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La guerra en los niños de Gaza: diez historias de supervivencia

Mohamed tiene 7 años y es un trasto. No para. Va de aquí para allá, lo toca todo, lo quiere saber todo… Parece un niño alegre. Ahora lo está empezando a volver a ser, dice su padre Akram, «aunque por las noches sigue llorando». Hace … unos meses el menor perdió su pierna derecha por culpa de un bombardeo israelí en Yan Junis. El momento del ataque lo tienen grabado en la memoria, en el cuerpo y también en el teléfono y es el propio niño quien nos lo enseña. «Mira, ese soy yo», dice señalando a un chico vestido de rojo que se arrastra por el suelo tras caer un misil en uno de los puntos de recogida de agua de la ciudad gazatí. Mohamed no se asusta al volverse a ver en esa situación, parece que no fuera él mismo quien está ya sin pierna rodeado de polvo y escombros. Puede que sea la inocencia del niño, que no sabe muy bien lo que pasó o que no comprende las consecuencias de lo que ha vivido.
Salir de la Franja de Gaza no ha sido nada fácil para Mohamed y su padre. Semanas de espera sin saber si podrían salir, dejar a su familia en mitad de los bombardeos para intentar curar al pequeño de sus graves heridas y sobre todo, abandonar una tierra que, aunque no lo quieran creer, saben que será muy difícil volver.
Desde julio de 2024, cuando comenzaron las primeras evacuaciones de heridos gazatíes, más del 60% de ellos han ido a Egipto, el 30% a Jordania y a los Emiratos Árabes Unidos y el resto entre EE.UU. y Gran Bretaña (no llegan a la veintena). Unas evacuaciones que se realizan a cuenta gotas y solo con la aprobación de Israel.
Antes del conflicto, los gazatíes que necesitaban tratamiento fuera de la Franja solicitaban permisos de 24 horas a la autoridad militar israelí que controla el movimiento palestino. Unos 2.000 gazatíes salían cada mes, según Médicos por los Derechos Humanos-Israel, un grupo activista israelí, principalmente hacia Israel o Cisjordania. Después de que Israel cerrara esa ruta tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, durante un tiempo los gazatíes que buscaban tratamiento podían ir a Egipto a través del cruce de Rafah. Alrededor de 1.500 iban cada mes, según Médicos Sin Fronteras.
Cuando Israel tomó Rafah en mayo de 2024, esa ruta también quedó cerrada, excepto durante un alto el fuego de dos meses a principios de este año. Ahora quienes buscan ser evacuados pasan por otro cruce, en Kerem Shalom, hacia el sur de Israel, y luego van a través de un aeropuerto o Jordania a terceros países.
Hace dos semanas, junto con el Ejército jordano, la organización del país hachemita FARJ Global, pudo evacuar a 16 familias.
Estas son las historias de supervivencia de diez niños que han sufrido en primera persona las consecuencias de una guerra que no eligieron.

Once años. Jabalia.
Maria Moath

Maria durante la visita de ABC al piso donde está siendo tratada en Jordania.

Ignacio Gil

Maria solo tiene once años, pero ya sabe lo que es quedarse sola. Nacida en Jabalia, al norte de Gaza, perdió a toda su familia en el bombardeo que le dejó ciega de un ojo y con muy poca visión en el otro. Aún son visibles las heridas en su cara, consecuencia de la metralla del ataque sufrido. Maria es una niña callada, triste. «Echa mucho de menos a sus padres», dice su tío, quien la ha acompañado a Jordania, donde ahora intenta recuperarse de sus heridas. Maria habla despacio y muy bajito, pero a pesar de lo que ha sufrido, aún tiene un sueño: convertirse en médico. Todo dependerá de si no pierde la vista en su ojo derecho. Está pendiente de una operación muy delicada que esperan poder hacérsela cuanto antes.

Cuatro años. Jan Yunis
Mira Ahmed

Rana, abogada en Gaza, sostiente a su hija MIra, herida en la guerra gravemente. También están sus otras dos hijas: Sara y Miriam

Ignacio Gil

Mira aún se asusta fácilmente. El portazo por culpa de la corriente hace que corra hacia su madre, Rana, para abrazarse y llorar. «Estos ruidos aún les asustan», dice la madre, «les recuerda a las bombas». Rana es abogada y tiene tres hijas. Pudo salir hace unas semanas de Jan Yunis en Gaza, gracias a la ayuda de la ONG Farj Global. Lo pudieron hacer porque su hija mediana, Mira, de cuatro años, está gravemente herida, por culpa de un bombardeo israelí. La metralla le cayó en la cabeza y le provocó una grave herida que afectó al cerebro. Perdió el habla. También la movilidad en la parte de derecha del cuerpo. Poco a poco se va recuperando y sobre todo, dicen los médicos, va perdiendo el miedo.

Siete años. Jan Yunis
Mohamed Abuakram

Mohamed solo quiere jugar. A pesar de perder su pierna en un bombardeo, no le ha impedido seguir siendo un niño

Ignacio Gil

Mohamed tiene 7 años y es un trasto. No para. Va de aquí para allá, lo toca todo, lo quiere saber todo… Parece un niño alegre. Ahora lo está empezando a volver a ser, dice su padre Akram, «aunque por las noches sigue llorando». Hace unos meses el menor perdió su pierna derecha por culpa de un bombardeo israelí en Yan Junis.
Mohamed iba con su padre a recoger agua para poder llevarlo a su familia. Perdió la pierna al instante.
Hace unas semanas él y su padre fueron evacuados a Jordania, donde espera una prótesis de Alemania. Mohamed la espera con mucha ilusión, pero las consecuencias de la guerra no solo se ven en su cuerpo. «Le cuesta dormir por las noches. Se acuerda mucho de su madre y de sus hermanos», dice su padre. En Gaza se han tenido que quedar su madre y sus cinco hijos porque Israel solo permite la salida de un acompañante.

14 y 15 años. Ciudad de Gaza
Sarah y Sarra

Sarah no puede levantarse de la cama a causa de las heridas que tiene en el abdomen. Su hermana, Sarra, que sueña con ser médico, aún muestra sus cicatrices en su cara

Ignacio Gil

La mirada de Sarah es de tristeza. Postrada en la cama, no puede moverse. Una bomba cayó encima de su casa en Ciudad de Gaza mientras dormían. Le causó graves heridas en las piernas y el cuello. Su hermana, Sarra, también sufrió heridas en la cara. Estuvieron más de seis meses intentando salir de Gaza gravemente heridas. «Sobrevivíamos con unas pocas lentejas al día», cuentan. Pudieron salir de Gaza y ahora están en Amán, capital de Jordania. Junto con su madre, las tres viven en una pequeña habitación de un piso compartido con otras familias de evacuados. En Gaza dejaron a su padre y a dos hermanos.

13 años. Ciudad de Gaza
Youssef Mohammed

Youssef apenas puede moverse. Tiene rotas las piernas y una bolsa en el abdomen. Sufrió heridas graves en un bombardeo sobre Ciudad de Gaza.

Ignacio Gil

Youssef apenas tiene fuerzas para hablar. Su mirada está perdida. Se entretiene viendo la televisión, porque tampoco puede moverse. Unas muletas le sirven de apoyo, pero el dolor que siente en las piernas, rotas en un ataque israelí hace unos meses, le hace permanecer sentado la mayor parte del tiempo. Estaba jugando con sus hermanos al lado de las tiendas donde dormían cuando el ataque les sorprendió. Su estado era grave. A parte de las heridas en las piernas, también el bombardeo le perforó el vientre, por lo que tiene que llevar una bolsa en el abdomen las 24 horas del día. Salió de Gaza hace solo unas semanas y junto a su padre, espera poder recuperarse. En Gaza se quedaron su madre y cinco hermanos.
 

Diez meses. Ciudad de Gaza
La familia de Zerat

Zerat solo pesa cuatro kilos. Su padre Saleh, a pesar de su ceguera, juega con su hija bajo la atenta mirada de su madre, Ziuar
Ignacio Gil

Saleh y Ziuar, un matrimonio gazatí de tan solo 23 años da gracias a Dios por poder estar en Jordania. Estaban al límite de sus fuerzas en Ciudad de Gaza. Ziuar, embarazada de siete meses y con malnutrición; Saleh, ciego a consecuencia de una bala que el Ejército israelí le disparó en 2018; y la situación más preocupante de todas, la de su bebé Zerat. Tiene diez meses y no llega a los cuatro kilos de peso, cuando lo normal sería que estuviera entre ocho y diez. El aspecto de esta pequeña es sobrecogedor y hasta los pendientes que lleva parecen pesarle y los ojos marrones, como los de su madre, parecen salirse de su pequeña cara.
Zerat es el claro ejemplo de lo que la falta de entrada humanitaria a Gaza está ocasionando en los más débiles: una hambruna atroz que ya se ha cobrado la vida de más de cien niños, según la ONU con cifras de agosto. «En casa solo comíamos lentejas, era lo único que podía conseguir. Era imposible conseguir leche para la niña y le dábamos lo que podíamos», dice Saleh.
Desde junio están en Amán y la mejora de la pequeña es considerable. «Ya nos han dicho que el proceso es lento, pero que se va a recuperar y va a estar bien». Su padre no se separa ni un minuto de ella. Durante toda la entrevista la tiene en sus brazos y le hace carantoñas para que se ría. «Le encanta que la suba a mis hombros», afirma Saleh mientras lo hace. Efectivamente, al instante, la pequeña regala una carcajada. Están más tranquilos, saben que con la ayuda que les están proporcionando, van a poder sacar adelante a sus hijos. Aunque su deseo es poder volver algún día a Gaza. Saleh, Ziuar, Zerat y el pequeño que está en camino están juntos.

Ocho años. Jan Yunis.
Mohamed Imad

Mohammed Imad Al Shaer y su padre en la habitación donde viven ahora en Amán.

Ignacio Gil

Después de casi dos años de guerra, Mohammed y su padre pudieron comer esta semana pollo y arroz caliente. Fue lo primero que comieron cuando salieron de Gaza hace unos días y fueron evacuados a Amán, Jordania. Tuvieron que salir de allí porque la situación del pequeño de ocho años era muy peligrosa. Le diagnosticaron tarde una meningitis, lo que le afectó al oído y al habla. Su estado era grave. Más aún después de haber tenido un accidente de tráfico cuando su familia intentaba huir de Yan Junis hacia otro sitio más seguro. Los golpes le causaron heridas en las piernas y el abdomen. Pudieron salir de la Franja, pero solo ellos dos. Atrás dejaron a la madre y a cinco hermanos. Mohammed, mientras dibuja sentado en una mesa, está atento a lo que cuenta su padre. Le pusieron un implante coclear y poco a poco va recuperando el oído.

Ocho meses. Deir al Balah
Ali Ibrahim

Ali Ibrahim

Ignacio Gil

El pequeño Alí, de ocho meses, nació en mitad de una guerra que se está extendiendo hacia los dos años. Nació con una enfermedad congénita en el ojo derecho. Le operaron a los 40 días de nacer, pero no fue bien por la falta de medios y medicamentos para poder tratarle. Hace dos semanas pudieron evacuarle junto a su madre y su hermana mayor a Jordania. «Es un caso crítico que requiere una intervención inmediata para evitar riesgo de ceguera», señala el doctor Zakaria Abdullah, quien se está haciendo cargo de los cuidados de estos niños. Su madre, Haiat Ali Abdel, sabe lo que significa la falta de medicamentos. Es enfermera y durante toda la guerra ha estado trabajando, igual que su marido, también enfermero. Los dos trabajaban en el hospital Los mártires de Al Aqsa, en Deir al Balah. «Llegaban casos de gente destrozada y hacíamos lo imposible para salvarlos«, cuenta Haiat. Esta mujer llegó a trabajar embarazada del pequeño Alí. »Hacían falta muchas manos para poder tratar a todo el mundo«, recuerda.

Diez años. Rafah
Walid

Walid lanza un beso a la cámara con su padre

Ignacio Gil

Walid, de 10 años nació con una enfermedad en los riñones. Desde muy pequeño ha tenido que ser tratado y aunque siempre fue difícil conseguir la medicación en Gaza, durante estos meses de guerra se había vuelto misión imposible. Pudo salir de Rafah con su padre hacia Jordania. Le tuvieron que operar en dos ocasiones de urgencia hace tan solo quince días por cómo había llegado de Gaza: muchos días sin tomar la medicación que necesitaba, tampoco sin recibir la diálisis en la Franja. Allí, en Gaza, han dejado a sus nueve hermanos y a su madre. En la habitación donde viven puede levantarse de la cama y jugar con los otros niños, pero hace apenas unas semanas, su situación era muy grave.

Publicado: septiembre 14, 2025, 2:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/xxxxxxxxxxxx-20250914123837-nt.html

Mohamed tiene 7 años y es un trasto. No para. Va de aquí para allá, lo toca todo, lo quiere saber todo… Parece un niño alegre. Ahora lo está empezando a volver a ser, dice su padre Akram, «aunque por las noches sigue llorando». Hace unos meses el menor perdió su pierna derecha por culpa de un bombardeo israelí en Yan Junis. El momento del ataque lo tienen grabado en la memoria, en el cuerpo y también en el teléfono y es el propio niño quien nos lo enseña. «Mira, ese soy yo», dice señalando a un chico vestido de rojo que se arrastra por el suelo tras caer un misil en uno de los puntos de recogida de agua de la ciudad gazatí. Mohamed no se asusta al volverse a ver en esa situación, parece que no fuera él mismo quien está ya sin pierna rodeado de polvo y escombros. Puede que sea la inocencia del niño, que no sabe muy bien lo que pasó o que no comprende las consecuencias de lo que ha vivido.

Salir de la Franja de Gaza no ha sido nada fácil para Mohamed y su padre. Semanas de espera sin saber si podrían salir, dejar a su familia en mitad de los bombardeos para intentar curar al pequeño de sus graves heridas y sobre todo, abandonar una tierra que, aunque no lo quieran creer, saben que será muy difícil volver.

Desde julio de 2024, cuando comenzaron las primeras evacuaciones de heridos gazatíes, más del 60% de ellos han ido a Egipto, el 30% a Jordania y a los Emiratos Árabes Unidos y el resto entre EE.UU. y Gran Bretaña (no llegan a la veintena). Unas evacuaciones que se realizan a cuenta gotas y solo con la aprobación de Israel.

Antes del conflicto, los gazatíes que necesitaban tratamiento fuera de la Franja solicitaban permisos de 24 horas a la autoridad militar israelí que controla el movimiento palestino. Unos 2.000 gazatíes salían cada mes, según Médicos por los Derechos Humanos-Israel, un grupo activista israelí, principalmente hacia Israel o Cisjordania. Después de que Israel cerrara esa ruta tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, durante un tiempo los gazatíes que buscaban tratamiento podían ir a Egipto a través del cruce de Rafah. Alrededor de 1.500 iban cada mes, según Médicos Sin Fronteras.

Cuando Israel tomó Rafah en mayo de 2024, esa ruta también quedó cerrada, excepto durante un alto el fuego de dos meses a principios de este año. Ahora quienes buscan ser evacuados pasan por otro cruce, en Kerem Shalom, hacia el sur de Israel, y luego van a través de un aeropuerto o Jordania a terceros países.

Hace dos semanas, junto con el Ejército jordano, la organización del país hachemita FARJ Global, pudo evacuar a 16 familias.

Estas son las historias de supervivencia de diez niños que han sufrido en primera persona las consecuencias de una guerra que no eligieron.

Once años. Jabalia.

Maria Moath


Maria durante la visita de ABC al piso donde está siendo tratada en Jordania.


Ignacio Gil

Maria solo tiene once años, pero ya sabe lo que es quedarse sola. Nacida en Jabalia, al norte de Gaza, perdió a toda su familia en el bombardeo que le dejó ciega de un ojo y con muy poca visión en el otro. Aún son visibles las heridas en su cara, consecuencia de la metralla del ataque sufrido. Maria es una niña callada, triste. «Echa mucho de menos a sus padres», dice su tío, quien la ha acompañado a Jordania, donde ahora intenta recuperarse de sus heridas. Maria habla despacio y muy bajito, pero a pesar de lo que ha sufrido, aún tiene un sueño: convertirse en médico. Todo dependerá de si no pierde la vista en su ojo derecho. Está pendiente de una operación muy delicada que esperan poder hacérsela cuanto antes.

Cuatro años. Jan Yunis

Mira Ahmed


Rana, abogada en Gaza, sostiente a su hija MIra, herida en la guerra gravemente. También están sus otras dos hijas: Sara y Miriam


Ignacio Gil

Mira aún se asusta fácilmente. El portazo por culpa de la corriente hace que corra hacia su madre, Rana, para abrazarse y llorar. «Estos ruidos aún les asustan», dice la madre, «les recuerda a las bombas». Rana es abogada y tiene tres hijas. Pudo salir hace unas semanas de Jan Yunis en Gaza, gracias a la ayuda de la ONG Farj Global. Lo pudieron hacer porque su hija mediana, Mira, de cuatro años, está gravemente herida, por culpa de un bombardeo israelí. La metralla le cayó en la cabeza y le provocó una grave herida que afectó al cerebro. Perdió el habla. También la movilidad en la parte de derecha del cuerpo. Poco a poco se va recuperando y sobre todo, dicen los médicos, va perdiendo el miedo.

Siete años. Jan Yunis

Mohamed Abuakram


Mohamed solo quiere jugar. A pesar de perder su pierna en un bombardeo, no le ha impedido seguir siendo un niño


Ignacio Gil

Mohamed tiene 7 años y es un trasto. No para. Va de aquí para allá, lo toca todo, lo quiere saber todo… Parece un niño alegre. Ahora lo está empezando a volver a ser, dice su padre Akram, «aunque por las noches sigue llorando». Hace unos meses el menor perdió su pierna derecha por culpa de un bombardeo israelí en Yan Junis.

Mohamed iba con su padre a recoger agua para poder llevarlo a su familia. Perdió la pierna al instante.

Hace unas semanas él y su padre fueron evacuados a Jordania, donde espera una prótesis de Alemania. Mohamed la espera con mucha ilusión, pero las consecuencias de la guerra no solo se ven en su cuerpo. «Le cuesta dormir por las noches. Se acuerda mucho de su madre y de sus hermanos», dice su padre. En Gaza se han tenido que quedar su madre y sus cinco hijos porque Israel solo permite la salida de un acompañante.

14 y 15 años. Ciudad de Gaza

Sarah y Sarra


Sarah no puede levantarse de la cama a causa de las heridas que tiene en el abdomen. Su hermana, Sarra, que sueña con ser médico, aún muestra sus cicatrices en su cara


Ignacio Gil

La mirada de Sarah es de tristeza. Postrada en la cama, no puede moverse. Una bomba cayó encima de su casa en Ciudad de Gaza mientras dormían. Le causó graves heridas en las piernas y el cuello. Su hermana, Sarra, también sufrió heridas en la cara. Estuvieron más de seis meses intentando salir de Gaza gravemente heridas. «Sobrevivíamos con unas pocas lentejas al día», cuentan. Pudieron salir de Gaza y ahora están en Amán, capital de Jordania. Junto con su madre, las tres viven en una pequeña habitación de un piso compartido con otras familias de evacuados. En Gaza dejaron a su padre y a dos hermanos.

13 años. Ciudad de Gaza

Youssef Mohammed


Youssef apenas puede moverse. Tiene rotas las piernas y una bolsa en el abdomen. Sufrió heridas graves en un bombardeo sobre Ciudad de Gaza.


Ignacio Gil

Youssef apenas tiene fuerzas para hablar. Su mirada está perdida. Se entretiene viendo la televisión, porque tampoco puede moverse. Unas muletas le sirven de apoyo, pero el dolor que siente en las piernas, rotas en un ataque israelí hace unos meses, le hace permanecer sentado la mayor parte del tiempo. Estaba jugando con sus hermanos al lado de las tiendas donde dormían cuando el ataque les sorprendió. Su estado era grave. A parte de las heridas en las piernas, también el bombardeo le perforó el vientre, por lo que tiene que llevar una bolsa en el abdomen las 24 horas del día. Salió de Gaza hace solo unas semanas y junto a su padre, espera poder recuperarse. En Gaza se quedaron su madre y cinco hermanos.

 

Diez meses. Ciudad de Gaza

La familia de Zerat

Zerat solo pesa cuatro kilos. Su padre Saleh, a pesar de su ceguera, juega con su hija bajo la atenta mirada de su madre, Ziuar
Ignacio Gil

Saleh y Ziuar, un matrimonio gazatí de tan solo 23 años da gracias a Dios por poder estar en Jordania. Estaban al límite de sus fuerzas en Ciudad de Gaza. Ziuar, embarazada de siete meses y con malnutrición; Saleh, ciego a consecuencia de una bala que el Ejército israelí le disparó en 2018; y la situación más preocupante de todas, la de su bebé Zerat. Tiene diez meses y no llega a los cuatro kilos de peso, cuando lo normal sería que estuviera entre ocho y diez. El aspecto de esta pequeña es sobrecogedor y hasta los pendientes que lleva parecen pesarle y los ojos marrones, como los de su madre, parecen salirse de su pequeña cara.

Zerat es el claro ejemplo de lo que la falta de entrada humanitaria a Gaza está ocasionando en los más débiles: una hambruna atroz que ya se ha cobrado la vida de más de cien niños, según la ONU con cifras de agosto. «En casa solo comíamos lentejas, era lo único que podía conseguir. Era imposible conseguir leche para la niña y le dábamos lo que podíamos», dice Saleh.

Desde junio están en Amán y la mejora de la pequeña es considerable. «Ya nos han dicho que el proceso es lento, pero que se va a recuperar y va a estar bien». Su padre no se separa ni un minuto de ella. Durante toda la entrevista la tiene en sus brazos y le hace carantoñas para que se ría. «Le encanta que la suba a mis hombros», afirma Saleh mientras lo hace. Efectivamente, al instante, la pequeña regala una carcajada. Están más tranquilos, saben que con la ayuda que les están proporcionando, van a poder sacar adelante a sus hijos. Aunque su deseo es poder volver algún día a Gaza. Saleh, Ziuar, Zerat y el pequeño que está en camino están juntos.

Ocho años. Jan Yunis.

Mohamed Imad


Mohammed Imad Al Shaer y su padre en la habitación donde viven ahora en Amán.


Ignacio Gil

Después de casi dos años de guerra, Mohammed y su padre pudieron comer esta semana pollo y arroz caliente. Fue lo primero que comieron cuando salieron de Gaza hace unos días y fueron evacuados a Amán, Jordania. Tuvieron que salir de allí porque la situación del pequeño de ocho años era muy peligrosa. Le diagnosticaron tarde una meningitis, lo que le afectó al oído y al habla. Su estado era grave. Más aún después de haber tenido un accidente de tráfico cuando su familia intentaba huir de Yan Junis hacia otro sitio más seguro. Los golpes le causaron heridas en las piernas y el abdomen. Pudieron salir de la Franja, pero solo ellos dos. Atrás dejaron a la madre y a cinco hermanos. Mohammed, mientras dibuja sentado en una mesa, está atento a lo que cuenta su padre. Le pusieron un implante coclear y poco a poco va recuperando el oído.

Ocho meses. Deir al Balah

Ali Ibrahim


Ali Ibrahim


Ignacio Gil

El pequeño Alí, de ocho meses, nació en mitad de una guerra que se está extendiendo hacia los dos años. Nació con una enfermedad congénita en el ojo derecho. Le operaron a los 40 días de nacer, pero no fue bien por la falta de medios y medicamentos para poder tratarle. Hace dos semanas pudieron evacuarle junto a su madre y su hermana mayor a Jordania. «Es un caso crítico que requiere una intervención inmediata para evitar riesgo de ceguera», señala el doctor Zakaria Abdullah, quien se está haciendo cargo de los cuidados de estos niños. Su madre, Haiat Ali Abdel, sabe lo que significa la falta de medicamentos. Es enfermera y durante toda la guerra ha estado trabajando, igual que su marido, también enfermero. Los dos trabajaban en el hospital Los mártires de Al Aqsa, en Deir al Balah. «Llegaban casos de gente destrozada y hacíamos lo imposible para salvarlos«, cuenta Haiat. Esta mujer llegó a trabajar embarazada del pequeño Alí. »Hacían falta muchas manos para poder tratar a todo el mundo«, recuerda.

Diez años. Rafah

Walid


Walid lanza un beso a la cámara con su padre


Ignacio Gil

Walid, de 10 años nació con una enfermedad en los riñones. Desde muy pequeño ha tenido que ser tratado y aunque siempre fue difícil conseguir la medicación en Gaza, durante estos meses de guerra se había vuelto misión imposible. Pudo salir de Rafah con su padre hacia Jordania. Le tuvieron que operar en dos ocasiones de urgencia hace tan solo quince días por cómo había llegado de Gaza: muchos días sin tomar la medicación que necesitaba, tampoco sin recibir la diálisis en la Franja. Allí, en Gaza, han dejado a sus nueve hermanos y a su madre. En la habitación donde viven puede levantarse de la cama y jugar con los otros niños, pero hace apenas unas semanas, su situación era muy grave.

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