La 'era dorada' de Trump no acaba de brillar - Colombia
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La 'era dorada' de Trump no acaba de brillar

‘Affordability’ es la palabra de moda en la política de Estados Unidos. ‘Asequibilidad’ es la traducción directa del palabro. No tiene el componente polémico de los asuntos que asaltan a cada paso el segundo mandato de Donald Trump: los papeles de Jeffrey Epstein … , la operación para rematar supervivientes de una narcolancha, el despliegue del Ejército en ciudades demócratas… Pero la ‘asequibilidad’ tiene mucho más peso político que todas esas controversias. En otras palabras, es el coste de la vida, disparado en EE.UU., que afecta con fuerza a los grupos de votantes más amplios, a las clases medias y trabajadoras. Es el precio de la cesta de la compra, de la vivienda, de la cobertura médica, que hace la vida cada vez más difícil a los estadounidenses. Es la versión contemporánea del ‘It’s the economy, stupid’ (Es la economía, estúpido). Nada como el bolsillo para mover el voto.
Trump lo sabe mejor que nadie. Su desembarco en política en 2016 estuvo basado en el mensaje económico. Su lema ‘Make America Great Again’ (MAGA, ‘Hacer a EE.UU. grande otra vez’) es sobre todo una apelación a un país deteriorado por la globalización. Y su regreso al poder el año pasado tuvo el combustible principal del descontento social con la marcha de la economía, después de una inflación disparada con Joe Biden.
Han pasado once meses desde que Trump entró de nuevo en la Casa Blanca, y la economía se ha vuelto en su contra. En campaña prometió el otoño pasado que tumbaría la inflación, que ya estaba entonces en retroceso. En su investidura, anunció que arrancaba la nueva «era dorada» de EE.UU. Hoy insiste en que su país vive un «milagro económico», que es el país «más caliente del mundo». Los estadounidenses –en las encuestas y en las urnas– opinan diferente y el coste de vida se ha convertido en un problema para Trump y los republicanos.

Trump presume de una economía que va viento en popa. Recita los miles de millones de dólares en inversiones extranjeras que ha conseguido, los miles de millones de dólares que se embolsan las arcas estatales con sus aranceles. Defiende, con imposibilidad matemática, que los precios de ciertos medicamentos han caído «un 1.500%». Recuerda la caída del precio de la gasolina y de los huevos, dos emblemas de la inflación. Celebra los récords en bolsa, pese a algún desplome, como el del mes pasado.
Pero hay otra realidad, la que viven la mayoría de los votantes de Trump, que ganó con claridad el año pasado entre la clase trabajadora. La inflación, que tanto castigó a Biden, sigue alta. Está en torno al 3% y muchos analistas consideran que los aranceles de Trump no ayudan. Se nota en el súper, en las facturas, en los gastos comunes. La vivienda está disparada en muchos mercados. El índice de confianza de los consumidores cayó el mes pasado a su nivel más bajo desde que la inflación se desbocó en 2022. Los subsidios a las coberturas médicas van a expirar a final de año por la oposición a prorrogarlos de parte de los republicanos y los estadounidenses se enfrentan a pólizas inasumibles.

Consecuencias políticas

Junto a esa realidad, sus consecuencias políticas. El coste de la vida ha sido el gran protagonista de las elecciones de este otoño, el primer termómetro electoral del segundo mandato de Trump. En Nueva York, territorio demócrata, el socialista Zohran Mamdani protagonizó el campanazo político del año con un mensaje centrado en abaratar la vida. La economía fue también la protagonista de dos victorias demócratas mucho más decisivas: las de las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey.
Hace unas semanas, una candidata demócrata peleó una elección especial para un escaño de la Cámara de Representantes de Tennessee. Era algo impensable hace un año, cuando Trump ganó allí por goleada. Y Miami acaba de elegir a su primer alcalde demócrata en tres décadas. De nuevo, con la economía como preocupación central.
Trump siempre quita importancia a estos resultados y defiende que no es un castigo a su gestión, que él no está en las papeletas. Pero, a nivel nacional, las encuestas muestran la frustración de los votantes: en la última encuesta de Associated Press/NORC, solo el 31% aprueba su gestión económica, el peor dato en este capítulo para Trump en cualquier momento de sus dos mandatos. Un sondeo de ‘Politico’ apunta a que el 37% de quienes votaron a Trump el año pasado consideran que el coste de la vida es el peor que recuerdan.

‘Asequibilidad’ es la palabra de moda política en EE.UU., ya que la subida de los precios afecta sobre todo a las clases medias y trabajadoras

La situación ha desatado las alarmas entre los republicanos, que se juegan sus mayorías en el Congreso el próximo otoño y ven cómo los demócratas están capitalizando el mensaje del coste de vida. Las grietas de parte del sector más trumpista, como la ruptura con la diputada Marjorie Taylor Greene, tienen que ver con esa desconexión con las necesidades económicas de las clases medias y trabajadoras.
Mientras tanto, Trump da tumbos para encontrar un mensaje con el que apaciguar el descontento. «No quiero oír hablar sobre el coste de vida», dijo el mes pasado. Poco después, escribió en sus redes sociales que él es el «presidente de la asequibilidad». En la última reunión del año de su Gabinete, defendió que eso de la asequibilidad es un «engaño», una «patraña demócrata». Pero varios de sus secretarios tuvieron que referirse a sus esfuerzos para rebajar el coste de vida. Y su vicepresidente, J. D. Vance, echaba la culpa a la economía que les han dejado los demócratas y reconocía de forma intrínseca que las cosas no van muy bien: «Yo creo que 2026 va a ser el año en el que despegará la economía».
En su negación del problema, Trump recuerda a Biden. Con la inflación disparada, el anterior presidente decía que era «transitoria», y eso solo empeoró las cosas. Después alardeaba de sus recetas económicas, su ‘Bidenomics’, y no le sirvió para nada.

«No quiero oír hablar sobre el coste de la vida», estalló el mes pasado Trump, quien afirma que la asequibilidad es una «patraña demócrata»

Trump nunca da un paso atrás y sigue prometiendo la gloria. Pronostica que la gasolina bajará a los dos dólares por galón (3,7 litros) y promete eliminar el impuesto a la renta «en un futuro no muy distante». Para tratar de recuperar el mensaje, ha iniciado una gira por estados clave para vender sus logros económicos. Empezó con un mitin en el noreste de Pensilvania, una de esas regiones industriales deterioradas, antes dominadas por los demócratas, que se echaron a sus brazos. Allí, entre carteles con la leyenda ‘Precios más bajos, salarios más altos’, insistió en que todo es culpa de los demócratas.
La gira le llevó hace unos días a otro territorio político clave, Carolina del Norte. Y antes completó estos esfuerzos con un discurso a la nación. Algunos alertaron de que lo utilizaría para anunciar la guerra contra Venezuela. Pero Trump lo dedicó a la guerra que preocupa de verdad a los estadounidenses: la de la economía. Sus palabras llegaban a la vez que el dato de desempleo mostraba su nivel más alto desde 2021, un 4,6%. «Hace once meses, heredé un desastre y lo estoy arreglando. Vamos camino de un ‘boom’ económico como el mundo nunca ha visto», dijo a los estadounidenses. Pero muchos no quieren más discursos: quieren ya la «era dorada» prometida.

Publicado: diciembre 21, 2025, 9:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/era-dorada-trump-acaba-brillar-20251222041514-nt.html

‘Affordability’ es la palabra de moda en la política de Estados Unidos. ‘Asequibilidad’ es la traducción directa del palabro. No tiene el componente polémico de los asuntos que asaltan a cada paso el segundo mandato de Donald Trump: los papeles de Jeffrey Epstein, la operación para rematar supervivientes de una narcolancha, el despliegue del Ejército en ciudades demócratas… Pero la ‘asequibilidad’ tiene mucho más peso político que todas esas controversias. En otras palabras, es el coste de la vida, disparado en EE.UU., que afecta con fuerza a los grupos de votantes más amplios, a las clases medias y trabajadoras. Es el precio de la cesta de la compra, de la vivienda, de la cobertura médica, que hace la vida cada vez más difícil a los estadounidenses. Es la versión contemporánea del ‘It’s the economy, stupid’ (Es la economía, estúpido). Nada como el bolsillo para mover el voto.

Trump lo sabe mejor que nadie. Su desembarco en política en 2016 estuvo basado en el mensaje económico. Su lema ‘Make America Great Again’ (MAGA, ‘Hacer a EE.UU. grande otra vez’) es sobre todo una apelación a un país deteriorado por la globalización. Y su regreso al poder el año pasado tuvo el combustible principal del descontento social con la marcha de la economía, después de una inflación disparada con Joe Biden.

Han pasado once meses desde que Trump entró de nuevo en la Casa Blanca, y la economía se ha vuelto en su contra. En campaña prometió el otoño pasado que tumbaría la inflación, que ya estaba entonces en retroceso. En su investidura, anunció que arrancaba la nueva «era dorada» de EE.UU. Hoy insiste en que su país vive un «milagro económico», que es el país «más caliente del mundo». Los estadounidenses –en las encuestas y en las urnas– opinan diferente y el coste de vida se ha convertido en un problema para Trump y los republicanos.

Trump presume de una economía que va viento en popa. Recita los miles de millones de dólares en inversiones extranjeras que ha conseguido, los miles de millones de dólares que se embolsan las arcas estatales con sus aranceles. Defiende, con imposibilidad matemática, que los precios de ciertos medicamentos han caído «un 1.500%». Recuerda la caída del precio de la gasolina y de los huevos, dos emblemas de la inflación. Celebra los récords en bolsa, pese a algún desplome, como el del mes pasado.

Pero hay otra realidad, la que viven la mayoría de los votantes de Trump, que ganó con claridad el año pasado entre la clase trabajadora. La inflación, que tanto castigó a Biden, sigue alta. Está en torno al 3% y muchos analistas consideran que los aranceles de Trump no ayudan. Se nota en el súper, en las facturas, en los gastos comunes. La vivienda está disparada en muchos mercados. El índice de confianza de los consumidores cayó el mes pasado a su nivel más bajo desde que la inflación se desbocó en 2022. Los subsidios a las coberturas médicas van a expirar a final de año por la oposición a prorrogarlos de parte de los republicanos y los estadounidenses se enfrentan a pólizas inasumibles.

Consecuencias políticas

Junto a esa realidad, sus consecuencias políticas. El coste de la vida ha sido el gran protagonista de las elecciones de este otoño, el primer termómetro electoral del segundo mandato de Trump. En Nueva York, territorio demócrata, el socialista Zohran Mamdani protagonizó el campanazo político del año con un mensaje centrado en abaratar la vida. La economía fue también la protagonista de dos victorias demócratas mucho más decisivas: las de las elecciones a gobernador en Virginia y Nueva Jersey.

Hace unas semanas, una candidata demócrata peleó una elección especial para un escaño de la Cámara de Representantes de Tennessee. Era algo impensable hace un año, cuando Trump ganó allí por goleada. Y Miami acaba de elegir a su primer alcalde demócrata en tres décadas. De nuevo, con la economía como preocupación central.

Trump siempre quita importancia a estos resultados y defiende que no es un castigo a su gestión, que él no está en las papeletas. Pero, a nivel nacional, las encuestas muestran la frustración de los votantes: en la última encuesta de Associated Press/NORC, solo el 31% aprueba su gestión económica, el peor dato en este capítulo para Trump en cualquier momento de sus dos mandatos. Un sondeo de ‘Politico’ apunta a que el 37% de quienes votaron a Trump el año pasado consideran que el coste de la vida es el peor que recuerdan.

‘Asequibilidad’ es la palabra de moda política en EE.UU., ya que la subida de los precios afecta sobre todo a las clases medias y trabajadoras

La situación ha desatado las alarmas entre los republicanos, que se juegan sus mayorías en el Congreso el próximo otoño y ven cómo los demócratas están capitalizando el mensaje del coste de vida. Las grietas de parte del sector más trumpista, como la ruptura con la diputada Marjorie Taylor Greene, tienen que ver con esa desconexión con las necesidades económicas de las clases medias y trabajadoras.

Mientras tanto, Trump da tumbos para encontrar un mensaje con el que apaciguar el descontento. «No quiero oír hablar sobre el coste de vida», dijo el mes pasado. Poco después, escribió en sus redes sociales que él es el «presidente de la asequibilidad». En la última reunión del año de su Gabinete, defendió que eso de la asequibilidad es un «engaño», una «patraña demócrata». Pero varios de sus secretarios tuvieron que referirse a sus esfuerzos para rebajar el coste de vida. Y su vicepresidente, J. D. Vance, echaba la culpa a la economía que les han dejado los demócratas y reconocía de forma intrínseca que las cosas no van muy bien: «Yo creo que 2026 va a ser el año en el que despegará la economía».

En su negación del problema, Trump recuerda a Biden. Con la inflación disparada, el anterior presidente decía que era «transitoria», y eso solo empeoró las cosas. Después alardeaba de sus recetas económicas, su ‘Bidenomics’, y no le sirvió para nada.

«No quiero oír hablar sobre el coste de la vida», estalló el mes pasado Trump, quien afirma que la asequibilidad es una «patraña demócrata»

Trump nunca da un paso atrás y sigue prometiendo la gloria. Pronostica que la gasolina bajará a los dos dólares por galón (3,7 litros) y promete eliminar el impuesto a la renta «en un futuro no muy distante». Para tratar de recuperar el mensaje, ha iniciado una gira por estados clave para vender sus logros económicos. Empezó con un mitin en el noreste de Pensilvania, una de esas regiones industriales deterioradas, antes dominadas por los demócratas, que se echaron a sus brazos. Allí, entre carteles con la leyenda ‘Precios más bajos, salarios más altos’, insistió en que todo es culpa de los demócratas.

La gira le llevó hace unos días a otro territorio político clave, Carolina del Norte. Y antes completó estos esfuerzos con un discurso a la nación. Algunos alertaron de que lo utilizaría para anunciar la guerra contra Venezuela. Pero Trump lo dedicó a la guerra que preocupa de verdad a los estadounidenses: la de la economía. Sus palabras llegaban a la vez que el dato de desempleo mostraba su nivel más alto desde 2021, un 4,6%. «Hace once meses, heredé un desastre y lo estoy arreglando. Vamos camino de un ‘boom’ económico como el mundo nunca ha visto», dijo a los estadounidenses. Pero muchos no quieren más discursos: quieren ya la «era dorada» prometida.

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