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Izquierdista y prochino: el nuevo secretario general de la OEA anticipa choques con Trump

En medio de amplios recortes en la Administración estadounidense, no hay razón para que Donald Trump mantenga la financiación destinada a la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuyo presupuesto ordinario corre a cargo de Estados Unidos en un 49% (de hecho, la entidad ya … se ha visto afectada por el cierre de USAID).
Si la designación de un secretario general próximo podía animar a Trump a confiar en poder usar la OEA en algún momento de acuerdo con sus intereses, la elección este lunes del candidato impulsado por la izquierda regional, el ministro de Exteriores de Surinam, convierte a la organización en una posible diana de la Casa Blanca.
La no apuesta de EE.UU. por un candidato, por primera vez en décadas (en otras ocasiones ha presionado con fuerza para que fuera elegida su opción preferida), es muestra significativa del desinterés de la Administración Trump hacia la OEA y presagio quizás de un próximo recorte de apoyo financiero.

Albert Ramdin, que anteriormente ya fue secretario general adjunto de la OEA, llegó a la elección de este lunes como candidato único para sustituir al uruguayo Luis Almagro, que ha estado al frente de esta entidad con sede en Washington durante los últimos ocho años.
El impulso dado la semana pasada a su candidatura por los gobiernos de izquierda de Brasil, Chile, Colombia, Uruguay y Bolivia obligó a la retirada del otro candidato, el ministro de Exteriores de Paraguay, Rubén Ramírez, con un perfil de centroderecha.
El cambio de bando de varios de esos países, que habían comprometido su voto para Ramírez en razón de su vecindad (en especial los otros miembros de Mercosur), subraya una apuesta que, aunque pueda entenderse como la inclinación final hacia un candidato de consenso y un gesto hacia las naciones del Caribe, también cabe juzgarla como ideológica.
Importante para ese cambio de voto fue el giro dado por Lula da Silva. El hecho de que EE.UU. no fuera activo en apoyar a Ramírez y finalmente diera a entender que no tenía preferencias restó miedo a Brasil a protagonizar lo que el presidente paraguayo, Santiago Peña, ha recibido como una traición. Inicialmente Lula quería evitar que un encontronazo con la Casa Blanca en esta cuestión complicara las negociaciones sobre los aranceles que Trump quiere imponer al acero y al aluminio de Brasil.
Teniendo en cuenta que Ramdin ha sido presentado como especial amigo de China, no sería sorprendente que Estados Unidos, aun habiendo amagado con permanecer neutral, empiece a tratar a la OEA como enemiga.
Esto último no casaría con la trayectoria del actual secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, que como senador ha estado muy orientado hacia la región y entiende que un foro como el de la OEA conviene a Washington (aunque desde que está en el nuevo cargo, Rubio ha contradicho aspectos de su anterior discurso).
Pero sí con Mauricio Claver-Carone, enviado de Trump para Latinoamérica y que ya tuvo una especial fijación contra cualquier avance de China en las instituciones hemisféricas durante los dos años que fue presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

El papel de Estados Unidos en la OEA

Los recortes que está aplicando el gobierno estadounidense a su gasto burocrático y exterior, gestionados por el nuevo departamento de Elon Musk, han afectado ya a la OEA. La paralización de los programas de USAID ha supuesto la baja de 215 funcionarios, sobre todo al verse suspendida la línea de ayudas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Habría que descartar una salida de EE.UU. de la organización multilateral y, por la misma razón, que la Administración Trump forzara el desalojo del histórico edificio que la OEA ocupa en Washington, muy cerca de la Casa Blanca: estar dentro y ser anfitrión son cartas que siempre pueden ser útiles.
El rápido consenso alcanzado por casi todos los países de la organización alrededor de Ramdin —primero propuesto por el Caribe, luego arropado por los principales gobiernos de izquierda del continente y por último aceptado por el resto— indica que la región ha entrado en la nueva dinámica de actuar al margen de un Estados Unidos dirigido por Trump.
En sus dos escasos meses como presidente, ha prestado atención solo a las relaciones bilaterales, en las que puede negociar con mayor presión, y estas además centradas en asuntos de exclusivo interés propio, como la inmigración, el narcotráfico y el crimen organizado.
Sin el peso de Estados Unidos y su discurso oficial, ahora dejado de lado, en favor de la democracia y el estado de derecho, la OEA se encamina hacia una etapa de escasa relevancia, quién sabe si incluso menor que la que tiene la CELAC, nacida para imitar a la OEA pero sin contar con EE.UU.

Publicado: marzo 10, 2025, 10:45 am

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/izquierdista-prochino-nuevo-secretario-general-oea-anticipa-20250310131049-nt.html

En medio de amplios recortes en la Administración estadounidense, no hay razón para que Donald Trump mantenga la financiación destinada a la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuyo presupuesto ordinario corre a cargo de Estados Unidos en un 49% (de hecho, la entidad ya se ha visto afectada por el cierre de USAID).

Si la designación de un secretario general próximo podía animar a Trump a confiar en poder usar la OEA en algún momento de acuerdo con sus intereses, la elección este lunes del candidato impulsado por la izquierda regional, el ministro de Exteriores de Surinam, convierte a la organización en una posible diana de la Casa Blanca.

La no apuesta de EE.UU. por un candidato, por primera vez en décadas (en otras ocasiones ha presionado con fuerza para que fuera elegida su opción preferida), es muestra significativa del desinterés de la Administración Trump hacia la OEA y presagio quizás de un próximo recorte de apoyo financiero.

Albert Ramdin, que anteriormente ya fue secretario general adjunto de la OEA, llegó a la elección de este lunes como candidato único para sustituir al uruguayo Luis Almagro, que ha estado al frente de esta entidad con sede en Washington durante los últimos ocho años.

El impulso dado la semana pasada a su candidatura por los gobiernos de izquierda de Brasil, Chile, Colombia, Uruguay y Bolivia obligó a la retirada del otro candidato, el ministro de Exteriores de Paraguay, Rubén Ramírez, con un perfil de centroderecha.

El cambio de bando de varios de esos países, que habían comprometido su voto para Ramírez en razón de su vecindad (en especial los otros miembros de Mercosur), subraya una apuesta que, aunque pueda entenderse como la inclinación final hacia un candidato de consenso y un gesto hacia las naciones del Caribe, también cabe juzgarla como ideológica.

Importante para ese cambio de voto fue el giro dado por Lula da Silva. El hecho de que EE.UU. no fuera activo en apoyar a Ramírez y finalmente diera a entender que no tenía preferencias restó miedo a Brasil a protagonizar lo que el presidente paraguayo, Santiago Peña, ha recibido como una traición. Inicialmente Lula quería evitar que un encontronazo con la Casa Blanca en esta cuestión complicara las negociaciones sobre los aranceles que Trump quiere imponer al acero y al aluminio de Brasil.

Teniendo en cuenta que Ramdin ha sido presentado como especial amigo de China, no sería sorprendente que Estados Unidos, aun habiendo amagado con permanecer neutral, empiece a tratar a la OEA como enemiga.

Esto último no casaría con la trayectoria del actual secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, que como senador ha estado muy orientado hacia la región y entiende que un foro como el de la OEA conviene a Washington (aunque desde que está en el nuevo cargo, Rubio ha contradicho aspectos de su anterior discurso).

Pero sí con Mauricio Claver-Carone, enviado de Trump para Latinoamérica y que ya tuvo una especial fijación contra cualquier avance de China en las instituciones hemisféricas durante los dos años que fue presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

El papel de Estados Unidos en la OEA

Los recortes que está aplicando el gobierno estadounidense a su gasto burocrático y exterior, gestionados por el nuevo departamento de Elon Musk, han afectado ya a la OEA. La paralización de los programas de USAID ha supuesto la baja de 215 funcionarios, sobre todo al verse suspendida la línea de ayudas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Habría que descartar una salida de EE.UU. de la organización multilateral y, por la misma razón, que la Administración Trump forzara el desalojo del histórico edificio que la OEA ocupa en Washington, muy cerca de la Casa Blanca: estar dentro y ser anfitrión son cartas que siempre pueden ser útiles.

El rápido consenso alcanzado por casi todos los países de la organización alrededor de Ramdin —primero propuesto por el Caribe, luego arropado por los principales gobiernos de izquierda del continente y por último aceptado por el resto— indica que la región ha entrado en la nueva dinámica de actuar al margen de un Estados Unidos dirigido por Trump.

En sus dos escasos meses como presidente, ha prestado atención solo a las relaciones bilaterales, en las que puede negociar con mayor presión, y estas además centradas en asuntos de exclusivo interés propio, como la inmigración, el narcotráfico y el crimen organizado.

Sin el peso de Estados Unidos y su discurso oficial, ahora dejado de lado, en favor de la democracia y el estado de derecho, la OEA se encamina hacia una etapa de escasa relevancia, quién sabe si incluso menor que la que tiene la CELAC, nacida para imitar a la OEA pero sin contar con EE.UU.

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