La CIA lo sabía. Trigon, no.

Un cartón de leche y un plan de escape

Por esa época, Pilar recibía el sueldo que Trigon ganaba con la CIA. Una fortuna en dinero y piedras preciosas que se acumulaba pensando en la vida que ambos tendrían después. Coches abandonados, paquetes envueltos en preservativos para que parecieran basura eran las formas de contacto con los estadounidenses. Sin embargo, los intercambios se fueron haciendo más esporádicos y arriesgados. «Sin respuesta» era el mensaje recurrente en los últimos meses. La agencia estadounidense y Pilar empezaron a alarmarse, todo intento de contacto era en vano.

Hasta que un paquete apareció. Lo encontraron escondido en el lugar acordado en un cartón de leche triangular aplastado. «En su interior, dos hojas de papel con un dibujo. En la embajada americana, la CIA descifró la escritura invisible de ambas hojas. Trigon daba señales de vida, por fin», relata Alejandra.

En 1975, un Trigon divorciado y todavía con secuelas de una neumonía volvía a estar operativo. Ese mismo año, Martha Peterson entraba en escena como su nuevo contacto. «Ella, al igual que sus colegas, en todo momento llevaba oculto en la ropa un pequeño receptor que rastreaba las frecuencias de radio del KGB utilizadas por los agentes soviéticos encargados de vigilar a los agentes de la CIA», describe Alejandra.

Otro año pasaba, y aunque el KGB le pisaba los talones, aún no sabían quién era el informante. Los nervios de Trigon estaban destrozados. Le pidió a Peterson un envío especial. «En junio la CIA incluyó en un paquete un bolígrafo con una cavidad secreta que contenía una cápsula de cianuro, advirtiéndole que lo usara con buen criterio. Un bolígrafo idéntico contenía la cámara miniatura que debía usar en la oficina», describe Alejandra.

También existía un plan de escape en caso de emergencia. «Recuerdo que, en nuestra visita al International Spy Museum de Washington, D. C., Martha me mostró un coche con un compartimento para un pasajero oculto y me dijo que aquel era uno de los métodos que habían barajado para sacarle de Moscú. Nunca entenderé por qué mi padre no accedió a irse antes», apunta.

La siguiente reunión ya estaba fijada. El 15 de julio, Peterson salió de su apartamento siguiendo la rutina habitual. Conducía su automóvil y deambulaba por los barrios de la periferia. Estacionaba cerca del metro, y viajaba durante horas cambiando de vagón. Observaba los zapatos de los pasajeros para ver si reconocía a alguien. Los que siguen a los espías generalmente se cambian de sombrero o chaqueta, pero no de zapatos. 


Fotografía de Martha Peterson siendo interrogada por la KGB tras su captura. A su derecha está el embajador de EE.UU.


cryptomuseum

Se bajó y siguió con su misión. En un puente ferroviario, dejó caer el paquete que tenía que recoger Trigon esa noche. Al bajar las escaleras, más de veinte hombres la emboscaron. Descubrieron el receptor de radio pegado con velcro a su sujetador y le mostraron el paquete recién lanzado. La foto de su detención pasaría a la posteridad. En ese momento, Peterson comprendió que el KGB había descubierto a Trigon. Alguien los había delatado.

La suerte estaba echada

Un mes antes de estos hechos, Ogoródnik estaba en su apartamento. Las luces que podían verse desde las ventanas parecían todas iguales, sin embargo algo estaba a punto de suceder en una de esas casas. «Según el libro de Martha Peterson, ordenaron (a Trigon) quedarse en ropa interior. Consciente de que el KGB quería averiguar todos los detalles del espionaje que había llevado a cabo para la CIA, y sabiendo que su suerte estaba echada tanto si cooperaba como si no, Trigon se ofreció a escribir una confesión. Pidió su bolígrafo, lo mordió y murió al instante frente a sus captores», cuenta Alejandra. Falleció sin saber que Pilar esperaba una hija.


Karel Köecher, el topo que la KGB tenía en la CIA


cortesía alejandra suárez

La CIA descubriría más tarde al topo. Karel Koecher, un traductor de la CIA que en realidad trabajaba para el servicio de inteligencia checoslovaca. Él filtró a la KGB las conversaciones telefónicas de Bogotá que les condujeron a Trigón. Koecher estuvo preso dos años en Estados Unidos, y, en 1986, él y otros agentes fueron intercambiados en Berlín por varios disidentes. «En 2017, descubrí que Koecher vive felizmente y que se han publicado varias entrevistas, alguna incluso en la prensa española, con motivo del estreno de la película ‘El puente de los espías’, cuya historia presenta similitudes con determinados aspectos de su propia historia», afirma la hija de Trigon.


Documento de la CIA que contiene la primera publicación que habla de la muerte de Trigón


cortesía Alejandra Suárez

Una promesa por cumplir

La historia no termina ahí. La traición de Trigon a ojos de Rusia ha inspirado libros, una serie y acalorados debates. En 2024, Alejandra participó en vivo en un programa especial del aniversario de la serie sobre Trigón, emitido por la televisión pública rusa, defensora acérrima de Putin. Solo buscaba una cosa: la remota posibilidad de encontrar a algún familiar de su padre. Al tiempo defendía que no traicionó a su país, sino a una maquinaria que abusaba de su poder. Al fin y al cabo, todo tirano necesita creyentes, pero no creyentes demasiado minuciosos.

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