José Rodríguez Elizondo , promotor del Nobel a María Corina: «La reacción del Gobierno español es deplorable» - Colombia
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José Rodríguez Elizondo , promotor del Nobel a María Corina: «La reacción del Gobierno español es deplorable»

El comité noruego no revela los patrocinios del premio Nobel de la Paz, pero después del robo de las elecciones venezolanas de julio de 2024 por parte de Nicolás Maduro, en Chile se inició una campaña entre su sociedad civil para que se lo dieran a … María Corina Machado. La idea partió del exrepresentante de la ONU en España, José Rodríguez Elizondo (Santiago de Chile, 1936), abogado, profesor, periodista y diplomático, quien junto a dos amigos comenzó a reunir firmas de chilenos destacados. El 24 de noviembre de 2024, Elizondo presentó formalmente la candidatura ante el comité Nobel.
—¿Cómo surgió la iniciativa de proponer a María Corina Machado para el Nobel de la Paz?
—Nació de la convicción, compartida con María Alicia Ruiz-Tagle y Sergio Muñoz Riveros, de que la política también se hace con sentimientos. No solo con cálculos sobre correlación de fuerzas. Así fue como nuestra admiración por el liderazgo heroico de María Corina tuvo como contrapunto el rechazo a los ‘juegos de tronos’. Esos que, mediante condenas retóricas y créditos sin resguardo estaban dejando manos libres a la dictadura. Así cuajó nuestra convicción de que el Nobel de la Paz sería más que un reconocimiento para la líder venezolana. Además sería un escudo para protegerla, pues nadie puede ignorar que se estaba jugando la vida. Resultado: nos constituimos en ‘petit comité’ ciudadano, sin patrocinio político alguno y comenzamos a convocar firmantes.
—¿Contaron con el respaldo del Gobierno chileno?
—Por la naturaleza del tema, solicitamos apoyo al canciller Alberto Van Klaveren, a sabiendas de que tendría que consultar al presidente de la República. No tuvimos respuesta, quizá porque la relación con Venezuela ya estaba demasiado crispada. Pero, para nuestra alegría, este viernes el canciller felicitó a María Corina por «liderar con gran valentía la lucha política y pacífica contra el régimen». Obviamente, es la postura del Gobierno de Chile.

—¿Esperaban este resultado?
—Francamente, sí. Más que por análisis, por la percepción de que María Corina interpreta a quienes, en Noruega y en cualquier país, exigen más coraje y menos retórica a los políticos que se reclaman democráticos. Es una líder que combina la idea con la acción valiente, no en una asamblea, sino en un régimen con prontuario poco recomendable.
—¿Cuál es el argumento que cree que fue más convincente?
—Si me pongo en modo ‘mente noruega’, creo que dominó la ‘línea Mandela’. Esto es, la de contribuir a liberar y/o proteger a una heroína de la lucha pacífica por la democracia y la libertad. En el caso de María Corina, ya estaba claro que en eso consistía su lucha, que su clandestinidad era una cárcel virtual y que el premio podía ser un escudo antisicariato.
—¿Cree que esto contribuirá a la transición a la democracia en Venezuela?
—Por supuesto. Negarlo sería pensar que no hay que intentar moverle el piso a las dictaduras.
—¿Qué le ha parecido la reacción (o no reacción) del Gobierno español?
—Deplorable.
—¿A qué lo atribuye?
—A los ‘juegos de tronos’, por supuesto. Sólo en las utopías buenistas los dictadores son unánimemente repudiados por todos los gobernantes del arco democrático. En el caso de España, pienso que Felipe González habría sido muy expresivo para alegrarse por la decisión noruega. También quiero creer que el Rey, es decir el trono real, desearía felicitar a María Corina. Me consta que su padre no disimulaba su rechazo a Augusto Pinochet, quien, comparado con el dictador venezolano, hoy luce solo como «autoritario».
—En España hay voces que vinculan a Machado con partidos de ultraderecha. ¿Es así?
—Como los viejos escolásticos, me tienta contrapreguntar: ¿qué significa «vincular» y dónde está el límite democrático entre las derechas y las ultraderechas? Para la primera pregunta, tengo a mano a Winston Churchill sobre el acuerdo anglo-soviético de 1941. Explicando su tácita vinculación con Stalin, dijo que «si Hitler invadiera el infierno, yo haría una referencia favorable al diablo en la Cámara de los Comunes». Respecto a la segunda, recuerdo el libro de estilo de un periódico que contenía en su léxico la voz «ultraderecha», pero… ignoraba la voz «ultraizquierda». Son los eufemismos y cancelaciones propias de esta época, en la cual la denuncia de la crisis de las ideologías totales se está confundiendo con el repudio al pensamiento crítico.
—Usted y Sergio Muñoz militaron en el PC chileno y sufrieron exilio por eso. ¿Qué cree que es ser hoy comunista?
—Eso dio para un libro que escribí el siglo pasado: Crisis y renovación de las izquierdas. Ahí narro mi breve paso por el PC chileno y mi aleccionador exilio en la RDA. A partir de esas experiencias lejanas hoy soy un extremista de centro. Sólo agrego que el PC de la época de Allende era motejado de «reformista» por los ‘verdaderos revolucionarios’ y de hecho fue una especie de modelo para el eurocomunismo. El PC de hoy se declara marxista-leninista y yo agregaría «castrista». Sergio Muñoz es quien mejor domina estos temas en Chile, porque fue dirigente del PC desde su juventud y hoy es un gran escritor independiente. En parte importante, sus textos me recuerdan a Fernando Claudín y a Jorge Semprún, a quien conocí como ministro de Felipe González.
—Fue representante de la ONU en España en tiempos de Javier Pérez de Cuéllar. ¿Qué balance de la ONU hace a los 80 años de su creación? ¿Cumple su misión?
—Fue un honor haber trabajado con ese jefe. Pérez de Cuéllar fue el mejor secretario general de la lista histórica. Gracias a su gestión la ONU pudo ser relevante en lo suyo: la pacificación. Como pruebas objetivas, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias y el Nobel de la Paz para los Cascos Azules. Hoy veo una ONU resignada a que otros asuman su función primaria. Era fatal: a ocho décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad no abren paso a una perestroika.

Publicado: octubre 12, 2025, 10:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/jose-rodriguez-elizondo-promotor-nobel-maria-corina-20251013042937-nt.html

El comité noruego no revela los patrocinios del premio Nobel de la Paz, pero después del robo de las elecciones venezolanas de julio de 2024 por parte de Nicolás Maduro, en Chile se inició una campaña entre su sociedad civil para que se lo dieran a María Corina Machado. La idea partió del exrepresentante de la ONU en España, José Rodríguez Elizondo (Santiago de Chile, 1936), abogado, profesor, periodista y diplomático, quien junto a dos amigos comenzó a reunir firmas de chilenos destacados. El 24 de noviembre de 2024, Elizondo presentó formalmente la candidatura ante el comité Nobel.

—¿Cómo surgió la iniciativa de proponer a María Corina Machado para el Nobel de la Paz?

—Nació de la convicción, compartida con María Alicia Ruiz-Tagle y Sergio Muñoz Riveros, de que la política también se hace con sentimientos. No solo con cálculos sobre correlación de fuerzas. Así fue como nuestra admiración por el liderazgo heroico de María Corina tuvo como contrapunto el rechazo a los ‘juegos de tronos’. Esos que, mediante condenas retóricas y créditos sin resguardo estaban dejando manos libres a la dictadura. Así cuajó nuestra convicción de que el Nobel de la Paz sería más que un reconocimiento para la líder venezolana. Además sería un escudo para protegerla, pues nadie puede ignorar que se estaba jugando la vida. Resultado: nos constituimos en ‘petit comité’ ciudadano, sin patrocinio político alguno y comenzamos a convocar firmantes.

—¿Contaron con el respaldo del Gobierno chileno?

—Por la naturaleza del tema, solicitamos apoyo al canciller Alberto Van Klaveren, a sabiendas de que tendría que consultar al presidente de la República. No tuvimos respuesta, quizá porque la relación con Venezuela ya estaba demasiado crispada. Pero, para nuestra alegría, este viernes el canciller felicitó a María Corina por «liderar con gran valentía la lucha política y pacífica contra el régimen». Obviamente, es la postura del Gobierno de Chile.

—¿Esperaban este resultado?

—Francamente, sí. Más que por análisis, por la percepción de que María Corina interpreta a quienes, en Noruega y en cualquier país, exigen más coraje y menos retórica a los políticos que se reclaman democráticos. Es una líder que combina la idea con la acción valiente, no en una asamblea, sino en un régimen con prontuario poco recomendable.

—¿Cuál es el argumento que cree que fue más convincente?

—Si me pongo en modo ‘mente noruega’, creo que dominó la ‘línea Mandela’. Esto es, la de contribuir a liberar y/o proteger a una heroína de la lucha pacífica por la democracia y la libertad. En el caso de María Corina, ya estaba claro que en eso consistía su lucha, que su clandestinidad era una cárcel virtual y que el premio podía ser un escudo antisicariato.

—¿Cree que esto contribuirá a la transición a la democracia en Venezuela?

—Por supuesto. Negarlo sería pensar que no hay que intentar moverle el piso a las dictaduras.

—¿Qué le ha parecido la reacción (o no reacción) del Gobierno español?

—Deplorable.

—¿A qué lo atribuye?

—A los ‘juegos de tronos’, por supuesto. Sólo en las utopías buenistas los dictadores son unánimemente repudiados por todos los gobernantes del arco democrático. En el caso de España, pienso que Felipe González habría sido muy expresivo para alegrarse por la decisión noruega. También quiero creer que el Rey, es decir el trono real, desearía felicitar a María Corina. Me consta que su padre no disimulaba su rechazo a Augusto Pinochet, quien, comparado con el dictador venezolano, hoy luce solo como «autoritario».

—En España hay voces que vinculan a Machado con partidos de ultraderecha. ¿Es así?

—Como los viejos escolásticos, me tienta contrapreguntar: ¿qué significa «vincular» y dónde está el límite democrático entre las derechas y las ultraderechas? Para la primera pregunta, tengo a mano a Winston Churchill sobre el acuerdo anglo-soviético de 1941. Explicando su tácita vinculación con Stalin, dijo que «si Hitler invadiera el infierno, yo haría una referencia favorable al diablo en la Cámara de los Comunes». Respecto a la segunda, recuerdo el libro de estilo de un periódico que contenía en su léxico la voz «ultraderecha», pero… ignoraba la voz «ultraizquierda». Son los eufemismos y cancelaciones propias de esta época, en la cual la denuncia de la crisis de las ideologías totales se está confundiendo con el repudio al pensamiento crítico.

—Usted y Sergio Muñoz militaron en el PC chileno y sufrieron exilio por eso. ¿Qué cree que es ser hoy comunista?

—Eso dio para un libro que escribí el siglo pasado: Crisis y renovación de las izquierdas. Ahí narro mi breve paso por el PC chileno y mi aleccionador exilio en la RDA. A partir de esas experiencias lejanas hoy soy un extremista de centro. Sólo agrego que el PC de la época de Allende era motejado de «reformista» por los ‘verdaderos revolucionarios’ y de hecho fue una especie de modelo para el eurocomunismo. El PC de hoy se declara marxista-leninista y yo agregaría «castrista». Sergio Muñoz es quien mejor domina estos temas en Chile, porque fue dirigente del PC desde su juventud y hoy es un gran escritor independiente. En parte importante, sus textos me recuerdan a Fernando Claudín y a Jorge Semprún, a quien conocí como ministro de Felipe González.

—Fue representante de la ONU en España en tiempos de Javier Pérez de Cuéllar. ¿Qué balance de la ONU hace a los 80 años de su creación? ¿Cumple su misión?

—Fue un honor haber trabajado con ese jefe. Pérez de Cuéllar fue el mejor secretario general de la lista histórica. Gracias a su gestión la ONU pudo ser relevante en lo suyo: la pacificación. Como pruebas objetivas, obtuvo el Premio Príncipe de Asturias y el Nobel de la Paz para los Cascos Azules. Hoy veo una ONU resignada a que otros asuman su función primaria. Era fatal: a ocho décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad no abren paso a una perestroika.

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