Publicado: septiembre 22, 2025, 10:45 pm
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Un contraste marcado dominó el funeral de Charlie Kirk en Glendale este domingo. Su viuda, Erika, conmovió al público al proclamar el perdón al hombre acusado de asesinar a su marido. «Perdono al que le disparó, porque el odio no se combate con odio, … sino con amor», dijo entre lágrimas, apelando a la fe cristiana y exhortando a los presentes a volver a la iglesia, a la oración y a la vida familiar. Su mensaje fue de reconciliación y consuelo, una invitación a transformar la tragedia en renovación espiritual.
El presidente, la otra gran estrella de la noche, disintió.
Donald Trump desvió el tono del homenaje. Elogió a Kirk, pero lo hizo para subrayar sus diferencias: «Él no odiaba a sus oponentes; yo sí los odio y no quiero lo mejor para ellos». En lugar de seguir la senda de la viuda, el presidente convirtió su discurso en una promesa de combate político, con referencias a la campaña y ataques a la oposición.
El acto, celebrado en el estadio State Farm ante decenas de miles de personas, fue una mezcla de duelo, religión y política. Allí se escucharon intervenciones de miembros del Gobierno, como el vicepresidente J. D. Vance, que calificó a Kirk de «mártir de la fe cristiana», y los secretarios Marco Rubio, Pete Hegseth y Robert F. Kennedy Jr. El ambiente, teñido de revival religioso, llegó a comparar al joven activista con Moisés, George Washington y Jesucristo.
Para muchos seguidores, la muerte de Kirk simboliza una persecución política. Trump y su equipo la han presentado como prueba de lo que llaman «terrorismo de la izquierda radical», aunque los fiscales insisten en que el acusado actuó solo, movido por un odio personal.
Turning Point USA, la organización fundada por Kirk, anunció que será dirigida ahora por Erika, que instó a los hombres a seguir el ejemplo de su marido como líderes espirituales de sus familias. Frente a su tono piadoso, Trump utilizó el escenario como tribuna partidista, adelantando anuncios sobre política interior y atacando a sus adversarios. El resultado fue un funeral que basculó entre la fe y la confrontación, y que evidenció la distancia entre el perdón de la viuda y la intransigencia del presidente.
Un estilo de gobierno
Trump ha hecho de la venganza un estilo de gobierno. La semana pasada publicó un mensaje en redes sociales —que después borró— instando a la fiscal general a investigar a sus rivales políticos, y el viernes, en un mitin, llegó a decir que no se debía sentir pena por Joe Biden pese a su enfermedad y sus apuros económicos actuales, porque era, según sus palabras, «¡deplorable!».
El presidente aprovechó un discurso concebido para homenajear a Charlie Kirk para desplegar su agenda política más polémica. Entre alusiones a la figura del activista, defendió con pasión los aranceles que ha impuesto a China y Europa, así como las deportaciones masivas que ha ordenado en los últimos meses. Lejos de limitarse al tono solemne de un funeral, convirtió su intervención en un repaso de sus medidas más controvertidas, presentándolas como logros personales y promesas de continuidad, en una mezcla de duelo y propaganda que reafirmó su estilo combativo.