Kerry Kennedy: «Trump da pie a que otros autócratas sean tan brutales como él» - Colombia
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Kerry Kennedy: «Trump da pie a que otros autócratas sean tan brutales como él»

El próximo 20 de noviembre, Bobby Kennedy habría cumplido cien años. Su carrera se vio truncada en junio de 1968 cuando fue asesinado en un hotel de Los Ángeles. Se encontraba haciendo campaña para lograr la nominación por el Partido Demócrata y dar continuidad … al legado interrumpido de su hermano John Fitzgerald. Kerry Kennedy (Washington, 1959) apenas tenía seis años cuando perdió a su padre pero pronto asumió que dedicaría su vida a defender sus valores como político al frente de la fundación que lleva su nombre. La Robert F. Kennedy Human Rights trabaja en más de sesenta países por la defensa de derechos como el asilo, la educación o la libertad de expresión. En España su fundación está presente desde 2018, centrando su actividad principalmente en programas educativos desde los que promover los derechos humanos, el aprendizaje emocional y el liderazgo social. Afundación y la Universidad Intercontinental de la Empresa la condecoraron esta semana en Santiago de Compostela como profesora ‘honoris causa’ por toda una vida dedicada a honrar la memoria y los ideales de su padre. No esquiva ninguna pregunta, ni siquiera las relativas a su hermano Robert, secretario de Salud de Donald Trump y reconocido antivacunas, al que Kerry Kennedy le ha pedido por dos veces públicamente su dimisión.

—El apellido Kennedy. ¿Es una responsabilidad?
—Bueno, para mí responsabilidad suena a carga y obligación. Y siempre me he sentido atraída por mi trabajo en derechos humanos, no como una obligación ni una carga, sino como una fuente de alegría e inspiración. He trabajado con personas extraordinarias, personas que son los Martin Luther King y los Mahatma Gandhi de sus países, como el arzobispo Tutu o Nelson Mandela. Así que, para mí, nunca he tenido que llegar al punto de considerarlo una responsabilidad o una obligación, porque siempre ha sido algo que me ha brindado muchísima alegría.
—¿Qué piensa cuando hoy el apellido Kennedy se vincula a un político como su hermano Robert, que participa del Gobierno Trump y de sus políticas? 
—En lo personal, he aprendido que puedo amar a mi hermano con todo mi corazón y aun así discrepar prácticamente de todo lo que dice. Y que ser capaz de conciliar dos ideas opuestas es un don, porque con demasiada frecuencia en la vida nos vemos obligados a hacerlo. Desde una perspectiva política, he dedicado toda mi vida a trabajar en la Fundación Robert F. Kennedy para los Derechos Humanos, continuando el sueño de mi padre de un mundo justo y pacífico. Por eso, me produce un dolor y una frustración extraordinarias ver a alguien que comparte su nombre impulsa políticas tan diametralmente opuestas a la creencia de mi padre en la importancia de la ciencia, la importancia de ayudar a las personas que viven en la pobreza y, en concreto, la necesidad de que las vacunas estén disponibles para todos en nuestro país y en todo el mundo.
—¿Qué cree que pensaría su padre si viera el actual momento político que atraviesa Estados Unidos?
—Mi padre dirigió el Departamento de Justicia durante el Movimiento por los Derechos Civiles. Se dedicó a combatir y abordar el racismo estructural y a resolver los problemas que afectan a las personas que viven en la pobreza. Esta administración es sumamente corrupta y ha atacado, específicamente, a las personas que viven en la pobreza. El hecho de que el presidente de Estados Unidos haya eliminado los cupones de alimentos, que mi padre prácticamente creó, y al mismo tiempo haya tuiteado que tiene un grifo de oro en la habitación Lincoln [en la Casa Blanca] creo que escandalizaría y pondría a prueba los valores morales de mi padre.
—¿La justicia social atraviesa un mal momento?
—Sí. Creo que lo vemos en todo el mundo. Nuestro mundo está ardiendo por el cambio climático. Según el Foro Económico Mundial, la IA va a destruir 92 millones de empleos en los próximos cinco años. La autocracia está creciendo en todo el mundo. En Estados Unidos, el país más rico y poderoso del planeta, tenemos un líder autocrático que se enriquece a sí mismo y a su familia descaradamente, sin ningún pudor, mientras les quita cupones de alimentos a los más pobres, restringe el derecho al voto y la Ley de Derechos Civiles, detiene a venezolanos con tatuajes, los secuestra y los envía a la prisión SICAD en El Salvador, conocida por ser una de las cárceles más crueles del mundo. Está atacando a periodistas, abogados, universidades, líderes sindicales, organizaciones de derechos civiles, partidos políticos de oposición y utilizando el Departamento de Justicia como arma contra sus enemigos. En mi país la justicia social atraviesa un período muy, muy difícil, y eso tiene repercusiones en otros países del mundo. Da pie a que otros autócratas sean tan brutales como él.

Guerra en Gaza
«Espero que el presidente Trump utilice su poder e influencia en Israel para garantizar que el alto el fuego»

—¿Por qué la inmigración y la diversidad étnica han pasado a ser un problema en las sociedades actuales?
—Tenemos millones de personas desplazadas debido al cambio climático, la opresión, la tortura y la deslocalización de la economía. Estas personas, en su mayoría, se dirigen a otros lugares dentro de sus propios países o a países vecinos en vías de desarrollo. Algunas, aunque un porcentaje muy pequeño, emigran a países más ricos, como Estados Unidos y otros países de Europa. España es un caso interesante, ya que siempre ha sido un lugar de inmigración para personas de África que han pasado por aquí y se han establecido en Europa, por lo que tiene una historia de inmigración masiva mucho más larga que otros países. Lo más fácil para los gobiernos y los políticos es apelar al enfado y al odio de la gente ante su situación. Dicen que son diferentes, que vienen a quitarnos el trabajo, que están agotando nuestros recursos, etc., lo cual es falso. Al menos en mi país los inmigrantes en general y las personas indocumentadas en particular pagan más impuestos de lo que reciben en ayudas. Por lo tanto, son una bendición para nuestra economía, y debemos reconocer el sufrimiento real que padecen, abordarlo con respeto, comprensión y empatía, y acoger a quienes huyen de sus países debido a la persecución por motivos de raza, credo, color, origen nacional, ideología política u orientación sexual.
—Usted ha dicho varias veces que su padre creía que la próxima generación era la gran esperanza para aquella América. ¿Sigue siendo así a día de hoy?
—Nuestra esperanza siempre está puesta en los jóvenes. Como lo describía mi padre, no se trata de una etapa de la vida, sino de la voluntad, la imaginación y el coraje para intentar cosas nuevas y diferentes. Y creo que es emocionante poder contar con los jóvenes, porque son quienes realmente se juegan mucho y están dispuestos a probar cosas nuevas.
—Siendo así, ¿por qué son los jóvenes los que empiezan a mostrar un mayor desencanto con la democracia como sistema?
—Creo que hay una gran sensación de traición. Mucha gente sentía que tenía un trato con su país: si se mantenían alejados de los problemas, les daríamos un trabajo estable de por vida, ganarían lo suficiente para comprar una casa para sus hijos, les daríamos una mejor educación que la que ellos recibieron para que tuvieran mejores trabajos, y estarían afiliados a un sindicato con un buen sueldo, que podría ser cinco, seis o siete veces el salario mínimo vigente. Además, vivirían en una comunidad enriquecedora para su familia, tanto cultural como deportivamente, aunque no necesariamente les proporcionaría una gran fortuna. Contribuirían a construir un país maravilloso del que pudieran sentirse orgullosos. Aceptaron ese trato, pero luego las fábricas se trasladaron a países donde los sindicatos ya no tienen la misma fuerza. Quizás perdieron sus empleos y ya no tienen casa propia porque no pueden pagarla. Y sus hijos no recibieron la educación que necesitaban porque no invertimos en ella, y sus comunidades se están desmoronando, quizás plagadas de opioides, drogas o alcohol, y sus países ya no son tan fuertes como antes. La gente está enfadada, y se nota. Ven la crisis climática que va a impactar sus vidas drásticamente, pero se hace muy poco al respecto. Ven lo que la IA les va a hacer, y están furiosos, sienten que este sistema no funciona y quieren otro.
—Su padre solía decir «Perdonad a todos, todo». ¿Falta perdón en las sociedades actuales?
Creo que podríamos mejorar nuestra capacidad de escucharnos. Existe una tendencia, en gran parte debido a las redes sociales, a estar de acuerdo o en desacuerdo con alguien, juzgarlo como si fuera otro y no sentir su dolor en otros aspectos de su vida. Perdemos así el sentido de humanidad que todos compartimos, la noción de que esa persona es un regalo de Dios y que Dios la considera valiosa. Esto, en mi opinión, conlleva una pérdida de dignidad y dificulta el perdón.
—Defiende que la educación permite formar a los líderes del futuro. ¿Quién lidera hoy el mundo?
—Tradicionalmente, solemos pensar en líderes como jefes de estado, reyes o reinas, pero el verdadero liderazgo, en mi opinión, se encuentra mucho más a nivel local. Es un emprendedor que dirige una empresa y trata a sus empleados con dignidad y alegría. Es un organizador comunitario que trabaja con los barrios para empoderar a las personas y que les permita acceder a mejores viviendas, educación o atención médica. Es un médico o una enfermera en un hospital que atiende con paciencia, amor y dignidad a pacientes que sufren un dolor intenso. Esos son los verdaderos líderes, y son a quienes debemos admirar, emular y seguir.
—Hablando de derechos humanos, ¿qué opina del papel desempeñado por Estados Unidos en la invasión de Gaza por parte de Israel?
—Bueno, desde el principio, el 8 de octubre, RFK Human Rights pidió un alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes y que los trabajadores humanitarios pudieran realizar su labor. Y luego, varios meses después, pidió que la CPI pudiera cumplir con su trabajo. Algunas de estas peticiones se han cumplido, pero muchas otras no. Y Estados Unidos ha desempeñado un papel desproporcionado. Espero que el presidente Trump utilice su poder e influencia en Israel para garantizar que el alto el fuego, tal como está, se mantenga (creo que ya han muerto más de 100 personas desde que comenzó el supuesto alto el fuego). Pero espero que utilice su poder para asegurar que el alto el fuego se mantenga.
—¿Cree que es un genocidio?
—Creo que genocidio es un término técnico que debe ser definido por el derecho internacional, y que aún no ha sido designado.
—¿Hay esperanza para una alternativa en el Partido Demócrata?
¡Claro que sí! Creo que la Convención Demócrata del año pasado demostró la diversidad y la fuerza de las voces demócratas, y creo que hay muchísimas personas que son líderes locales y nacionales fantásticos. Estoy muy entusiasmada con las elecciones de mitad de mandato y con las presidenciales dentro de unos años.
—Uno de sus programas educativos es «Speak Truth to Power». No parece que el poder en la América actual esté muy preocupado con la verdad.
Creo que existen muchas fuentes de poder. Y si te refieres al Presidente de los Estados Unidos, tienes toda la razón. Pero también hay fuentes de poder en nuestras familias, en nuestros lugares de culto, en nuestras relaciones interpersonales, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades. Y, en última instancia, el sentido de la dignidad, el amor mutuo, la esperanza en el futuro, es la verdadera fuente de poder, la que finalmente triunfará.
—La verdad. ¿Ha dejado de ser importante en nuestros días?
No, creo que la verdad es muy importante, pero también creo que todos necesitamos desarrollar una mayor capacidad para discernir entre la información veraz y la falsa. Creo que la mayoría crecimos en un mundo donde básicamente creíamos lo que leíamos en los periódicos o en los libros. Y trasladamos esa idea a las redes sociales, donde tendemos a creer todo lo que nos parece cierto. Pero eso ya no es así. Por lo tanto, debemos abordar las cosas con un sano escepticismo y aprender a discernir entre lo correcto y lo incorrecto.

Publicado: noviembre 8, 2025, 9:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/kerry-kennedy-trump-pie-autocratas-brutales-20251105193050-nt.html

El próximo 20 de noviembre, Bobby Kennedy habría cumplido cien años. Su carrera se vio truncada en junio de 1968 cuando fue asesinado en un hotel de Los Ángeles. Se encontraba haciendo campaña para lograr la nominación por el Partido Demócrata y dar continuidad al legado interrumpido de su hermano John Fitzgerald. Kerry Kennedy (Washington, 1959) apenas tenía seis años cuando perdió a su padre pero pronto asumió que dedicaría su vida a defender sus valores como político al frente de la fundación que lleva su nombre. La Robert F. Kennedy Human Rights trabaja en más de sesenta países por la defensa de derechos como el asilo, la educación o la libertad de expresión. En España su fundación está presente desde 2018, centrando su actividad principalmente en programas educativos desde los que promover los derechos humanos, el aprendizaje emocional y el liderazgo social. Afundación y la Universidad Intercontinental de la Empresa la condecoraron esta semana en Santiago de Compostela como profesora ‘honoris causa’ por toda una vida dedicada a honrar la memoria y los ideales de su padre. No esquiva ninguna pregunta, ni siquiera las relativas a su hermano Robert, secretario de Salud de Donald Trump y reconocido antivacunas, al que Kerry Kennedy le ha pedido por dos veces públicamente su dimisión.

—El apellido Kennedy. ¿Es una responsabilidad?

—Bueno, para mí responsabilidad suena a carga y obligación. Y siempre me he sentido atraída por mi trabajo en derechos humanos, no como una obligación ni una carga, sino como una fuente de alegría e inspiración. He trabajado con personas extraordinarias, personas que son los Martin Luther King y los Mahatma Gandhi de sus países, como el arzobispo Tutu o Nelson Mandela. Así que, para mí, nunca he tenido que llegar al punto de considerarlo una responsabilidad o una obligación, porque siempre ha sido algo que me ha brindado muchísima alegría.

—¿Qué piensa cuando hoy el apellido Kennedy se vincula a un político como su hermano Robert, que participa del Gobierno Trump y de sus políticas? 

—En lo personal, he aprendido que puedo amar a mi hermano con todo mi corazón y aun así discrepar prácticamente de todo lo que dice. Y que ser capaz de conciliar dos ideas opuestas es un don, porque con demasiada frecuencia en la vida nos vemos obligados a hacerlo. Desde una perspectiva política, he dedicado toda mi vida a trabajar en la Fundación Robert F. Kennedy para los Derechos Humanos, continuando el sueño de mi padre de un mundo justo y pacífico. Por eso, me produce un dolor y una frustración extraordinarias ver a alguien que comparte su nombre impulsa políticas tan diametralmente opuestas a la creencia de mi padre en la importancia de la ciencia, la importancia de ayudar a las personas que viven en la pobreza y, en concreto, la necesidad de que las vacunas estén disponibles para todos en nuestro país y en todo el mundo.

—¿Qué cree que pensaría su padre si viera el actual momento político que atraviesa Estados Unidos?

—Mi padre dirigió el Departamento de Justicia durante el Movimiento por los Derechos Civiles. Se dedicó a combatir y abordar el racismo estructural y a resolver los problemas que afectan a las personas que viven en la pobreza. Esta administración es sumamente corrupta y ha atacado, específicamente, a las personas que viven en la pobreza. El hecho de que el presidente de Estados Unidos haya eliminado los cupones de alimentos, que mi padre prácticamente creó, y al mismo tiempo haya tuiteado que tiene un grifo de oro en la habitación Lincoln [en la Casa Blanca] creo que escandalizaría y pondría a prueba los valores morales de mi padre.

—¿La justicia social atraviesa un mal momento?

—Sí. Creo que lo vemos en todo el mundo. Nuestro mundo está ardiendo por el cambio climático. Según el Foro Económico Mundial, la IA va a destruir 92 millones de empleos en los próximos cinco años. La autocracia está creciendo en todo el mundo. En Estados Unidos, el país más rico y poderoso del planeta, tenemos un líder autocrático que se enriquece a sí mismo y a su familia descaradamente, sin ningún pudor, mientras les quita cupones de alimentos a los más pobres, restringe el derecho al voto y la Ley de Derechos Civiles, detiene a venezolanos con tatuajes, los secuestra y los envía a la prisión SICAD en El Salvador, conocida por ser una de las cárceles más crueles del mundo. Está atacando a periodistas, abogados, universidades, líderes sindicales, organizaciones de derechos civiles, partidos políticos de oposición y utilizando el Departamento de Justicia como arma contra sus enemigos. En mi país la justicia social atraviesa un período muy, muy difícil, y eso tiene repercusiones en otros países del mundo. Da pie a que otros autócratas sean tan brutales como él.

Guerra en Gaza

«Espero que el presidente Trump utilice su poder e influencia en Israel para garantizar que el alto el fuego»

—¿Por qué la inmigración y la diversidad étnica han pasado a ser un problema en las sociedades actuales?

—Tenemos millones de personas desplazadas debido al cambio climático, la opresión, la tortura y la deslocalización de la economía. Estas personas, en su mayoría, se dirigen a otros lugares dentro de sus propios países o a países vecinos en vías de desarrollo. Algunas, aunque un porcentaje muy pequeño, emigran a países más ricos, como Estados Unidos y otros países de Europa. España es un caso interesante, ya que siempre ha sido un lugar de inmigración para personas de África que han pasado por aquí y se han establecido en Europa, por lo que tiene una historia de inmigración masiva mucho más larga que otros países. Lo más fácil para los gobiernos y los políticos es apelar al enfado y al odio de la gente ante su situación. Dicen que son diferentes, que vienen a quitarnos el trabajo, que están agotando nuestros recursos, etc., lo cual es falso. Al menos en mi país los inmigrantes en general y las personas indocumentadas en particular pagan más impuestos de lo que reciben en ayudas. Por lo tanto, son una bendición para nuestra economía, y debemos reconocer el sufrimiento real que padecen, abordarlo con respeto, comprensión y empatía, y acoger a quienes huyen de sus países debido a la persecución por motivos de raza, credo, color, origen nacional, ideología política u orientación sexual.

—Usted ha dicho varias veces que su padre creía que la próxima generación era la gran esperanza para aquella América. ¿Sigue siendo así a día de hoy?

—Nuestra esperanza siempre está puesta en los jóvenes. Como lo describía mi padre, no se trata de una etapa de la vida, sino de la voluntad, la imaginación y el coraje para intentar cosas nuevas y diferentes. Y creo que es emocionante poder contar con los jóvenes, porque son quienes realmente se juegan mucho y están dispuestos a probar cosas nuevas.

—Siendo así, ¿por qué son los jóvenes los que empiezan a mostrar un mayor desencanto con la democracia como sistema?

—Creo que hay una gran sensación de traición. Mucha gente sentía que tenía un trato con su país: si se mantenían alejados de los problemas, les daríamos un trabajo estable de por vida, ganarían lo suficiente para comprar una casa para sus hijos, les daríamos una mejor educación que la que ellos recibieron para que tuvieran mejores trabajos, y estarían afiliados a un sindicato con un buen sueldo, que podría ser cinco, seis o siete veces el salario mínimo vigente. Además, vivirían en una comunidad enriquecedora para su familia, tanto cultural como deportivamente, aunque no necesariamente les proporcionaría una gran fortuna. Contribuirían a construir un país maravilloso del que pudieran sentirse orgullosos. Aceptaron ese trato, pero luego las fábricas se trasladaron a países donde los sindicatos ya no tienen la misma fuerza. Quizás perdieron sus empleos y ya no tienen casa propia porque no pueden pagarla. Y sus hijos no recibieron la educación que necesitaban porque no invertimos en ella, y sus comunidades se están desmoronando, quizás plagadas de opioides, drogas o alcohol, y sus países ya no son tan fuertes como antes. La gente está enfadada, y se nota. Ven la crisis climática que va a impactar sus vidas drásticamente, pero se hace muy poco al respecto. Ven lo que la IA les va a hacer, y están furiosos, sienten que este sistema no funciona y quieren otro.

—Su padre solía decir «Perdonad a todos, todo». ¿Falta perdón en las sociedades actuales?

Creo que podríamos mejorar nuestra capacidad de escucharnos. Existe una tendencia, en gran parte debido a las redes sociales, a estar de acuerdo o en desacuerdo con alguien, juzgarlo como si fuera otro y no sentir su dolor en otros aspectos de su vida. Perdemos así el sentido de humanidad que todos compartimos, la noción de que esa persona es un regalo de Dios y que Dios la considera valiosa. Esto, en mi opinión, conlleva una pérdida de dignidad y dificulta el perdón.

—Defiende que la educación permite formar a los líderes del futuro. ¿Quién lidera hoy el mundo?

—Tradicionalmente, solemos pensar en líderes como jefes de estado, reyes o reinas, pero el verdadero liderazgo, en mi opinión, se encuentra mucho más a nivel local. Es un emprendedor que dirige una empresa y trata a sus empleados con dignidad y alegría. Es un organizador comunitario que trabaja con los barrios para empoderar a las personas y que les permita acceder a mejores viviendas, educación o atención médica. Es un médico o una enfermera en un hospital que atiende con paciencia, amor y dignidad a pacientes que sufren un dolor intenso. Esos son los verdaderos líderes, y son a quienes debemos admirar, emular y seguir.

—Hablando de derechos humanos, ¿qué opina del papel desempeñado por Estados Unidos en la invasión de Gaza por parte de Israel?

—Bueno, desde el principio, el 8 de octubre, RFK Human Rights pidió un alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes y que los trabajadores humanitarios pudieran realizar su labor. Y luego, varios meses después, pidió que la CPI pudiera cumplir con su trabajo. Algunas de estas peticiones se han cumplido, pero muchas otras no. Y Estados Unidos ha desempeñado un papel desproporcionado. Espero que el presidente Trump utilice su poder e influencia en Israel para garantizar que el alto el fuego, tal como está, se mantenga (creo que ya han muerto más de 100 personas desde que comenzó el supuesto alto el fuego). Pero espero que utilice su poder para asegurar que el alto el fuego se mantenga.

—¿Cree que es un genocidio?

—Creo que genocidio es un término técnico que debe ser definido por el derecho internacional, y que aún no ha sido designado.

—¿Hay esperanza para una alternativa en el Partido Demócrata?

¡Claro que sí! Creo que la Convención Demócrata del año pasado demostró la diversidad y la fuerza de las voces demócratas, y creo que hay muchísimas personas que son líderes locales y nacionales fantásticos. Estoy muy entusiasmada con las elecciones de mitad de mandato y con las presidenciales dentro de unos años.

—Uno de sus programas educativos es «Speak Truth to Power». No parece que el poder en la América actual esté muy preocupado con la verdad.

Creo que existen muchas fuentes de poder. Y si te refieres al Presidente de los Estados Unidos, tienes toda la razón. Pero también hay fuentes de poder en nuestras familias, en nuestros lugares de culto, en nuestras relaciones interpersonales, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades. Y, en última instancia, el sentido de la dignidad, el amor mutuo, la esperanza en el futuro, es la verdadera fuente de poder, la que finalmente triunfará.

—La verdad. ¿Ha dejado de ser importante en nuestros días?

No, creo que la verdad es muy importante, pero también creo que todos necesitamos desarrollar una mayor capacidad para discernir entre la información veraz y la falsa. Creo que la mayoría crecimos en un mundo donde básicamente creíamos lo que leíamos en los periódicos o en los libros. Y trasladamos esa idea a las redes sociales, donde tendemos a creer todo lo que nos parece cierto. Pero eso ya no es así. Por lo tanto, debemos abordar las cosas con un sano escepticismo y aprender a discernir entre lo correcto y lo incorrecto.

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