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¿Hay un adulto en el Despacho Oval?

Donald Trump lleva semanas tratando de volver a meter el dentífrico dentro del tubo de pasta, después de que dejara al mundo al borde de una recesión con motivo de su ‘Día de la Liberación’, el 2 de abril pasado. El pequeño pacto … con el Reino Unido ya fue un indicador de que las cosas han cambiado. Trump le vio las orejas al lobo cuando sintió temblar los mercados y, sobre todo, cuando se desplomó la confianza en la renta fija estadounidense y en el dólar, dos elementos que no estaban en su radar de ‘gran negociador’.
El acuerdo alcanzado en Ginebra entre Estados Unidos y China para reducir significativamente los aranceles mutuos durante 90 días representa otro alivio temporal en una guerra comercial que ha lastrado el crecimiento global y tensionado las cadenas de suministro. Este desarme arancelario ha sido recibido con alivio por los mercados. Sin embargo, persisten dudas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido recientemente de que las tensiones comerciales han contribuido a una desaceleración del crecimiento global, con una previsión de crecimiento del 2,8% para 2025, y ha señalado que la incertidumbre podría agravar esta situación.
Nunca he pensado que sea fructífero menospreciar a Trump. Pero este episodio, en el que ha estado a punto de arruinar la economía mundial, ha sembrado dudas razonables. Si se ha llegado a esta situación es porque el gabinete de ‘followers’ que ha formado está lejos de contar con la autoridad que se supone a los miembros del Gobierno. Han sido incapaces de poner filtro a las extravagantes nociones de su jefe y de advertirle de sus consecuencias. ¿Desde cuándo tener la moneda mundial de reserva es un problema para una potencia? ¿Cómo es posible que el jefe de Estado vaya argumentando por ahí que «quizá los niños tengan que conformarse con dos muñecas en lugar de tener 30»? ¿Hay algún adulto en el Despacho Oval?

Scott Bessent, su secretario del Tesoro, que estaba feliz bailándole el agua al jefe, ha tenido que salir a enmendar el desaguisado. Lo primero que ha dicho tras el pacto de Ginebra es que China y EE.UU. han llegado a la conclusión de que «compartimos un mismo interés». Ese interés común es que el comercio entre ambos países no se detenga. Y si Bessent lo dice es porque dispone de cifras que indican que eso ya estaba pasando. Cientos de mercantes que iban a EE.UU. ya estaban buscando nuevos puertos.
Lo que no cambiará es el arancel mínimo del 10%. Una maniobra de Trump para imponerle a sus ciudadanos un impuesto indirecto, parecido al IVA, aunque sólo sea a los productos importados.
Después de sus tormentosos cien primeros días, Trump entró en una fase de calma. Lo que se filtraba a los diarios era que el presidente estaba frustrado porque sus iniciativas de paz no avanzaban en Ucrania. Es posible que China también haya jugado un papel ahí. Algunos analistas creen que, en medio de toda la retórica pro-Putin, Xi Jinping ha llevado a Moscú el mensaje de que el tiempo de la guerra se ha acabado y de que hay que ir cerrando el asunto ucraniano. Eso, más que el ultimátum del cuarteto europeo (Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia), estaría detrás de la intempestiva oferta de Putin de iniciar negociaciones directas con Ucrania la madrugada del domingo.

Publicado: mayo 12, 2025, 10:45 pm

La fuente de la noticia es https://www.abc.es/internacional/adulto-despacho-oval-20250513042935-nt.html

Donald Trump lleva semanas tratando de volver a meter el dentífrico dentro del tubo de pasta, después de que dejara al mundo al borde de una recesión con motivo de su ‘Día de la Liberación’, el 2 de abril pasado. El pequeño pacto con el Reino Unido ya fue un indicador de que las cosas han cambiado. Trump le vio las orejas al lobo cuando sintió temblar los mercados y, sobre todo, cuando se desplomó la confianza en la renta fija estadounidense y en el dólar, dos elementos que no estaban en su radar de ‘gran negociador’.

El acuerdo alcanzado en Ginebra entre Estados Unidos y China para reducir significativamente los aranceles mutuos durante 90 días representa otro alivio temporal en una guerra comercial que ha lastrado el crecimiento global y tensionado las cadenas de suministro. Este desarme arancelario ha sido recibido con alivio por los mercados. Sin embargo, persisten dudas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido recientemente de que las tensiones comerciales han contribuido a una desaceleración del crecimiento global, con una previsión de crecimiento del 2,8% para 2025, y ha señalado que la incertidumbre podría agravar esta situación.

Nunca he pensado que sea fructífero menospreciar a Trump. Pero este episodio, en el que ha estado a punto de arruinar la economía mundial, ha sembrado dudas razonables. Si se ha llegado a esta situación es porque el gabinete de ‘followers’ que ha formado está lejos de contar con la autoridad que se supone a los miembros del Gobierno. Han sido incapaces de poner filtro a las extravagantes nociones de su jefe y de advertirle de sus consecuencias. ¿Desde cuándo tener la moneda mundial de reserva es un problema para una potencia? ¿Cómo es posible que el jefe de Estado vaya argumentando por ahí que «quizá los niños tengan que conformarse con dos muñecas en lugar de tener 30»? ¿Hay algún adulto en el Despacho Oval?

Scott Bessent, su secretario del Tesoro, que estaba feliz bailándole el agua al jefe, ha tenido que salir a enmendar el desaguisado. Lo primero que ha dicho tras el pacto de Ginebra es que China y EE.UU. han llegado a la conclusión de que «compartimos un mismo interés». Ese interés común es que el comercio entre ambos países no se detenga. Y si Bessent lo dice es porque dispone de cifras que indican que eso ya estaba pasando. Cientos de mercantes que iban a EE.UU. ya estaban buscando nuevos puertos.

Lo que no cambiará es el arancel mínimo del 10%. Una maniobra de Trump para imponerle a sus ciudadanos un impuesto indirecto, parecido al IVA, aunque sólo sea a los productos importados.

Después de sus tormentosos cien primeros días, Trump entró en una fase de calma. Lo que se filtraba a los diarios era que el presidente estaba frustrado porque sus iniciativas de paz no avanzaban en Ucrania. Es posible que China también haya jugado un papel ahí. Algunos analistas creen que, en medio de toda la retórica pro-Putin, Xi Jinping ha llevado a Moscú el mensaje de que el tiempo de la guerra se ha acabado y de que hay que ir cerrando el asunto ucraniano. Eso, más que el ultimátum del cuarteto europeo (Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia), estaría detrás de la intempestiva oferta de Putin de iniciar negociaciones directas con Ucrania la madrugada del domingo.

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