Publicado: noviembre 9, 2025, 7:45 pm
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Este 10 de noviembre de 2025, Donald Trump recibe con todos los honores en la Casa Blanca a quien, hasta hace muy poco, figuraba entre los enemigos más buscados de Estados Unidos. Ahmed Hussein al-Sharaa, conocido por su nombre de guerra Abu Mohammad al … Jolani, llegó a tener una recompensa de 10 millones de dólares por su captura y aparecía en todas las listas de terroristas internacionales, junto a los jefes del Estado Islámico y de Al Qaeda.
Al-Sharaa fue un veterano de la insurgencia iraquí contra las tropas estadounidenses, miembro de Al Qaeda en Irak, prisionero en Abu Ghraib y otras cárceles de alta seguridad, y fundador del Frente al Nusra en Siria, organización creada con el respaldo directo de Al Qaeda y responsable de algunos de los episodios más sangrientos de la guerra civil siria.
La inteligencia estadounidense lo consideró responsable político y militar de una estructura acusada de atentados suicidas como el de Al Midan en 2012, de los mayores bombardeos de Damasco en 2012 y 2013, de matanzas sectarias como las de Hatla y Zara’a, de la limpieza étnica contra comunidades chiíes, alauíes, cristianas y drusas, y de ataques en Líbano contra civiles chiíes, incluidos unçç doble atentado de Trípoli y el ataque contra la embajada de Irán en Beirut. En 2014 llegó incluso a amenazar públicamente con llevar la guerra «al corazón» de Estados Unidos y sus aliados si seguían bombardeando Siria.
Hoy está en Washington, protegido por el Servicio Secreto y dispuesto a negociar con Trump bajo el amparo del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, quien ha intercedido personalmente por él. Su visita consuma un insólito y calculado giro de imagen: de comandante yihadista perseguido a interlocutor legitimado por las potencias que antes lo combatían.
En 2013, el Departamento de Estado de EE.UU. lo describía en términos inequívocos: «La visión violenta y sectaria de Al Jolani y su Frente al Nusra es incompatible con las aspiraciones del pueblo sirio, incluida la abrumadora mayoría de la oposición, que busca una Siria libre, democrática e inclusiva, con un gobierno que respete la unidad nacional, la dignidad, los derechos humanos y la igualdad ante la ley, sin distinción de fe, etnia o género». Washington advertía entonces que «el extremismo y la ideología terrorista no tienen cabida en una Siria posterior a Al Asad» y llamaba a «todos los sirios responsables» a denunciar a Al Qaeda y a sus filiales.
Al Sharaa llegó a EE.UU. el sábado para una visita oficial histórica
la primera de un presidente sirio a Washington desde la independencia del país en 1946. Su viaje se produce apenas un día después de que el Departamento de Estado lo retirara de la lista de terroristas, una medida que refleja el cambio de política hacia Damasco tras la caída del régimen de Bashar al Asad. Washington justificó la decisión citando los avances del nuevo gobierno sirio en la cooperación para localizar a estadounidenses desaparecidos y en la eliminación de arsenales químicos.
Según fuentes diplomáticas, EE.UU. planea establecer una base militar cerca de Damasco para coordinar ayuda humanitaria y supervisar las relaciones entre Siria e Israel. El enviado estadounidense Tom Barrack adelantó que el líder sirio podría firmar un acuerdo para integrar a su país en la coalición internacional contra el Estado Islámico, en un intento de consolidar su imagen como socio regional de seguridad y de romper con el pasado yihadista.
El encuentro marca el punto culminante de la transformación de Al Sharaa. La ONU levantó las sanciones contra él días antes de su viaje, y su antiguo grupo, Hayat Tahrir al Sham, fue eliminado de la lista estadounidense de organizaciones terroristas en julio. En la diplomacia norteamericana, esta visita se interpreta como la culminación de un proceso de rehabilitación política y como una señal del interés de Trump y de sus aliados, en especial Arabia Saudí, por integrar a la nueva Siria en el orden regional posbélico.
A su llegada a Estados Unidos, Al Sharaa apareció en un vídeo difundido en redes sociales jugando al baloncesto junto al jefe del Mando Central estadounidense, el almirante Brad Cooper, y con Kevin Lambert, responsable de la coalición internacional contra el Estado Islámico en Irak. La partida fue interpretada como una señal calculada de normalización. El hombre que había combatido contra tropas estadounidenses en Irak y Siria, y que había liderado una facción designada como terrorista, aparecía ahora riendo y compartiendo cancha con los mismos mandos que dirigieron la guerra contra su organización.
Fue detenido por las fuerzas estadounidenses en Irak
Acusado de formar parte de Al Qaeda y de participar en la insurgencia contra la ocupación, incluido el uso de explosivos. Lo arrestaron mientras colocaba una bomba y, tras convencer a las autoridades iraquíes de que era un local utilizando un nombre falso, pasó más de cinco años como preso en distintos centros de detención, entre ellos Abu Ghraib, Camp Bucca, Camp Cropper y Camp Taji, sin que se conozca proceso judicial ordinario contra él.
El anterior encuentro entre Trump y Al Sharaa tuvo lugar el 14 de mayo de 2025 en Riad, durante la gira regional del presidente estadounidense por Oriente Próximo. Fue una reunión cerrada, sin prensa, auspiciada por el príncipe heredero saudí y sirvió para anunciar el levantamiento de las sanciones de EE.UU. contra Siria, un gesto celebrado por las monarquías del Golfo que buscan invertir en la reconstrucción del país tras más de una década de guerra civil.
Trump describió entonces a Al Sharaa como un «tipo apuesto, duro, con un pasado fuerte» pero con «una oportunidad real de estabilizar Siria». A petición de Arabia Saudí y Turquía, el presidente estadounidense accedió a eliminar su nombre y el de su gobierno de las listas de sancionados, y lo animó a adherirse a los Acuerdos de Abraham y a normalizar relaciones con Israel. Washington explicó que el objetivo era evitar que Damasco volviera a depender de Rusia o Irán.
Aquel encuentro marcó el inicio de su rehabilitación internacional. La imagen de Al Sharaa cambió con rapidez: de comandante rebelde y exyihadista a socio posible en la seguridad regional. Desde entonces, Siria empezó a recibir delegaciones económicas árabes y europeas y se abrió una vía diplomática que culmina ahora con su visita oficial a la Casa Blanca.
