Publicado: noviembre 26, 2025, 7:45 pm
La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/tragedia-nahal-gran-error-israel-20251126192900-nt.html
Hay sorpresas buenas, regulares, malas, y después está la que se llevó Yahel, la centinela del Ejército israelí que al amanecer del 7 de octubre de 2023 vio en la pantalla del puesto 76 de observación que unos tipos armados corrían dentro del … recinto. Poco después, estarían en manos de Hamás, escucharían con angustia pasos sobre el techo de la sala de operaciones, los terroristas volarían las antenas, dispararían a las cámaras y el mundo se iría a negro. Sus disparos convertirían la puerta de la habitación en un colador. Ella moriría, pero aún no. Todo aquello estaba a punto de suceder cuando Yahel tomó el teléfono y llamó a sus oficiales superiores conteniendo el resuello y la angustia de un aviso grabado pidiendo ayuda. Pero los refuerzos nunca llegaron. Así sucedió el naufragio de Israel.
Aquella mañana del 7 de octubre, cuando sonaron las alarmas en la base, algunas soldados de observación se metieron en su refugio y pasaron un tiempo allí resguardadas, el suficiente para pintar en la pared sus nombres rodeados de ‘emojis’. El refugio, como casi todos los de la zona, protegía de lo que caía del cielo, pero no de una invasión.
Tan lejana les resultaba esa idea que, en el vídeo íntegro de las masacres de Hamás de aquel día, la letanía de espanto y de torturas que las Fuerzas de Defensa de Israel muestran solo a algunas personas, cuando el primer miliciano de Hamás irrumpe en el recinto, una de ellas se pregunta aterrada: «¿Quién es ese señor?«.
Allí abusaron de ellas, las golpearon, les cortaron los tendones de Aquiles para que no escaparan y las raptaron. En las siguientes imágenes que se tiene de ellas aparecen ensangrentadas, desfiguradas por la paliza y el miedo, despeinadas y ultrajadas por sus captores.
Hoy, en ese refugio hay un póster con sus caras, velas gastadas, coronas de flores y fotos de las víctimas en un lugar de memoria en el que a O. [por seguridad pide que no se publiquen ni su nombre ni su rostro porque sigue en activo], se le quiebra la voz y admite que no sabían, ni podían defenderse. «En nuestra formación tomabas un fusil y disparabas treinta balas y no volvías a ver un arma». Eso ha cambiado, todas se han formado en clases de tiro y la acompañan dos soldados con zarcillos armadas hasta los dientes. O. y sus amigas aprendieron a disparar por las malas.
La capitana que estaba al mando les ordenó salir al pasillo y meterse en el refugio contiguo, en el que estarían algo más a salvo. Corrieron hacia allí y se encerraron 19 personas en el espacio de un ascensor de hospital. Escuchaban gritos, disparos y explosiones. Un compañero soldado se quedó fuera disparando a los atacantes hasta que se quedó sin munición, y entonces les dijo: «Ha sido un honor defenderos. Adiós». Y se acabó.
Víctima española
Los terroristas arrojaron neumáticos ardiendo a la puerta y el humo empezó a entrar por debajo de la puerta. Una de las chicas, que tenía asma, salió entre el fuego y el humo y saltó por un ventanuco del pasillo. Fue la única que se salvó. A las demás las identificaron por las placas que todos los soldados llevan en las botas y en el cuello: «Por si nos vuelan», precisa O. encogiéndose de hombros. Entre las que murieron allí estaba Maya Villalobo, sevillana y una de las dos víctimas de la masacre con nacionalidad española.
De aquel teléfono, desde el que Yahel dio la señal de alarma queda una masa deforme de plástico fundido, como si fuera de plastilina y lo hubiera moldeado un niño en una guardería. Junto a él, el retrato de la observadora asesinada que mira desde un mundo que no existe, de risas en los sofás del club, de bailes de TikTok junto a la pared del patio, de cuartel de adolescentes que de pronto un día se convirtió en una guerra que no supieron ver venir y que las hizo mayores de golpe.
Se quemaron los mapas, los techos, las sillas, las mesas y las pantallas que no podían dejar de mirar un segundo a riesgo de ser arrestadas. O., de 21 años, ojos azules y trenza, cuenta que lo habían visto todo y sabían que algo ocurría. Habían avisado de los movimientos extraños en la frontera y de que había gente practicando un asalto, semanas antes. No les hicieron caso. «Se pensaba que podía entrar un escuadrón de cuatro o cinco terroristas, pero no un ejército entero. Fuimos arrogantes«.
En realidad, ellas transmitieron las alertas, pero los de arriba no las quisieron escuchar. Si un país es capaz de descabezar a Hizbolá vendiendo a la organización buscas explosivos que detonaron de manera simultánea, ¿cómo es posible que no advirtieran lo que para las chicas de la frontera era evidente? Esa es la pregunta que se hace todo el país.
Las víctimas piden una comisión de investigación independiente, que les ha concedido Netanyahu a medias. Hace unos días se supo que se crearía un órgano en las próximas semanas, pero que sus miembros estarían designados por un comité del que forma parte el propio Gobierno, con lo que nadie espera que llegue al fondo de un error que ya figura en los libros de historia y que se cobró miles de vidas.
