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La discoteca, la mansión de Epstein y la orgía: las memorias póstumas de la mujer que acusaba al Príncipe Andrés de abuso sexual

«Pensé que conocer a un príncipe sería un honor. No entendí que me estaban entregando.» Con esa frase de «Nobody’s Girl», las memorias póstumas de Virginia Roberts Giuffre, publicadas este martes, empieza el estremecedor relato de los presuntos abusos del Príncipe Andrés … a la autora. El volumen, terminado pocas semanas antes de su suicidio en abril de este año, es el testimonio final de una mujer que escribió, según sus propias palabras, «para que la verdad se entienda y para que nadie más tenga que vivir lo mismo».
Giuffre dedica el libro «a mis hermanas sobrevivientes y a todas las personas que han sufrido abuso sexual», y añade que «espero poder usar parte del dinero de la Corona para hacer el bien», en alusión a la millonaria compensación recibida en el acuerdo extrajudicial alcanzado con el Príncipe Andrés en 2022.

La publicación llega apenas cuatro días después de que el que fuera conocido como Duque de York anunciara que dejará de usar todos sus títulos y honores, una decisión que no ha aplacado la presión pública: en Londres, diputados de varios partidos reclaman que sea formalmente despojado de ellos.

En su prólogo, Giuffre advierte: «Sé que esto es difícil de leer. La violencia. Las malas decisiones. El daño que me hice. Pero, por favor, no dejes de leer», y explica que había sido «la chica de todos y, sin embargo, la de nadie», una reflexión que da sentido al título.

Publicado: octubre 21, 2025, 8:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/discoteca-mansion-epstein-orgia-memorias-postumas-mujer-20251021114415-nt.html

«Pensé que conocer a un príncipe sería un honor. No entendí que me estaban entregando.» Con esa frase de «Nobody’s Girl», las memorias póstumas de Virginia Roberts Giuffre, publicadas este martes, empieza el estremecedor relato de los presuntos abusos del Príncipe Andrés a la autora. El volumen, terminado pocas semanas antes de su suicidio en abril de este año, es el testimonio final de una mujer que escribió, según sus propias palabras, «para que la verdad se entienda y para que nadie más tenga que vivir lo mismo».

Giuffre dedica el libro «a mis hermanas sobrevivientes y a todas las personas que han sufrido abuso sexual», y añade que «espero poder usar parte del dinero de la Corona para hacer el bien», en alusión a la millonaria compensación recibida en el acuerdo extrajudicial alcanzado con el Príncipe Andrés en 2022.

La publicación llega apenas cuatro días después de que el que fuera conocido como Duque de York anunciara que dejará de usar todos sus títulos y honores, una decisión que no ha aplacado la presión pública: en Londres, diputados de varios partidos reclaman que sea formalmente despojado de ellos.

En su prólogo, Giuffre advierte: «Sé que esto es difícil de leer. La violencia. Las malas decisiones. El daño que me hice. Pero, por favor, no dejes de leer», y explica que había sido «la chica de todos y, sin embargo, la de nadie», una reflexión que da sentido al título.

Su historia comienza en Loxahatchee, un pequeño pueblo de Florida. «El abuso temprano que sufrí me convirtió en la víctima perfecta para Jeffrey Epstein». Y es que en el libro acusa a su padre, Sky Roberts, de haber abusado de ella –una acusación que él niega– y describe una infancia «entre la pobreza, el miedo y la indiferencia».

A los trece años huyó de casa. Cayó bajo el control de Ron Eppinger, un hombre de sesenta años condenado más tarde por tráfico sexual. «Durante seis meses fui su prisionera», escribe. «Me enviaba a hoteles donde hombres mayores pagaban por violarme». Fue liberada por el FBI, y en el verano de 2000 empezó a trabajar en el club Mar-a-Lago, en Palm Beach, donde su padre hacía labores de mantenimiento. Allí conoció a Ghislaine Maxwell. «Entró con su acento británico, sus uñas perfectas y esa seguridad de quien pertenece a otro mundo», recuerda. Maxwell le ofreció «ganar dinero al margen, dando masajes a su amigo, un hombre rico». Ese hombre era Jeffrey Epstein.

Giuffre relata que aquella primera visita a la mansión rosa de Epstein marcó el inicio de un ciclo de abusos. «Así comienza el período de mi vida que ha sido diseccionado y analizado más que ningún otro», escribe. Durante los dos años siguientes fue forzada a complacer a Epstein y a los hombres de su entorno. «Epstein me convenció de que lo que hacía no estaba mal porque solo se acostaba con chicas que ya habían tenido la menstruación», escribe. «Me enseñaron a sonreír mientras me destruían», y relata como sufrió violencia física, verbal e incluso pensó que «moriría siendo una esclava sexual».

El libro reconstruye con detalle la estructura de la red: los vuelos privados, las mansiones en Palm Beach, Nueva York y el Caribe, los viajes a Europa, las fiestas con políticos, empresarios y celebridades. «Epstein y Maxwell se alimentaban del silencio y del poder», afirma, y en un pasaje, describe los aviones privados del magnate como «máquinas diseñadas para traficar con cuerpos». Según Amy Wallace, periodista coautora del libro, «Virginia los llamaba los pájaros del infierno, porque llevaban niñas a ninguna parte».

«Lo hiciste bien, el príncipe se divirtió»

El nombre del Príncipe Andrés aparece 88 veces en el texto y Giuffre dedica tres capítulos a sus encuentros con él: en Londres, Nueva York y la isla privada de Epstein. El primero tuvo lugar en marzo de 2001, en la casa londinense de Maxwell. «Ghislaine me dijo que me portara bien, que iba a conocer a un príncipe», escribe. Tenía 17 años, poco más que las hijas del príncipe, que tenía en aquel momento 41. Maxwell le sugirió un vestido para verlo, pero ella eligió «un top rosa sin mangas y unos vaqueros brillantes». Esa noche cenaron con Epstein y fueron a la discoteca Tramp. «Bailaba torpemente y sudaba profusamente», recuerda. Al volver a la vivienda, Maxwell le indicó que debía «hacer lo mismo que hacía con Jeffrey». «Parecía tener prisa», escribió. «Cuando terminó, dijo ‘gracias’ en su acento británico tan cortés». Al día siguiente, Epstein le entregó 15.000 dólares. «Ghislaine me dijo: ‘Lo hiciste bien. El príncipe se divirtió’».

El segundo encuentro, según el libro, fue en la mansión de Epstein en Nueva York, y el tercero en la isla Little Saint James. «Epstein, Andy, aproximadamente ocho chicas jóvenes más y yo tuvimos relaciones sexuales juntos. Las otras chicas daban la impresión de tener menos de 18 años y no hablaban inglés». Giuffre reconoce que esas escenas la persiguieron durante años. «Es imposible comunicar en palabras cuántos hombres hubo», escribe. «Algunos, como Andrés, eran tan conocidos que no necesitaban presentación».

Wallace declaró que Virginia «escribió este libro para intentar ayudar a otras personas, para hacer del mundo un lugar mejor», mientras los capítulos finales de «Nobody’s Girl» muestran a una mujer destrozada por años de trauma. «El cuerpo se cura. El alma, no», escribió. Relata su vida en Australia, su matrimonio con Robert Giuffre y la creación de su fundación Reclaim (Soar), cuyo objetivo es apoyar a las víctimas de trata y abuso sexual. «Contar y volver a contar mi historia ha sido doloroso y agotador. Con este libro busco liberarme de mi pasado», asegura. De hecho, tres semanas antes de quitarse la vida, envió un correo a su editora: «Es imperativo que este libro se publique, sea cual sea mi situación. La verdad debe saberse, y los problemas en torno a la trata deben abordarse, por conciencia y por justicia».

Wallace cierra el epílogo con una frase sencilla: «Virginia no quería ser recordada como una víctima, sino como alguien que se atrevió a hablar», porque como ella misma afirma en el texto, «ahora, al menos, soy dueña de mi historia», que dibuja la imagen de una red de abusos en la que el miedo, explica, fue la herramienta principal con la que controlaban a las víctimas.

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